Filipenses 4; 8-9
Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro,
todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece
elogio, en esto meditad.
Lo que también habéis aprendido y recibido y
oído y visto en mí, esto practicad, y el Dios de paz estará con vosotros.
Estos versículos son de los más hermosos y
prácticos de la Biblia. Si el mundo, o aun los cristianos, practicaran este
consejo, se transformaría la sociedad
humana. Aquí se presenta la santidad desde seis puntos de vista. Piensa
santamente para vivir santamente. Son seis cualidades sin las cuales la vida
estaría desprovista de propósito o diseño, semejante a un barco abandonado en
alta mar.
Muchos enfatizan
la fuerza del pensamiento positivo. Hay muchísimos libros escritos para motivar
por medio de una actitud mental positiva que se basan en Pro_4:23 y Flp_4:8,
pero lamentablemente muchos de los escritores solamente usan textos bíblicos
para dar apoyo a la filosofía humana. Lo que la Biblia enseña es que si el
corazón se purifica, entonces la vida será pura. Para lograr este propósito es
necesario amar la ley de Dios (Sal_1:2), meditar
continuamente en ella (Sal_119:15; Sal_119:23;
Sal_119:48; Sal_119:78; Sal_119:148) y guardarla en el corazón para no
pecar contra Dios (Sal_119:11).
Pero antes debemos definir la mente como: La facultad del cerebro que permite reunir
información, razonar y extraer conclusiones. El término “mente” traduce varias
palabras griegas afines que expresan cualidades de la mente, tales como juicio,
percepción, inteligencia, raciocinio, pensamiento, intención, recuerdo, estado
mental, opinión, inclinación y actitud. A veces, donde algunas versiones
traducen “mente”, otras emplean los términos descriptivos o específicos ya
mencionados. En las Escrituras Hebreas algunas versiones traducen por “mente”
las palabras hebreas que propiamente significan “corazón”, “alma” y “espíritu”.
La mente humana se tiene que concentrar en algo, y Pablo
quería estar seguro de que los Filipenses se concentraran en cosas que valieran
la pena. La inclinación natural
de la mente del hombre imperfecto tiende al pensar incorrecto. La Biblia
denomina esta inclinación “mente carnal” o “disposición de ánimo carnal” (Col 2:18.) A los cristianos se nos recuerda que antes éramos
enemigos de Dios porque ocupábamos nuestras mentes en obras que eran inicuas. (Col 1:21.)
La
mente del hombre “físico” (literalmente, “animal [de índole de alma]”),
distinto del hombre “espiritual”, tiende hacia lo material. La fuerza que
impulsa su mente es el resultado en parte de la herencia y en parte de lo que
se le ha enseñado y lo que ha experimentado. Cuando se le presenta una
cuestión, esta fuerza presiona o impulsa su mente en una dirección materialista
o carnal. Por lo tanto, a los cristianos se nos dice que “debemos ser hechos
nuevos en la fuerza [Espíritu] que impulsa nuestra mente”. (Ef 4; 23.) Esta fuerza impulsora puede transformarse
con un estudio de la Palabra de verdad de Dios y mediante la actuación de Su Espíritu,
de manera que la actitud mental dominante de la persona se incline en la
dirección correcta. Entonces, ante una determinada cuestión, esta fuerza
inclinará a la mente al debido proceder espiritual. (1Co
2:13-15.) Tal persona adquiere “la mente de Cristo”, cuya inclinación
mental siempre fue espiritual. (1Co 2:16; Ro 15:5.)
El
simple conocimiento o facultad intelectual no es suficiente para que alguien
disfrute del favor divino. Estas cosas por sí mismas no rehacen la mente para
que alguien haga la voluntad de Dios. (Ro 12:2.)
Jehová dice: “Haré perecer la sabiduría de los sabios, y echaré a un lado la
inteligencia de los intelectuales”. (1Co 1:19.) Se
requiere la ayuda del Espíritu de Dios para conseguir entendimiento (Pr 4:5-7; 1Co 2:11), sabiduría y buen sentido
verdaderos. (Ef 1:8, 9.)
El
apóstol Pablo llama ley de la mente
a la que controla el funcionamiento de esta mente renovada en armonía con la
“ley de Dios”, en la que se deleita la nueva mente. Pero la “ley del pecado”,
que actúa en la carne caída, lucha contra la ‘ley de la mente’, de manera que
hay un conflicto constante dentro del cristiano. ¿Puede salir victorioso? Sí,
“¡gracias a Dios mediante Jesucristo nuestro Señor!”. La bondad inmerecida de
Dios concede el perdón por los pecados de la carne sobre la base del sacrificio
de rescate de Cristo y además proporciona la ayuda del Espíritu Santo. La
situación del cristiano es diferente de la de aquellos que no lo son, como lo
resume Pablo: “Así pues, con mi mente yo mismo soy esclavo a la ley de Dios,
pero con mi carne a la ley del pecado”. (Ro 7:21-25;
Gál 5:16, 17.)
¿Cómo
puede la mente salir victoriosa de esta batalla? El apóstol Pablo lo aclara aún
más con las siguientes palabras: “Los que están en conformidad con la carne
fijan la mente en las cosas de la carne; pero los que están en conformidad con
el espíritu, en las cosas del espíritu. Porque el tener la mente puesta en la
carne significa muerte, pero el tener la mente puesta en el espíritu significa
vida y paz; porque el tener la mente puesta en la carne significa enemistad con
Dios, porque esta no está sujeta [la carne caída, imperfecta] a la ley de Dios,
ni, de hecho, lo puede estar. Por eso, si el Espíritu del que levantó a Jesús
de entre los muertos mora en ustedes, el que levantó a Cristo Jesús de entre
los muertos vivificará también sus cuerpos mortales mediante Su Espíritu que
reside en ustedes”. (Ro 8:5-11.)
La lista de
virtudes que se van a mencionar es parecida en su contenido y estructura a
ciertas listas de máximas éticas de procedencia estoica. Hay quienes piensan
que Pablo está citando un escrito con el cual sus lectores habrían estado
familiarizados, y que consistiría en una especie de norma mínima de virtudes
que cualquiera admitiría como deseables. Pablo estaría entonces señalando el
mínimo que era de esperarse y sobre el cual habría que agregar lo
específicamente cristiano. Es importante que leamos este versículo a la luz de
su contexto en el v. 9, y de toda la epístola. Se trata de un discurso puesto
en forma positiva y que abarca un horizonte inmenso. Es una invitación a llenar
la mente y el corazón con toda manifestación de virtud. La fuerza de la
enseñanza se nota en la reiteración de la palabra todo que se repite frente a cada una de las virtudes que se
enuncian: lo verdadero, por
contraste con lo irreal o falso; lo honorable
por contraste con lo vulgar. Pablo generalmente usa lo justo díkaios en un sentido especial, pero aquí sería lo
correcto. Lo puro se refiere al
campo de las motivaciones, aunque a veces se usa en relación con pureza sexual.
Lo amable, prosfilés que no aparece en las listas comunes, siendo
éste el único lugar del NT donde se menciona, y lo de buen nombre, en el sentido de buena reputación. Pablo ha sido
selectivo al escoger lo que presenta en su lista, y termina resumiendo para
incluir todo aquello en lo que hay virtud
(areté) o que merece alabanza
o aprobación divina.
Reconocer lo
bueno dondequiera que se manifieste y procurar llenar la vida de lo positivo
minimizando lo negativo es una de las señales de madurez y plenitud espiritual
y humana. Es el mejor antídoto contra los temores y el resentimiento. Este es
el tono que domina la epístola. Recordemos que aunque otros predicaban con la
intención de hacerlo sufrir, Pablo se olvida de esa intención y se alegra de
que el nombre de Cristo sea anunciado. Aunque su vida parece estar pendiente de
un hilo, Pablo se alegra con la buena memoria de sus filipenses. Aunque ha perdido
todo lo que le daba grandeza desde el punto de vista humano, se entusiasma con
lo que ha ganado que es el tesoro del conocimiento de Cristo. Por ello es
natural que complete este párrafo llamando, una vez más, la atención hacia sí
mismo y proponiéndose como ejemplo. Los
filipenses habían "aprendido" enseñanza, habían "recibido"
el depósito de la fe, habían "oído" el anuncio del evangelio y habían
"visto" todo ello encarnado en Pablo. En este sentido, el ejemplo de
Pablo es un contraste con aquellos maestros a quienes criticaba Jesús porque
ellos dicen y no hacen (Mat_23:3).
Esto es algo de suprema importancia porque es una ley de
vida que si uno piensa en algo con suficiente frecuencia e intensidad llegará
al punto en que no pueda dejar de pensar en ello: Nuestros pensamientos
discurrirán literalmente por un cauce del que no se podrán salir. Es por tanto
de la mayor importancia el que concentremos nuestro pensamiento en cosas
buenas, y Pablo hace una lista de algunas de ellas.
Hay cosas que son auténticas.
Muchas de las cosas de este mundo son engañosas e ilusorias, prometen lo
que no pueden cumplir, ofrecen una paz imaginaria y una felicidad inalcanzable.
Uno debe siempre fijar su pensamiento en cosas que no le fallen.
Hay cosas que son, como dice la Reina-Valera, honestas. Este es un uso clásico de
la palabra en el sentido de probo,
recto, honrado, como defina el D R.A E. en la acepción 4.
Por todo esto se puede ver que el original (semnós) es difícil de traducir. Es
la palabra que se usa propiamente de los dioses y de sus templos. Cuando se usa
de una persona, la describe como alguien que se mueve por el mundo como si
estuviera en el templo de Dios. Pero la palabra realmente describe lo que está revestido de la dignidad de la
santidad. Hay cosas en este mundo que son ligeras, que no tienen
seriedad, que no son atractivas más que para los ligeros de cascos; por el
contrario, es en las cosas que son serias y dignas en las que el cristiano debe
concentrar la mente.
Hay cosas que son justas.
En griego, la palabra dalcaios define
al que da a Dios y a los hombres lo que les es debido. El juez injusto de la parábola se definía
como uno que " ni temía a Dios ni respetaba a hombre» Luc_18:2). En otras palabras, dalcaios es la palabra del deber asumido y cumplido. Hay quienes no piensan más que en el
placer, la comodidad y la buena vida. El cristiano concentra su pensamiento en
sus deberes para con Dios y para con sus semejantes.
Hay cosas que son puras.
La palabra original es hagnós, otra
palabra de muchos matices. Define lo que está moralmente incontaminado. Cuando
se refiere a los sacrificios describe lo que se ha purificado hasta dejarlo
apto para ser presentado a Dios y usado en Su servicio.
Este mundo está lleno de cosas que son asquerosas y
desharrapadas y sucias y obscenas. Muchas personas tienen la mente en tal
estado que ensucian todo lo que piensan. La mente del cristiano se concentra en
lo que es puro; sus pensamientos son tan limpios que pueden resistir el
escrutinio de Dios. Hay cosas que son, como dicen muchas versiones de la
Biblia, amables. Es la
traducción más exacta de la palabra original prosfilés si le damos su sentido original de digno de ser amado. Hay algunos que
tienen la mente tan concentrada en el castigo y la venganza que no provocan más
que amargura y miedo en otros. Hay algunos que tienen la mente tan programada
para la crítica y la bronca y la burla que no provocan más que resentimiento en
los demás. La mente de la persona cristiana se concentra en cosas amables -la
simpatía; la tolerancia, la comprensión- de tal manera que resulta amable para
los demás: basta verla para quererla.
Hay cosas que son, como dicen la Reina-Valera y otras, de buen nombre. No es
fácil llegar al sentido de esta palabra, euféma,
que quiere decir literalmente bien
habladas, pero que se conectaba especialmente con el silencio santo al
principio de un sacrificio en la presencia de los dioses. Tal vez no fuera
excesivo decir que describe lo que es
apto para que Dios lo oiga. Hay demasiadas palabrotas y tacos y
blasfemias en el mundo. En los labios y en las mentes de los cristianos debe
haber solamente palabras aptas para que Dios las oiga.
Pablo prosigue: Si hay
virtud alguna. Otros traducen la palabra original areté por excelencia en vez de virtud.
Lo curioso es que, aunque areté
era una de las grandes palabras clásicas, parece que Pablo la evita
deliberadamente, y esta es la única vez que aparece en sus escritos. En el
pensamiento clásico describía cualquier clase de excelencia. Podía referirse a
la excelencia de un campo, de una herramienta para cierto uso, a la excelencia
física de un animal, al coraje de un soldado, a la virtud moral. Pablo convoca como aliado todo lo que era
excelente en el trasfondo pagano de sus amigos. Es como si estuviera diciendo:
«Si la antigua idea pagana de la excelencia en la que os criasteis tiene alguna
influencia sobre vosotros, incluidla en vuestro pensamiento. Pensad en vuestra
vida pasada en su nivel más alto, para que os estimule a alcanzar nuevas alturas
en el camino cristiano.» El mundo tiene sus impurezas y sus degradaciones, pero
es indudable que tiene también sus noblezas e ideales, y es en las cosas más
elevadas en las que debe pensar el cristiano.
Por último, Pablo dice: Si alguna alabanza (épainos). En un sentido, es cierto que el
cristiano no tiene en cuenta la alabanza de los hombres; pero, en otro sentido,
a toda persona buena la eleva la alabanza de los buenos. Así es que Pablo dice
que el cristiano debe vivir de tal manera que ni desee vanidosamente ni
desprecie neciamente la alabanza de los hombres. Pero está más de acuerdo con
el contexto lo que dice la Reina-Valera: Si algo digno de alabanza. Aunque muchas veces el cristiano no
estará de acuerdo en que muchas de las cosas que alaba el mundo sean dignas de
alabanza, habrá casos en que sí; y le debe importar la aprobación de los suyos,
y supremamente la de Dios.
Pablo establece el método de la
enseñanza correcta.
Habla de las cosas que los Filipenses han aprendido. Estas eran las cosas
que él mismo les había enseñado. Esto representa la interpretación personal del
Evangelio que Pablo les aportó. Habla de las cosas que los Filipenses han recibido. La palabra original es paralambánein, que quiere decir
específicamente aceptar una tradición fijada. Esto equivale a la enseñanza de
la Iglesia que Pablo les había transmitido.
De estas dos palabras podemos deducir que la enseñanza
incluía dos partes. Una parte era el cuerpo de doctrina que mantenía toda la
Iglesia; y otra era la explicación de esa doctrina por medio de la
interpretación e instrucción del maestro. Si hemos de enseñar o de predicar
debemos conocer el cuerpo de doctrina aceptada por la Iglesia; y luego lo
tenemos que pasar por nuestra mente y entregárselo a otros, tanto en su
sencillez original como en el sentido que nuestra propia experiencia y
pensamiento le hayan dado.
Jehová
predijo que haría un nuevo pacto bajo el cual el Espíritu Santo obraría para
escribir Sus leyes en la mente y corazón de Su pueblo. (Heb 8:10; 10:16.) De esta manera pueden cumplir aquello de lo que
pende toda la Ley y los profetas, a saber, ‘amar a Jehová su Dios con todo su
corazón y con toda su alma y con toda su mente, y a su prójimo como a sí
mismo’. (Mt 22:37-40; Lu 10:27, 28.)
Se
debe amar a Dios con todo el corazón (los deseos, sentimientos y emociones de
la personalidad interior), con toda el alma (la vida y todo el ser) y con toda
la mente (las facultades intelectuales). Esta última frase significa que
los siervos de Dios no solo debemos amar con sentimientos, emociones y fuerza,
sino que también debemos emplear nuestra mente de forma concienzuda para
adquirir conocimiento de Dios y Cristo (Jn 17:3),
conseguir entendimiento (Mr 12:33; Ef 3:18),
servir a Dios y sus propósitos, y participar en declarar las buenas nuevas. Se nos
aconseja que “mantengamos la mente fija en las cosas de arriba” (Col 3:2), que “fortifiquemos nuestra mente para
actividad” y “mantengamos completamente nuestro
juicio”. (1Pe 1:13.) El apóstol Pedro vio la
importancia de ‘despertar sus facultades de raciocinio claro’ para tener
presentes las cosas aprendidas. (2Pe 3:1, 2.)
Asimismo, debemos ‘tener muy presente la presencia del día del Señor”. (2Pe 3:11, 12.)
Cuando
habló de los dones milagrosos del Espíritu que actuaron en la congregación
cristiana primitiva, Pablo destacó la necesidad de utilizar la mente. Dijo que
en el caso de que orase en una lengua que no pudiera traducir, su mente sería
infructífera. Además, si cantara alabanzas así, ¿cómo ayudaría al oyente que no
entendiese la lengua? Por consiguiente, dijo que prefería hablar cinco palabras
con su mente, con el fin de instruir a otros, que diez mil en una lengua;
después estimuló a sus hermanos para que llegaran a estar plenamente
desarrollados en facultades de entendimiento. (1Co
14:13-20.)
A
los siervos del Señor se nos manda que estemos “aptamente unidos en la misma
mente y en la misma forma de pensar”. (1Co
1:10; Flp 2:2; 1Pe 3:8.) Por supuesto, esto significa unidad en lo
relacionado con los intereses de la adoración pura, las cosas importantes, no
en gustos personales o en asuntos de menor importancia, que se resolverán en el
momento en que se adquiera la madurez. (Ro 14:2-6, 17.)
Tenemos que ser “de la misma mente en el Señor” (Flp 4:2); no debemos disputar, sino continuar “pensando de
acuerdo”. (2Co 13:11.)
Los
cristianos tenemos que esforzarnos por conocer mejor a Dios en todo aquello en
lo que Él se ha pronunciado. (Ro 11:33, 34; 16:25, 26.)
También debemos tener la actitud mental de obediencia y humildad de Jesucristo;
de este modo tendremos “la mente de Cristo”. (1Co 2:15,
16.) Pedro aconseja: “Puesto que Cristo sufrió en la carne, ustedes
también ármense de la misma disposición mental”. (1Pe
4:1.)
Pablo pasa más adelante. Les dice a los Filipenses que
imiten lo que han oído y visto en él. Desgraciadamente, pocos maestros y
predicadores pueden decir eso; y sin embargo, sigue siendo verdad que el
ejemplo personal es una parte esencial de la enseñanza. El maestro debe
demostrar en acción la verdad que expresa en palabras.
Por último, Pablo les dice a sus amigos Filipenses que,
si hacen eso con fidelidad, el Dios de la paz estará con ellos. Es de gran
interés estudiar los títulos que el apóstol Pablo Le da a Dios.
(i) Es el Dios
de la paz. Este es, de hecho, su título favorito de Dios (Rom_16:20; 1Co_14:33; 1Te_5:23). Para un judío la paz no era algo puramente negativo, como la ausencia de
guerra o de problemas. Era todo lo que contribuye al bien supremo del ser
humano. Sólo en la amistad con Dios puede una persona encontrar la vida como es
debido. Pero también para un judío esta paz se manifestaba especialmente en las relaciones personales correctas. Sólo
por la gracia de Dios podemos entrar en la relación correcta con Él y con
nuestros semejantes. El Dios de la paz puede hacer que nuestra vida sea
conforme a Su propósito, permitiéndonos entrar en las debidas relaciones consigo
mismo y con nuestros semejantes.
(ii) Es el Dios
de la esperanza manos. La fe en Dios es lo único que puede guardar a una
persona de la desesperación total. Sólo el sentimiento de la gracia de Dios
puede guardarle a uno de desesperar de sí mismo; y sólo el sentimiento de la
providencia general de Dios puede guardarle de desesperar del mundo. El
salmista cantaba: " ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas
dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, ¡salvación mía y Dios
mío!» (Sal_42:11;
Sal_43:5). La esperanza del cristiano es indestructible,
porque está fundada en el Dios eterno.
(iii) Es el Dios
de la paciencia y de la consolación (Rom_15:5; 2Co_1:3). Aquí tenemos dos grandes palabras. Paciencia es el griego hypomoné, que no quiere decir nunca
la actitud del proverbio chino del que se sienta a su puerta a esperar que pase
el cortejo fúnebre de su enemigo, sino la del que se levanta y se enfrenta y
conquista las situaciones adversas. Dios es Quien nos da el poder para usar
cualquier experiencia para revestir la vida de grandeza y de gloria. Dios es
Aquel en Quien aprendemos a usar el gozo y el dolor, el éxito y el fracaso, el
logro y la desilusión igualmente para ennoblecer y enriquecer la vida, para
hacernos más útiles a los demás y para acercarnos a Él. La consolación es la palabra griega paraklésis, que es mucho más que un gesto de simpatía; es el
aliento. Es la ayuda que no se limita a echar el brazo por el hombro, sino que
anima a enfrentarse con el mundo; no consiste en secar las lágrimas, sino en
capacitar al afligido o débil a enfrentarse con el mundo con mirada firme. Paraklésis es consuelo y fuerza
combinados. Dios es Aquel en Quien cualquier situación se convierte en
gloriosa, y en Quien puede uno encontrar la fuerza para proseguir gallardamente
cuando la vida parece desmoronarse.
(iv) Es el Dios
del amor y de la paz. Aquí llegamos al corazón del asunto. Detrás de
todas las cosas está ese amor de Dios que no nos abandona nunca, que soporta
todos nuestros pecados, que no nos arroja como inservibles, que no nos debilita
con sensiblerías sino que nos fortalece virilmente para la batalla de la vida.
Paz, esperanza, paciencia, aliento, amor -estas son las
cosas que Pablo encontró en Dios. No cabe duda de que «nuestra capacidad
proviene de Dios» (2Co_3:5).
El mundo no juzga a la
iglesia solamente por la doctrina que enseña, sino también por la conducta de
los miembros. La reputación de la iglesia sería mejorada de
manera inconmensurable si todos lleváramos estas seis cualidades grabadas en el
corazón.
Para obedecer este mandamiento es
indispensable que el corazón sea alimentado por la Palabra de Dios. Los
miembros de la iglesia que continuamente alimentan la mente y las emociones con
la "enseñanza" de la televisión o de internet de que es conducta
aceptable la homosexualidad, el aborto, el uso de drogas, el feminismo, la
desnudez y toda forma de conducta sensual, etcétera no obedecen Flp_4:8. Otro "maestro" diabólico es la
música que glorifica la conducta mundana y perversa (tomar, fornicar, divorciarse,
usar drogas, etcétera). La literatura predilecta de muchos jóvenes (y adultos) son
las revista pornográfica y películas porno.
Las personas que llenan su mente con
tales cosas carnales serán carnales y no espirituales aunque sean miembros de
la iglesia. El propósito del evangelio es el de llevar "cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo" (2Co_10:5).
En el monte
Sinaí, los israelitas tenían sus
facultades mentales embotadas debido a que no habían vuelto sus
corazones completamente a Jehová; y lo mismo ocurrió con aquellos que se
mantuvieron bajo la Ley después de que Dios la abolió por medio de Jesús. (2Co 3:13, 14.) No reconocieron que Jesús era aquel a
quien señalaba la Ley. (Col 2:17.) En cuanto a
los hombres que no aprobaron tener a Dios en conocimiento exacto, sino que
adoraron las cosas creadas, “Dios los entregó a un estado mental desaprobado”,
quedando mentalmente en oscuridad
y haciendo todo tipo de cosas inútiles e impropias. (Ro
1:28; Ef 4:17, 18.) Los hombres de mente corrupta resistieron la verdad
incluso en el tiempo de Moisés, y más tarde tales hombres lucharon contra el
cristianismo verdadero, algunos hasta alegaron que eran cristianos, pero
intentaron dividir y perturbar las congregaciones. (2Ti
3:8; Flp 3:18, 19; 1Ti 6:4, 5.)
Esa clase de
personas tienen las mentes y conciencias contaminadas y nada es limpio para
ellas; por lo tanto, hablan sin provecho en su intento de embaucar las mentes
de los cristianos verdaderos y esclavizarlos a opiniones humanas. (Tit 1:10-16.) Por esta razón, es esencial que todos
los cristianos, en particular los que están en puestos de responsabilidad, sean
de juicio sano. (Ro 12:3; 1Ti 3:2; Tit 2:6; 1Pe 4:7.)
El “dios de este
sistema de cosas”, el Diablo, ciega
las mentes de los incrédulos a la iluminación de las buenas nuevas
acerca del Cristo. (2Co 4:4.) Por lo tanto,
existe el peligro de que este archienemigo de Dios pueda seducir a los
cristianos con su astucia y corromper nuestras
mentes “de la sinceridad y castidad que debemos al Cristo”. (2Co 11:3.)
Por este motivo, es necesario que los cristianos demostremos unidad de mente,
seamos razonables y sigamos orando para que la paz de Dios “que supera a todo
pensamiento” guarde nuestras facultades mentales por medio de Cristo Jesús. (Flp 4:2, 5-7.)
¡Maranata!
No hay comentarios:
Publicar un comentario