} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: MI PADRE ES EL LABRADOR

martes, 22 de noviembre de 2022

MI PADRE ES EL LABRADOR

 


Y Mi Padre es el Labrador. Juan 15: 1b

 

     En la segunda parte del primer versículo, vernos la relación estrecha entre el Padre, quien es el labrador, y la Vid, que es su Hijo. El término labrador traduce un vocablo griego compuesto de “tierra” y “obra”, dando la idea de uno que trabaja en la tierra. El Padre se presenta como realizando su voluntad por intermedio de su Hijo.   La palabra “viñador” expresa más apropiadamente el sentido de la palabra original que labrador. Quiere decir el que tiene el cuidado de una viña; cuyo oficio es nutrir, podar y defender la vid, y que por supuesto siente un profundo interés en su crecimiento y bienestar.

La figura significa que Dios dio, o designó a su Hijo para que fuera, la fuente de bendiciones para el hombre; que toda gracia desciende por él; y que Dios cuida de todos los sarmientos de esta vid, es decir, de todos los que están unidos por la fe al Señor Jesucristo.

Una vid debe tener un labrador – viñador, que la plante y la cuide, que la reciba y se regocije en su fruto. Jesús dice: "Mi Padre es el labrador". Él era "la vid plantada por Dios". Todo lo que fue e hizo, se lo debía al Padre; en todo sólo buscó la voluntad y la gloria del Padre. Se hizo hombre para mostrarnos lo que debe ser una criatura para su Creador. Él tomó nuestro lugar, y el espíritu de Su vida ante el Padre fue siempre lo que Él busca hacer nuestro: "De Él, y por Él, y para Él son todas las cosas". Él se convirtió en la Vid Verdadera, para que nosotros pudiéramos ser Ramas verdaderas. Tanto con respecto a Cristo como a nosotros mismos, las palabras nos enseñan las dos lecciones de dependencia absoluta y confianza perfecta.

 

Mi Padre es el Labrador. Cristo siempre vivió en el espíritu de lo que una vez dijo: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo." Tan dependiente como la vid depende de un labrador para el lugar donde ha de crecer, para cercarla, regarla y podarla, Cristo se sintió Él mismo depende enteramente del Padre todos los días para obtener la sabiduría y la fuerza para hacer la voluntad del Padre. Como dijo en el capítulo anterior (Juan 14. 10): " ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. ". Esta dependencia absoluta tenía como su bendita contrapartida la bendita confianza de que no tenía nada que temer: el Padre no podía defraudarlo. Con un Labrador como Su Padre, podía entrar en la muerte y en la tumba. Podía confiar en Dios para resucitarlo. Todo lo que Cristo es y tiene, no lo tiene en sí mismo, sino del Padre.

 

Mi Padre es el Labrador. Eso es tan benditamente cierto para nosotros como para Cristo. Cristo está a punto de enseñar a Sus discípulos acerca de ser Ramas. Antes de que Él alguna vez use la palabra, o hable en absoluto de permanecer en Él o de dar fruto, Él dirige sus ojos hacia el cielo hacia el Padre que los cuida y obra todo en ellos. En la raíz misma de toda vida cristiana yace el pensamiento de que Dios es para hacer todo, que nuestra única obra es   dejarnos en sus manos, en la confesión de absoluta impotencia y dependencia, en la segura confianza de que Él da todo lo que necesitamos. La gran carencia de la vida cristiana es que, incluso cuando confiamos en Cristo, dejamos a Dios fuera de la cuenta. Cristo vino para llevarnos a Dios. Cristo vivió la vida de un hombre exactamente como nosotros debemos vivirla. Cristo la Vid apunta a Dios el Labrador. Así como Él confió en Dios, confiemos en Dios, que todo lo que debemos ser y tener, como los que pertenecen a la Vid, nos será dado de lo alto.

 

Isaías dijo: "Una viña de vino tinto; yo, el Señor, la guardo, la regaré en todo momento; para que nadie la dañe, la guardaré de noche y de día". Antes de que empecemos a pensar en frutos o ramas, tengamos nuestro corazón lleno de fe: tan glorioso como la Vid, es el Labrador. Tan alto y santo como es nuestro llamado, tan poderoso y amoroso es el Dios que lo hará todo. Tan ciertamente como el Labrador hizo de la Vid lo que debía ser, Él hará de cada sarmiento lo que debe ser. Nuestro Padre es nuestro Labrador, la Garantía de nuestro crecimiento y fruto.

 

¡Bendito Padre! somos tu labranza. ¡Vaya! para que tengas honra de la obra de tus manos. ¡Oh Padre! Deseo abrir mi corazón al gozo de esta maravillosa verdad: Mi Padre es el Labrador. Enséñame a conocerte y a confiar en Ti, ya ver que el mismo profundo interés con el que Tú cuidabas y te deleitabas en la Vid, se extiende a cada rama, a mí también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario