1 Timoteo 3; 15
pero
en caso que me tarde, te escribo
para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia
del Dios vivo, columna y sostén de la verdad.
La mirada del Apóstol se hace más
amplia. Las directrices que acaba de bosquejar (Mat_2:13,
Mat_2:13) no van dirigidas sólo a Timoteo en Éfeso. Ante los ojos de
Pablo está ahora toda la Iglesia del Asia Menor con todas sus comunidades;
todas ellas han de tener en cuenta estas directrices disciplinares, dirigidas a
la comunidad y a la Iglesia. Con una imagen que se usa muy a menudo en el Nuevo
Testamento se llama a la comunidad, a la
Iglesia del Dios viviente, casa de Dios. Dios mismo, pues, que posee la
plenitud de la vida y da la vida, habita en la comunidad. No está lejos de los
cristianos, sino que «donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos» (Mat_18:20). ¡Qué
consuelo, qué alegría para los cristianos, pero qué pesada responsabilidad
también! El Dios santísimo que habita en la comunidad como en un templo, no
tolerará que su casa sea profanada y destruida. «Al que destruye el templo de
Dios, Dios lo destruirá a él; pues el templo de Dios es sagrado; y ese templo
sois vosotros» (1Co_3:17)
1 Corintios 3; 11-13
Pues
nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es
Jesucristo.
Ahora bien, si sobre este fundamento alguno edifica con oro, plata, piedras
preciosas, madera, heno, paja,
la obra de cada uno se hará evidente; porque
el día la dará a conocer, pues con fuego será
revelada; el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno.
El asunto de
fundamento ya está establecido y nadie puede hacer cambio en él. Jesucristo (su
persona divina, lo que ha hecho en su cruz, y toda su doctrina) es ese
fundamento, el que Pablo puso.
Cristo mismo dijo (Mat_16:17-18) que iba a edificar la iglesia sobre la
roca “ésta”, que fue la confesión que Pedro acababa de hacer acerca del Cristo,
y no sobre Pedro. (Según el texto griego, Cristo dijo: “Tú eres petros, y sobre
esta petra edificaré mi iglesia”). Pedro, como el supuesto primer Papa de Roma,
sería otro fundamento, y Pablo dice que otro no puede ser puesto.
Si alguien edifica sobre otro
fundamento (sobre otra persona, que tiene que ser humana, y sus doctrinas), lo
que edifica no es “edificio de Dios”; no es la iglesia de Cristo, sino alguna
iglesia humana. Si los conversos de los predicadores creen y practican lo que
queda fuera de la doctrina de Cristo (2Jn_1:9),
la doctrina apostólica (Hch_2:42), llegan a ser
parte de algún edificio no de Dios.
En este lenguaje
figurado que Pablo emplea, hay dos clases de materiales con que edifica sobre
el fundamento. Los primeros tres (oro, plata, piedras preciosas, resisten el
fuego; las otras tres, madera, heno, hojarasca, no lo resisten.
Estas dos clases diferentes de
materiales de construcción representan los conversos que el evangelista hace. Él
tiene que tener mucho cuidado en su obra de construcción (predicación y
enseñanza), pero no es responsable por la fidelidad de los conversos.
Es importante
guardar el punto que aquí Pablo enfatiza, para no ir tras ideas extrañas. “La
obra de cada uno se hará evidente. La frase siguiente dice por qué será hecha
manifiesta la obra de cada persona que edifica encima del fundamento, Cristo
Jesús.
No entra en este contexto nada de la
idea de purgar pecados de personas.
La obra de cada
evangelista y maestro de Biblia será hecha evidente, o manifiesta, porque el
día la va a declarar. Nadie va a poder esconder la calidad de dicha obra.
Será expuesta.
En este pasaje, Pablo está hablando por experiencia.
Estaba destinado a ir echando los cimientos para luego pasar a otro sitio. Es
verdad que se quedó dieciocho meses en Corinto (Hech 18: I1)
y tres años en Éfeso (Hech_20:31);
pero puede que en Tesalónica no estuviera ni un mes, y esto era lo más
corriente. Había tanto terreno que planificar, tantas personas que ni siquiera
habían oído el nombre de Jesucristo que, si se iba a empezar en serio la
evangelización del mundo, Pablo no podía más que echar los cimientos y pasar a
otro sitio. Sólo cuando le metían preso se veía obligado a permanecer en un
sitio su inquieto espíritu.
Dondequiera que
iba, echaba el mismo cimiento: los Hechos referentes a Jesucristo y Su oferta
de Salvación. Su tremenda labor consistía en presentar a Cristo a la gente,
porque era en Él, y sólo en Él, donde se podían encontrar tres cosas:
(a) El perdón de los pecados pasados. Uno se encuentra en una nueva relación con Dios, y
descubre de pronto que Dios es su amigo y no su enemigo; Que es como Jesús;
donde antes creía ver odio, ahora ve amor, y el Que antes le parecía
infinitamente remoto ahora ve como íntimamente tierno.
(b) Fuerza
para el presente. En la presencia
y ayuda de Jesús halla valor para arrostrar la vida, porque ha dejado de ser
una unidad aislada peleando una batalla a solas con un universo adverso. Vive
una vida en la que nada puede separarle del amor de Dios en Cristo Jesús su
Señor. Transita los caminos de la vida y pelea sus batallas con Cristo.
(c) Esperanza para el porvenir. Ya no vive en un mundo en el que tiene miedo a mirar
adelante, sino en uno en el que Dios está en control y haciendo que todo
contribuya a su bien. Vive en un mundo en el que la muerte ya no es el fin,
sino sólo el preludio de una gloria mayor. Sin el cimiento de Cristo no se
puede tener ninguna de estas cosas.
Pero son otros
los que tienen que construir sobre ese cimiento. Pablo no está hablando aquí de
construir cosas malas, sino cosas inadecuadas. Uno puede presentar a sus
semejantes una versión del Evangelio que es floja y aguada; algo unilateral,
que hace mucho hincapié en ciertas cosas y demasiado poco en otras, sin el
debido equilibrio; algo deformado, en lo que hasta las cosas más importantes
aparecen alabeadas.
El Día al que se
refiere Pablo es la Segunda Venida de Cristo. Entonces tendrá lugar la prueba
definitiva. Lo erróneo e impropio se desvanecerá; pero, por la misericordia de
Dios, hasta el constructor equivocado se salvará; porque, por lo menos, trató
de hacer algo por Cristo. Pues nosotros, cuando hablamos de Cristo, debemos
tener presente el hecho de que Cristo está escuchando. Tal convicción nos
librará de muchos peligros y errores.
¡Maranata!
¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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