Apocalipsis
3; 1-6
Y
escribe al ángel de la iglesia en Sardis: "El que tiene los siete
Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice esto: 'Yo conozco tus obras, que
tienes nombre de que vives, pero estás muerto.
'Ponte
en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no
he hallado completas tus obras delante de mi Dios.
'Acuérdate,
pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y
no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
'Pero
tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán
conmigo vestidos de blanco,
porque son dignos.
'Así
el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro
de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus
ángeles.
'El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.'"
Sardis era una ciudad con un pasado
ilustre del cual estaba orgullosa, pero en los tiempos de Juan tenía menos
motivos para vanagloriarse. Como capital del antiguo reino de Lidia, alcanzó el
clímax de su riqueza alrededor de 700 a. de J.C. bajo Giges, conocido por los
asirios como Gugu. Los judíos dieron a este rey el nombre de Gog y se lo
consideraba un símbolo de los poderes del mal que se levantarán al fin de los
tiempos. Fue muerto en un ataque sorpresivo de los cimerios. La ciudad se
hundió en el olvido después de la conquista persa, pero recuperó algo de su
prestigio cuando, por medio de la ayuda de Tiberio, fue reconstruida después de
un terremoto en 17 d. de J.C. La iglesia de Sardis reflejaba la historia de la
ciudad; en un tiempo tuvo prestigio por sus logros espirituales, pero ahora es
taba sin vida. Otros dos elementos de la vida de la ciudad son reflejados en la
carta. Sardis fue construida en una montaña y tenía una acrópolis que era
considerada inexpugnable. “Capturar la acrópolis de Sardis” era entre los
griegos un proverbio para alcanzar lo imposible. Pero la acrópolis fue
conquistada no menos de cinco veces, dos de ellas por falta de vigilancia. Sardis
que era el ejemplo más típico del contraste melancólico entre un pasado
esplendoroso y un presente ruinoso. Sardis era la ciudad degradada.
Setecientos años antes de que se le
escribiera esta carta, Sardis había sido una de las mayores ciudades del mundo.
Allí reinaba el rey de Lidia sobre su imperio con esplendor oriental. Por aquel
entonces Sardis era una ciudad de Oriente, y era hostil al mundo griego.
Esquilo escribió de ella: " Los moradores de Tmolo decidieron aceptar el
yugo de la Hélade.»
Sardis estaba en medio de la llanura del
valle del río Hermo. Al Norte de esa llanura se erguía la gran sierra del Monte
Tmolo, de la que salían, a manera de espolones, una serie de colinas cada una
de las cuales formaba una estrecha meseta. En uno de esos espolones, unos
quinientos metros monte arriba, estaba la Sardis original. Está claro que su
posición la hacía casi inexpugnable. Los lados del espolón eran suaves
precipicios; y solamente donde se encontraban con la cordillera del Monte Tmolo
había una cierta posibilidad de acceder a Sardes, y hasta ese camino era duro y
empinado. Se ha dicho que Sardes permanecía como una atalaya gigantesca
vigilando el valle del Hermo. Llegó un tiempo en que el estrecho espacio en la
cumbre de la meseta era demasiado pequeño para la expansión de la ciudad; y
Sardes creció alrededor del pie del espolón sobre el que estaba la ciudadela. El
nombre Sardis (Sardeis en griego) es en realidad un plural, porque se trataba
de dos pueblos: uno en la meseta y otro abajo en el valle.
La riqueza de Sardis era legendaria. Por
en medio del pueblo de abajo fluía el río Pactolo, que se decía en los días antiguos
que tenía aguas auríferas de las que procedía mucha de la riqueza de Sardis. El
más famoso de los reyes de Sardis fue Creso, cuyo nombre se hizo proverbial por
su riqueza. Fue bajo su reinado cuando Sardis alcanzó su cenit y se precipitó a
su desastre.
No es que no se le advirtiera a Creso
adónde se dirigía Sardis. Solón, el más sabio de los griegos, vino de visita y
se le mostraron la magnificencia y el lujo. Vio la gran confianza de Creso y su
pueblo en que nada podía poner fin a ese esplendor; pero también vio que las
señales de la blandura y de la degeneración se estaban sembrando. Y fue
entonces cuando pronunció su famoso dicho a Creso: " No llames feliz a
nadie hasta que esté muerto.» Solón conocía demasiado bien los azares y
avatares de la vida que Creso había olvidado o no tenía en cuenta.
Creso se embarcó en una guerra con Ciro
de Persia que fue el final de la grandeza de Sardes. De nuevo le advirtieron a
Creso, pero él desoyó la advertencia. Para llegar a los ejércitos de Ciro tenía
que cruzar el río Halis. Fue a buscar consejo del famoso oráculo de Delfos, que
le dijo: " Si cruzas el río Halis destruirás un gran imperio.» Creso lo
tomó como una promesa de que aniquilaría a los persas; nunca se le pasó por la
mente que era una profecía de que la campaña en la que se había metido sería el
final de su propio poder.
Cruzó el Halis, se enzarzó la batalla y
Creso fue derrotado. No se preocupó lo más mínimo, porque creía que lo único
que tenía que hacer era retirarse a la ciudadela inexpugnable de Sardes,
recuperarse y luchar otra vez. Ciro inició el asedio de Sardis, esperó catorce
días, y entonces ofreció una recompensa especial al que descubriera una entrada
en la ciudad.
La roca sobre la que estaba construida
Sardis era friable, más como un paquete de barro seco que como una roca. La
naturaleza de la roca hacía que se le formaran grietas. Cierto soldado persa
llamado Hyeroeades vio a un soldado de Sardes al que se le había caído el yelmo
de las almenas que bajaba por un sendero del precipicio a buscarlo. Hyeroeades
supuso que habría una griega de la roca por la que alguien que fuera ágil
podría escalar. Aquella misma noche guio a un pelotón de soldados persas por la
grieta de la roca. Cuando llegaron a las fortificaciones se las encontraron
totalmente indefensas.
Los de Sardis se consideraban demasiado
a salvo para tener que montar la guardia; y así fue como cayó Sardis. Una
ciudad con una historia así sabía lo que le quería decir el Cristo Resucitado
cuando dijo: " ¡Velad!»
Hubo unos pocos intentos de rebelión que
no tuvieron éxito; pero Ciro siguió una política deliberada: prohibió a todos
los habitantes de Sardes que tuvieran armas de guerra. Les mandó usar túnicas y
zapatillas en vez de sandalias militares. Les ordenó que enseñaran a sus hijos
a tocar la lira, a cantar y a bailar y a vender al por menor. Sardes había sido
floja antes; pero el último vestigio de espíritu se desterró, y se convirtió en
una ciudad degenerada.
Desapareció de la Historia bajo el
dominio persa durante dos siglos. A su debido tiempo se rindió a Alejandro
Magno, que la convirtió en una ciudad de cultura griega. Y entonces la historia
se repitió otra vez. Después de la muerte de Alejandro Magno hubo muchos
candidatos a asumir el poder. Antíoco, que se hizo con el mando de la región en
la que estaba Sardes, estaba en guerra con un rival que se llamaba Aqueo, que
buscó refugio en Sardis. Antíoco sitió la ciudad durante todo un año; entonces
un soldado llamado Lagoras repitió la hazaña de Hyeroeades. Por la noche, con
una banda de valientes, escaló los escarpados riscos. Los de Sardis habían
olvidado la lección; no había nadie de guardia, y Sardis cayó otra vez por no
ser vigilante.
A su debido tiempo llegaron los romanos.
