Mateo 22; 8-9
Luego
dijo* a sus siervos: "La boda está preparada, pero los que fueron
invitados no eran dignos.
"Id, por tanto, a las salidas de los caminos, e invitad a las bodas
a cuantos encontréis."
El evangelio fue
predicado primero a los judíos, pero después a los gentiles. La expresión
"salidas de los caminos" se refiere a los lugares donde había mucha
gente que salía del pueblo o entraba en él (compárense la terminal de los
autobuses, el mercado, la plaza). En Luc_14:21 vemos
que los mensajeros fueron enviados primero a las calles y plazas de la ciudad,
y después dice, "Vé por los caminos y por los vallados".
En esta parábola vemos la paciencia de
Dios (Rom_2:4; 2Pe_3:15). Aunque muchos rechacen
el evangelio, El sigue repitiendo la invitación a otros, aun a los que según el
mundo son completamente indignos de estar en la fiesta del rey. La invitación
del evangelio es para todos. Dios no hace acepción de personas (Hch_10:34-35). Todos -- sin excepción -- son invitados
(compelidos, constreñidos) a entrar, para que el hijo del rey tenga una gran
fiesta de bodas. Por lo tanto, hay mucho énfasis en este mismo libro de Mateo,
como también en el resto del Nuevo Testamento, que son bienvenidos los
pecadores (publicanos, rameras, etc.), personas que nunca esperaban recibir
invitación de entrar en el reino de Dios.
Este texto enfatiza la gracia del
Señor. También enfatiza lo universal de la Gran Comisión (Mat_28:19; Mar_16:15). El deseo intenso de Dios es que
todos sean salvos (1Ti_2:4; 2Pe_3:9).
Es bueno que haya edificios adecuados, pero la predicación del evangelio
no debe dirigirse exclusivamente ni a los ricos ni a los pobres, ni a los
educados ni a los analfabetos. Todos necesitan el evangelio.
Esta parábola tiene mucho que decir en
una escala mucho más amplia.
Nos recuerda que la
invitación de Dios es a una fiesta tan alegre como una fiesta de bodas. Su
invitación es a la alegría. El considerar el Cristianismo como una renuncia
lúgubre a todo lo que trae risa y regocijo y gozosa compañía es confundir toda
su naturaleza. Es al gozo a lo que se invita al cristiano; y es el gozo lo que
se pierde si se rechaza la invitación.
Nos recuerda que las cosas que hacen a las personas sordas a la
invitación de Cristo no son necesariamente cosas malas. Un hombre se fue a su
hacienda; otro, a sus negocios. No se descarriaron por caminos de vicios
salvajes o de aventuras inmorales. Fueron a ocuparse de las excelentes tareas
de la administración eficaz del negocio de su vida comercial. Es muy fácil
estar tan ocupado con las cosas del tiempo que se olvidan las de la eternidad,
estar tan preocupado con las cosas que se ven que se olvidan las que no se ven,
escuchar las demandas insistentes del mundo que no se oye la suave invitación
de la voz de Cristo. La tragedia de la vida es que son a menudo las cosas menos
buenas las que desplazan a las mejores, las cosas que son buenas en sí mismas
las que excluyen a las cosas excelentes. Una persona puede estar tan ocupada
ganándose honradamente la vida que no se da cuenta de que está realmente
perdiendo la vida; puede estar tan ocupada con la administración y organización
de la vida que se olvida de vivir.
Nos recuerda que la llamada de Cristo no es
tanto a considerar el castigo que se nos viene encima como a ver lo que nos
perderemos si no seguimos Su camino. Los que no quisieron ir fueron castigados,
pero su verdadera tragedia fue que se perdieron la alegría de una fiesta de
bodas. Si rechazamos la invitación de Cristo, algún día nos daremos cuenta de
que lo peor no es lo que suframos, sino el darnos cuenta de las cosas preciosas
que nos habremos perdido.
Nos recuerda que en último análisis la
invitación de Dios es la invitación de la gracia. Los que iban por los caminos
y los senderos no tenían ningún derecho a la atención del rey; no podrían nunca
haberse esperado el ser invitados a una fiesta de bodas reales, y todavía menos
se les habría podido ocurrir que se lo habían ganado. No se les presentó de
ninguna otra manera que por la hospitalidad que les ofrecía el rey a brazos y
corazón abiertos. Fue la gracia la que ofreció la invitación, y la que congregó
a aquellos invitados. La misma invitación y del mismo modo, de la gracia, nos
llegó a ti y a mí.
Filipenses 3; 9
ser
hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en
Cristo, la justicia que procede
de Dios sobre la base de la fe,
La palabra "justificado" y las
expresiones "ser justo" o "tener justicia" se refieren a la
misma cosa: la salvación. "aparte de la ley, se ha manifestado la justicia
de Dios", es decir, el plan de Dios para justificar o salvar al hombre por
medio de Jesucristo (el evangelio). Dios perdona al hombre que obedece al
evangelio y le pronuncia "justo" o "justificado" porque ya
no es culpable de pecado. El hombre justo es el hombre absuelto de
culpa.
No había
perfección bajo la ley de Moisés (Heb_7:11; Heb_8:7;
Heb_10:1), y fue quitada (Col_2:14; Heb_7:12).
