Lucas 15; 7
Os
digo que de la misma manera, habrá más
gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve
justos que no necesitan arrepentimiento.
Jesús “emplea los
términos de pecadores, justos,
arrepentimiento, en el sentido exterior en que ellos lo entendían;
ellos, que se imaginaban que bastaba formar parte del pueblo de la alianza y
observar las ordenanzas levíticas para estar seguro de la salvación”.
El gozo se pone en
contraste con las murmuraciones de los judíos. Desde luego, los fariseos y los
escribas se presentaban a sí mismos como justos en contraste con los publicanos
y pecadores. Lo que Jesús dice en la parábola no significa que Él también los
clasificara como justos, pero el punto es que aunque ellos hubieran sido justos
(como pensaban), se condenaban por su actitud hacia los perdidos. Para los
fariseos y los escribas había gozo cuando algún pecador fue destruido,
pero Jesús explica que cuando la oveja perdida es encontrada, hay mucho gozo en
el cielo, precisamente como los amigos y vecinos del pastor se regocijaban con
él cuando encuentra su oveja perdida (Hch_8:39;
Hch_16:34). Los fariseos y los escribas murmuraban, pero el cielo se regocijaba.
Así es como es Dios. Dios se alegra
cuando se encuentra a un pecador que se había perdido como se alegra el pastor
cuando vuelve a casa con la oveja extraviada. Como dijo un gran santo: «Dios
también conoce la alegría de encontrar lo que se le había perdido.»
Aquí hay una idea maravillosa. Es
realmente tremendo el hecho de que Dios es más amable que los hombres. Los
religiosos excluían del pueblo de Dios a los publicanos y a los pecadores, que
no merecían, según ellos, más que la destrucción; pero Dios no. Los hombres
pueden perder la esperanza, pero Dios no. Dios ama a los que no se han
extraviado; pero hay una alegría indecible en su corazón cuando uno que estaba
perdido vuelve a casa. Es mil veces más fácil volver a Dios que a las frías
críticas y recriminaciones de algunos hogares, y de algunas iglesias.
Hebreos 7; 25
Por lo cual Él (Jesús) también es poderoso para salvar para
siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive
perpetuamente para interceder por ellos.
Jesús es y
seguirá siendo siempre el único camino hacia Dios. El autor de Hebreos usa otra palabra maravillosa
acerca de Jesús, y dice que ÉL
permanece para siempre (paramenein). Ese verbo tiene dos matices
característicos.
Primero, quiere decir seguir en oficio. Nadie podrá jamás despojar a Jesús Su
ministerio; para toda eternidad Él seguirá siendo el único que puede introducir
los hombres a Dios. Segundo, quiere decir continuar en la capacidad de siervo. Cuando el autor de Hebreos dice que Jesús permanece
para siempre, en esa frase está envuelta la idea maravillosa de que Jesús estará siempre al servicio de la
humanidad. En la eternidad, como cuando estaba en el tiempo. Por eso es
el único y suficiente Salvador. En la Tierra sirvió a los hombres y dio Su vida
por ellos; en el Cielo, todavía está para interceder por ellos. Es Sacerdote
para siempre, el único que estará siempre abriendo la puerta de la amistad con
Dios y es para siempre el gran Servidor de la humanidad.
Su poder de
salvar es debido a su sacerdocio inmutable y permanente. Él vive para siempre y
por eso tiene el poder de salvar completamente. Salva así a los que "por
él se acercan a Dios". Los tales son quienes reconocen que Dios es
"justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Rom_3:26). Nadie viene al Padre sino por él (Jua_14:6).
Se
refiere a todo lo que ha hecho Cristo, y hace, para la justificación y
redención eterna de los suyos. Cristo presentó los méritos de su muerte al
Padre Dios por los que vienen a Dios, presenta las peticiones de los suyos a
Dios (1Ti_2:5), y ve que todas las cosas les
ayuden a bien (Rom_8:28).
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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