Sardis seguía siendo una ciudad rica. Era el centro de la industria de la lana,
y pretendía haber descubierto el arte de teñirla. Llegó a ser una ciudad romana
de refugio. El año 17 d C. fue destruida por un terremoto que asoló toda la
zona. El emperador romano Tiberio tuvo la amabilidad de perdonarle el tributo
durante cinco años y le hizo una donación de diez millones de sestercios, como seiscientos
mil euros, pero teniendo en cuenta que el jornal de un obrero era el
equivalente a cinco céntimos.
Cuando Juan le escribió esta carta,
Sardes era una ciudad rica pero degenerada. Hasta la antes gran ciudadela ya no
era más que un monumento antiguo en la cima de la colina. Era una ciudad sin
vida y sin espíritu. Sus habitantes eran blandos, los descendientes de aquellos
que perdieron la ciudad en dos ocasiones porque eran demasiado perezosos para
estar de guardia. En esa atmósfera deprimente también la iglesia cristiana
había perdido su vitalidad y era un cuerpo muerto más que una iglesia viva.
El
paralelo con la falta de cuidado de la iglesia y su pobre situación es notable .
Sardis también era un centro de tejedurías y pretendía ser la primera en el
negocio de lana teñida.
La iglesia se
encontraba en el mundo; su luz se apagaba más y más. El Cristo paciente
prescribe acción pronta.
A la vista del
público era una iglesia viva, pero Dios no la consideraba así. Esta carta
permitía que los miembros de esta iglesia se vieran como Dios les veía. Eran
buenos para comenzar, pero malos para acabar.
El Señor
resucitado posee los siete Espíritus
de Dios; a la luz de las figuras de esto
parece representar al Espíritu Santo enviado a las siete iglesias. El Espíritu
inspira la profecía y vivifica a los muertos; esta iglesia necesitaba escuchar
las advertencias proféticas y buscar la vivificación de vida del Espíritu. Como
en 2:
1) las siete estrellas, las iglesias,
están en las manos de Cristo tanto para sostener como para juzgar. No he hallado que tus obras hayan sido
acabadas delante de Dios
2). ¡Pero no se menciona ninguna! La
congregación de Sardis necesitaba las cualidades que tenía la iglesia de
Tiatira: amor, fe, servicio, perseverancia. Si tenían alguna de ellas, o algo
similar, en verdad estaban esforzándose poco para ponerlas en práctica. Nada de
lo que ellos comenzaron llegó a ser completado. Por ello, la iglesia es llamada
a estar vigilante (Ef. 5:14) y a reforzar las cosas que quedan o sea todo aquello que es de Dios en la
iglesia y que no ha muerto; también a acordarse de lo que ha recibido, o sea el evangelio de los
apóstoles y su enseñanza sobre la vida cristiana; a guardarlo y arrepentirse
3) o sea el volverse a Dios como en su
conversión. De otro modo, dice el Señor, vendrá como ladrón. La parábola del ladrón tiene un claro reflejo aquí
(Mat. 24:43, 44; 1 Tes. 5:2-4), como en Apoc. 16:15. Considerando el uso de este lenguaje en
las cartas a Efeso y Pérgamo, sin embargo, es probable que se tenga en vista
una venida del Señor para juicio más bien que la posibilidad de que la iglesia
padecerá juicio en la venida del Señor en poder y gloria.
Al principio de esta carta el Cristo
Resucitado Se describe en dos frases.
(i) Él es el Que posee los siete
Espíritus de Dios. Ya nos hemos encontrado esta extraña frase en Apocalipsis 1:4. Su significado tiene
dos aspectos:
(a) Denota el Espíritu con Sus siete
dones, una idea basada en la descripción del Espíritu en Isa_11:2.
(b) Denota el Espíritu en Sus siete
operaciones: Hay siete iglesias, pero en cada una de ellas el Espíritu opera
con toda Su presencia y poder. Los siete
Espíritus representan la plenitud de los dones del Espíritu y de Su
presencia.