La ley no podía perfeccionar porque no proveía un salvador. Condenaba pero no
podía salvar porque "la sangre de los toros y de los machos cabríos no
puede quitar los pecados" (Heb_10:4). La
ley sirvió como "ayo" para llevar a los judíos a Cristo (Gál_3:24).
Pablo dijo que
él quería ser hallado teniendo la justicia que "es por la fe de
Cristo", es decir, "la justicia que es de Dios por la fe". Es de
Cristo. Es de Dios. La única justicia verdadera es la justicia que Dios provee
por medio de Cristo.
Podemos
tener esta justicia o justificación de Dios por medio del evangelio, que en
este texto y en muchos otros se llama "la fe". Es la fe
objetiva (el evangelio) de Cristo (Rom_1:5; Rom_16:26;
Gál_3:25; Jud_1:3).
En realidad en
muchos textos la palabra "fe" significa la fe objetiva (la cosa
creída), o sea, el evangelio. Además, la palabra "fe", aun cuando es
fe subjetiva, significa en la mayoría de los textos "fiel" y
"fidelidad" (equivale a obediencia) en lugar de pura aceptación
mental o confianza.
La
palabra "fe" sí significa "confianza", pero es confianza
expresada en obediencia.
La justicia que Pablo quería, pues, es la justicia que el evangelio
hace posible. Es la justicia hallada en la religión de Cristo,
en contraste con "la justicia que es por la ley" de Moisés. Rom_3:27, "la ley de la fe " es el evangelio de Cristo; Gál_3:23,
"antes que viniese la fe
" (el evangelio de Cristo); Gál_3:25,
"venida la fe (el
evangelio), ya no estamos bajo ayo (la ley de Moisés)"; Jud_1:3, " la
fe que ha sido una vez dada a los santos". La palabra
"fe" en estos textos no se refiere a la fe subjetiva, la fe de la
persona, sino a la cosa creída, el objeto de la fe subjetiva, es decir, el
evangelio. Es la fe objetiva, la fe como un objeto, lo que debemos
creer, lo que debemos defender (Jud_1:3). Esta
fe "vino", y cuando vino, ya los judíos no seguían bajo la ley.
La única
justicia que tiene valor delante de Dios es la justicia de Cristo contada al
pecador como don de Dios". Al decir esto quiere decir que la justicia personal de Jesús, la
justicia que El tenía por haber llevado una vida perfecta, es contada o atribuida
al creyente.
Pablo acaba de decir que había llegado a
la conclusión de que todos sus privilegios y logros judíos no eran nada más que
una pérdida total. Pero, se podría argüir, que eso era una decisión
precipitada, que tal vez más tarde lamentaría o invertiría. Así es que aquí
dice: «Llegué a aquella conclusión -y sigo pensando lo mismo. No fue una
decisión que hiciera en un momento de emoción, sino que todavía la mantengo.»
En este pasaje, la palabra clave es justicia. Dikaiosyné es siempre
difícil de traducir en las cartas de Pablo. El problema no está en saber lo que
quería decir, sino en encontrar una palabra española que abarque todo lo que
incluye. Tratemos de ver lo que Pablo estaba pensando cuando hablaba acerca de
la justicia.
El gran problema básico de la vida es
llegar a estar en la debida relación con Dios, en paz y en amistad con Él. La
forma de llegar a esa relación es por medio de la justicia, por medio de la
clase de vida y de espíritu y de actitud hacia Él que Dios desea. Por eso justicia,
casi siempre para Pablo, tiene el sentido de la debida relación con Dios. Teniendo esto en mente, tratemos de
parafrasear este pasaje para expresar, no tanto lo que Pablo dice, sino lo que
quería decir.
Dice: " Me he pasado la vida
tratando de llegar a la debida relación con Dios. Traté de encontrarla mediante
la estricta sumisión a la ley judía; pero encontré que la ley y todos los
procedimientos eran menos que inútiles para lograr tal fin. Me resultó una
pura... skybala." Skybala tiene
dos significados. En etimología popular se consideraba que derivaba de kysi ballomena, que quiere decir lo que se les echa a los perros; en
el argot de la medicina quiere decir excremento
(estiércol en la antigua Reina-Valera; basura desde la revisión de 1960. Ya se comprende que hay una
palabra todavía más corriente que estas en español). Así es que Pablo está
diciendo: «Encontré que la Ley y todos sus procedimientos no me eran más útiles
para nada que los desechos que se arrojan al montón de basura para ayudarme a
entrar en la debida relación con Dios. Así es que renuncié a tratar de crear
una bondad que fuera mía propia; llegué a Dios con fe humilde, como me dijo
Jesús que lo hiciera, y encontré esa relación que yo había estado buscando toda
la vida.»
Pablo había descubierto que la debida
relación con Dios no se basa en la Ley, sino en la fe en Jesucristo. No la alcanza ninguna persona, sino la da Dios; no se gana por obras, sino
se acepta en confianza.
Así es que dice: «Por propia experiencia
os digo que el método judío es erróneo e inútil. No vais a llegar nunca a
entrar en la debida relación con Dios por vuestros propio esfuerzo en guardar
la Ley. Podéis entrar en ella solamente tomándole la palabra a Jesucristo, y
aceptando lo que Dios mismo os ofrece.»
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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