Filipenses 1; 21: Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia
El propósito más importante del nacido
de nuevo, por la gracia de Dios, es llevar las calamidades y tristezas de la
vida bajo el dominio de Dios, y mostrarnos que los propósitos divinos son
buenos.
Adondequiera que miro hoy en mi vida, ya
sea cercana o lejana, veo la Soberanía de Dios encauzándola, enseñándome a
conocerle a través de Su Hijo, para confiar y tener la seguridad en Él, en Sus
promesas y pactos con sus hijos. Jesús nunca dijo que viviríamos en un camino
de rosas, antes bien dijo que en este mundo tendríamos aflicción, pero también
prometió estar con nosotros hasta el fin. Podrán quitarnos la vida pero no
podrán hacernos daño, antes bien seremos más que vencedores. Como dice el Apóstol
Pablo en Filipenses 1; 21 “Pues para mí, el
vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Para Pablo,
Cristo había sido el principio de
su vida, porque aquel día del camino de Damasco era como si su vida hubiera
empezado totalmente de nuevo. Cristo había sido la continuación de su vida; no había habido nunca un día que
Pablo no hubiera vivido en Su presencia, y en los más terribles momentos Cristo
había estado con Él dándole ánimo Hech_18:9). Cristo era
el fin de su vida, porque era a Su continua presencia adonde conducía
para Pablo la vida. Cristo era la
inspiración de su vida; era la
dinámica de su vida. Cristo había sido el Que le había dado a Pablo la tarea de vivir, porque había sido
Él el Que le había hecho apóstol y le había enviado a evangelizar a los
gentiles. Había sido Cristo el Que le había dado la fuerza para vivir, porque era la gracia todo suficiente de
Cristo la que había alcanzado su plenitud en la debilidad de Pablo. Para él,
Cristo era la recompensa de la
vida, porque la única recompensa que valía la pena para Pablo era una comunión
más íntima con su Señor. Si Cristo hubiera de desaparecer de su vida, a Pablo
no le quedaría nada.
Cristo es nuestra
vida (Col_1:27). La meta de Pablo no era el
honor humano, ni el placer, ni el oro. Cristo era su vida. Estaba entregado
alma y cuerpo a Cristo. Por sus venas corría Cristo. El empeño de Pablo se
puede comparar con la entrega del soldado que no "se enreda en los
negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado" (2Ti_2:4). En cuanto al fervor de espíritu, Pablo se
puede comparar con el político muy ambicioso de ganar cierto puesto, o con el
atleta que, con tanto entusiasmo, corre con toda la energía que posee para
ganar el premio corruptible (1Co_9:24-25). El
ministerio de Pablo se puede comparar con los esfuerzos muy intensivos de los
comerciantes que promueven sus negocios para enriquecerse. Como los hombres de este mundo se entregan
totalmente a sus profesiones, carreras y pasiones, así Pablo se entregó
totalmente a su ministerio. El mismo llamó su vida y ministerio una
"batalla" y una "carrera" (2Ti_4:7).
Pablo dijo que la
muerte es ganancia para el cristiano. Nosotros también debemos considerarla de
esta manera. En un sentido somos prisioneros
que desean la libertad; somos como enfermos
que desean la salud; y como peregrinos
que desean llegar a la "ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios" (Heb_11:10). La muerte
es la puerta por la cual tenemos que pasar para realizar estos anhelos.
En estos momentos de mi
vida he descubierto el secreto de Pablo, porqué nunca se quejaba, y se gozaba en
Cristo en cualquiera que fuera su situación.
Esta
es la fibra de la que están hechos los pioneros de Cristo en todas las épocas.
No se trata de una actitud de resignación, sino primero de una afirmación
gozosa de plenitud de vida en Cristo, desde la cual la muerte se ve con una
perspectiva diferente, como una ganancia. Cabe preguntarse: ¿Qué clase de ganancia?
¿En qué sentido se estaría ganando algo? Si una persona ya está “en Cristo” y
goza de las bendiciones de esa relación que da sentido a su vida, la muerte no
significa el fin de esa relación sino más bien la entrada en la plenitud de la
misma.
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