Mateo 20; 28
así como
el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su
vida en rescate por muchos.
Lo que Jesús requiere de Sus seguidores
lo cumplió Él mismo. Él no vino para ser servido, sino para servir. No vino a
ocupar un trono, sino una Cruz. Fue precisamente por eso por lo que la gente
religiosa de Su tiempo no Le pudo entender. A lo largo de toda su historia, los
judíos habían soñado con el Mesías; pero el mesías con el que soñaban era
siempre un rey conquistador, un poderoso caudillo, que derrotaría a los
enemigos de Israel y reinaría con poder sobre todos los reinos de toda la
Tierra. Buscaban un conquistador; recibieron a un Hombre quebrantado en una
Cruz. Buscaban al rugiente León de Judá; recibieron al manso Cordero de Dios. Aquí se
demuestra la nueva grandeza del amor doliente y del servicio sacrificial. Aquí
se reafirman y renuevan la soberanía y la realeza. Jesús resumió toda Su vida
en una breve frase impactante: «El Hijo del Hombre vino a dar Su vida en
rescate por muchos.» Vale la pena detenerse a ver lo que las rudas manos de la
teología han hecho con ese dicho precioso. Desde muy al principio, algunos
empezaron a preguntarse: «Jesús dio Su vida en rescate por muchos. Bueno; pero,
¿a quién se pagó el rescate?»
Jesús vino a dar Su vida en rescate por
muchos. ¿Qué quiere decir eso? Sencillamente que los hombres estaban en las
garras de un poder maligno del que no podía librarse; sus pecados los
arrastraban al abismo; sus pecados los separaban de Dios; sus pecados
arruinaban la vida para ellos y para el mundo. Un rescate es algo que se paga
para librar a una persona de una situación de la que le es imposible librarse
por sí misma. Por tanto este dicho quiere decir simplemente que costó la vida y la muerte de Jesucristo el
hacer volver la humanidad a Dios.
No hay que preguntar a quién se pagó el
rescate. Lo cierto e innegable es la gran, tremenda verdad de que sin
Jesucristo y Su vida de servicio y Su muerte de amor, nunca habríamos podido
encontrar la manera de volver al amor de Dios. Jesús lo dio todo para traer a
la humanidad de vuelta a Dios; y nosotros debemos caminar en Sus pisadas,
siguiendo los pasos del que amó hasta lo último.
Éxodo 21; 5
Pero si
el siervo insiste, diciendo: "Amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no
saldré libre"
Un
hebreo podría llegar a ser esclavo por pobreza, deuda, o crimen; pero al cabo
de seis años, tenía derecho a la libertad; y su esposa, si ella había
voluntariamente compartido con él su estado de servidumbre, también conseguía
su liberación. Si él se había casado con una esclava, ella y sus hijos, después
de la liberación del esposo, quedaban como propiedad del amo; y si, por cariño
a su familia, el hebreo escogía perder su privilegio, y quedarse como era, se
llevaba a cabo un proceso formal ante un tribunal público, y una señal de
servidumbre se imprimía en su oreja (Sal_40:6)
por toda su vida, o por lo menos hasta el año del jubileo (Deu_15:17).
El esclavo, en
su estado de servidumbre, era un símbolo del estado de esclavitud al pecado, a
Satanás, y a la ley, estado al que el hombre ingresa por robar la gloria de
Dios, por transgredir sus preceptos. Igualmente recibir la libertad, era
símbolo de la libertad con la cual Cristo, el Hijo de Dios, libera a su pueblo
de la esclavitud, que es verdaderamente libre; esto lo hizo gratuitamente, sin
dinero y sin precio, por pura gracia.
Juan 12; 26
Si
alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi
servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará.
Jesús estaba diciendo que la grandeza no
se obtiene más que mediante el servicio. Las personas que el mundo recuerda con
amor son las que han servido a los demás.
Desgraciadamente es muy cierto que la idea del servicio corre peligro de
perderse en el mundo moderno. Hay muchos comerciantes, industriales y políticos
que lo son sólo por lo que pueden sacar, sin pensar jamás en lo que pueden aportar
a los demás, a la sociedad y a la patria. Puede que se hagan ricos; pero una
cosa es verdad, y es que nunca se los amará, y el amor es la verdadera riqueza
de la vida.
Jesús vino a los judíos y al mundo con
una nueva visión de la vida. Ellos consideraban la gloria como conquista,
adquisición y poder; como el derecho a mandar. Él la veía como una Cruz. Él le
enseñó a la humanidad que la vida sólo viene mediante la muerte; que sólo
cuando la entregamos conservamos la vida; que la verdadera grandeza está en el
servicio. Y lo más sorprendente es que, cuando nos ponemos a pensarlo un poco,
la paradoja de Cristo no es, en el fondo, más que la verdad del sentido común.
¡Maranata!¡Ven pronto
mi Señor Jesús!
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