} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 1 Mayo: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

martes, 1 de mayo de 2018

1 Mayo: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



Juan 6; 35
Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.

Jesús dijo, Yo soy la luz del mundo, Yo soy la puerta, Yo soy el buen pastor, Yo soy la resurrección y la vida, Yo soy el camino, la verdad y la vida, Yo soy la vid y vosotros los pámpanos.
Cristo se entregó a sí mismo para satisfacer toda necesidad y todo deseo del alma.
Este es uno de los grandes pasajes del Cuarto Evangelio, y de todo el Nuevo Testamento. En él encontramos dos grandes líneas de pensamiento que debemos tratar de analizar.
En primer lugar, ¿qué quería decir Jesús con: " Yo soy el pan de la vida»? No basta con tomarlo sencillamente como una frase bonita y poética. Vamos a analizarla paso a paso:
(i) El pan sostiene la vida. Es algo sin lo cual la vida no puede proseguir. (ii) Pero, ¿qué es la vida? No cabe duda de que es mucho más que la mera existencia física. ¿Cuál es el sentido espiritual de la vida?
(iii) La vida verdadera es la nueva relación con Dios, esa relación de confianza y obediencia y amor.
(iv) Esa relación sólo es posible por medio de Jesucristo sin El no podemos entrar en ella.
(v) Es decir: sin Jesús puede que haya existencia, pero no vida.
(vi) Por tanto, si Jesús es esencial a la vida, se Le puede describir como el pan de la vida. El hambre de la situación humana termina cuando conocemos a Cristo y, por medio de Él, a Dios. En Él el alma inquieta encuentra reposo; el corazón hambriento encuentra satisfacción.

En segundo lugar, este pasaje nos despliega las etapas de la vida cristiana. (i) Vemos a Jesús. Le vemos en las páginas del Nuevo Testamento, en la enseñanza de la Iglesia, a veces hasta cara a cara.
(ii) Habiéndole visto, acudimos a Él. Le miramos, no como un héroe o dechado distante, no como el protagonista de un libro, sino como Alguien accesible.
(iii) Creemos en Él. Es decir, Le aceptamos como la suprema autoridad acerca de Dios, de nosotros mismos y de la vida. Eso quiere decir que no acudimos a Él por mero interés, ni en igualdad de términos; sino, esencialmente, para someternos.
(iv) Este proceso nos da la vida. Es decir, nos pone en una nueva relación de amor con Dios, en la que Le conocemos como Amigo íntimo; ahora podemos sentirnos a gusto con el Que antes temíamos y no conocíamos.
(v) Esta posibilidad es gratuita y universal. La invitación es para todos los seres humanos. No tenemos más que aceptarlo, y ya es nuestro el pan de la vida.
 (vi) El único acceso a esta nueva relación con Dios es por medio de Jesús; sin Él nunca habría sido posible, y aparte de Él sigue siendo imposible. No hay investigación de la mente ni anhelo del corazón que pueda encontrar a Dios aparte de Jesús.
(vii) Detrás de todo este proceso está Dios. Los que acuden a Jesús son los que Dios Le ha dado. Dios no se limita a proveer la meta; también mueve el corazón para que Le desee; también obra en el corazón para desarraigar la rebeldía y el orgullo que podrían obstaculizar la entrega total. No podríamos ni siquiera empezar a buscarle si no fuera porque Él ya nos ha encontrado. (viii) Queda ese algo tozudo en el corazón humano que nos hace seguir rehusando la invitación de Dios. En último análisis, lo único que puede frustrar el propósito de Dios es la oposición del corazón humano. La vida está ahí para que la tomemos... o para que la rechacemos.
Cuando la tomamos, suceden dos cosas. La primera es que entra en la vida una nueva satisfacción. El corazón humano encuentra lo que estaba buscando, y la vida deja de ser un mero vegetar para ser algo lleno a la vez de emoción y de paz. Y la segunda es que tenemos seguridad hasta más allá de la muerte. Aun el último día, cuando todo termine, estaremos a salvo. Como dijo un gran comentarista: " Cristo nos lleva al puerto en el que se acaban todos los peligros.» Esas son la grandeza y la gloria de las que nos privamos cuando rehusamos Su invitación.

2 Corintios 5; 17
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es ; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.

Si uno quiere seguir la enseñanza de Cristo sobre la generosidad, el perdón o la lealtad suprema, siempre habrá «sabios-según-el-mundo» que no tengan pelos en la lengua para llamarle chiflado. Pablo sabía que hay un tiempo para la conducta sensata y tranquila, y también para el comportamiento que el mundo toma por locura; y estaba dispuesto a seguir cualquiera de los dos por causa de Cristo y de las personas.
Pablo llega, como acostumbraba, de una situación concreta y determinada a un principio básico de toda la vida cristiana: Cristo murió por todos. Para Pablo, un cristiano es, en su frase favorita, una persona en Cristo; y por tanto, la vieja personalidad del cristiano murió con Cristo en la Cruz y resucitó con Él a una nueva vida, de forma que ahora es una nueva persona, tan nueva como si Dios la acabara de crear. En esta novedad de vida, el cristiano ha adquirido una nueva escala de valores. Ya no aplica a las cosas el baremo del mundo. Hubo un tiempo en el que Pablo mismo había juzgado a Cristo según su tradición, y se había propuesto eliminar Su recuerdo del mundo. Pero ya no. Ahora tenía una escala de valores diferente. Ahora, el Que había tratado de borrar era para él la Persona más maravillosa del mundo, porque le había dado la amistad de Dios que había anhelado toda la vida.
La más característica expresión de Pablo sobre lo que significaba ser un cristiano. La muerte y resurrección de Cristo, y nuestra identificación con Él por medio de la fe, hace posible que cada uno de nosotros se convierta en una nueva criatura. En el presente, esta nueva creación sólo puede ser experimentada de forma parcial, pero debe ser nuestra máxima aspiración, mientras se completa la recreación de nuestra naturaleza. Nuestra relación con Cristo modifica todos los aspectos de la vida.

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