(ii) Él es el Que tiene las siete
estrellas, que representan las siete iglesias y sus ángeles. La Iglesia es
posesión de Jesucristo. Muchas veces los
hombres actúan como si la Iglesia les perteneciera a ellos, pero pertenece a
Jesucristo y todos los que hay en ella son Sus siervos. En cualquier
decisión acerca de la Iglesia el factor decisivo debe ser, no lo que cualquier
persona quiera que se haga, sino lo que Jesucristo quiere que se haga.
La terrible acusación
que se hace contra la iglesia de Sardis es que, aunque tiene fama de estar
viva, está de hecho espiritualmente muerta. El Nuevo
Testamento compara frecuentemente el pecado con la muerte. En las Epístolas
Pastorales leemos: " Pero la que se entrega a los placeres, viviendo, está
muerta» (1 Timoteo_5:6). El Hijo Pródigo es el
que estaba muerto y está vivo otra vez (Luc_15:24). Los cristianos de Roma son personas
que han pasado de estar entre los muertos a estar entre los vivos (Rom_6:13). Pablo
dice que sus conversos, en sus días precristianos, estaban muertos en sus
delitos y pecados (Efe_2:1-5).
(i) El
pecado es la muerte de la voluntad. Si uno acepta las invitaciones del
pecado durante un tiempo suficientemente largo, llega a un estado cuando ya no
puede aceptar ninguna otra invitación. Los hábitos se apoderan de él de tal
manera que ya no puede romper con ellos. Uno llega, como decía Séneca, a
aborrecer sus pecados y a amarlos al mismo tiempo. Habrá pocos entre nosotros
que no hayamos experimentado el poder de algún hábito en el que hayamos caído.
(ii) El pecado es la muerte de los
sentimientos. El
proceso hasta llegar a ser esclavo del pecado no transcurre de la noche a la
mañana. La primera vez que una persona comete un pecado lo hace con muchos
remordimientos. Pero llega el día, si sigue frecuentando lo que le está
prohibido, cuando hace sin ningún remordimiento lo que en un tiempo le habría
horrorizado. El pecado, «petrifica el
sentimiento.»
(iii) El pecado es la muerte de todo
lo amable. Lo
terrible del pecado es que puede apoderarse de las cosas más preciosas y
convertirlas en algo horrible. Por medio del pecado la aspiración de lo más
alto se convierte en un anhelo de poder; el deseo de servir puede llegar a ser
una intoxicación de ambición; el deseo de amor puede degenerar en una pasión de
concupiscencia. El pecado es el asesino de todo lo precioso que hay en la vida.
Solo por la gracia de Dios podemos
escapar a la muerte del pecado.
La falta de vida de la iglesia de Sardes
tenía un efecto extraño.
(i) La iglesia de Sardes no tenía el
problema de ninguna herejía. La herejía siempre es el producto de una mente
inquisitiva; es, de hecho, señal de que una iglesia está viva. No hay nada peor que el estado de uno que
es ortodoxo porque es demasiado perezoso para pensar las cosas por sí mismo.
Mejor cuenta le traería una herejía que le preocupara sincera e intensamente
que una ortodoxia que le trajera sin cuidado.
(ii) La iglesia de Sardes no era objeto
de ningún ataque desde el exterior, ni por parte de los paganos ni de los
judíos. La verdad es que estaba tan
muerta que no valía la pena atacarla. Las Epístolas Pastorales describen a los
que se habían desviado de la fe verdadera pretendiendo tener una forma de
piedad pero mostrando que no tenía ninguna eficacia (2 Timoteo_3:5). El Nuevo Testamento
Original lo traduce: «Con fachada de religiosidad, pero desmintiendo su
eficacia.» Y el Nou Testament '79: "Es
donen una aparenga de pietat, peró no en coneixen pas la forga transformadora.»
