Hechos
10; 38-39
Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret
con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a
todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El.
Y nosotros somos
testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén.
Y también le dieron muerte, colgándole en una cruz.
'
Algunos
emplean este texto -- combinado con Flp_2:7 --
para enseñar que cuando Cristo vino a la tierra, se despojó de sus atributos
divinos, que el único poder que tenía era el poder recibido del Espíritu Santo,
y que el poder que El tenía era igual al poder que los apóstoles tenían. Tal enseñanza niega la Deidad de Cristo,
porque hubiera sido imposible que El siguiera siendo Dios sin los atributos de
Dios. La expresión "se despojó a sí mismo" (Flp_2:7)
se explica en el mismo versículo: es decir, "tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres". Este texto simplemente dice que Cristo,
sin dejar de ser Dios, llegó a ser hombre también. Bien sabemos que durante su
ministerio personal El perdonó pecados (Mar_2:5),
se identificó con el "Yo Soy" de Éxo_3:14
(Jn_8:58), y en toda manera posible demostraba los atributos de Dios.
Aun cuando era bebé, fue adorado por los magos (Mat_2:11).
Al decir que "Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret" Pedro se refiere a Mat_3:16-17. Cuando Jesús fue bautizado, el Espíritu
Santo vino sobre El cómo paloma; de esta manera -- pública y visiblemente--
Jesús de Nazaret fue ungido y proclamado como el poderoso Mesías. Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es uno, con un solo propósito y con
perfecta unidad de acción. Era necesario identificar
al hombre Jesús, quien se conocía simplemente como el hijo de José y el
carpintero de Nazaret, como el Hijo de Dios (igual a Dios, Jn_5:18), y para hacerlo, "los cielos le fueron
abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre
él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien
tengo complacencia". ¡Aquí están unidos los tres: Dios el Padre (hablando
desde el cielo); Dios el Espíritu Santo (descendiendo sobre El cómo paloma); y
Dios el Hijo.
Jesús dijo, "Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará
en mi nombre... “(Jn_14:26) y también,
"Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré
del Padre... “¿Significan estas frases que de alguna manera el Espíritu Santo
es inferior al Padre y al Hijo porque ellos lo envían? Claro que no. Los tres son Uno.
No es correcto, pues, enseñar que Jesús
no tenía poder o autoridad en sí mismo. No es correcto enseñar que Él no tenía
poder inherente, o que no tenía
autoridad inherente. Es
imposible ser Dios y estar desprovisto de los atributos de Dios. Es imposible ser Dios y estar reducido al
nivel de los apóstoles.
Ya se comprende
que aquí no se nos da más que un resumen da lo que Pedro predicó en casa de
Cornelio, lo cual lo hace aún más importante porque nos da la esencia de la
predicación original del Evangelio.
Jesús
fue enviado y equipado por Dios con el Espíritu Santo y con poder. Jesús es,
por tanto, el Don de Dios a los hombres. A veces se ha pensado que Dios estaba
airado, y el humilde Jesús consiguió pacificarle con su sacrificio. Eso no es
lo que decían los primeros predicadores; sino que Dios mismo fue el que envió a
Jesús para que nos manifestara el amor de Dios.
Jesús
practicó un ministerio de sanidad. Era su gran deseo el desterrar del mundo el
dolor y la tristeza.
Le
crucificaron. Una vez más se hace hincapié, para el que sabe leer entre líneas,
en el terrible horror de la Crucifixión. Hasta ese punto llega el pecado
humano.
¡Pero
resucitó! El poder que había en Él no podía ser derrotado. Podía conquistar lo
peor que los hombres pudieran hacer, y al final conquistó la muerte.
Los predicadores, los maestros cristianos y
todos los nacidos de nuevo somos testigos de la Resurrección. Para nosotros
Jesús no es el personaje de un libro o del que hemos oído hablar. Es Uno que
está vivo y presente, Quien nos ha encontrado
perdidos y al Que conocemos personalmente.
El
resultado de todo esto es el perdón de los pecados y una nueva relación con
Dios. Por medio de Jesús ha vuelto a amanecer sobre la humanidad la amistad que
siempre debía haber existido entre Dios y los hombres, pero que el pecado había
interrumpido.
¡Maranata! ¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario