3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a
cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el
que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe
que Dios repartió a cada uno.
4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos
muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,
5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo
en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
6 De manera que, teniendo diferentes dones, según
la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la
fe;
7 o si de servicio, en servir; o el que enseña,
en la enseñanza;
8 el que exhorta, en la exhortación; el que
reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace
misericordia, con alegría.
Uno de los pensamientos
favoritos de Pablo acerca de la Iglesia Cristiana es que es como un cuerpo (1Corintios12:12-31
12 Porque así
como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del
cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. 14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino
muchos. 15 Si dijere el pie: Porque no
soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no
soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17
Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído,
¿dónde estaría el olfato? 18 Mas ahora
Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. 19 Porque si todos fueran un solo miembro,
¿dónde estaría el cuerpo? 20 Pero ahora
son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. 21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te
necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Antes bien los miembros del cuerpo que
parecen más débiles, son los más necesarios; :23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos
dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos,
se tratan con más decoro. 24 Porque los
que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el
cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba,25 para que no haya desavenencia en el cuerpo,
sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. 26 De manera que si un miembro padece, todos los
miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con
él se gozan. 27 Vosotros, pues, sois el
cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 28 Y a unos puso Dios en la iglesia,
primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que
hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los
que tienen don de lenguas. 29 ¿Son todos
apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? 30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos
lenguas? ¿interpretan todos? 31
Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más
excelente.). Los miembros del cuerpo no discuten, ni se envidian, ni se
pelean unos con otros. Cada parte del cuerpo realiza sus funciones, ya sean
prominentes o humildes. Pablo estaba convencido de que así debería suceder en
la Iglesia Cristiana. Cada miembro tiene una tarea; y es sólo cuando todos
cumplen con su función como es debido cuando el cuerpo de la Iglesia funciona
como Dios manda.
En este pasaje encontramos
reglas para la vida común.
(i) Lo primero de todo es conocernos a nosotros mismo. Uno de
los principios básicos de los sabios griegos era: «Conócete a ti mismo.» Nos
llegaremos muy lejos en nada hasta que sepamos lo que podemos y lo que no
podemos hacer. El tener clara nuestra capacidad, sin presunción ni falsa
modestia, es una de las primeras cosas esenciales para una vida útil. La clave de una evaluación honesta y fiel es conocer las bases de
nuestra valía: nuestra nueva identidad en Cristo. Separados de El, no somos muy
competentes según las normas eternas. En El, somos valiosos y capaces de un
servicio digno. Cuando uno se evalúa con las normas mundanas del logros y el
éxito puede dar demasiada importancia al valor que tiene ante los ojos de los
demás y perder su verdadero valor ante los ojos de Dios.
(ii) Segundo, nos anima a aceptarnos a nosotros mismos y a usar los
talentos que Dios nos ha confiado. No tenemos que envidiar los que
tengan otros ni lamentar no tenerlos nosotros. Tenemos que aceptarnos tal como
somos y usar el don que tengamos. Puede que el resultado sea que descubramos y
tengamos que aceptar el hecho de que nuestro servicio ha de ser humilde y poco
apreciado. Una de las creencias básicas importantes de los estoicos era que hay
una chispa divina en todas las vidas. Los escépticos se reían de esa doctrina.
«¿Que Dios está en los gusanos? -preguntaban los escépticos-. ¿Dios en los
abejorros?» A lo que respondían los estoicos: «¿Por qué no? ¿Es que no pueden
esas criaturas servir a Dios? ¿Es que hay que ser general para ser un buen
soldado? ¿No puede el soldado raso pelear bien y dar la vida por la patria?
Feliz el que sirve a Dios y cumple su misión tan fielmente como un gusano.»
La continuidad de la vida
del universo depende de las criaturas más humildes. Pablo está diciendo aquí
que uno tiene que empezar por aceptarse a sí mismo; y aunque encuentre que la
contribución que puede ofrecer no se va a ver, ni va a recibir alabanza ni
prominencia, debe hacerla con la seguridad de que es importante, y que sin ella
el mundo y la iglesia quedarían privados de algo. Y lo más importante tener la
convicción de que aquello que hacemos no es para los hombres sino para Dios.
(iii) Tercero: Pablo está diciendo realmente que todos
los dones vienen de Dios. Llama a los dones jarísmata. En el Nuevo
Testamento, járisma es algo que Dios le da a una persona que no habría podido
adquirir por sí misma.
De hecho, así es la vida.
Uno puede pasarse la vida practicando, y nunca tocará el violín como Yehudi
Menuhin. Este tiene más que práctica; tiene un extra, un járisma, un don de
Dios. Puede que uno se afane toda la vida, y no consiga manejar como quisiera
la madera, o el vidrio, o los metales; y sin embargo otro les puede dar forma
con tal facilidad que parece que la herramienta que usa es parte de su cuerpo;
tiene algo especial, el járisma, que es un don de Dios. Una persona puede estar
practicando día tras día para hablar en público, y no consigue adquirir ese
algo mágico que mueve a una audiencia o a una congregación; otro no hace más
que aparecer en la tarima o asomarse al púlpito, y ya tiene a la gente
pendiente de sus labios; tiene ese járisma, o don de Dios. Uno se pasará la
vida intentando expresar sus pensamientos por medio de la palabra escrita sin
conseguirlo, mientras otro no tiene más que ponerse a escribir, y las páginas
le salen perfectas y como sin esfuerzo; el segundo tiene el járisma, que es un
don de Dios.
Cada uno tiene su propio
járisma. Puede que sea escribir, o predicar, o construir casas, o plantar
semillas, o tocar el piano, o cantar canciones, o enseñar a los niños, o jugar
al fútbol o a lo que sea. Es un extra que Dios le ha dado.
(iv) Cuarto: sea el que sea el don que uno tenga, debe usarlo, no para su prestigio personal, sino porque está convencido de que es tanto su deber como su privilegio el hacer su contribución al bien común. La parábola de los talentos nos advierte, además, que es peligroso defraudar a Dios en el uso de sus dones. Y pobre de la iglesia que no tiene interés en descubrir los dones y en dar ocasión de practicarlos al que los tiene. Se empobrece a sí misma y al mundo.
Veamos ahora los dones que
Pablo especifica aquí.
(i) El don de profecía. Rara vez se menciona en el Nuevo Testamento con
el sentido de predecir el futuro; más corrientemente quiere decir proclamar la
Palabra de Dios. En 1Corintios 14:3 Pero el que
profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. Se nos dice que el que profetiza habla
para edificar, exhortar y consolar. El profeta anuncia el mensaje del Evangelio
con la autoridad del que sabe lo que dice. Para anunciar a Cristo a los demás
uno tiene que conocerle primero por sí mismo. No es lo mismo conocer a una
persona de oidas, por tener una relación personal directa con ella. Eso es lo
que necesitan todas las iglesias.
(ii) El don del servicio práctico (diakonía). Es significativo que Pablo
coloque el servicio práctico entre los primeros dones de la lista. Puede que
uno no tenga nunca la oportunidad de subirse a un púlpito para proclamar a Cristo;
pero no hay nadie que no tenga oportunidades todos los días de mostrar el amor
de Cristo en obras de servicio a sus semejantes.
(iii) El don de enseñar. No basta con proclamar el mensaje de Cristo;
también hay que explicarlo. Es muy posible que uno de los fallos de las
iglesias en el tiempo presente esté precisamente ahí. La exhortación y la
invitación sin una enseñanza sólida son insuficientes y a veces hasta inútiles.
(iv) El don de la exhortación. La exhortación debe tener una nota
dominante, que es dar ánimo. Hay una regla en la marina que es que ningún
oficial debe desanimar a otro en el cumplimiento de su deber. Hay una clase de
exhortación que desalienta. La verdadera exhortación tiene por objeto, no
suspender al oyente sobre las llamas del infierno, sino animarle a disfrutar
plenamente de la vida en Cristo.
(v) Está el compartir. Pablo dice que hay que hacerlo con una simpática amabilidad. La palabra que usa Pablo es haplotés, que es difícil de traducir porque incluye la sencillez y la generosidad. Un gran comentario cita un pasaje del Testamento de Isacar que ilustra perfectamente el significado de esta palabra:
Hay una clase de dar que
fisgonea las circunstancias de la persona, que suelta un rollo al dar la ayuda,
y da no tanto para aliviar la necesidad del otro como para regodearse en su
propia vanidad y satisfacción; que da por un molesto sentido del deber en lugar
de un sentimiento radiante de alegría; que da siempre con una segunda intención
y nunca por el simple placer de dar. El compartir cristiano es con haplotés, la
sencilla amabilidad que se deleita en el simple placer de dar, sin otra razón.
(vi) También está el ser llamado a ocupar un puesto de responsabilidad o de
dirección. Pablo dice que, si somos llamados, debemos hacerlo con celo. Uno
de los problemas más difíciles que acechan hoy a las iglesias es encontrar
personas responsables para todos sus departamentos. Hay cada vez menos personas
con sentido de servicio y de responsabilidad, deseosas de sacrificar su ocio
para asumir un cargo directivo. En muchos casos se pretende no estar preparado
ni ser digno, cuando la verdad es que no se está dispuesto, o no se tiene
suficiente interés. Si tal puesto directivo se asume, dice Pablo, se ha de
cumplir con celo. Hay dos maneras en las que un anciano de la iglesia puede dar
una tarjeta de comunión puede echarla en el buzón o entregarla personalmente al
hacer una visita. Hay dos maneras en que un maestro puede preparar una lección:
con mente y corazón entregados, o de una manera rutinaria. Una persona puede
cumplir sus deberes en la iglesia aburrida y monótonamente, o con la alegría y
el entusiasmo que da el celo. Las iglesias necesitan ahora líderes con celo en
el corazón. Hay una palabra terrible en Jeremías 48:10 : " Maldito el
que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la
sangre su espada.”
(vii) Hay momentos en los que hay que mostrar compasión. Y ha de hacerse
con amable simpatía, dice Pablo. Se puede perdonar de una forma que resulta un
insulto. Se puede perdonar y al mismo tiempo mostrar crítica y desprecio. Si
alguna vez hemos de perdonar a un pecador, debemos recordar que nosotros
también somos pecadores. " Ese sería yo, si no fuera por la gracia de
Dios» -dijo George Whitefield cuando vio a un criminal camino de la horca. Hay
una manera de perdonar que empuja al ofensor hacia el sumidero; y hay otra
manera que saca del cieno. El verdadero perdón se basa en el amor y no en la
superioridad, y redime y no humilla. Si todo lo que
se hace de esta manera no se hace para el Señor, nunca se puede hacer con
alegría.
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