Una iglesia que esté viva de veras
siempre estará bajo ataques. «¡Ay de vosotros -decía Jesús-, cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros!» (Luc_6:26). Una
iglesia con un mensaje positivo es impepinable que tenga que arrostrar
oposición.
Una
iglesia que esté tan aletargada que deje de producir una herejía está
mentalmente muerta; y una iglesia que sea tan negativa como para dejar de
suscitar oposición está muerta en su testimonio de Cristo.
¿Conoces
alguna iglesia así en la actualidad? Si estás en ella, ¡¡aléjate!!
Si hay algo que todavía se pueda
rescatar de la ruina inminente de la iglesia de Sardes, los cristianos deben despertar del letargo mortal y mantenerse alerta.
Es este el mandamiento que aparece más frecuentemente en el Nuevo Testamento.
(i) El
estado de alerta debe ser la actitud constante del cristiano. "Ya es
hora -dice Pablo- de despertar del sueño» (Rom_13:11). «Velad, estad firmes
en la fe, portaos varonilmente y esforzaos» (1Co_16:13). Se ha dicho que «la vigilancia eterna es el precio de la libertad,» y
el estado eterno de alerta es el precio de la salvación.
(ii) El cristiano debe estar vigilante frente a las tretas del diablo (1Pe_5:8). La
historia de Sardes tenía ejemplos vivos de lo que le sucede a una guarnición
que se descuida en la guardia. El
cristiano está bajo constantes ataques de los poderes que tratan de apartarle
de Cristo. A menudo estos ataques son sutiles. Debe, por tanto, mantenerse
alerta.
(iii) El cristiano debe estar en guardia contra la tentación. «Velad y
orad-dijo Jesús-para no caer en tentación» (Mat_26:41). La tentación espera
a que bajemos la guardia para atacarnos. En
la vida cristiana hay que mantener una vigilancia constante contra ella.
(iv) Repetidamente el Nuevo Testamento
exhorta al cristiano a estar en guardia esperando la llegada del Señor. «Velad
por tanto -decía Jesús- porque no sabéis qué día viene vuestro Señor» "Lo
que os digo a vosotros se lo digo a todos: ¡Alerta!» (Mat_24:42 Mar_13:37). "No durmamos
como los demás -escribe Pablo-, sino vigilemos y seamos sobrios» (1Te_5:6). Nadie
sabe el día ni la hora en que para él la eternidad invadirá el tiempo. "El
último día es un secreto decía Agustín- para que estemos alerta todos los
días.»
(v) El
cristiano debe estar en guardia contra la falsa enseñanza. En el mensaje de
despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso les advierte que hay lobos rapaces
que invadirán el aprisco, y que desde dentro se levantarán personas que
hablarán cosas perversas. «Por tanto, ¡velad!» (Hec_20:29-31).
(vi) El cristiano tampoco debe olvidar que, aunque él esté alerta esperando
a Jesucristo, Jesucristo le está vigilando a él. "No he encontrado tus
obras concluidas -dice el Cristo Resucitado- a la vista de Mi Dios.» Aquí nos
salen al encuentro dos grandes verdades:
(a) Cristo espera algo de nosotros. A menudo Le consideramos Alguien a
Quien acudimos en busca de cosas: Su fuerza, Su ayuda, Su apoyo, Su consuelo.
Pero no debemos olvidar que Él espera nuestro amor, lealtad y servicio.
(b) Lo
que debemos hacer está en nuestra mano. El viejo dicho es cierto:
«Fatalidad es lo que no tenemos más remedio que hacer; destino es lo que
debemos hacer.» El cristiano no cree en una fatalidad inevitable; pero sí cree
en un destino que puede aceptar o rechazar.
De cada uno de nosotros Cristo espera
algo; y a cada uno de nosotros nos corresponde hacer algo.
En el versículo 3 tenemos una serie de imperativos.
