Lamentaciones 3; 55-57
Invoqué tu nombre, oh SEÑOR, desde la fosa más profunda.
Tú oíste mi voz: No
escondas tú oído a mi clamor, a mi grito de auxilio.
Te acercaste el día que te invoqué, dijiste:
No temas.
En
un momento de su ministerio, a Jeremías lo lanzaron a una cisterna vacía y lo
dejaron allí para que muriera en el lodo que había en el fondo (Jer_38:6-13). Pero Dios lo rescató. Jeremías utilizó
esta experiencia para ilustrar cómo la nación se hundía en el pecado. Si se
volvían a Dios, El los rescataría.
La
fe viene como vencedora, porque en estos versículos el profeta concluye con
algo de consuelo. La oración es el aliento del hombre nuevo, que inhala el aire
de la misericordia en las peticiones y lo exhala en alabanzas; prueba y
mantiene la vida espiritual. Él silenció sus temores y aquietó sus espíritus.
Tú dijiste: No temas. Este fue el lenguaje de la gracia de Dios, por el
testimonio de su Espíritu en sus espíritus. ¿Y qué son todas nuestras penas
comparadas con las del Redentor? Él libra a su pueblo de todo problema, y
revive a su Iglesia de toda persecución. Él salvará a los creyentes con
salvación eterna, mientras sus enemigos perecerán con destrucción eterna.
No
es un accidente que la liberación del pueblo, prometida en los vv. 22-30,
implicase el sufrimiento de uno que estuviera en el lugar de ellos. Hay algo
muy conmovedor en el hecho de que el sufriente poeta (o profeta) llevase, por
así decirlo, los dolores del pueblo, aun a sufrir a manos de ellos. Hay
semejanzas obvias con el cántico acerca del Siervo Sufriente (Isa. 52:13-53:12). Y hay una prefiguración de los
insultos y crueldad acumulados sobre Jesucristo por el pueblo que Él vino a
salvar, aun cuando mostraba en sí mismo las profundas “compasiones” de Dios por
ellos.
Al fin la plegaria del profeta, en el colmo de la tribulación, es
oída por Dios, recibiendo palabras de confortamiento: No temas. En medio de la casi total
desesperación siempre hay un horizonte de esperanza en Yahvé, y, finalmente,
Dios termina por oír a los que humildemente le buscan.
¡Maranata! ¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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