EL
MUNDO INVISIBLE
Hades,
transliteración de la palabra griega haides, viene de aidein, y
significa, «lo que no se ve». Hades en el Nuevo Testamento identifica el
mundo no visto, hacia donde van todas las almas humanas cuando mueran.
El hecho de que
en nuestras versiones, tanto hades como gehena son traducidas
uniformemente como infierno, donde sea que ocurran en el Nuevo
Testamento, ha producido una gran confusión. Estrictamente, siguiendo el
uso del Nuevo Testamento, hades significa el reino de los
muertos, tanto los salvos como los condenados. Incluye el paraíso, el
lugar de los benditos (Lucas 23.43; 2 Corintios 12.2, 4;
Apocalipsis 2.7), e incluye el lugar de los perdidos, gehenna,
cuyas referencias son mencionadas arriba.
La
terminología de la mitología griega
Ciertamente no
seguimos la enseñanza de la mitología griega en la interpretación de las
Escrituras. Había, incluso, poca unanimidad entre los escritores griegos,
excepto en un sentido muy general. No obstante, aprendemos algo del sentido de
las palabras del uso griego.
Los escritores
del Nuevo Testamento estaban muy conscientes de que usaban el lenguaje conocido
por la gente del mundo. En las primeras
de la Ilíada de Homero, habla de las
almas de los héroes que murieron en la batalla, diciendo que fueron enviadas
adelante al Hades, mientras sus cuerpos quedaban en el campo de batalla.
Tartarus, en la mitología griega, fue una
parte especial del Hades dedicada al castigo de los malvados. Tartarus ocurre en
forma verbal una vez en el Nuevo Testamento. Pedro dice en 2 Pedro 2.4: «Porque si Dios no perdonó a los ángeles
que pecaron, sino que arrojándolos al infierno (Tartarus), los entregó a
prisiones (cadenas) de oscuridad, para ser reservados al juicio». Alford sugiere
que Tartarus en el texto de Pedro equivale a Gehenna en las
palabras de Jesús, y seguramente es así.
Vemos entonces que, no es en la teología de la mitología griega, sino en
su vocabulario que hay un paralelismo con el Nuevo Testamento, usando Paraíso
en vez de Elysium y
Gehenna (con
una excepción) en vez de Tartarus. Hades entonces identifica el lugar de
todos los muertos, tanto los salvos como los perdidos.
Sólo queda
examinar todos los casos del uso de Hades en el Nuevo
Testamento para
confirmar la suposición de que incluye el lugar de los malvados, Gehenna, y
después para confirmar la suposición de que también incluye el Paraíso, que es
el cielo (2 Corintios 12.2,4).
La palabra Hades se usa en sentido figurado en Mateo
11.23, y en su pasaje paralelo, Lucas 10.15,
donde Jesús dice acerca de Capernaum, que aunque sea exaltada al cielo, será arrastrada
al Hades. La metáfora es muy transparente.
En Mateo 16.18 y en Apocalipsis
1.18, encontramos referencias a las «puertas del Hades» y a las «llaves
del Hades y de la muerte». Ciertamente en el último versículo, Cristo está
asegurando a Juan de que Él tiene el poder para levantar a los muertos, y que
tiene las llaves del Hades y de la muerte. Estas palabras deberían arrojar luz
sobre la referencia a las puertas del Hades en Mateo
16.18. La iglesia, construida sobre el fundamento que es Cristo, es el
sujeto de las palabras del Señor en este contexto. Dice: «Las puertas del Hades
no prevalecerán contra ella». Yo entiendo que esas palabras significan que la iglesia
del Señor Jesucristo puede descansar en la seguridad absoluta de la
resurrección de los muertos y de la vida en el mundo venidero. Las puertas del
Hades librarán a los muertos benditos cuando el tiempo de la resurrección de
los justos llegue. En otras palabras, el lugar de los muertos (Hades) no
“prevalecerá” contra la iglesia en el sentido que no puede retener a los
muertos para siempre, o impedir que los creyentes reciban su bendición.
Otra vez en Apocalipsis 6.8, la palabra Hades se usa en
forma figurada.
El que montaba
el caballo amarillo tenía el nombre «Muerte, y el
Hades le
seguía». El significado se explica en los versículos siguientes,
«y le fue dada
potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar....»
En Apocalipsis 20.13,14, el Hades entrega los muertos que
había en él en la resurrección final. Entonces leemos, «y la muerte y el Hades
fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda».
La metonimia es
transparente. Cuando cada persona muerta viva de nuevo, la muerte y el lugar de
los muertos serán destruidos.
El
hombre rico y Lázaro
Queda un solo
pasaje, el más importante en el Nuevo Testamento relacionado con el significado
de Hades, Lucas 16.19-31. Estos trece versículos,
en las palabras de Jesús mismo, nos dan el relato más largo del significado de
la palabra.
19 Había un
hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete
con esplendidez.
20 Había también
un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado
a la puerta de
aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba
saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico;
y aun los perros
venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que
murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al
seno de Abraham;
y murió también el rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades
alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos
a Abraham, y a
Lázaro en su seno.
24 Entonces él,
dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia
de mí, y envía a
Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham
le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también
males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de
todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que
los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le
dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo
cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a
este lugar de tormento.
29 Y Abraham le
dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
30 El entonces
dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se
arrepentirán.
31 Mas Abraham
le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque
alguno se levantare de los muertos.
LA CONDICIÓN DE
LOS DIFUNTOS
Un
lugar consciente
1.
Lucas 16.19-31
Del pasaje
citado arriba, podemos aprender primeramente que
Hades es un
lugar de conciencia y de comunicación. «En el Hades alzó sus ojos...y vio... y
habló». Abraham también habló y razonó.
Estas palabras
establecen sin duda que Hades, como se usa la palabra en el Nuevo Testamento,
no es la tumba física donde colocan el cuerpo del muerto. Es un lugar de
espíritus conscientes que son capaces de comunicarse. Otros pasajes que
indican que los espíritus de los difuntos están conscientes en el estado
intermedio entre la muerte y la resurrección son los siguientes:
2. 2
Corintios 5
En el capítulo
cinco de 2 Corintios, Pablo habla de la muerte.
Después de
expresar la idea de que prefiere vivir hasta que el Señor vuelva, para que su
mortalidad fuera vestida de inmortalidad, continúa:
«Así que vivimos
confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos
ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más
quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto
procuramos también, ausentes o presentes, serle agradables».
Pablo presupone
aquí que estar ausente del cuerpo significa estar presente con el Señor.
3.
Filipenses 1
En forma
semejante, en Filipenses, el primer capítulo, hablando de la posibilidad de su
muerte, Pablo dice: «Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo
deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en
la carne es más necesario por causa de vosotros». Estos dos dichos de Pablo
hacen muy claro que él contemplaba compañerismo inmediato, personal, y con
Cristo, en el caso de su muerte.
4. Apocalipsis
6.9-12
En Apocalipsis
6.9, al abrir el séptimo sello del pequeño libro, Juan describe una visión de
los mártires cristianos en el cielo. Escribe su conversación con el Señor como
sigue: Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y
verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y
se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco
de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos,
que también habían de ser muertos como ellos.
El punto
establecido aquí es que los muertos benditos en el cielo están en comunicación
activa y consciente con el Señor. Podríamos agregar que la pregunta dirigida al
Señor no debe entenderse como falta de felicidad o de comodidad. Las túnicas
blancas que recibieron no implican forma corporal, tal como las referencias
similares que dicen que Dios «se viste» no indican forma corporal. Leemos, por ejemplo:
«Jehová reina; se vistió de magnificencia; Jehová se vistió, se ciñó de poder.
Afirmó también el mundo, y no se moverá» (Salmo 93.1).
La túnica blanca con que se vestían las almas en la visión de Juan es símbolo
de la santidad perfecta. Comparemos Apocalipsis 3.4;7.14;
y especialmente 19.8: «Y a ella se le ha
concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino
fino es las acciones justas de los santos.» La respuesta para la pregunta 37
del Catecismo Menor de Westminster dice: «Las almas de los creyentes, en el día
de su muerte, son perfeccionadas en santidad, y pasan inmediatamente a la
gloria...:» Este es el significado de las túnicas blancas.
Incluye
un lugar de tormento
El tormento es
mencionado en Lucas 16.23,28, y el dolor intenso
en las llamas es mencionado en el versículo 24. No se puede negar, usando
un método razonable de exégesis, el hecho de que esto significa sufrimiento
literal intenso. Por otro lado, la naturaleza física o química de las llamas
escapa a nuestro conocimiento actual del proceso de oxidación. Nos obliga a
entender la palabra en sentido figurado, representando sufrimiento espiritual o
mental.
Un
lugar de espíritus sin cuerpo
El hombre rico y
Abraham y Lázaro son presentados como espíritus sin cuerpo, porque están entre
los muertos (v. 30). El hecho de que se mencionan ojos, voces, y lenguas, no
significa existencia corporal, tal como la mención de la mano, el brazo, los
ojos, y los oídos de Dios, no significan que Dios tenga cuerpo (Isaías 59.1; 2 Crónicas 16.9, Jeremías
27.5).
Sabemos por pasajes más claros en las Escrituras que Dios no tiene cuerpo en Su
estado esencial y eterno. Estas referencias a partes del cuerpo se entienden
como modos figurados de expresión, para facilitar nuestra comprensión. En forma
similar, los términos corporales mencionados en Lucas 16.19-31 no indican un
estado corporal.
Hades
incluye el lugar de los justos
Es verdad que
este pasaje particular no dice en tales palabras que el lugar donde Lázaro
disfrutaba el compañerismo con Abraham haya sido el Hades. Esto se deduce por varias
razones. La conversación entre el hombre rico y Abraham fue extensa y sin
obstáculos, aunque estaban separados por un gran abismo. Yo entiendo que las
palabras «en Hades» en el versículo 23, indican, no solamente la situación del hombre
rico, sino también dónde se produjo la conversación completa.
El espíritu de
Cristo en el Hades
La palabra Hades
es una traducción de la palabra Sheol y Seol en el Antiguo
Testamento, y es el lugar tanto de los muertos justos como de los
malvados. Jacob (Génesis 37.35) esperaba ir al Sheol
cuando muriera. En la profecía mesiánica del Salmo
16.10, David dice: «Porque no dejarás mi alma (nephesh) en
el Seol, ni permitirás tu santo vea corrupción». El versículo es
claramente un paralelo antitético; la primera cláusula habla del alma en
el Seol, y la segunda cláusula se refiere al cuerpo en la tumba. En el
día de Pentecostés, Pedro (Hechos 2.27)
citó específicamente estas palabras del Salmo 16, usando Hades para
Seol. «Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que
tu santo vea corrupción». Pedro, con su exactitud y precisión, aplica
estas palabras a Cristo y a su resurrección.
Su alma volvió
del lugar de los muertos bienaventurados, y Su cuerpo se levantó de la tumba,
antes de ver la corrupción.
No hay
comunicación entre los vivos y los muertos
De las palabras
de Cristo, como se relatan en Lucas 16.19-31,
podemos inferir claramente que los espíritus de los muertos no deben
comunicarse con los vivos. La necromancia es prohibida explícitamente en las
Escrituras.
Isaías (8.19,20) dice: «Y si os dijeren:
Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando,
responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por
los vivos»? La ley de Moisés prohibió explícitamente hechicería de cualquier
tipo, incluyendo la supuesta comunicación con los muertos (Éxodo 22.18; Levítico 20.6,27; Deuteronomio 18.10-12).
Isaías, entonces, agrega: «¡A la ley y al testimonio! Si
no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido».
El énfasis de
Isaías es que los que conocen al Dios vivo deben buscarlo a Él para información
e inspiración, deben ser leales a Su palabra revelada, y nunca deben buscar
comunicarse con los muertos.
Las palabras de
Abraham que cita Cristo: «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán
aunque alguno se levantare de los muertos», confirman esta advertencia.
Los vivos deben
dedicar su atención al Señor mismo, y especialmente porque se ha levantado de
entre los muertos. Los muertos justos, de forma semejante, deben estar tan ocupados
con la presencia gloriosa del Señor, y con la asamblea de los redimidos, que
sería incorrecto aun desear la comunicación con los que todavía permanecen en
la tierra hasta que el Señor vuelva. Cristo, en Lucas
16.19-31, proporciona otros argumentos en contra de la necromancia.
El rey
Saúl y la mujer de Endor
Basándose en el
incidente de 1 Samuel 28.7-25, algunos opinan
que la comunicación con los muertos es posible.
En la pregunta que yo planteo, no cuestiono de ninguna manera la
veracidad y autoridad del relato bíblico. Aceptamos la Biblia como la Palabra
de Dios sin errores.
La pregunta es:
¿qué quiso decir precisamente el escritor inspirado?
Como indica el
artículo, sólo la mujer vio a Samuel. Es acerca de su descripción que leemos
«Saúl entonces entendió que era
Samuel». Pero la
palabra «entendió» (yadha) no garantiza que sea verdad lo que se
entiende, sino solamente que hay una convicción de algo, sea verdad o sea falso.
Podríamos traducirlo: «Saúl estaba convencido de que era Samuel».
¿Pero acaso dice
en esas palabras que Samuel apareció y dijo tal y tal cosa? Mi sugerencia es
que al leer el relato, pongamos el nombre
«Samuel» entre
comillas. Esto, creo, comunicará la idea que el escritor quiso dar. Durante mi
trabajo pastoral, algunos miembros de mi iglesia, contra mi consejo, asistieron
una reunión espiritista, e informaron lo que había dicho el «fantasma». No creyeron
realmente que fuera un fantasma. Uno de ellos trató de tomar la mano del
fantasma, y recibió un golpe eléctrico fuerte. Estas personas percibieron que
el «fantasma» era un fraude. Cuando explicaron lo que había hecho y dicho el
«fantasma los que escucharon entendieron claramente. Como el artículo sobre
Saúl mencionado arriba concluye: «Sería muy extraño, después de que Dios haya
rehusado contestar a Saúl, o en sueños o en profecías, que su siervo Samuel
apareciera, justo en una entrevista estrictamente prohibida por Dios, y por
petición de una mujer condenada por la ley de la nación y por la ley de Dios».
Tal como los
espiritistas son muy astutos en interpretar una situación y en predecir eventos
probables, así esta mujer de Endor no habría necesitado una inteligencia
extraordinaria para saber que Saúl estaba asustado la noche antes de una
batalla, que un desastre venía pronto, y que su fama sería engrandecida por la
predicción que ella conseguiría de Samuel.
La
transfiguración
La aparición de
Moisés y de Elías a Cristo y a los tres discípulos en el Monte de la
Transfiguración está en una categoría totalmente diferente.
El incidente
está anotado en los tres evangelios sinópticos (Mateo
16.28-17.13;
Marcos 9.1-13; Lucas 9.27-36). Jesús había estado hablando de
Su segunda venida, y concluyó diciendo que «algunos de los que están aquí» no
gustarían de la muerte hasta que hubiesen visto (idosin), «el reino de
Dios» (como lo dice Lucas), o «el reino de Dios venido con poder» (como lo dice
Marcos), o «al Hijo del Hombre viniendo en Su reino» (como lo dice Mateo). Los
tres evangelios sinópticos hacen referencia específica a la experiencia en el
Monte de la Transfiguración.
Mateo y Marcos
dicen que fue después de seis días, y Lucas habla en forma menos precisa del
tiempo pero más específicamente de esta predicción de Jesús, diciendo:
«Aconteció como ocho días después de estas palabras, que ...» En otras
palabras, los tres evangelios sinópticos claramente sugieren que la experiencia
en el Monte de la Transfiguración era
lo que fue
predicho en el contexto anterior.
En relación con
nuestra discusión acerca de la imposibilidad de comunicarse, con los muertos,
debe notarse que en el incidente en el monte de la transfiguración, no hubo
ninguna comunicación entre Moisés, Elías, y los tres discípulos. Los discípulos
vieron y escucharon a Cristo hablando con ellos, escucharon la voz celestial
decir: «Este es mi Hijo amado», y vieron a Cristo transformado en Su gloria
resplandeciente, tal como aparecerá en Su segunda venida en la gloria y el
poder de Su reino. Moisés puede ser percibido como un tipo de los que han muerto
y que serán resucitados en la segunda venida de Cristo, y Elías puede ser
entendido como un tipo de los que, sin morir, serán hechos inmortales. Así, los
discípulos tuvieron una visión del «Hijo del Hombre viniendo en Su reino».
Concluimos, entonces, que la experiencia del monte de la transfiguración no da
ningún apoyo a la necromancia o a ningún intento de comunicarse con los
muertos.
¿DÓNDE
ESTÁ EL MUNDO INVISIBLE?
¿Dónde estaba el
ser personal, no material, de Cristo, mientras Su cuerpo estaba en la tumba? Él
dijo explícitamente al ladrón creyente en la cruz: «Hoy estarás conmigo en el
paraíso» (Lucas 23.43). El alma de
Cristo, mientras
Su cuerpo estaba en la tumba, estaba en el paraíso, que
está en el Hades. La
forma precisa en que los tres pasajes se expresan
(Salmo 16.10; Hechos 2.27; y Lucas 23.43) no es un
accidente.
Pero el paraíso
es el cielo. En 2 Corintios 12.2,4, Pablo habla
de ser llevado al «tercer cielo», e identifica al cielo con el paraíso. Las palabras
«el tercer cielo», deben entenderse como referencia al hecho de que, con
nuestros ojos, podemos ver primero el cielo de nubes, y después el cielo de
estrellas. El tercer cielo simplemente significa el cielo espiritual donde se
manifiesta la presencia de Cristo, y donde los muertos benditos están en
comunión entre ellos y con Él.
El estudiante
puede sentirse confundido en cierto aspecto geográfico o más bien astronómico,
en este momento. Si está claro que tenemos razón en decir, en las palabras del
credo apostólico, que mientras Su cuerpo estaba en la tumba, Cristo «descendió
al Hades»,3 (y esto es ciertamente lo que indican los pasajes citados arriba), y
si creemos que el paraíso, que es parte del Hades, también se identifica con el
cielo, entonces ¿dónde está el cielo?
Si tenemos que
preguntar ¿dónde está el cielo?, entonces sería mejor hacer la pregunta en
forma más amplia: ¿Dónde está el Hades?
¿Dónde está
Gehenna o Tartarus? ¿Dónde está el paraíso? ¿Dónde está el mundo invisible?
No subterráneo
La Biblia no
dice dónde está el Hades. Algunos sostienen la idea mitológica que está en
algún espacio subterráneo. Algunos suponen que
Efesios
4.4-7 enseña
que Hades está debajo de la tierra, especialmente la frase: «las partes más
bajas de la tierra». Cuando habla acerca de los dones cristianos, Pablo cita el
Salmo 68.18: «Subiendo a lo alto, llevó cautiva
la cautividad, y dio dones a los hombres». Cristo, en Su ascensión, ha
destruido el principio de la esclavitud al pecado. Ha capturado el mismo
principio de la cautividad, y como resultado de Su obra terminada, ha dado
dones a los hombres para ser ejercidos. Pablo continúa:
«Y eso de que
subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más
bajas de la tierra»?
El Catecismo de Heidelberg, respuesta a la
pregunta 44, sigue la opinión de Calvino que las palabras, «descendió al infierno
(Hades)», se refieren a los sufrimientos de Cristo en la cruz. «En el Credo
Apostólico, el infierno tiene el significado de Hades, o el lugar y el estado
de los espíritus que se han ido; pero el Catecismo de Heidelberg explica que
descender es una figura de los sufrimientos vicarios en la cruz».
La frase: «las partes
más bajas de la tierra» ha sido entendida incorrectamente como un genitivo
partitivo, y ha sido unida a la idea
de que el Hades, o el Seol, está en alguna parte debajo de la tierra. Al
contrario, el genitivo, «de la tierra» es un apositivo de las palabras, «las partes más
bajas». Cristo descendió del cielo a las partes más bajas, es decir, a
la tierra, para vivir Su vida en la carne, antes de ascender al cielo. Un
paralelo directo se encuentra en Isaías 44.23,
donde la palabra «tierra» es un apositivo de la frase, «profundidades».
«Cantad loores, oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con júbilo,
profundidades de la tierra; prorrumpid, montes, en alabanza ...»
A veces se alega
que la frase: «las aguas debajo de la tierra», como ocurre en el segundo
mandamiento y en otros pasajes, indica algún lugar subterráneo. En el segundo
mandamiento leemos (Éxodo 20.4): «No te harás
imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la
tierra, ni en las aguas debajo de la tierra». El doctor R. Laird
Harris, en un
discurso que dio a la Evangelical Theological Society, explica que esto no es
nada más que una prohibición de la adoración de imágenes de peces. Algunos
piensan que el dios Dagón era un ídolo, cuyas extremidades inferiores tenían la
forma de un pez. Ya que obviamente el segundo mandamiento prohibía la adoración
de imágenes de peces, el doctor Harris ha mostrado que la frase: «las aguas
debajo de la tierra», significarían naturalmente las aguas debajo del borde de
la playa. La frase «debajo de la tierra» nunca ocurre en la Biblia en un
contexto que apoye la idea de que el Hades o el Seol fuera un lugar físico
subterráneo.
Las
palabras «abajo» y «arriba»
Uniformemente en
las Escrituras, ir al Hades es lo mismo que ir «abajo», pero después de la
resurrección de Cristo, y después de los cuarenta días con los discípulos, Él
«ascendió al cielo». Pablo dice que él fue «arrebatado al cielo», y «arrebatado
al paraíso». Es común hacerse la pregunta: «Si el Hades es abajo, y el cielo es
arriba, ¿cómo podemos decir que el cielo, que es parte del paraíso, es parte
del Hades»?
El primer paso
en contestar esta pregunta es darse cuenta de que las palabras «arriba» y
«abajo», si las tomamos literalmente como términos geográficos indicando
dirección perpendicular con la tierra, serían términos sin sentido desde el
punto de vista del universo. La dirección arriba, desde cualquier punto en la
tierra, está cambiando constantemente, mientras la tierra gira sobre su eje, y
mientras sigue su órbita anual alrededor del sol. Estamos obligados a concluir
que las palabras «arriba» y «abajo»,
hablando acerca
de ir al Hades o ir al cielo, no pueden entenderse como
direcciones
físicas en relación con la tierra, o en relación con el universo.
Deben tomarse
como palabras con sentido, pero como palabras que comunican algo espiritual y
sicológico, y no una dirección geográfica o
astronómica. Es
muy natural hablar, como lo hicieron los escritores bíblicos, acerca de ir
«abajo» al lugar de los muertos en el mundo invisible. La muerte física
significa tristeza y depresión. El credo apostólico contiene la frase:
«descendió al infierno (Hades)», basada en el hecho de que Cristo, en el espíritu,
fue al paraíso, mientras su cuerpo yacía en la tumba.
