1 Juan 1; 7
mas si andamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos
comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de
todo pecado.
La
comunión con Dios depende de andar en la luz. En esta manera tenemos
continuamente la purificación de nuestros pecados por la muerte de Cristo y no
tenemos miedo de castigo por ellos. Libertados de tal castigo nos preparamos
para la comunión con Dios por toda la eternidad.
“mas
si andamos” (subjuntivo presente,
indicando acción continua; es decir, andar habitualmente en la luz, indicando
qué clase de carácter tenemos). Se hace referencia a una vida de santidad.
Porque anda el cristiano en luz, pudo decir Jesús lo de Mat_5:14
“tenemos
comunión los unos con los otros,”
es decir, Dios con nosotros, y nosotros con él. Esto es la consecuencia de
andar nosotros en lo que es Dios. La comunión demanda intervención de parte de
los dos partidos. La comunión no puede ser de un solo partido. No es un mero
sentimiento o reclamación. Es la consecuencia natural de andar en lo mismo.
Es cierto que los cristianos tienen
comunión entre sí, pero parece que el tema tratado en esta sección es el de
nuestra comunión con Dios por medio de la santidad de vida en Cristo Jesús.
El
verbo “limpia” es del tiempo presente, que indica acción continua. Es un
proceso continuo, bajo la condición de andar el cristiano en la luz.
Murió Jesucristo en la cruz en
realidad. No fue una mera apariencia. Tuvo un cuerpo que derramó sangre. Esa
muerte es satisfactoria para perdonarnos los pecados. Este versículo contradice
a los gnósticos que negaban la humanidad de Cristo, la realidad de su muerte, y
el perdón absoluto de pecados por su sangre. Ellos convertían en libertinaje la
gracia de nuestro Dios (Jud_1:4), pero el
cristiano no puede dejar que el pecado reine en él (Rom_6:12).
Ellos reclamaban tener comunión con Dios aparte de la sangre derramada por
Jesús. ¡Por eso mentían! La comunión con Dios, quien es luz, depende del perdón
que la sangre de Jesucristo nos trajo.
Salmo 103; 10
No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado
conforme a nuestras iniquidades.
Nuestros
pecados merecen muchísimo más castigo, pero Dios ha provisto una redención en
amor. En los sacrificios, que señalan hacia la muerte de Jesús, Dios muestra su
misericordia sin violar su justicia.
Dios
es verdaderamente bueno con todos; de manera especial es bueno con Israel. Se
ha revelado a sí mismo y su gracia. Por sus caminos podemos entender sus
preceptos, los caminos en que nos pide que andemos; sus promesas y propósitos.
Siempre ha estado lleno de compasión. ¡Cuán diferentes de Dios son los que
aprovechan toda ocasión para reprender o lamentarse sin saber cuando terminar!
¿Qué sería de nosotros si Dios nos tratara de esa manera? -La Escritura dice
mucho de la misericordia de Dios, y todos la hemos experimentado. El padre
compadece a sus hijos que son débiles de conocimiento y les enseña; los
compadece cuando son perversos y los soporta; los compadece cuando están
enfermos y los consuela; los compadece cuando están caídos y les ayuda a
levantarse; los compadece cuando han ofendido, y por su sometimiento, los
perdona; los compadece cuando les hacen daño y los endereza: así compadece el
Señor a quienes le temen. Vemos por qué Él compadece. Considera la fragilidad
de nuestros cuerpos y la necedad de nuestra alma, cuán poco podemos hacer, cuán
poco podemos soportar; en todo eso se manifiesta su compasión.
¡Maranata!
¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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