(i) El Cristo Resucitado dice: «Acuérdate de cómo recibiste y
aceptaste el Evangelio.» Es el imperativo de presente y quiere decir: «Mantén vivo tu recuerdo; no dejes nunca
que se te olvide.» El Cristo Resucitado les está diciendo a los cristianos
aletargados de Sardes que tengan presente siempre la emoción con que oyeron por
primera vez la Buena Nueva. Es un hecho de la vida que hay cosas que agudizan
la memoria que se ha vuelto insensible. Cuando, por ejemplo, volvemos a una
tumba, el dolor al que los años han quitado el filo vuelve a ser agudo otra
vez. Una y otra vez el cristiano debe encontrarse ante la Cruz y recordar lo
que Dios ha hecho por él en Jesucristo.
(ii) El Cristo Resucitado dice: « ¡Arrepiéntete!» Pero ¿Cuántas personas y aun iglesias locales, persisten en seguir
como si nada ocurriera?
Este es un imperativo de aoristo y
describe una acción concreta. En la vida
cristiana debe haber un momento decisivo, cuando una persona decida dejar el
viejo camino y empezar uno nuevo.
(iii) El Cristo Resucitado dice: «Cumple
los mandamientos del Evangelio.» Aquí tenemos de nuevo un imperativo
de presente que indica una acción continua. Quiere decir: "No dejes nunca de cumplir los mandamientos del Evangelio.»
Aquí tenemos una advertencia contra lo que podríamos llamar "un
cristianismo discontinuo.» Muchos de
nosotros somos cristianos a ratos, pero la mayor parte de las veces nos
portamos como si no lo fuéramos.
(iv) Hay el mandamiento de velar. Hay un antiguo dicho latino: «Los
dioses andan con los pies envueltos en lana.» Su llegada es silenciosa e
inadvertida, hasta que uno se encuentra sin previo aviso ante la eternidad.
Pero eso no les sucede a los que viven todos los días en la presencia de
Cristo; al que camina con Él no le puede pillar por sorpresa Su venida.
En el versículo 4 brilla a través de la
oscuridad un rayito de esperanza. Hasta en Sardes hay unos pocos fieles. Cuando
Abraham estaba intercediendo ante Dios por Sodoma, Le decía: «Lejos de Ti que
hagas morir al justo con el impío» (Gen_18:25). En la antigua historia de los
reyes, Abías fue el único de los hijos de Jeroboam que fue sepultado
normalmente, porque en él se halló alguna cosa buena delante del Señor (1Re_14:13). Dios nunca deja de buscar a los fieles,
que no se Le pierden en la multitud de los malvados.
Se dice de los fieles que «no se han
ensuciado las vestiduras.» Santiago hablaba con respeto y admiración de la
persona que se guardaba «sin mancha del mundo» (Stg_1:27). Aquí puede haber dos
alusiones.
(i) En el mundo pagano no se le permitía
a ningún adorador acercarse al templo de los dioses con la ropa sucia. Para los
paganos se trataba de la limpieza exterior; pero aquí puede que describa a la
persona que ha mantenido el alma limpia para poder entrar a la presencia de
Dios sin ser avergonzada.
(ii) Las vestiduras blancas representan
la profesión de fe que se hacía en el bautismo; y que la frase describe a la
persona que no había quebrantado sus votos bautismales. En esta etapa de la Historia
de la Iglesia el bautismo era de creyentes, y en su bautismo una persona se
comprometía personalmente con Jesucristo. Esto es aún más probable porque era
costumbre vestir a las personas con vestiduras limpias blancas cuando salía del
agua simbolizando así la pureza de su nueva vida. A eso alude la expresión
española «estar in albis,» que
se refiere a la inocencia de los recién bautizados. La persona que es fiel a su
compromiso escuchará sin duda algún día a Dios decirle: "¡Bien hecho!»
Para los que han sido leales la promesa
es que caminarán con Dios. Aquí también hay un doble trasfondo.