Por otro lado,
con la revelación más completa que tenemos ahora del hogar celestial, un
compañerismo de los bienaventurados con el Señor (si nos damos cuenta de que no
podemos usar «arriba» en el sentido geográfico, sino en el sentido espiritual y
psicológico), parece muy natural que Pablo hablara de ser «arrebatado» al
cielo, que es el paraíso.
De hecho,
encontramos en el Antiguo Testamento, a pesar de la poca información revelada
en ese tiempo, la figura de Elías, ascendiendo al cielo. «Aconteció que cuando
quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de
Gilgal» (2 Reyes 2.1).
«Y aconteció que
yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó
a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino» (2
Reyes 2.11).
¿Por
qué Cristo ascendió en una nube?
Si las
direcciones «arriba» y «abajo» no pueden tomarse geográficamente, sino
espiritualmente y sicológicamente, ¿por qué Cristo ascendió visiblemente en una
nube desde el monte de los Olivos, como conclusión de su ministerio
«postresurrección»? Sugiero que este hecho visible fue muy apropiado para
comunicar a la mente de los discípulos que su ministerio había concluido en
forma victoriosa.
Existe un
pensamiento adicional, que por la forma de su ascensión,
Cristo dio una
presentación visible de la manera en que volvería.
Los ángeles
dijeron a los discípulos: «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al
cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hechos
1.11). El retorno visible de Cristo será un evento espectacular, donde
todo ojo le verá (Apocalipsis 1.7), «en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos» (1 Corintios
15.52), en el horizonte de toda la tierra (Lucas
17.23). Fue muy apropiado que Su ascensión presentara una analogía
visible de Su segunda venida.
Pero
¿dónde? literalmente
Sugiero que
pensemos en el lugar llamado cielo (porque es un lugar literal con relaciones
personales verdaderas) y en el lugar llamado Gehenna (también un lugar
literal), en términos análogos a «ondas».
Con la radio y
la televisión tan comunes en el mundo entero, sabemos que existen en mi oficina
donde escribo, y en su oficina donde está leyendo, un número vasto de experiencias
potencialmente audibles y visibles. Los programas están disponibles, pero
necesitamos los instrumentos de recepción, y tenemos que sintonizar las ondas
correctas.
Recuerde la
experiencia del siervo de Eliseo (2 Reyes 6.8-23):
«Y se levantó de
mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía
sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo:
¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los
que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te
ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los
ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo,
y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (vv. 15-17).
Los caballos y
los carros de fuego alrededor de Eliseo estaban allí todo el tiempo, pero
requirió un milagro de Dios, ajustando los ojos del joven para que pudiera ver
los recursos que mencionó Eliseo cuando dijo: «más son los que están con
nosotros que los que están con ellos» (v. 16).
No sugiero que
la analogía de las ondas explique la naturaleza del Hades, Gehenna, o del
paraíso, sino que pienso que esta comparación nos ayuda a entender el hecho de
que hay un mundo invisible, especialmente el hecho de que el cielo está cerca.
No creo que el cielo esté muy lejos. Si fuera así la voluntad de Dios,
podríamos ver la cara de nuestro Señor Jesucristo en cualquier momento.
No sabemos dónde
está Gehenna, o dónde está el abismo entre
Gehenna y el
paraíso, pero sí podemos usar esta analogía de las ondas para ayudar a creer en
la realidad de lo que enseña la Biblia acerca de este tema. Así, aunque no
podemos explicarlo, podemos entender lo suficiente para saber que no es un
error creer en un lugar literal en el universo donde se han ido los espíritus
de los muertos, y donde tienen relaciones interpersonales.
Las siguientes
líneas del himno La bondad eterna, por Whittier, expresan en forma
bella, la respuesta del cristiano para la pregunta: «¿dónde está el cielo»?
No sé dónde
levantan Sus islas
Las palmeras
frondosas en alto.
Sólo sé que no
saldré
De Su amor y Su
cuidado.
FUENTES PATRÍSTICAS
Los escritos
patrísticos son de gran ayuda en la interpretación de la enseñanza bíblica
acerca del estado intermedio. Tertulio, en su Apología, capítulo XLVII,
protesta contra los que interpretarían el Paraíso en términos de los «poetas y
los filósofos». Explica las semejanzas, diciendo
que «ellos lo
tomaron de nuestra religión». En su tratado acerca del Alma,
Tertulio razona
y especula acerca del Hades y del Paraíso. La materia más importante se
encuentra en el capítulo LV. Protesta fuertemente en contra de la influencia
pagana y de las ideas paganas en los capítulos
LIV y LVI, pero
agrega poco a nuestra comprensión de las Escrituras.
Hipólito, quien
murió alrededor de 230 A.D., en su Refutación a toda herejía, capítulo
XVI, acerca de Platón, investiga las ideas de Platón acerca del Hades y sobre
los futuros premios y castigos. Hipólito no conoce muy bien a Platón. No está
seguro si Platón creía en la transmigración de las almas o no. Evidentemente,
Hipólito nunca había leído el Phaedo de Platón. En su fragmento, Contra
Platón, Sobre la Causa del Universo, niega ciertas ideas paganas:
«...porque todos, los justos y los injustos, serán traídos ante Dios, el Verbo.
Porque el Padre ha entregado todo juicio a Él; y en cumplimiento del consejo
del Padre, Él que llamamos el Cristo viene como juez. No es Minos, ni Radamanto
quien viene a juzgar al mundo, O griegos, sino Él a quien el Padre ha
glorificado.» (s. 3)
Aunque Hipólito
es antipagano y pro Biblia, añade poco a nuestra comprensión de las Escrituras.
Seol, el
concepto veterotestamentario ¿El lugar
de entierro?
No será
necesario para el propósito de la teología sistemática hacer un estudio exhaustivo
del concepto del Seol en el Antiguo Testamento.
Algunos eruditos sostienen que la palabra en el Antiguo Testamento siempre
significa la tumba física, o el lugar de entierro.
Aunque estoy
convencido de que no es así, no puedo estar totalmente seguro del punto de
vista contrario, de que el Seol nunca denomine el lugar de entierro. Aun
me inclino a creer que nunca lo hace, prefiero postergar la decisión final,
hasta investigar más. Quedamos con un hecho claro, que Cristo y los apóstoles
enseñaban que el Hades es el lugar de los espíritus de los muertos, y que
estaban muy conscientes de que Hades se usaba en la Septuaginta para
traducir Seol.
Salmo 16.10
En un caso
llamativo, donde Pedro cita Salmo 16.10 el día
de Pentecostés
(Hechos 2.27), tenemos apoyo apostólico para entender
el Seol del Antiguo Testamento como el Hades del Nuevo Testamento.
Pasajes
citados para sostener lo contrario
Los pasajes que
supuestamente enseñan que el Hades del Antiguo
Testamento
denomina el lugar físico de entierro son los siguientes:
«Porque en la
muerte no hay memoria de ti; En el Seol, ¿quién te alabará?» (Salmo 6.5)
«No alabarán los
muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio; pero nosotros bendeciremos a
JAH desde ahora y para siempre. Aleluya» (Salmo
115.17,18).
«Porque el Seol
no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro
esperarán tu verdad. El que vive, el que vive, éste te dará alabanza, como yo
hoy; el padre hará notoria tu verdad a los hijos» (Isaías
38.18,19).
Examinación de los pasajes citados para
sostener lo contrario
La primera de
estas tres citas es la más difícil. Si en el Salmo 6.5,
el Seol se refiere al lugar físico de entierro, entonces debe ser considerado simplemente
como un pasaje que no da ninguna información con respecto al estado intermedio
del alma. Pero esto no soluciona el problema. La primera cláusula en el
paralelismo, «en la muerte no hay memoria de ti», es demasiado inclusiva, a
menos que el salmista esté hablando solamente del cuerpo muerto. Seguramente no
quiere enseñar que los santos que se han ido de esta vida no puedan recordar en
ningún sentido al Señor. Sugiero que la palabra traducida «memoria » no se
refiere a la memoria pasiva, sino al recordar activo. La palabra frecuentemente
denomina un monumento para recordar algo importante. Además, la palabra traducida
«alabar» frecuentemente significa confesar el nombre de Dios. Finalmente, el
punto de vista del salmista es su obra activa de servir a Dios entre Su pueblo.
Su
oración dice, en
efecto: «el que muere no puede seguir recordando a la gente de Ti, y el
espíritu que se ha ido al Seol no puede seguir alabándote y confesándote
delante del pueblo».
En otras
palabras, no estoy convencido de que en el Salmo 6.5, el Seol signifique el
lugar de entierro. Tampoco puedo ver que entregue información verdadera acerca
del estado intermedio del alma. El punto de vista del Salmo es el servicio
activo a Dios en esta vida.
La palabra Seol
no ocurre realmente en el Salmo 115.17,18.
Debemos entender
esta frase: «no alabarán los muertos a JAH», como referencia a apariciones de
espíritus, y debemos entender la conclusión,
«pero nosotros
bendeciremos a JAH desde ahora y para siempre », como una afirmación de la
inmortalidad personal.
En la oración de
Ezequías, notada en el capítulo 38 de Isaías, el punto de vista es claramente
su obra y testimonio en esta vida entre su pueblo. Debemos entender que sus
comentarios negativos no dicen nada acerca de las almas de los que han muerto.
Desde el punto de vista del rey piadoso de Israel y su obra importante, su ida
al Seol interrumpiría su alabanza. Su muerte pondría fin a su programa de purificación
de la adoración en Israel. Si él va al mundo invisible, se acaba la esperanza
de hacer la obra a la cual Dios le había llamado.
Pero la
restauración de su salud, como respuesta a su oración, significaría continuar
sirviendo a Dios entre Su pueblo, como un padre que enseña las verdades de Dios
a sus hijos.
«Reunido a tu pueblo»
La frase
«reunido a tu pueblo», denominando la muerte de un justo en el Antiguo
Testamento, no apunta a su entierro físico, porque leemos en Números 27.13 que Dios dijo a Moisés, «tú también
serás reunido a tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón». Pero con referencia
al entierro de Moisés, se nos dice: «Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en
la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová.
Y lo enterró en
el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar
de su sepultura hasta hoy» (Deuteronomio
34.5,6).
Concluimos entonces, que la frase «reunido a tu pueblo», apunta al estado
intermedio del alma en el Seol.
Resumen
En resumen, yo
diría que me inclino a pensar que el Seol nunca denomina el lugar físico de
entierro, aunque no sería dogmático en excluir todas las referencias. Si
algunas veces denomina la tumba física, entonces aquellos pasajes tendrán que
interpretarse a la luz de ese significado. Pero tal interpretación de Seol no
puede destruir o socavar la enseñanza clara del Nuevo Testamento acerca del
Hades y del estado intermedio de las almas de los que han muerto y que están
esperando la resurrección.
EL
ESTADO INTERMEDIO ANTES DEL TIEMPO DE CRISTO
La
tradición
Desde el tiempo
de los padres de la iglesia hasta ahora, ha persistido la idea, unida con la
mitología griega por un lado y con la doctrina católica del purgatorio por otro
lado, que las almas de los santos que murieron antes de Cristo no entraron en
la presencia de Dios en el cielo. La idea es que estas almas estaban guardadas
en un cierto limbus patrum, un lugar de espera, y que solamente
ahora después de Cristo, las almas de los creyentes van inmediatamente a estar
con el Señor.
Unida con esta
idea es la explicación errónea de la frase en el credo apostólico, «descendió
al infierno (Hades)», suponiendo que esta frase indica que Cristo fue al limbus
patrum, mientras su cuerpo yacía en la tumba. Suponen que, cuando resucitó,
levantó a los espíritus de los santos del Antiguo Testamento, y los condujo al
cielo.
1 Pedro 3.18-20
Entre los
pasajes que supuestamente hablan del limbus patrum, se encuentra en
primer lugar 1 Pedro 3.18-20. En la
interpretación de estos versículos, sigo la enseñanza de Charles Hodge, B.B.
Warfield, A.T.
Robertson, y
otros, que opinan que este texto se refiere al tiempo de Noé.
Los que Pedro
llama los «espíritus encarcelados» serían las personas en aquella época. Cristo
fue a predicar a ellos en el Espíritu a través de Noé, quien fue llamado
«pregonero de justicia» (2 Pedro 2.5). La
siguiente traducción de 1 Pedro 3.18-20 es mía,
pero está basada en los mensajes
de A.T.
Robertson, que escuché en Nueva York hace veinte años.
«...Cristo murió
una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para acercarnos a
Dios. Fue muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu; en quien (el Espíritu)
Él fue a predicar, en los días de Noé, mientras la paciencia de Dios esperaba,
y mientras se construía el arca, a los espíritus encarcelados (los que ahora
están encarcelados), a los que en aquella época eran desobedientes».
En los mensajes
mencionados arriba, A.T. Robertson habla mucho de la sintaxis de las oraciones
de Pedro. Propone, como lingüista (y él fue la autoridad máxima de la gramática
del Nuevo Testamento), que una traducción como la mía es totalmente legítima.
Es evidente,
entonces, que Pedro no enseña que Cristo, mientras Su cuerpo estaba en la
tumba, haya ido al limbus patrum. Más bien,
Pedro está
mostrando que fue el espíritu de Cristo en el tiempo de
Noé, que
predicaba la justicia a los que rechazaban la gracia de Dios
Efesios 4.8-9
Otro pasaje que
supuestamente enseña la doctrina del limbus patrum se encuentra en Efesios 4.8, 9. Esto lo mencionamos arriba.
Se supone que
las palabras en el versículo 8, «llevó cautiva la cautividad », enseñan que
Cristo liberó a los santos del Antiguo Testamento, que habían sido cautivos hasta ese momento.
La frase que dice que «descendió primero a las partes más bajas de la tierra»,
se interpreta como una indicación de que existe un limbus patrum en
algún lugar debajo de la tierra. Ya expliqué que no hay justificación para interpretación.
El genitivo «de la tierra» no debe entenderse como partitivo, sino como
apositivo. Cristo ascendió al cielo, pero primero fue a las partes bajas, es
decir, a la tierra. Como dije anteriormente, podemos comparar con Isaías 44.23 para ver una expresión semejante:
«Cantad loores,
oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con júbilo, profundidades de la
tierra; prorrumpid, montes, en alabanza ...»
Mateo 27.51-53
Otro pasaje del
cual se dice que enseña la doctrina del limbus patrum es Mateo 27.51-53: «Y he aquí, el velo del templo se
rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se
partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que
habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de
la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a
muchos.»
Podemos entender
fácilmente que el rompimiento del velo es un acto físico con profundo
significado. Podemos comprender el terremoto, y la oscuridad mencionada en Mateo 27.45 y en otros pasajes paralelos. El
terremoto y la oscuridad eran cumplimientos de la profecía de Joel,
mencionada por Pedro en el día de Pentecostés. Pero es difícil entender
el significado de la resurrección de muchos cuerpos de los santos que
habían muerto, y su aparición en la ciudad santa después de la resurrección
de Cristo. Podemos decir simplemente que lo que se relata verdaderamente
sucedió. Podemos inferir también que la resurrección de los cuerpos de
los santos habría sido una gran confirmación, para la fe de los
creyentes en medio del alboroto y la confusión de esos días. Si leemos Romanos 1.4, con el énfasis literal en el genitivo
plural, «que fue declarado
Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los
muertos», no es imposible que Pablo esté hablando aquí del valor que tiene
la resurrección de los muertos mencionados en Mateo
27.53 como evidencia de Su propia resurrección.
Pero hay algo
seguro: Mateo 27.51-53 no enseña ni apoya
ninguna doctrina de un limbus patrum.
La
opinión de Calvino
Calvino, en las
Instituciones, Libro II, capítulo CVI, párrafo 8 y siguientes, toma una
posición muy fuerte en contra de la doctrina del limbus patrum. En el
párrafo 9 dice: «No comprendo, pues, cómo posteriormente se llegó a pensar en
la existencia de un cierto lugar subterráneo, al cual llamaron Limbo. Sin embargo,
esta fábula, por más que haya contado con el apoyo de grandes autores, y aun
hoy en día muchos la tengan por verdad, no pasa de ser una fábula. Porque es
cosa pueril querer encerrar en una cárcel las almas de los difuntos.»
Calvino
interpreta la frase en el credo apostólico, «descendió al infierno»,
como metáfora para describir los sufrimientos de Cristo en la cruz. Los
escritores de la Confesión de Fe de Westminster, sin embargo, no
siguieron a Calvino en este punto.
La respuesta a
la pregunta # 50 del Catecismo Mayor dice: «La humillación de Cristo, después
de Su muerte, consiste en que fue sepultado, y continuó en el estado de muerte
y bajo el poder de la muerte, hasta el tercer día; que ha sido también
expresado por las palabras descendió al infierno».
Yo concluyo que,
tal como «los de la fe son bendecidos con el creyente
Abraham» (Gálatas 3.9), y son «linaje de Abraham», y «herederos
según
la promesa» (Gálatas 3.29), así también los que creen en Cristo
como su
Salvador
personal ahora, irán al mismo paraíso donde fue Abraham cuando
murió. Van al
cielo donde hay compañerismo con el Dios de Abraham, y con el Cristo, el día de
quien Abraham se gozó de ver (Juan 8.56).
LA
DOCTRINA FALSA DEL PURGATORIO
El
origen
Desarrollándose
del concepto pagano del Hades, y de la noción patrística del limbus patrum,
la Iglesia Católica, durante la edad media, formuló la doctrina errónea del
purgatorio. Esta doctrina fue enunciada por el Concilio de Florencia, 1439, y
por el Concilio de Trento, 1545-1563, y se afirma que está basada en los
siguientes pasajes bíblicos y apócrifos.
El
supuesto fundamento
Hay oraciones
por los muertos en el libro apócrifo, 2 Macabeos
12.42.
Se relata que Judas Macabeo encontró, en los cuerpos de algunos soldados judíos
muertos, objetos de idolatría que eran prohibidos por la ley. «Entonces todos
bendijeron el juicio justo del Señor que había descubierto las cosas que
estaban escondidas; y así dedicándose
las oraciones, le rogaron que olvidara del
pecado que había sido cometido» (Ver el pasaje entero en 2 Macabeos 12.39-45, y
el artículo
acerca del «purgatorio» en la Enciclopedia Católica.)
Las autoridades
católicas sostienen que hay un ejemplo de la costumbre de orar por los muertos
en 2 Samuel 1.12; 3.31-35, donde se hace ayuno
después de la muerte de Saúl y después de la muerte de Abner. Una referencia al
libro apócrifo, Tobías (Tobías 4.18) dice:
«Sacad vuestro pan y vuestro vino para el entierro de un hombre justo, pero no
coméis y no toméis con el malo». Se piensa que este dicho tiene algo que ver
con el purgatorio. En cuanto a la posibilidad de ser rescatado del purgatorio,
las
autoridades
católicas apuntan a las palabras de Cristo en Mateo
12.32:
«A cualquiera
que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al
que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni
en el venidero.»
En la cita de
las Instituciones mencionada arriba, Calvino habla del argumento católico
basado en el Salmo 107.16: «quebrantó las
puertas de bronce, y desmenuzó los cerrojos de hierro», y del argumento basado
en
Zacarías
9.11:
«yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua».
El hecho de que
los pasajes canónicos citados arriba no apoyan la doctrina del purgatorio es
aparente al que los estudie.
Apoyo
protestante para una doctrina semejante
La idea del
purgatorio después de la muerte surge en las circunstancias más sorprendentes.
Hace algunos años en una reunión en Los Ángeles, California, escuché a un evangelista
protestante decir que los cristianos son tan pecaminosos que debe haber un
período de purificación antes de ir al cielo. Después, escuché a otro pastor
protestante decir algo semejante. Tal opinión está basada en una falta de entender
el significado de la justificación y la santificación. Los que son salvos,
justificados, son santificados por el Espíritu Santo. Por otro lado, los que
viven una vida pecaminosa, no han nacido de nuevo, sin importar las profesiones
de fe que hayan hecho.
La
respuesta bíblica
Según las
Escrituras, la diferencia entre los salvos y los perdidos es absoluta. El que
genuinamente cree en Cristo «no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a
vida» (Juan 5.24). «El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la
ira de Dios está sobre él» (Juan 3.36).
La pregunta 37
del Catecismo Menor de Westminster expresa precisamente la doctrina bíblica: «Las
almas de los creyentes son hechas después de la muerte, perfectas en santidad y
pasan inmediatamente a la gloria; y sus cuerpos, estando todavía unidos a
Cristo reposan en sus tumbas hasta la resurrección».
Al final de esta
vida terrenal, el individuo ha pasado completamente por su oportunidad de salvación.
No hay ninguna indicación en las Escrituras de otra oportunidad de salvación.
Más bien, «si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol
cayere, allí quedará» (Eclesiastés 11.3, Apocalipsis
22.11).
Algunos dirían:
¿No hay ninguna diferencia entre el creyente descuidado y el creyente más
comprometido? La respuesta se encuentra en la doctrina de premios para los que
son justificados (1 Corintios 3.11-15). Hay un
solo fundamento, Jesucristo. «Si permaneciere la obra
de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él
mismo será salvo, aunque así como por fuego».
CONCLUSIÓN
Debemos concluir
que el estado intermedio del alma, entre la muerte y la resurrección, es un
lugar de castigo en Gehenna para los perdidos, y un lugar de compañerismo
gozoso con Cristo para los salvos. Los redimidos que poseen la vida eterna han
sido perfeccionados en santidad. Esperan la resurrección y el juicio de premios
Lucas 14.14). En cuanto a los que no han
aceptado la gracia de Dios en esta vida, no hay ni un rayo de esperanza para
salvación. Tampoco hay esperanza de que ellos, siendo culpables de pecado
eterno, se arrepientan (Marcos 3.29).
Estas
consideraciones nos impulsan más enérgicamente a la actividad evangelizadora y
misionera, porque «he aquí ahora el día de salvación» (2
Corintios 6.2).
La esperanza
cristiana en una vida futura no es simplemente una inmortalidad espiritual del
alma, sino que también incluye la esperanza de la resurrección del cuerpo. Los
espíritus de los bienaventurados están en un estado de gozo con el Señor en el
cielo, pero están conscientes de que no están completos (Apocalipsis 6.9-11). El estado sin cuerpo es menos
perfecto que el estado de inmortalidad después de la resurrección (1 Corintios 15.50-52; 2 Corintios 5.2-4).
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