Juan 14; 1
No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí
Al cabo de muy
poco, se les iba a hundir la vida a los discípulos de Jesús. Su mundo se les
iba a colapsar, y el caos los iba a cercar. Entonces no les quedaría más que
aferrarse desesperadamente a Dios con entera confianza. Como había dicho el
salmista: «¡Si no creyese que tengo de ver la bondad del Señor en la tierra de
los vivientes!» Sal_27:13. «Pero mis ojos miran hacia Ti, oh Señor
Dios; en Ti busco refugio, ¡no me dejes indefenso!» (Sal_141:8).
Hay momentos en que
tenemos que creer y aceptar aunque no podamos entender nada. Si, en la hora más
oscura, creemos que, de alguna manera, hay un propósito en la vida, y que es un
propósito de amor, hasta lo insoportable se hace soportable, y hasta en lo más
denso de las tinieblas hay un rayo de luz.
Jesús añade algo.
No dice solamente: «Creed en Dios.» Dice también: «Creed en Mí.» Si el salmista
podía creer en la bondad final de Dios, mucho más nosotros. Porque Jesús es la
prueba de que Dios está dispuesto a dárnoslo todo. Como decía Pablo: «Si Dios
mismo no escatimó ni el dar a Su propio Hijo, sino que Le entregó a la muerte
por todos nosotros, ¿cómo vamos a pensar que no nos dará generosamente con El
todas las cosas?» (Rom_8:32). Si creemos que tenemos el retrato de
Dios en Jesús, entonces, a la vista de un amor tan maravilloso, llega a ser, no
fácil, pero sí posible, aceptar hasta lo que no podemos entender, y mantener
una fe serena en medio de las tormentas de la vida.
Juan 20; 31
pero
éstas (señales) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.
No hay pasaje en
los evangelios que resuma mejor que este el propósito del que lo escribió.
Está
claro que los evangelistas no se propusieron darnos un relato completo de la
vida de Jesús. No Le siguen de día en día, sino hacen una selección. Nos dan,
no un relato exhaustivo de todo lo que Jesús hizo y dijo, sino unos ejemplos
que nos muestran cómo era y la clase de cosas que hacía y decía.
Está
claro que los evangelios no se proponían ser biografías de Jesús, sino
invitaciones a tomarle como Salvador, Maestro y Señor. Su objetivo no era, dar
información, sino dar vida. Era presentar un retrato de Jesús que permitiera al
lector ver que la Persona que hablaba y enseñaba y obraba así no podía ser más
que el Hijo de Dios; y que en esa fe encontrara el secreto de la vida real y
verdadera.
Cuando nos
ponemos a leer los evangelios como si fueran historia o biografía estamos
adoptando una actitud equivocada. Debemos leerlos, no como si fuéramos
estudiantes de historia que buscan información, sino como hombres y mujeres que
buscan a Dios.
Para
comprender la vida y misión de Jesús con mayor amplitud, todo lo que tenemos
que hacer es estudiar los Evangelios. Juan nos dice que en su Evangelio hay
solo algunas de las muchas señales que hizo Jesús en la tierra. Pero lo que
está escrito es todo lo que nos hace falta saber para creer que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, por medio del cual recibimos vida eterna.
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