} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: OCUPADOS EN NUESTRA SALVACIÓN

sábado, 5 de mayo de 2018

OCUPADOS EN NUESTRA SALVACIÓN


  
Filipenses 2; 12-13

Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor;
porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.

Los filipenses amaban y respetaban a Pablo. Estando él con ellos les era más fácil ser obedientes. La presencia de Pablo les daba mucha fuerza y aliento. Tal vez había peligro de que ellos dependieran demasiado de la presencia de Pablo, pero ahora él no solamente no podía estar físicamente con ellos en Filipos como él quisiera, sino que tampoco podía estar seguro de la vida misma. Vivía cada día con el pensamiento de que pudiera "partir" (ser ejecutado) en cualquier momento. El emperador Nerón era un hombre muy caprichoso, y sin aviso podía terminar para siempre el ministerio personal de Pablo aquí en la tierra. Era indispensable, pues, que la fe de los filipenses estuviera firmemente puesta en Cristo, y no en Pablo.
         En la actualidad muchos hermanos (hasta congregaciones enteras) dependen demasiado de sus "predicadores locales" ("predicadores de planta"), y al salir estos (sea para evangelizar en otra parte, o que dejen de predicar) muchos miembros no siguen tan activos como antes. El número de los que asisten a las reuniones disminuye, como también la ofrenda. Algunas actividades de la congregación se suspenden hasta que el predicador regrese, o hasta que se consiga el servicio de otro "predicador de planta".
         Hay muchas congregaciones que parecen ser "fuertes" (tienen muy buena asistencia, buena ofrenda y mucho aliento), pero ¿qué tan fuertes serían sin "predicador de planta"? La verdadera fuerza de una iglesia es la fuerza que tiene sin predicador. Los predicadores son evangelistas; no son "pastores" para visitar cada semana a los miembros, llevándolos en sus brazos, para que no dejen de asistir. Los predicadores tienen que evangelizar donde el Señor abra puertas. Deben llevar el evangelio a campos nuevos, establecer nuevas congregaciones y ayudar a confirmarlas, y preparar más obreros.
         Los predicadores que sólo quieren ser "ministros locales" son más bien "pastores"; aunque no quieran usar el nombre, es lo que son en la práctica. Estos tienen a la congregación donde predican bien dependientes de ellos. Tales iglesias nunca maduran, y sin su "predicador local" mueren. La congregación que no quiere que "su predicador" salga para evangelizar en otros campos indica que es débil y dependiente, y que solamente tiene fuerza cuando esté el predicador. En su ausencia se debilita aun más, pierde miembros, baja la ofrenda y todo queda en decaimiento. Tal decrecimiento indica falta de madurez, falta de desarrollo, entre los miembros de la iglesia. Los miembros de la iglesia deben ser fieles, fuertes, activos y responsables si les ayuda algún predicador o si están solos. Si son fieles y activos solamente cuando hay predicador entre ellos, entonces están complaciendo (¿sirviendo?) al predicador y no a Cristo. Cristo siempre está entre ellos si son fieles. Los cristianos deben aprender a poner toda su confianza en Dios, y no en los hombres. Aun los predicadores más "grandes", de más renombre, pueden caer. ¿Qué pasa entonces con la fe de los que confían en ellos?
         Este punto es importante. Pable se refiere a ello primero en 1:27, "Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio". Todo evangelista debe hacer todo lo posible por enseñar y confirmar a cada miembro de la iglesia para que éste siempre esté firme en Cristo aunque se vea obligado a estar solo durante toda la vida. En verdad estará firme si su fe está en Cristo, y no en algún predicador u otra persona.
Pablo exhorta a los Filipenses mucho más que a vivir en unidad en una situación dada; los exhorta a vivir una vida que conduzca a la salvación de Dios en el tiempo y en la eternidad.
En ningún otro lugar del Nuevo Testamento se presenta la obra de la salvación de una manera tan sucinta como aquí. Como la antigua versión Reina-Valera ponía los versículos 12 y 13: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» Como siempre, Pablo escoge también aquí sus palabras cuidadosamente.

- " ocupaos en vuestra salvación ". "Ocupar, KATERGAZOMAI, una forma enfática de ERGAZOMAI, trabajar, producir, llevar a cabo, con KATA, abajo, utilizado intensivamente, se traduce 'ocupaos' en Flp_2:12... dicho de 'vuestra salvación'" (Vine). Santiago (2:24) dice clara y enfáticamente que "el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe". Pablo dice (Gál_5:4) que lo que "vale" es "la fe que obra por el amor", y en esta carta a los filipenses (3:1-13) enseña que debemos proseguir hacia la meta. La carta a los Hebreos (2:3; 3:12; 4:1) habla claramente del peligro de descuidar la salvación. Dice 2Pe_1:5-7, "vosotros también, poniendo diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor" para ser participantes de la naturaleza divina.
         Dice Pablo, " vuestra " salvación -- vuestra propia salvación -- porque era de ellos y ellos mismos tenían que obrarla, efectuarla, llevarla a cabo. El hombre no puede proveer la salvación -- no puede proveer un salvador -- pero puede y debe hacer su parte para aceptarla y de esa manera hacerla una realidad. Pablo no dice "la salvación de Dios", sino "vuestra salvación". Dice Pablo, " He peleado", " he acabado" y " he guardado". Dios hace posible la salvación, pero el hombre tiene que pelear, acabar y guardar. Yo "prosigo a la meta". "Hijitos, guardaos de los ídolos", (1Jn_5:21) porque ni Dios ni otros lo harán por vosotros, sino que tenéis que hacerlo vosotros mismos.
         ¿Por qué, pues, dice Pablo que no somos salvos por obras en varios textos (Gál_2:16; Efe_2:9; 2Ti_1:9; Tit_3:5)? ¿No hay contradicción entre estos textos? De ninguna manera. Somos salvos por gracia (Efe_2:8), porque el hombre no puede salvarse o redimirse solo; Dios tuvo que proveer la salvación. La gracia de Dios se refiere a la cruz de Cristo, a la sangre que El derramó para pagar el precio de rescate por nuestros pecados, pero la salvación no se obtiene por la gracia sola, porque la salvación no es incondicional. Dios provee la salvación, pero no todos serán salvos, porque no todos la aceptarán. ¿Cómo se acepta? Por la obediencia.
         Ahora bien, en cuanto a las "obras" que no nos salvan, Pablo no se refiere a las obras requeridas por Cristo y los apóstoles en el Nuevo Testamento. No somos salvos por las obras de la ley de Moisés (Gál_2:16), ni por las buenas obras que hubiéramos hecho estando aun fuera de Cristo (Efe_2:9; 2Ti_1:9; Tit_3:4-5), ni por las "buenas obras" inventadas y autorizadas por los hermanos liberales pero no por Cristo. Los que esperan salvarse haciendo tales buenas obras serán tristemente decepcionados en el día final. Pero Stg_2:24; Gál_5:4; Hch_10:35, y otros textos (como Flp_2:12) se refieren a ocuparnos, trabajando y haciendo las obras enseñadas por Cristo, los apóstoles y otros escritores del Nuevo Testamento. Estos textos dicen la misma cosa que Mat_7:21; Mat_12:50; Luc_6:46.

-- " temor y temblor ", 1Co_2:3; 2Co_7:15; Efe_6:5. Los que se ocupan en la salvación con temor y temblor son aquellos que tienen conciencia profunda de la presencia de Dios (Gén_39:9).
         Hay una conexión estrecha entre la obediencia y el "temor y temblor". Si la obediencia no es necesaria para la salvación (eterna), ¿por qué manda Pablo que nos ocupemos con temor y temblor? ¿Cuántos miembros de la iglesia están sirviendo a Dios con temor y temblor? "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agrandándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor" (Heb_12:28-29). Este texto no significa que debemos servirle como esclavos temerosos de un amo cruel, sino como hijos obedientes que tienen respeto y reverencia hacia Dios y, a consecuencia de esto, viven con precaución seria, porque el trabajo es difícil y "la carne es débil" (Mat_26:41).
Es como si Pablo dijera: «¡No os paréis a mitad de camino! Seguid adelante hasta que la obra de vuestra salvación se realice plenamente en vosotros.» Ningún cristiano debería conformarse con nada menos que los beneficios totales del Evangelio.
" Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» La palabra que usa Pablo para obrar y hacer es la misma, el verbo energuein. Hay aquí dos cosas significativas; siempre se usa de la acción de Dios, y de una acción efectiva. La obra de Dios no se puede frustrar, ni quedarse a medias; tiene que ser efectiva y completa.
Este pasaje presenta perfectamente la obra de la salvación.
(i) La salvación es cosa de Dios:
 (a) Es Dios Quien obra en nosotros el deseo de ser salvos. Es verdad que " nuestros corazones están inquietos hasta que encuentran el reposo en Él," y también lo es que «no habríamos podido ni siquiera empezar a buscarle si no fuera porque Él ya nos ha encontrado.» (Agustín).
El deseo de la salvación de Dios no lo alumbra ninguna emoción humana, sino Dios mismo. El principio del proceso de nuestra salvación lo despierta Dios.
(b) La continuación de ese proceso depende de Dios. Sin Su ayuda no podemos progresar en la bondad, ni conquistar ningún pecado, ni lograr ninguna virtud.
(c) El final del proceso de nuestra salvación está en Dios, porque es la amistad con Dios, cuando somos Suyos y Él es nuestro. La obra de nuestra salvación empieza, prosigue y termina en Dios.
(ii) Esto tiene otra cara. La salvación es cosa del ser humano. «Ocupaos de vuestra propia salvación,» pide Pablo. Sin la cooperación de la persona, hasta Dios es incapaz. Es un hecho que uno tiene que recibir un beneficio o un regalo. Uno puede estar enfermo, y el médico receta las medicinas que le pueden sanar; pero si no se las aplica y rechaza testarudamente toda ayuda, no tiene remedio. Así sucede con la salvación. Dios nos la ofrece; si no, no la conseguiríamos de ninguna manera. Pero nadie puede recibir la salvación a menos que responda al ofrecimiento de Dios y tome lo que Dios le da.

No puede haber salvación aparte de Dios; pero lo que Dios ofrece, el ser humano lo tiene que recibir. No es nunca Dios el que retiene la salvación, sino la persona la que se priva de ella.
Cuando examinamos la línea de pensamiento de este pasaje vemos que Pablo establece lo que podemos llamar cinco señales de la salvación.
(i) Está la señal de la acción efectiva.
El cristiano debe dar evidencia constante en su vida diaria de que está ocupándose realmente de su propia salvación; día a día debe ir cumpliéndose más plenamente. La gran tragedia de muchos de nosotros es que no adelantamos nada nunca. Seguimos siendo víctimas de los mismos hábitos y esclavos de las mismas tentaciones y culpables de los mismos fracasos. Pero la verdadera vida cristiana debe ser un progreso continuo, porque es un viaje hacia Dios.
(ii) Está la señal del temor y temblor.
No se trata del terror y del temblor del esclavo que tiene le tiene un miedo cerval a su amo, ni tampoco del miedo y el temblor ante la perspectiva del castigo. Procede de dos cosas. En primer lugar, de un sentimiento de nuestra propia criaturidad y de nuestra propia impotencia para enfrentarnos triunfalmente con la vida. Es decir: no es el temor y temblor que nos hace escondernos de Dios, sino más bien el temor y temblor que nos impulsa a arrojarnos en Sus brazos, con la seguridad de que sin Su ayuda no podemos enfrentarnos efectivamente con la vida. Procede, en segundo lugar, del horror de ofender a Dios. Cuando amamos de veras a una persona, no tememos el mal que nos pueda hacer, sino el que le podamos hacer nosotros. El gran temor del cristiano es el crucificar a Cristo otra vez.
(iii) Está la señal de la serenidad y la certeza.
El cristiano lo hace todo sin murmuraciones ni discusiones. La palabra que usa Pablo para murmuraciones es poco corriente, gonguysmós. En el griego de las Sagradas Escrituras tiene una conexión especial. Es la palabra que se usa para las murmuraciones rebeldes de los israelitas durante su peregrinación por el desierto. El pueblo murmuró contra Moisés (Exo_15:24 ; Exo_16:2 ; Num_16:41). Gonguysmós es una palabra onomatopéyica: describe el murmullo en voz baja, amenazador, descontento, de una multitud que desconfía de sus dirigentes y que está al borde de la rebelión. La palabra que usa Pablo para discusiones es- dialoguismós, que describe las disputas inútiles, y a veces malintencionadas. La vida cristiana tiene la serenidad y la certeza de la perfecta confianza.
(iv) Está la señal de la pureza.
Los cristianos, como dice la versión Reina-Valera, han de ser irreprochables, sencillos y sin mancha. Cada una de estas palabras hace una contribución a la idea de la pureza cristiana.
(a) La palabra traducida por irreprochables es amemptós, y expresa lo que es el cristiano para el mundo. Su vida es de tal pureza que no hay nadie que pueda encontrar en ella nada que reprochar. A menudo se dice en los tribunales de justicia que los procedimientos no sólo deben ser justos, sino también parecerlo, es decir, que se vea que lo son. El cristiano no solo debe ser puro, sino que la pureza de su vida debe estar a la vista de todo el que quiera ver.
(b) La palabra traducida por sencillo es akéraios, que expresa lo que el cristiano es en sí mismo. Akéraios quiere decir literalmente sin mezcla, no adulterado. Se usa, por ejemplo, del vino o la leche a los que no se les ha añadido agua, o del metal que no tiene aleaciones. Cuando se usa de las personas implica que no tienen motivos bastardos. La pureza cristiana debe desembocar en una sinceridad total de pensamiento y carácter.
(c) La palabra traducida por sin mancha es ámómos, que describe lo que es el cristiano a los ojos de Dios. Esta palabra se usa especialmente en relación con los sacrificios que son aptos para ofrecerse en el altar de Dios. La vida cristiana debe ser tal que se pueda ofrecer como sacrificio sin mancha a Dios.
La pureza cristiana es irreprochable a los ojos del mundo, sincera para consigo y apta para soportar el escrutinio de Dios.
(v) Está la señal del esfuerzo misionero.
 El cristiano ofrece a todos la palabra de vida, es decir, la palabra que da la vida. Este esfuerzo misionero tiene dos aspectos:
(a) Es la proclamación del ofrecimiento del Evangelio con palabras claras e inconfundibles.
(b) Es el testimonio de una vida que es absolutamente recta en un mundo retorcido y pervertido. Es el ofrecimiento de la luz en un mundo tenebroso. Los cristianos han de ser luces en el mundo. La palabra que se usa para luces (fóstéres) es la misma que se usa en la historia de la Creación del Sol y de la Luna, que Dios colocó en el firmamento de los cielos para que iluminaran la Tierra (Gen_1:14-18). El cristiano ofrece y muestra rectitud en un mundo retorcido y luz en un mundo tenebroso.
¡Maranata!

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