(a) Puede
que sea un trasfondo pagano. En la corte persa, a los favoritos del rey de más
confianza se les concedía el privilegio de pasearse con él por los jardines del
palacio, y se los llamaba «Los compañeros del Jardín.» Los que hayan sido
leales a Dios se pasearán algún día con Él en el Paraíso.
(b) Puede que se haga referencia a la antigua
historia de Enoc: "Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le
llevó Dios» (Gen_5:24).
Enoc anduvo con Dios en la tierra, y siguió andando con Dios en los
lugares celestiales. El que se conduce de acuerdo con Dios en la tierra gozará
de Su íntima compañía cuando llegue al final de su vida presente.
A los que hayan sido fieles se les hace
una triple promesa. (i) Serás vestidos con ropas blancas. Se decía de los
íntegros que «resplandecerán como el Sol en el reino de su Padre» (Mat_13:43);
y se dice de Dios que Se cubre de luz como con una túnica (Sal_104:2). ¿Qué
significan las vestiduras blancas?
(a) En
el mundo antiguo representaban la alegría de las fiestas. «Que en todo tiempo sean blancos tus vestidos
-decía el Predicador-, y nunca te falte perfume en la cabeza» (Ecl_9:8). La
ropa blanca puede que represente el hecho de que los fieles serán huéspedes en
el banquete de Dios.
(b) En el mundo antiguo las vestiduras
blancas representaban la victoria. Cuando
se celebraba un triunfo romano, todos los ciudadanos se vestían de blanco; la
ciudad misma se decía que era urbs candida,
que estaba de blanco. Las vestiduras blancas puede que representen la
recompensa de los que hayan obtenido la victoria.
(c) En cualquier país y época el blanco
es el color de la pureza, y según esto las vestiduras blancas puede que representen
la pureza cuya recompensa es ver a Dios. "Bienaventurados los puros de
corazón, porque serán los que vean a Dios» (Mat_5:8).
(d) Se
ha sugerido que las vestiduras blancas representan los cuerpos de la resurrección que tendrán algún día los fieles.
Los que hayan sido fieles participarán de la blancura de la luz que es la
túnica de Dios mismo.
No
tenemos que escoger entre estos diversos significados; bien podemos creer que
están incluidos todos en la grandeza de esta promesa.
(ii)
Sus nombres no serán borrados del Libro de la Vida. El Libro de la Vida es una
concepción que se encuentra a menudo en la Biblia. Moisés estaba dispuesto a
que su nombre fuera borrado del libro que Dios había escrito si su sacrificio
pudiera salvar a su pueblo de las consecuencias de su pecado (Exo_32:32). El salmista esperaba que los malvados
fueran borrados del libro de los vivientes (Sal_69:28). Cuando llegue el
juicio, los que estén escritos en el Libro de la vida serán librados (Dan_12:1). Los
nombres de los colaboradores de Pablo están escritos por Dios en el Libro de la
Vida (Flp_4:3).
El que no esté escrito en el Libro de la Vida será arrojado al lago de
fuego (Apc 20:15);
solo los que estén escritos en el Libro de la Vida del Cordero entrarán
en la bendición eterna (Apc_21:27).
En el mundo antiguo los reyes guardaban
un registro de sus ciudadanos. Cuando uno cometía un crimen contra el estado, o
cuando moría, se tachaba su nombre de ese registro. El que el nombre de uno
fuera escrito en el Libro de la Vida era que le contaran entre los fieles
ciudadanos del Reino de Dios.
(iii) Jesucristo confesará sus nombres
ante Su Padre y Sus ángeles. Jesús prometió que al que Le confesara delante de
los hombres, Él le confesaría delante de Su Padre; y al que Le negara, Él
también le negaría delante de Su Padre (Mat_10:32 Luc_12:8). Jesucristo es eternamente
fiel con la persona que Le es fiel.
¡Maranata!
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