} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 23 Abril: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

lunes, 23 de abril de 2018

23 Abril: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



 Tito 3; 3-5
Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros.
   Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad,
   Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,

La dinámica de la vida cristiana es doble.
Procede en primer lugar de la convicción del converso cristiano de no haber sido en el pasado en nada mejor que sus prójimos paganos. La bondad cristiana no le hace a uno orgulloso, sino agradecido. No mira a los demás con desprecio; dice, viendo a un ladrón, asesino o adultero de la actualidad " Ese, si no fuera por la gracia de Dios, sería yo.»
Procede de la convicción de lo que Dios ha hecho por la humanidad en Jesucristo. Tal vez no haya otro pasaje en el Nuevo Testamento que presente de una manera tan resumida, y sin embargo tan completa como este, la obra de Cristo por los hombres. Hay aquí siete Hechos sobresalientes acerca de esa obra.

(i) Jesús nos puso en una nueva relación con Dios. Hasta que Él vino, se creía que Dios era el Rey al Que todos temían, el Rey ante Quien todo el mundo se encogía de terror, el Potentado al Que solo se podía considerar con miedo. Jesús vino a decirles a los hombres que Dios es el Padre que tiene el corazón abierto y los brazos extendidos de amor. Vino a hablarles, no de la justicia que los perseguiría por siempre jamás, sino del amor que no los abandonaría nunca.

(ii) El amor y la gracia de Dios son dones que nadie podría ganarse nunca; solo se pueden aceptar con perfecta confianza y con un naciente amor. Dios les ofrece Su amor a los hombres solamente por la incalculable bondad de Su corazón, y el cristiano no piensa nunca en lo que ha ganado, sino en lo que Dios le ha dado. La clave de la vida cristiana debe ser siempre una gratitud admirada y humilde, nunca una orgullosa autosatisfacción. Todo el proceso se debe a dos grandes cualidades de Dios.
Es debido a Su bondad. La palabra original es jréstótés, que quiere decir benignidad. Quiere decir ese espíritu que, por pura bondad, está siempre dispuesto a dar todo lo que sea necesario. Jréstótés es la amabilidad que todo lo abarca y abraza, que se manifiesta no solo en un sentimiento cálido sino también en una actitud siempre generosa.
Es debido al amor de Dios a los hombres. La palabra original es filanthrópía, que se define como el amor al ser humano en cuanto tal. Los griegos apreciaban mucho esta hermosa palabra. La usaban refiriéndose a la amabilidad de un hombre bueno hacia sus semejantes, a la generosidad de un rey bueno hacia sus súbditos, a la activa compasión de un hombre caritativo hacia los que estaban en cualquier angustia, y especialmente a la compasión que movía a un hombre a redimir a un semejante que había caído cautivo.
Detrás de todo esto no hay mérito alguno por parte del hombre, sino solo la benigna amabilidad y el amor universal del corazón de Dios.

(iii) El amor y la gracia de Dios se transmiten a la humanidad por medio de la Iglesia. Nos llegan a través del Bautismo en el Espíritu. Esto no es decir que no puedan venir de otra manera, porque Dios no Se encuentra limitado por Sus ordenanzas; pero la puerta al amor y a la gracia siempre está abierta en Su Iglesia. Cuando pensamos en el Bautismo de los primeros días de la Iglesia debemos recordar que los que eran bautizados eran hombres y mujeres hechos y derechos que llegaban directamente del paganismo. Dejaban deliberadamente una forma de vida para asumir otra. Cuando Pablo escribe a la iglesia corintia dice: «Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados» (1 Corintios 6: 11 ). En la carta a los Efesios les dice que Jesucristo tomó por Esposa a la Iglesia «para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra» (Efe_5:26). En el Bautismo venía el poder purificador, recreador, de Dios.
En relación con esto Pablo usa dos palabras.
Habla del nuevo nacimiento (palinguenesía). Aquí tenemos una palabra que tenía muchas asociaciones. Cuando se recibía un prosélito en la comunidad judía, después de ser bautizado se le trataba como si fuera un bebé. Era como si acabara de nacer otra vez, y la vida empezara para él de nuevo.  Lo importante es que cuando uno acepta a Cristo como Salvador y Señor, la verdadera vida empieza para él. Hay una calidad nueva en la vida que solo se puede expresar diciendo que se ha experimentado un nuevo y superior nacimiento.
Habla de una renovación. Es como si la vida estuviera desgastada; y, cuando una persona descubre a Cristo, tiene lugar un acto de renovación, que no se consuma en un momento de tiempo sino que se repite cada día.

(iv) El amor y la gracia de Dios se transmiten a la humanidad por medio de la Iglesia, porque en ella actúa todo el poder del Espíritu Santo. Toda la obra de la Iglesia, todas sus palabras, todas sus ordenanzas serían inoperantes si no fuera por el poder del Espíritu Santo. Por muy excelentemente que esté organizada una iglesia, por muy espléndidas que sean sus ceremonias, por muy hermosos que sean sus edificios, todo sería ineficaz sin ese poder. La lección está clara. El avivamiento no viene a la Iglesia de una creciente eficacia en la organización, sino de esperar en Dios. No es que la eficacia no sea necesaria; pero no hay eficacia que pueda insuflar vida en un cuerpo del que se ha apartado el Espíritu.

(v) El efecto de todo esto es triple. Trae el perdón de los pecados pasados. En Su misericordia, Dios no nos los tiene en cuenta. Una vez había un hombre lamentándole lúgubremente sus pecados a Agustín. " ¡Pero, hombre -le dijo Agustín-, deja ya de contemplar tus pecados, y pon tu mirada en Dios!» No es que uno no deba estar arrepentido de sus pecados toda su vida, sino que su mismo recuerdo debería moverle a maravillarse de la misericordia perdonadora de Dios en Cristo Jesús.

(vi) El efecto es también la vida presente. El Cristianismo no limita su oferta a las bendiciones del mundo venidero; ofrece a cada cual aquí y ahora una vida de una calidad que no había conocido antes. Cuando Cristo entra en la vida, empieza a vivir de veras por primera vez.

(vii) Por último, está la esperanza de cosas aún mayores. Los cristianos somos personas para las que lo mejor está todavía por venir; sabemos que, por muy maravillosa que sea la vida presente con Cristo, la vida venidera lo será incalculablemente más. Los cristianos conocemos la maravilla de que nuestros pecados han sido perdonados, la emoción de la vida presente con Cristo, y la esperanza de una vida más plena por venir.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!


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