} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 21 Abril: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

viernes, 20 de abril de 2018

21 Abril: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



  Juan 1; 11-12
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
   Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre,

Un modismo (hebraísmo) que significa que vino a su casa; probablemente significa que vino a su pueblo, el pueblo escogido de Dios (Deu_7:6), o sea, los que lógicamente deberían recibirlo. Mat_15:24.
           El tema de esta línea es el rechazo. No lo recibieron en su propia casa. No le dieron la bienvenida. No aceptaron o no reconocieron que Él era la persona que profesaba ser.  Jesús fue aceptado por los samaritanos (Jn_4:1-54), buscado por los griegos, pero rechazado por los representantes de su propio pueblo. Estos decían que eran hijos de Dios sin Cristo.  
         Cuando algún discípulo o iglesia de Cristo comete pecado, Cristo está a la puerta y llama (Apo_3:20-21). Los que no se arrepienten no le reciben.
No todos lo rechazaron, porque algunos le recibieron; Mat_10:41; Hch_13:48.
Los que reciben a Cristo creen en Cristo; los que creen en Cristo son los que lo reciben. ¿Qué significa la frase creen en su nombre? "En ti confiarán los que conocen tu nombre" (Sal_9:10), es decir, los que conocen la verdadera naturaleza de Dios. "Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria" (Sal_20:7). Confiamos en Dios porque sabemos quién es y cómo es. Creer en el nombre de Cristo significa creer en su naturaleza, aceptar que Él es Dios y someternos a su divina voluntad. Creer o creer en su nombre significa que el hombre es justificado por la fe sola, equivale a nacer del agua y del Espíritu. Significa obedecer al evangelio (como se ve claramente a través del libro de Hechos). "Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gál_3:26-27).
         ¿Qué dirán los que no creen en El? ¿Que solamente era un buen hombre? Si no es Dios, no es buen hombre porque dice que es Dios. Los que no creen en Cristo están obligados a explicar la evidencia presentada por Juan y los otros escritores que claramente prueba la deidad de Jesús.

