Filipenses 2; 12-13
Así que, amados míos, tal
como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en
mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor;
porque Dios es quien obra en vosotros
tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.
Los filipenses
amaban y respetaban a Pablo. Estando él con ellos les era más fácil ser
obedientes. La presencia de Pablo les daba mucha fuerza y aliento. Tal vez
había peligro de que ellos dependieran demasiado de la presencia de Pablo, pero ahora él no solamente no podía estar físicamente con
ellos en Filipos como él quisiera, sino que tampoco podía estar seguro de la
vida misma. Vivía cada día con el pensamiento de que pudiera "partir"
(ser ejecutado) en cualquier momento. El emperador Nerón era un hombre muy
caprichoso, y sin aviso podía terminar para siempre el ministerio personal de
Pablo aquí en la tierra. Era indispensable, pues, que la fe de los
filipenses estuviera firmemente puesta en Cristo, y no en Pablo.
En la actualidad muchos hermanos (hasta
congregaciones enteras) dependen demasiado de sus "predicadores
locales" ("predicadores de planta"), y al salir estos (sea para
evangelizar en otra parte, o que dejen de predicar) muchos miembros no siguen
tan activos como antes. El número de los que asisten a las reuniones disminuye,
como también la ofrenda. Algunas actividades de la congregación se suspenden
hasta que el predicador regrese, o hasta que se consiga el servicio de otro
"predicador de planta".
Hay muchas congregaciones que parecen
ser "fuertes" (tienen muy buena asistencia, buena ofrenda y mucho
aliento), pero ¿qué tan fuertes serían sin "predicador de planta"? La
verdadera fuerza de una iglesia es la fuerza que tiene sin predicador. Los
predicadores son evangelistas; no son "pastores" para visitar cada
semana a los miembros, llevándolos en sus brazos, para que no dejen de asistir.
Los predicadores tienen que evangelizar donde el Señor abra puertas. Deben
llevar el evangelio a campos nuevos, establecer nuevas congregaciones y ayudar
a confirmarlas, y preparar más obreros.
Los predicadores que sólo quieren ser
"ministros locales" son más bien "pastores"; aunque no
quieran usar el nombre, es lo que son en la práctica. Estos tienen a la
congregación donde predican bien dependientes de ellos. Tales iglesias nunca
maduran, y sin su "predicador local" mueren. La congregación que no
quiere que "su predicador" salga para evangelizar en otros campos
indica que es débil y dependiente, y que solamente tiene fuerza cuando esté el
predicador. En su ausencia se debilita aun más, pierde miembros, baja la
ofrenda y todo queda en decaimiento. Tal decrecimiento indica falta de madurez,
falta de desarrollo, entre los miembros de la iglesia. Los miembros de la iglesia
deben ser fieles, fuertes, activos y responsables si les ayuda algún predicador
o si están solos. Si son fieles y activos solamente cuando hay predicador entre
ellos, entonces están complaciendo (¿sirviendo?) al predicador y no a Cristo. Cristo
siempre está entre ellos si son fieles. Los cristianos deben aprender a
poner toda su confianza en Dios, y no en los hombres. Aun los predicadores más
"grandes", de más renombre, pueden caer. ¿Qué pasa entonces con la fe
de los que confían en ellos?
Este
punto es importante. Pable se refiere a ello primero en 1:27,
"Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para
que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis
firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del
evangelio". Todo evangelista debe hacer todo lo posible por enseñar y
confirmar a cada miembro de la iglesia para que éste siempre esté firme en
Cristo aunque se vea obligado a estar solo durante toda la vida. En verdad
estará firme si su fe está en Cristo, y no en algún predicador u otra persona.
Pablo exhorta a los Filipenses mucho más
que a vivir en unidad en una situación dada; los exhorta a vivir una vida que
conduzca a la salvación de Dios en el tiempo y en la eternidad.
En ningún otro lugar del Nuevo
Testamento se presenta la obra de la salvación de una manera tan sucinta como
aquí. Como la antigua versión Reina-Valera ponía los versículos 12 y 13:
«Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en
vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» Como
siempre, Pablo escoge también aquí sus palabras cuidadosamente.
-
" ocupaos en vuestra salvación ".
"Ocupar, KATERGAZOMAI, una forma enfática de ERGAZOMAI,
trabajar, producir, llevar a cabo, con KATA, abajo, utilizado
intensivamente, se traduce 'ocupaos' en Flp_2:12...
dicho de 'vuestra salvación'" (Vine). Santiago (2:24) dice clara y
enfáticamente que "el hombre es justificado por las obras, y no solamente
por la fe". Pablo dice (Gál_5:4) que lo que
"vale" es "la fe que obra por el amor", y en esta carta a
los filipenses (3:1-13) enseña que debemos
proseguir hacia la meta. La carta a los Hebreos (2:3;
3:12; 4:1) habla claramente del peligro de descuidar la salvación. Dice 2Pe_1:5-7, "vosotros también, poniendo diligencia
por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia,
piedad; a la piedad afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor" para
ser participantes de la naturaleza divina.
Dice Pablo, " vuestra
" salvación -- vuestra propia salvación -- porque era de ellos y ellos
mismos tenían que obrarla, efectuarla, llevarla a cabo. El hombre no puede proveer
la salvación -- no puede proveer un salvador -- pero puede y debe hacer su
parte para aceptarla y de esa manera hacerla una realidad. Pablo no dice
"la salvación de Dios", sino "vuestra salvación". Dice
Pablo, " He peleado", " he acabado" y " he
guardado". Dios hace posible la salvación, pero el hombre tiene que
pelear, acabar y guardar. Yo "prosigo a la meta".
"Hijitos, guardaos de los ídolos", (1Jn_5:21)
porque ni Dios ni otros lo harán por vosotros, sino que tenéis que hacerlo
vosotros mismos.
¿Por qué, pues, dice Pablo que no somos
salvos por obras en varios textos (Gál_2:16; Efe_2:9; 2Ti_1:9;
Tit_3:5)? ¿No hay contradicción entre estos textos? De ninguna manera.
Somos salvos por gracia (Efe_2:8), porque el
hombre no puede salvarse o redimirse solo; Dios tuvo que proveer
la salvación. La gracia de Dios se refiere a la cruz de Cristo, a la sangre que
El derramó para pagar el precio de rescate por nuestros pecados, pero la
salvación no se obtiene por la gracia sola, porque la salvación no es
incondicional. Dios provee la salvación, pero no todos serán salvos,
porque no todos la aceptarán. ¿Cómo se acepta? Por la obediencia.
Ahora bien, en cuanto a las
"obras" que no nos salvan, Pablo no se refiere a las obras
requeridas por Cristo y los apóstoles en el Nuevo Testamento. No somos salvos
por las obras de la ley de Moisés (Gál_2:16), ni
por las buenas obras que hubiéramos hecho estando aun fuera de Cristo (Efe_2:9; 2Ti_1:9; Tit_3:4-5), ni por las "buenas
obras" inventadas y autorizadas por los hermanos liberales pero no por
Cristo. Los que esperan salvarse haciendo tales buenas obras serán tristemente
decepcionados en el día final. Pero Stg_2:24; Gál_5:4; Hch_10:35,
y otros textos (como Flp_2:12) se refieren a
ocuparnos, trabajando y haciendo las obras enseñadas por Cristo, los
apóstoles y otros escritores del Nuevo Testamento. Estos textos dicen
la misma cosa que Mat_7:21; Mat_12:50; Luc_6:46.
--
" temor y temblor ", 1Co_2:3; 2Co_7:15; Efe_6:5. Los que se ocupan en la
salvación con temor y temblor son aquellos que tienen conciencia profunda de la
presencia de Dios (Gén_39:9).
Hay
una conexión estrecha entre la obediencia y el "temor y temblor".
Si la obediencia no es necesaria para la salvación (eterna), ¿por qué manda
Pablo que nos ocupemos con temor y temblor? ¿Cuántos miembros de la iglesia
están sirviendo a Dios con temor y temblor? "Así que, recibiendo nosotros
un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios
agrandándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego
consumidor" (Heb_12:28-29). Este
texto no significa que debemos servirle como esclavos temerosos de un amo
cruel, sino como hijos obedientes que tienen respeto y reverencia hacia
Dios y, a consecuencia de esto, viven con precaución seria, porque
el trabajo es difícil y "la carne es débil" (Mat_26:41).
Es como si Pablo dijera: «¡No os paréis a
mitad de camino! Seguid adelante hasta que la obra de vuestra salvación se
realice plenamente en vosotros.» Ningún cristiano debería conformarse con nada
menos que los beneficios totales del Evangelio.
" Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el
hacer, por su buena voluntad.» La palabra que usa Pablo para obrar y hacer es la misma, el verbo energuein. Hay aquí dos cosas
significativas; siempre se usa de la
acción de Dios, y de una acción
efectiva. La obra de Dios no se puede frustrar, ni quedarse a medias;
tiene que ser efectiva y completa.
Este pasaje presenta perfectamente la obra de la
salvación.
(i) La salvación es cosa de Dios:
(a) Es Dios Quien obra en nosotros el
deseo de ser salvos. Es verdad que " nuestros corazones están inquietos
hasta que encuentran el reposo en Él," y también lo es que «no habríamos
podido ni siquiera empezar a buscarle si no fuera porque Él ya nos ha
encontrado.» (Agustín).
El deseo de la salvación de Dios no lo
alumbra ninguna emoción humana, sino Dios mismo. El principio del proceso de
nuestra salvación lo despierta Dios.
(b) La
continuación de ese proceso depende de Dios. Sin Su ayuda no podemos progresar
en la bondad, ni conquistar ningún pecado, ni lograr ninguna virtud.
(c) El final del proceso de nuestra
salvación está en Dios, porque es la amistad con Dios, cuando somos Suyos y Él
es nuestro. La obra de nuestra salvación empieza, prosigue y termina en Dios.
(ii) Esto tiene otra cara. La salvación
es cosa del ser humano. «Ocupaos de vuestra propia salvación,» pide Pablo. Sin
la cooperación de la persona, hasta Dios es incapaz. Es un hecho que uno tiene
que recibir un beneficio o un regalo. Uno puede estar enfermo, y el médico
receta las medicinas que le pueden sanar; pero si no se las aplica y rechaza
testarudamente toda ayuda, no tiene remedio. Así sucede con la salvación. Dios
nos la ofrece; si no, no la conseguiríamos de ninguna manera. Pero nadie puede
recibir la salvación a menos que responda al ofrecimiento de Dios y tome lo que
Dios le da.
No puede haber salvación aparte de Dios;
pero lo que Dios ofrece, el ser humano lo tiene que recibir. No es nunca Dios
el que retiene la salvación, sino la persona la que se priva de ella.
Cuando examinamos la línea de
pensamiento de este pasaje vemos que Pablo establece lo que podemos llamar
cinco señales de la salvación.
(i) Está
la señal de la acción efectiva.
El cristiano debe dar evidencia
constante en su vida diaria de que está ocupándose realmente de su propia
salvación; día a día debe ir cumpliéndose más plenamente. La gran tragedia de
muchos de nosotros es que no adelantamos nada nunca. Seguimos siendo víctimas
de los mismos hábitos y esclavos de las mismas tentaciones y culpables de los
mismos fracasos. Pero la verdadera vida cristiana debe ser un progreso
continuo, porque es un viaje hacia Dios.
(ii) Está la señal del temor y
temblor.
No se trata del terror y del temblor del
esclavo que tiene le tiene un miedo cerval a su amo, ni tampoco del miedo y el
temblor ante la perspectiva del castigo. Procede de dos cosas. En primer lugar,
de un sentimiento de nuestra propia criaturidad y de nuestra propia impotencia
para enfrentarnos triunfalmente con la vida. Es decir: no es el temor y temblor
que nos hace escondernos de Dios, sino más bien el temor y temblor que nos
impulsa a arrojarnos en Sus brazos, con la seguridad de que sin Su ayuda no
podemos enfrentarnos efectivamente con la vida. Procede, en segundo lugar, del
horror de ofender a Dios. Cuando amamos de veras a una persona, no tememos el
mal que nos pueda hacer, sino el que le podamos hacer nosotros. El gran temor
del cristiano es el crucificar a Cristo otra vez.
(iii) Está la señal de la serenidad
y la certeza.
El cristiano lo hace todo sin murmuraciones ni discusiones. La
palabra que usa Pablo para murmuraciones
es poco corriente, gonguysmós. En
el griego de las Sagradas Escrituras tiene una conexión especial. Es la palabra
que se usa para las murmuraciones rebeldes de los israelitas durante su
peregrinación por el desierto. El pueblo murmuró contra Moisés (Exo_15:24 ; Exo_16:2 ; Num_16:41). Gonguysmós es una palabra
onomatopéyica: describe el murmullo en voz baja, amenazador, descontento, de
una multitud que desconfía de sus dirigentes y que está al borde de la
rebelión. La palabra que usa Pablo para discusiones
es- dialoguismós, que
describe las disputas inútiles, y a veces malintencionadas. La vida cristiana
tiene la serenidad y la certeza de la perfecta confianza.
(iv) Está la señal de la pureza.
Los cristianos, como dice la versión Reina-Valera,
han de ser irreprochables, sencillos y
sin mancha. Cada una de estas palabras hace una contribución a la idea
de la pureza cristiana.
(a) La
palabra traducida por irreprochables es
amemptós, y expresa lo que es el cristiano para el mundo. Su vida
es de tal pureza que no hay nadie que pueda encontrar en ella nada que
reprochar. A menudo se dice en los tribunales de justicia que los
procedimientos no sólo deben ser justos,
sino también parecerlo, es
decir, que se vea que lo son. El cristiano no solo debe ser puro, sino que la
pureza de su vida debe estar a la vista de todo el que quiera ver.
(b) La
palabra traducida por sencillo es
akéraios, que expresa lo que el cristiano es en sí mismo. Akéraios
quiere decir literalmente sin
mezcla, no adulterado. Se usa, por ejemplo, del vino o la leche a los
que no se les ha añadido agua, o del metal que no tiene aleaciones. Cuando se
usa de las personas implica que no tienen motivos bastardos. La pureza cristiana
debe desembocar en una sinceridad total de pensamiento y carácter.
(c) La palabra traducida por sin mancha es ámómos, que describe lo
que es el cristiano a los ojos de Dios. Esta palabra se usa
especialmente en relación con los sacrificios que son aptos para ofrecerse en
el altar de Dios. La vida cristiana debe ser tal que se pueda ofrecer como
sacrificio sin mancha a Dios.
La pureza cristiana es irreprochable a
los ojos del mundo, sincera para consigo y apta para soportar el escrutinio de
Dios.
(v) Está
la señal del esfuerzo misionero.
El cristiano ofrece a
todos la palabra de vida, es decir, la palabra que da la vida. Este esfuerzo
misionero tiene dos aspectos:
(a) Es
la proclamación del ofrecimiento del Evangelio con palabras claras e
inconfundibles.
(b) Es
el testimonio de una vida que es absolutamente recta en un mundo retorcido y
pervertido. Es el ofrecimiento de la luz en un mundo tenebroso. Los cristianos
han de ser luces en el mundo. La
palabra que se usa para luces
(fóstéres) es la misma que se usa en la historia de la Creación del Sol
y de la Luna, que Dios colocó en el firmamento de los cielos para que
iluminaran la Tierra (Gen_1:14-18). El cristiano ofrece y muestra rectitud en
un mundo retorcido y luz en un mundo tenebroso.
¡Maranata!
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