Isaías 1; 18
Venid
ahora, y razonemos --dice el SEÑOR-- aunque vuestros pecados sean como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí,
como blanca lana quedarán.
Isaías declara
que Dios está dispuesto a limpiar y perdonar si Judá se vuelve y acepta su
santa provisión. Dios es misericordioso y magnánimo, pero los pecadores deben
escoger entre la obediencia y el juicio.
Grana o carmesí
era el color rojo intenso de una tintura que virtualmente era imposible sacar
de la ropa. Tal vez las manos ensangrentadas de los homicidas se visualizaban
aquí. Asimismo, la mancha del pecado parece ser permanente. Sin embargo, Dios
puede quitar la mancha del pecado de nuestra vida tal y como lo prometió a los
israelitas. No tenemos que ir por la vida manchados para siempre. La Palabra de
Dios nos asegura que si estamos dispuestos y somos obedientes, Cristo nos
perdonará y arrancará nuestras manchas más indelebles (Sal_51:1-7).
Dios
se propone debatir el caso con nosotros, para que todos puedan ver el justo y
amoroso principio de su conducta para con los hombres .
La
grana—el color de la túnica de Cristo cuando cargó con
nuestros “pecados” (Mat_27:28). Del mismo color
era el cordón de Rahab (Jos_2:18, Lev_14:4). Dicen los rabinos que después de echadas
las suertes sobre los dos machos cabríos, se ponía una banda granate sobre la
cabeza del que había de ser llevado al desierto, y que después de que el sumo
sacerdote hubo confesado los pecados suyos y los del pueblo sobre el cabrío la
banda se volvía blanca. El milagro cesó, según ellos, cuarenta años
antes de la destrucción de Jerusalén, es decir, exactamente cuándo Jesucristo
fue crucificado. Esta es una notable admisión de sus adversarios. El sentido
fundamental del término “grana” en hebreo es: “teñido dos veces”. Tan
profundamente fijado está el pecado en el corazón que no bastan las lágrimas
para lavarlo.
Nieve Se presupone que debe haber arrepentimiento
antes de que el pecado pueda ser emblanquecido como la nieve; éste (el
arrepentimiento) también es un don de Dios (Jer_31:18, Lam_5:21; Hech_5:31).
Rojos—se
refiere a la “sangre”. como … lana—será restaurado a su blancura
original. Este verso demuestra que los antiguos padres no confiaron únicamente
en las promesas temporales. Los pecados por ignorancia y otros semejantes, eran
expiados por medio de ofrendas pequeñas; de ahí que las culpas más graves
necesitaban más grandes sacrificios, ya que “sin derramamiento de sangre no hay
remisión”. Aunque un sacrificio tal no se había, provisto, el perdón era
prometido y esperado. De consiguiente, los judíos espirituales deben haber
buscado al único mediador del Antiguo y Nuevo Testamentos, aunque hayan tenido
acerca del mismo una idea algo confusa.
No sólo hemos de
sentir dolor por el pecado cometido, sino romper la práctica. Debemos hacer, no
quedarnos ociosos. Debemos hacer el bien que el Señor nuestro Dios pide. Es
claro que los sacrificios de la ley no podían expiar ni siquiera uno, los delitos
superficiales de la nación. Pero, bendito sea Dios, hay una Fuente abierta en
la cual pueden ser lavados los pecados de toda edad y rango. Aunque nuestros
pecados hayan sido como la grana y el carmesí, de tintura doble y profunda,
primero en la lana de la corrupción original y, luego, en los muchos hilos de
la transgresión presente; aunque a menudo nos hemos hundido en el pecado, por
muchos deslices, de todos modos la misericordia que perdona lavará la mancha.
Debieran tener
toda la felicidad y el bienestar deseado. La vida y la muerte, el bien y el
mal, están puestos delante nuestro. Oh, Señor, inclínanos a todos a vivir para
tu gloria.
Salmo
86; 5
Pues
tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos
los que te invocan.
Esta crucial
sentencia está dirigida a cambiar la vida en ambos términos de la ecuación: 1)
en nuestra recepción del amor
divino y su misericordioso perdón y 2) en nuestro reciprocar el perdón tal y como lo recibimos. Las virtudes de la
bondad y el perdón son atributos engendrados por nuestro Padre celestial, y
deben hallarse en nuestras vidas. Dios espera que seamos como él, es decir, que
estemos prestos a perdonar las transgresiones de nuestro prójimo con la
abundante misericordia que nos ha mostrado. «Grande» viene del hebreo rab
que significa «abundantemente, con exceso». Dios no quiere que
racionemos nuestra misericordia y nuestro perdón. Está buscando gente que
reparta misericordia y perdón ilimitadamente. (Sal_15:3/Mat_5:44)
Nuestra pobreza
y miseria, cuando se sienten, son un poderoso argumento a nuestro favor ante el
trono de la gracia. La mejor auto preservación es encomendarnos al cuidado de
Dios. Yo soy uno que tú favoreces, uno que has apartado para ti y has hecho
partícipe de la gracia que santifica. Gran aliento para orar es sentir que
hemos recibido la gracia de Dios que convierte, que hemos aprendido a confiar
en Él y a ser sus siervos.
Podemos esperar
consuelo de Dios cuando
mantenemos nuestra comunión con Dios.
La bondad de Dios se manifiesta en dos cosas, en dar y perdonar. No importa lo
que los demás hagan, invoquemos a Dios y encomendemos nuestro caso a Él: no
buscaremos en vano.
¡Maranata! ¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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