Gálatas 1; 3-4
Gracia a
vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo,
que se dio a sí mismo por nuestros pecados
para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro
Dios y Padre,
La palabra griega cáris
es traducida gracia.
Tiene la idea de la bondad o el favor inmerecido que Dios tiene hacia el
pecador. El hombre no tiene méritos para agradar a Dios fuera de Cristo. La paz
es el estado de vida que una persona tiene cuando deposita su fe en
Jesucristo. Los originadores de la gracia y la paz son Dios Padre y Jesucristo.
La gracia y la
paz de Dios se muestran en la muerte de Cristo. Jesús se dio a sí mismo por
nuestros pecados. El énfasis del evangelio no está en lo buena que es la
humanidad sino en el sacrificio de Cristo. En su gracia, Él pagó a la justicia
de Dios por nuestros pecados. La salvación de Dios no se puede comprar con
obras porque Cristo ya la pagó; el regalo de la salvación es recibido cuando es
aceptado; el resultado de la salvación son las buenas obras. La voluntad de
Dios en la salvación se manifiesta en librarnos de la presente época malvada. El tema del evangelio no es
simplemente justificación por la fe sino también santificación. El creyente es
salvo para caminar en santidad, en hacer aquello que agrada a Dios; ésta es la
voluntad de Dios. En otras palabras, Jesucristo rompió las cadenas del pecado.
Él nos compró para servirle, somos libres para servir a Dios. Este concepto es
diferente al de los judaizantes, que enseñaban la justificación por hacer las
obras legalistas. El hacer el bien en Cristo Jesús (no para ser salvos sino
porque somos salvos) es la voluntad de Dios para el creyente.
1 Tesalonicenses 4; 16
Pues el
Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la
trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero.
La voz de Cristo
siempre es con autoridad. Podemos verlo en
Jn_11:43, “¡Lázaro, ven fuera!”. La misma
voz que resucitó a Lázaro nos resucitará a nosotros. “Todos los que están en
los sepulcros oirán su voz” (la
voz de Cristo) (Jn_5:28).
Recuérdese el propósito de Pablo. Está
consolando a los hermanos con respecto a los que duermen. Para hacerlo enseña
que los muertos resucitarán antes
de la transformación de los vivos; por eso, en cuanto a la venida de Cristo,
los muertos serán bendecidos antes que los vivos.
Aquí hay
consuelo para los parientes y amigos de los que mueren en el Señor. La pena por
la muerte de amigos es lícita; podemos llorar nuestra propia pérdida, aunque
sea ganancia para ellos. El cristianismo no prohíbe nuestros afectos naturales
y la gracia no los elimina. Pero no debemos exagerar nuestros pesares; esto es
demasiado parecido a los que no tienen esperanza de una vida mejor. La muerte
es desconocida y poco sabemos del estado después de morir, pero las doctrinas
de la resurrección y de la segunda venida de Cristo son remedio contra el temor
a la muerte, y contra la pena indebida por la muerte de nuestros amigos
cristianos; tenemos la plena seguridad de estas doctrinas.
Será felicidad que todos los santos se
junten y permanezcan juntos para siempre, pero la dicha principal del cielo es
estar con el Señor, verle, vivir con Él, y gozar de Él para siempre. Debemos
apoyarnos unos a otros en los momentos de tristeza; sin mortificar los
espíritus unos a otros ni debilitarnos las manos de unos y otros. Esto puede
hacerse porque hay muchas lecciones que aprender sobre la resurrección de los
muertos y la segunda venida de Cristo. ¡Qué consuelo para el hombre cuando se
le diga que va a comparecer ante el trono del juicio de Dios! ¿Quién puede ser
consolado con estas palabras? Sólo el hombre a cuyo espíritu da testimonio Dios
que sus pecados han sido borrados y los pensamientos de su corazón son
purificados por el Espíritu Santo, de modo que puede amar a Dios y magnificar
dignamente su nombre. No estamos en estado seguro a menos que esto sea así en
nosotros o que deseemos que así sea.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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