No todos rechazaron a Jesús cuando vino; hubo algunos que sí Le recibieron y Le dieron la bienvenida, y a esos les dio Jesús el derecho de llegar a ser hijos de Dios.
Hay un sentido en el que una persona no es hija de Dios por naturaleza, sino que tiene que llegar a serlo. Tenemos que pensarlo en términos humanos porque son los únicos de que disponemos.
Hay dos clases de hijos. Están los que jamás hacen nada más que aprovecharse de su hogar. A lo largo de su juventud se apropian de todo lo que el hogar les ofrece sin dar nada a cambio. Puede que sus padres trabajen y se sacrifiquen para darles la mejor oportunidad posible en la vida, y lo toman todo como un derecho, sin darse cuenta nunca de lo que están recibiendo, y sin hacer el menor esfuerzo por merecerlo o compensarlo. Cuando se marchan de la casa paterna no hacen el menor esfuerzo para mantenerse en contacto. El hogar ha cumplido su misión, y ahí termina la cosa. No reconocen ningún lazo que tengan que mantener, ni ninguna deuda que tengan que pagar. Son los hijos de sus padres, y a ellos les deben la existencia y lo que son; pero no reconocen ningún vínculo de amor o intimidad. Sus padres se lo han dado todo por amor, pero los hijos no les han dado nada a cambio.
Por otra parte hay hijos que siempre son conscientes de lo que sus padres han hecho y hacen por ellos, y aprovechan todas las oportunidades que se les presentan para demostrarles su agradecimiento y tratar de ser la clase de hijos que sus padres querían que fueran. A medida que pasan los años están cada vez más cerca de sus padres, con los que desarrollan una relación de confianza y amistad. Hasta cuando salen del hogar el vínculo permanece, y son conscientes de una deuda que nunca podrán pagar.
En el primer caso, los hijos cada vez están más lejos de los padres; en el segundo, cada vez más cerca. Todos son hijos, pero de manera diferente. Los del segundo grupo llegan a ser hijos de una manera que los otros no alcanzan.
Podemos ilustrar esta clase de relación desde otro punto de vista, distinto pero parecido. A un famoso profesor le mencionaron el nombre de un joven que se presentaba como discípulo suyo. Este dijo: «Puede que asistiera a mis clases, pero no era uno de mis estudiantes.» Hay un mundo de diferencia entre asistir a las clases de un profesor y ser uno de sus estudiantes. Puede haber contacto sin comunión; puede- haber relación sin comunicación. «Todos somos hijos de Dios», se oye decir con frecuencia, y con razón si nos referimos a que todos Le debemos a Dios que nos haya creado y nos conserve la vida; pero sólo algunos llegan a ser hijos de Dios con la profundidad e intimidad de la verdadera relación entre Padre e hijos.
Juan proclama que sólo podemos entrar en esa relación real y verdadera de hijos con Dios por medio de Jesucristo. Cuando Juan dice que esto no viene de la sangre, está expresando la convicción judía de que un hijo nacía de la unión de la simiente del padre con la sangre de la madre. Esta condición de hijos no es el resultado de ningún impulso o deseo humano, ni de ningún acto de la voluntad humana; procede exclusivamente de Dios. No podemos hacernos a nosotros mismos hijos de Dios; tenemos que entrar en la relación con Dios que Él nos ofrece. Nadie puede entrar nunca en una relación de amistad con Dios por su propia voluntad y capacidad; hay una gran sima entre lo humano y lo divino. El hombre sólo puede entrar en amistad con Dios cuando Dios mismo le abre el camino por medio de Su Hijo Jesucristo.
Pensemos otra vez en términos humanos. Un plebeyo no puede acercarse a un rey para ofrecerle su amistad; si ha de producirse tal amistad tendrá que ser el rey el que la inicie y establezca. Eso es lo que sucede entre nosotros y Dios: no podemos entrar en relación con Él por nuestra voluntad o méritos, porque somos seres humanos y Él es Dios. Sólo puede ser cuando Dios; en Su gracia que no podemos merecer de ninguna manera, condesciende a abrirnos el camino.
Pero esto tiene también su lado humano. Lo que Dios ofrece, el hombre se lo tiene que apropiar. Puede que un padre humano le ofrezca a su hijo su amor, su consejo y su amistad, y que el hijo no los acepte y siga su propio camino. Así sucede con Dios: Él nos ofrece el derecho de llegar a ser hijos, pero no nos obliga a aceptarlo.
Como lo aceptamos es creyendo en el nombre de Jesucristo. ¿Qué quiere decir eso? El pensamiento y el lenguaje Hebreos usaban el nombre de una manera que nos resulta extraña. Con esa expresión los judíos no se referían tanto al nombre propio de una persona como a su naturaleza en tanto en cuanto era revelada o conocida. Por ejemplo, en el Sal_9:10  el salmista dice: «En Ti confiarán los que conocen Tu nombre.» Está claro que eso no quiere decir «los que saben que Te llamas Jehová,» sino los que conocen el carácter de Dios, Su naturaleza, cómo es Dios; ésos son los que están dispuestos a poner su confianza en Dios para todo.   Está claro que esto no quiere decir que hacemos alarde de que Dios se llama Jehová. Quiere decir que algunos ponen su confianza en medios materiales, pero nosotros la ponemos en Dios porque sabemos cómo es.
Confiar en el nombre de Jesús, por tanto, quiere decir poner nuestra confianza en lo que Él es. Él era la encarnación de la amabilidad y del amor y de la ternura y del servicio. La gran doctrina central de Juan es que en Jesús vemos la misma Mente de Dios, Su actitud para con los hombres. Si de veras creemos eso, entonces también creemos que Dios es como Le vemos en Jesús: tan amable y amoroso como era Jesús. Creer en el nombre de Jesús es creer que Dios es como Él; y es sólo cuando, creemos eso cuando podemos someternos a Dios y llegar a ser Sus hijos. A menos que hayamos visto en Jesús cómo es Dios, nunca nos atreveríamos a creer que podemos llegar a ser Sus hijos. Es lo que es Jesús lo que nos abre la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

No hay comentarios:

Publicar un comentario