Tito 2;
11-12
Porque
la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres,
enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este
mundo sobria, justa y piadosamente,
Isaías
exhortó una vez a su pueblo: «Dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien»
Isa_1:16 s). Primeramente está el lado negativo de la
bondad: el abandonar lo que es malo y la liberación de todo lo que es bajo; y
en segundo lugar el lado positivo: la adquisición de las virtudes luminosas que
caracterizan la vida cristiana.
¡La gracia de
Dios instruye, entrena, educa y disciplina! Esto implica que es condicional.
¡El hombre tiene algo que hacer para ser salvo por la gracia!
Primero, está la renuncia a toda impiedad y a los deseos mundanales.
¿Qué quería decir Pablo con esto de los deseos mundanales? Crisóstomo decía que las cosas mundanales son
las que no podemos llevarnos al Cielo, sino que se desintegran con todo lo del
mundo presente. Uno es muy miope si pone todo su corazón y aplica todo su
esfuerzo a cosas que debe dejar atrás cuando salga de este mundo. Pero una
interpretación aún más sencilla de los deseos mundanales es
que son los de cosas que no podemos mostrarle a Dios. Solo Cristo puede hacer
que no solo nuestra vida exterior sino también lo más íntimo de nuestro corazón
lleguen a ser aptos para que Dios los vea con agrado.
El fin, o
propósito, de la disciplina de la gracia de Dios, es que el disciplinado deje
de una vez por todas la impiedad y los deseos mundanos, y que viva de la manera
estipulada.
El tiempo del
verbo en el texto griego indica que la persona (salva por gracia) dejó de una
vez la impiedad y los deseos mundanos; que dijo "no" a esas cosas de
una vez. Eso se hace cuando la persona obedece al evangelio, y así muere al
viejo hombre de pecado.
El mundano es el que vive con Dios
excluido de su vida. Sus deseos mundanos son la glotonería, la lascivia, la
borrachera, la fornicación, la vanidad de vida, y el amor del dinero, del
poder, y de la fama.
El cristiano
tiene que tener todo deseo y apetito bajo control; tiene que ser guiado por el
Espíritu Santo (Rom_8:9-14), y seguir "la
sabiduría que es de lo alto" (Stg_3:17-18).
Con el entrenamiento (disciplina) de la
gracia de Dios, el cristiano puede vivir en este mundo terrenal de manera digna
del nombre cristiano, no importando lo muy malo que sea su cultura y ambiente.
Jesucristo nos capacita para vivir con la prudencia que lo tiene todo bajo
perfecto control, y que no deja a ninguna pasión o deseo más espacio del que le
corresponde; con la justicia que
nos permite darles tanto a Dios como a nuestros semejantes lo que les es debido;
con la reverencia que nos hace
vivir conscientes de que este mundo no es otra cosa que el templo del Dios
vivo.
La dinámica de esta nueva vida es la
expectación de la venida de Jesucristo. Cuando se espera una visita real, todo
se limpia y se decora y se pone de tal manera que sea digno de que lo vea el
rey. Los cristianos somos personas que estamos siempre listos para la venida
del Rey de reyes.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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