Salmo
94; 9
El
que hizo el oído, ¿no oye? El que dio forma al ojo, ¿no ve?
Muchos niegan la
providencia de Dios porque su juicio no se nota inmediatamente. Aquí el
salmista puede estar hablando a los impíos del párrafo anterior; sin embargo,
incluye también a los indecisos del pueblo que están confundidos porque los
arrogantes y corruptos no son juzgados. Así les reta por no pensar sana y
claramente. El salmista nos enseña que hemos de dar razones a los escépticos
para ayudarles a ver correctamente las implicaciones de la fe en un Dios
soberano: El que puso el oído, ¿no
oirá? Sería torpe creer que el que creó los sentidos de comunicación no
podrá comunicarse con el hombre.
Igualmente, si
Dios en su señorío disciplina a las naciones, aun las naciones fuera de lsrael,
cuánto más podrá rectificar las cosas en Israel. Además, dice el salmista, Dios
nos dio mentes y él nos enseña. He aquí la importancia de aprender de él a
través de su Palabra y recordar las lecciones que ya nos ha enseñado.
Salmo
94; 11
El SEÑOR conoce los pensamientos del hombre, sabe que son
sólo un soplo.
Podemos apelar con
osadía a Dios, porque es el Juez todopoderoso por el cual todo hombre es
juzgado. Anímense con esto, los que sufren mal, a soportarlo en silencio,
encomendándose a Aquel que juzga rectamente.
Estas oraciones
son profecías que comunican terror a los hijos de la violencia. Llegará el día
de tomar en cuenta todas las cosas duras que los pecadores impíos han dicho
contra Dios, contra su verdad, contra sus caminos y contra su pueblo. Si no
fuéramos testigos, no podríamos creer que millones de criaturas racionales
viven, se mueven, hablan, oyen, entienden y hacen lo que se proponen, pero
actúan como si creyeran que Dios no castigará el uso abusivo de sus dones.
Como todo
conocimiento es de Dios, sin duda Él conoce todos los pensamientos de los hijos
de los hombres, y sabe que las imaginaciones de los pensamientos del corazón de
ellos es solamente el mal y eso, continuamente. Aun en los buenos pensamientos
hay falta de fijeza, lo cual puede llamarse vanidad. Corresponde que vigilemos
en forma estricta nuestros pensamientos, porque Dios se fija en ellos
particularmente. Los pensamientos son palabras para Dios.
Salmo
66; 19-20
Pero
ciertamente Dios me ha oído; El
atendió a la voz de mi oración.
Bendito
sea Dios, que no ha desechado mi oración, ni apartado de mí su misericordia.
Quienes tememos a a Dios debemos declarar lo
que hizo por nuestra alma, y cómo ha oído y respondido nuestras oraciones, y
hemos de invitar a otros a unirse a
nosotros en oración y alabanza; esto resultará en nuestro mutuo consuelo y para
la gloria de Dios. No podemos compartir estos privilegios espirituales si
retenemos en nuestro corazón el amor al pecado, aunque nos refrenemos en su
práctica franca. El pecado guardado en el corazón echará a perder el consuelo y
el éxito de la oración, porque el sacrificio del impío es abominación para
Jehová. Pero si el sentimiento de pecado en el corazón causa deseo de librarse
de él; si es la presencia de uno que exige algo que sabemos no debemos ni
podemos hacer, esto es un argumento sincero. Cuando oramos con sencillez y
sincera piedad, nuestras oraciones serán contestadas. Esto producirá gratitud
hacia aquel que no desechó nuestra oración ni su misericordia de nosotros. No
fue mi oración lo que consiguió liberación, sino su misericordia que la envió.
Este es el fundamento de nuestra esperanza, la fuente de nuestro consuelo, y
debe ser el tema de nuestra alabanza.
¡Maranata!¡Ven pronto
mi Señor Jesús!
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