Permaneced en mí, y yo en vosotros..—Juan 15;
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En mi profesión de agricultor, una de las faenas que realizo de continuo
es la poda, y de vez en cuando el injerto de árboles frutales, vides, etc…Estos
7 versículos del capítulo 15 del Evangelio de Juan, hablan de esas tareas que
durante 32 años he venido desarrollando, por eso podar, limpiar, injertar,
permanecer, abonar en la vida espiritual son comprensibles y fáciles de
entender. Si Dios como Labrador lo aplica a cada rama de la Vid, esa rama si o
si permanecerá y fructificará.
Cuando se coloca un nuevo injerto en una vid, y permanece allí, tiene
lugar un proceso doble. El primero está en la madera. El injerto dispara sus
pequeñas raíces a través del cambium hacia el cambium del tronco de la vid, quedando
en contacto ambos cambium, efectuándose lo que se ha llamado la unión
estructural. El injerto permanece y se vuelve uno con la vid, y aunque la vid
muriera, seguiría siendo una madera con ella. Luego está el segundo proceso, en
el que la savia de la vid entra en la nueva estructura y la usa como un pasaje
a través del cual la savia puede fluir hacia arriba para mostrarse en brotes
jóvenes, hojas y frutos. Aquí está la unión vital. En el injerto que permanece en
la cepa, la cepa entra con savia para permanecer en ella.
Cuando nuestro Señor dice: "Permaneced en mí, y yo en
vosotros", apunta a algo análogo a esto. “Permaneced en mí”: que se
refiere más a lo que tenemos que hacer. Tenemos que confiar y obedecer, desprendernos
de todo lo demás, tender la mano hacia Él y aferrarnos a Él, hundirnos en Él. A
medida que, a través de la gracia que Él da, hacemos esto, se forma un carácter
y se prepara un corazón para la experiencia más plena: "Yo en ti".
Dios nos fortalece con poder por el Espíritu en el hombre interior, y Cristo
mora en el corazón por la fe.
Mantened firme la fe y una buena conciencia; y que ninguna prueba os
aparte de la verdad. Y permaneceré en vosotros; recibiréis toda ayuda e
influencia de mí que vuestras almas puedan necesitar, a fin de preservarlas y
salvarlas para la vida eterna.
Estas dos cosas son absolutamente necesarias para nuestra salvación:
1. Que sigamos íntimamente unidos a Cristo por la fe y el amor, y vivamos
en y para él.
2. Que continuamente recibimos de él el poder de hacer el bien; porque
así como la rama, por buena que sea en sí misma, no puede dar fruto por sí
misma, a través de su propio jugo, que ya ha sacado del árbol, y no puede
sostenerse más que continuando en unión con la cepa madre, tampoco podéis
vosotros, si no permanecéis en mí. Así como la rama participa de la naturaleza
del árbol, se nutre de su jugo y vive de su vida, así debéis haceros partícipes
de mi naturaleza divina, sed sabios en mi sabiduría, poderosos en mi poder y
puros a través de mi santidad.
Muchos creyentes oran y anhelan fervientemente la llenura del Espíritu y
la morada de Cristo, y se sorprenden de que no progresen más. La razón es a
menudo esta, el "Yo en ti" no puede venir porque el "Permanecer
en Mí" no se mantiene. "Hay un cuerpo y un espíritu"; antes de
que el Espíritu pueda llenar, debe haber un cuerpo preparado. El injerto debe
haber crecido en el tallo y permanecer en él antes de que la savia pueda fluir
para dar fruto. Si en humilde obediencia seguimos a Cristo, aun en las cosas
externas, negándonos a nosotros mismos, abandonando el mundo, y aun en el
cuerpo buscando ser semejantes a Él, mientras buscamos permanecer en Él, que
seremos capaces de recibir y disfruta del "yo en ti". La obra que nos
encargó: "Permaneced en mí", nos preparará para la obra emprendida
por Él: "Yo en vosotros".
En las dos partes del mandato tienen su unidad en esa palabra central de
significado profundo en PERMANECED. No hay palabra más profunda en las
Escrituras. Dios está en todos. Dios habita en Cristo. Cristo vive en Dios.
Estamos en Cristo. Cristo está en nosotros: nuestra vida asumida en la Suya; Su
vida recibida en la nuestra; en una realidad Divina que las palabras no pueden
expresar, estamos en Él y Él en nosotros. Y las palabras Permaneced en Mí y Yo
en vosotros, sólo nos dicen que creamos en este misterio Divino, y que contemos
con nuestro Dios Labrador, y Cristo Vid, para hacerlo divinamente verdadero.
Ningún pensamiento, enseñanza u oración puede captarlo; es un misterio divino
de amor. Tan poco como podemos efectuar la unión podemos entenderla. Miremos a
esta vid infinita, divina y omnipotente que nos ama, nos sostiene y trabaja en
nosotros. Permanezcamos y descansemos en Él en la fe de Su obra, volviendo
siempre el corazón y la esperanza sólo a Él. Y contemos con Él para cumplir en
nosotros el misterio: "Vosotros en mí, y yo en vosotros".
¡Bendito Señor! Tú me pides que permanezca en Ti. ¿Cómo puedo yo, Señor,
sino Tú mostrarte a mí, esperando recibirme y acogerme y guardarme? Te ruego
que me muestres cómo Tú, como Vid, te comprometes a hacerlo todo. Ocuparse de
Ti es permanecer en Ti. ¡Aquí estoy, Señor! un Renuevo, limpio y permanente,
que descansa en Ti y espera la afluencia de Tu vida y gracia.
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