Todo pámpano que en mí no
lleva fruto, lo quitará… Juan 15; 2a
Aquí tenemos una de las
palabras principales de la parábola: Rama. Una vid necesita ramas: sin ramas no
puede hacer nada, no puede dar fruto. Tan importante como es saber acerca de la
Vid y el Labrador, es darse cuenta de lo que es la Rama. Antes de escuchar lo
que Cristo tiene que decir al respecto, primero analicemos qué es una rama y
qué nos enseña de nuestra vida en Cristo. Una rama es simplemente un trozo de
madera, producido por la vid con el único propósito de servirla para dar su
fruto. Es de la misma naturaleza que la vid, y tiene una vida y un espíritu con
ella. Solo piense un momento en las lecciones que esto sugiere.
Cuando Jesús trazó la alegoría de la vid sabía de lo que estaba hablando.
La vid se cultivaba y se cultiva todavía en toda Palestina, más o menos como en
España, aunque más en terrazas. Es una planta que requiere mucha atención si se
quiere obtener un fruto de calidad. El terreno tiene que estar perfectamente
limpio, y las plantas se separan convenientemente para que se puedan
desarrollar. Se suelen podar los sarmientos en el invierno reduciendo la cepa a
su mínima expresión. Algunas veces se poda la cepa a menos de un metro de
altura, dejándole brazos radiales que se atan a tutores hasta que se hacen
resistentes, que son los que producen los sarmientos, y estos el fruto; otras
veces se apoyan las varas en espalderas o en árboles. Y, desde luego, a veces
como parras, que se hacen muy frondosas a la puerta de las cabañas. Pero
siempre requieren una buena preparación y un buen cuidado del suelo. No se deja
que la vid dé fruto los tres primeros años, para que desarrolle conservando
toda su energía. Ya adulta produce dos tipos de sarmientos, unos que dan fruto
y otros que no. Los que no van a dar fruto se cortan bien atrás para que no
vuelvan a brotar ni esquilmen la fuerza de la planta. La vid no puede dar buen
fruto a menos que se la pode drásticamente-y Jesús lo sabía muy bien.
Además, la madera de la vid tiene la curiosa particularidad de que no
sirve para nada. Es demasiado fibrosa y poco compacta. En ciertas épocas del
año, establecía la ley, se tenían que llevar al templo ofrendas de madera para
los fuegos de los altares; pero no se consideraban aceptables las ramas de la
vid. Lo único que se podía hacer con los sarmientos de la poda o con las cepas
que se arrancaban era una fogata, para que no trajeran miseria -plagas-a los
árboles. En España se usa para leña en las casas de los pueblos o para encender
los hornos. Este es otro detalle que añade verosimilitud a la alegoría de
Jesús.
Jesús dice que así son Sus seguidores. Algunos de ellos son estupendos
sarmientos productores Suyos, y otros son chupones que no dan ningún fruto. ¿En
quién estaba pensando Jesús al hablar de los sarmientos estériles? Se pueden
dar dos respuestas.
La primera es que estaba pensando en los judíos. ¿No era esa la lección
que habían dado los antiguos profetas? La mayoría de los judíos se negaron a
escuchar a Jesús y a aceptarle; por tanto, eran sarmientos estériles y secos.
La segunda es que estaba pensando en algo más general que incluye a los
cristianos cuyo cristianismo es pura profesión sin práctica -como se definen
muchos: creyentes, pero no practicantes. Estaba pensando en los cristianos
inútiles: toda hoja, pero nada de fruto. Y estaba pensando en los cristianos
que se vuelven apóstatas, que oyeron el mensaje y lo aceptaron y lo abandonaron
convirtiéndose en traidores al Maestro al Que se habían comprometido a servir.
Así es que hay tres maneras en que podemos ser sarmientos improductivos.
Podemos negarnos a escuchar a Jesucristo. O podemos escucharle, y luego
confesarle de labios para fuera, sin acciones. O podemos aceptarle como Maestro
y luego, en vista de las dificultades que se nos presentan o el deseo de vivir
nuestra vida, Le abandonamos. Es uno de los principios fundamentales del Nuevo
Testamento que la inutilidad invita al desastre. El sarmiento improductivo
acaba en el fuego.
Ahí está la lección de la entera consagración. La rama tiene un solo
objeto por el cual existe, un propósito al que se entrega por completo. Es
decir, dar el fruto que la vid quiere dar. Y así, el creyente tiene una sola
razón para ser un Renuevo, pero una razón para su existencia en la tierra: que
la Vid Celestial pueda producir Su fruto a través de él. Dichosa el alma que sabe
esto, que lo ha consentido, y que dice: He sido redimido y vivo para una sola
cosa, tan exclusivamente como el pámpano natural existe sólo para dar fruto, yo
también: tan exclusivamente como la Vid Celestial existe para dar fruto, yo
también. Como he sido plantado por Dios en Cristo, me he entregado por completo
a dar el fruto que la Vid desea producir.
Ahí está la lección de la conformidad perfecta. La rama es exactamente
como la vid en todos los aspectos: la misma naturaleza, la misma vida, el mismo
lugar, el mismo trabajo. En todo esto son inseparablemente uno. Y así, el
creyente necesita saber que es partícipe de la naturaleza divina, y que tiene
la misma naturaleza y espíritu de Cristo en él, y que su única vocación es
entregarse a sí mismo a una perfecta conformidad con Cristo. El pámpano es una
semejanza perfecta de la vid; la única diferencia es que uno es grande y
fuerte, y la fuente de fuerza, el otro pequeño y débil, siempre necesitando y
recibiendo fuerza. Así también el creyente es, y debe ser, la semejanza
perfecta de Cristo.
Ahí está la lección de la dependencia absoluta. La vid tiene sus reservas
de vida, savia y fuerza, no para sí misma, sino para las ramas. Los pámpanos
son y no tienen nada más que lo que la vid proporciona e imparte. El creyente
está llamado a una vida de completa e incesante dependencia de Cristo, y es su
mayor bienaventuranza entrar en ella. Día y noche, en cada momento, Cristo está
para obrar en él todo lo que necesita.
Y luego la lección de la confianza indudable. La rama no tiene cuidado;
la vid lo provee todo; sólo tiene que entregarse y recibir. Es la visión de
esta verdad la que conduce al bendito descanso de la fe, el verdadero secreto
del crecimiento y la fortaleza: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece
".
¡Qué vida nos vendría si sólo consintiéramos en ser Ramas! ¡Amado hijo de
Dios! aprende la lección Solo tienes una cosa que hacer: ¡Solo ser una Rama!
¡nada mas! nada menos que Solo sé una Rama; Cristo será la Vid que da
todo. Y el Labrador, el Dios Fuerte, que hizo de la Vid lo que es, seguramente
hará de la Rama lo que debe ser.
¡Señor Jesús! Te ruego que me reveles el misterio celestial del Pámpano,
en su unión viva con la Vid, en su reivindicación de toda su plenitud. Y deja
que Tu suficiencia total, sosteniendo y llenando Tus Ramas, me lleve al
descanso de la fe que sabe que Tú haces todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario