} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 22 Mayo: Meditando en la Palabra de Dios en la Biblia

martes, 22 de mayo de 2018

22 Mayo: Meditando en la Palabra de Dios en la Biblia



  Romanos 5:1 
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, (Biblia de las Américas)

Aquí tenemos uno de esos grandes pasajes del Apóstol Pablo, en el que canta el íntimo gozo de su confianza en Dios. La confianza de la fe realiza lo que nunca podría conseguir el esfuerzo por producir las obras de la Ley: le da al hombre la paz con Dios. Hasta que vino Jesús, nadie podía sentirse realmente cerca de Dios.
Si hemos de ser guiados por la autoridad de los manuscritos, la lección correcta aquí, fuera de duda, es: “Tengamos paz:” lección que la mayoría rechaza, sin embargo, porque piensa que es ilógico exhortar a los hombres a que tengan lo que le toca a Dios darles, y porque el apóstol no está dando exhortación aquí sino expresando una verdad. Pero como parece arriesgado hacer a un lado el testimonio decisivo de los manuscritos, referente a lo que el apóstol en efecto escribió en preferencia a lo que opinamos que debió haber escrito, hagamos una pausa y preguntémonos: Si es el privilegio de los justificados “tener paz para con Dios,” ¿por qué no pudo el apóstol empezar la enumeración de los frutos de la justificación invitando a los creyentes a realizar esta paz que les pertenece, o a aprovechar el gozoso conocimiento de ella al hacerla suya propia? Y si esto fuera lo que él hizo en efecto, no sería necesario que continuara en el mismo estilo, y los demás frutos de la justificación los podría enumerar como simples hechos. Esta “paz” es primeramente un cambio en las relaciones de Dios para con nosotros; y luego, a consecuencia del mismo, es un cambio de nuestra parte para con él. Dios, por una parte, “nos ha reconciliado a sí por Jesucristo” (2Co_5:18); y nosotros, por la otra, poniendo nuestro sello a esto, “somos reconciliados con Dios” (2Co_5:20). La “propiciación” es el lugar de reunión; y así termina la controversia de ambas partes en una honorable y eterna “paz.”
En lugar de justificados por obras de ley (moralidad legalista, la base de la esperanza humana, según los judíos), equivale a decir llegar a ser justos por la obediencia al evangelio, en lugar de la obediencia a ley. No dice Pablo que somos justificados por la fe sola, aparte de obediencia al evangelio, pero tal es el sentido erróneo que algunos sectarios dan a estas palabras de Pablo. Tal interpretación sectaria ignora por completo la discusión de Pablo en los capítulos tres y cuatro de la justificación. Los que no obedecen al evangelio, dice Pablo (2Ts_1:8-9), serán castigados de eterna perdición.  
Al decir “por tanto,” Pablo introduce la conclusión del asunto argumentado en los capítulos anteriores.
Este es uno de los frutos referidos. El estado de pecado es enemistad con Dios. Perdonado uno del pecado, tiene amistad (paz) con Dios. Es la paz del alma, o de la conciencia.
Sólo cuando nos damos cuenta de que Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo entra en nuestra vida esa intimidad con Él, esa nueva relación que Pablo llama justificación.
Por medio de Jesús, dice Pablo, tenemos acceso a esta Gracia en la que nos sentimos seguros. La palabra que usa para acceso es prosagógué. Es una palabra que sugiere dos imágenes:
(i) Es la palabra corriente para introducir a una persona a la presencia de la realeza; y es también la palabra que se usa para el adorador que se acerca a Dios. Es como si Pablo dijera:
«Jesús nos introduce a la presencia de Dios mismo; nos abre la puerta de acceso a la presencia del Rey de reyes. Y cuando se abre esa puerta, lo que encontramos es la Gracia; no condenación, ni juicio, ni venganza; sino la prístina, inmerecida, increíble amabilidad de Dios.»
(ii) Pero prosagógué nos presenta otra escena. En el griego posterior es la palabra para el lugar donde atracan los barcos, puerto o muelle. Si la tomamos en este sentido, quiere decir que mientras tratemos de depender de nuestros propios esfuerzos nos encontramos a merced de las tempestades, como los marineros que luchan con un mar que amenaza tragárselos irremisiblemente; pero ahora que hemos oído la Palabra de Cristo, hemos llegado por fin al puerto de la Gracia de Dios, y conocemos la calma que viene de depender, no de lo que podemos hacer por nosotros mismos, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros.
Gracias a Jesús tenemos entrada a la presencia del Rey de reyes y al puerto de la Gracia de Dios.
Cuando Pablo acaba de decir esto, se le presenta la otra cara de la moneda. Todo esto es cierto, y es la misma gloria; pero sigue sucediendo que en esta vida los cristianos lo tenemos muy difícil. Era difícil ser cristiano en Roma. Al recordarlo, Pablo presenta un gran clímax: "La oposición dice  produce entereza.» La palabra que usa para oposición es thlipsis, que quiere decir literalmente opresión. Hay un montón de cosas que pueden oprimir a un cristiano: necesidades, estrecheces, dolor, persecución, rechazamiento y soledad. Todo lo que oprime, dice Pablo, produce entereza. La palabra que usa para entereza es hypomoné, que quiere decir más que aguante: es el espíritu que puede vencer al mundo, que no se limita a resistir pasivamente, sino que vence activamente las pruebas y tribulaciones de la vida.
   Hypomoné no es un espíritu que se tumba y deja que la riada le pase por encima, sino el espíritu que apechuga con la adversidad y la vence.
«La entereza -continúa Pablo- produce carácter.» La palabra que usa para carácter es dokimé. Dokimé se dice de un metal que ha pasado por el fuego de forma que ha quedado limpio de todo lo inferior. Se usa de una moneda de quilates. Cuando se soporta la aflicción con entereza, se sale de la batalla más fuerte, más puro y mejor y más cerca de Dios.
«El carácter -continúa Pablo- produce esperanza.» Dos personas se enfrentan con la misma situación; a una la puede conducir a la desesperación, y puede espolear a la otra a una acción victoriosa. Para una puede ser el final de la esperanza, y para la otra un desafío a la grandeza.   La diferencia está en las personas. Si uno se ha dejado llegar a ser débil y flojo, si ha dejado que las circunstancias le venzan, si no ha hecho más que gimotear y achicarse bajo la aflicción, ha llegado a un punto en el que, cuando se presenta el desafío de la crisis, no puede hacer más que desesperarse. Si, por el contrario, uno ha ido por la vida con la frente alta, enfrentándose con las cosas hasta conquistarlas, entonces, cuando llega el desafío, lo resiste con los ojos inflamados por la esperanza. El carácter que ha resistido la prueba siempre sale lleno de esperanza.
Pero la esperanza que se pone en Dios, no se desvanece, ni deja frustrados. La esperanza que se pone en el amor de Dios no es ninguna ilusión; porque Dios nos ama con un amor eterno respaldado por un poder eterno.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!


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