Mateo 6; 33-34
Pero
buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo.
Bástele a cada día sus propios problemas.
Pongamos primero
lo que debe ser primero. Debemos estar conscientes de nuestras prioridades y
nunca dar la atención primaria a las cosas segundarias. Debemos preocuparnos
por las cosas del reino (1Co_12:26-27; 2Co_11:28;
Flp_2:20, etc.). Debemos seguir el ejemplo de los macedonios (2Co_8:5), "a sí mismos se dieron primeramente al
Señor".
El día de ayer
es como un "cheque cancelado"; mañana no existe. Solamente tenemos
hoy, este momento; por eso, no conviene tratar de cruzar el puente antes de
llegar al puente. Mar_16:3-4, las mujeres
querían ungir el cuerpo de Jesús, pero estaban preocupadas: "¿Quién nos
removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron
removida la piedra, que era muy grande". Así sucede muchas veces en la
vida, lo que nos preocupa ni siquiera será problema (excepto en la imaginación
nuestra). Muchos viven afanosos por causa de dificultades que nunca ocurren. Esto es afanarse por el día de mañana,
cosa que Jesús prohibe.
Recordemos el ejemplo de María y Marta. Marta estaba
"afanada y turbada" con muchas cosas, mientras que María estaba a los
pies de Jesús escuchando su palabra. Dice Jesús, "María ha escogido la
buena parte, la cual no le será quitada" (Luc_10:38-42).
El pasado ha pasado. No es que uno pueda
o deba disociarse de su pasado; pero debe usarlo como un acicate y una guía
para actuar mejor en el futuro, y no como algo que sigue rumiando hasta sumirse
en el estrés.
El preocuparse tampoco puede afectar al
futuro. El preocuparse por el futuro es trabajo perdido, y el futuro de la
realidad rara vez es tan malo como nos lo presentan nuestros miedos.
Pero la preocupación es todavía peor que
inútil; a menudo es activamente perjudicial. Las dos enfermedades típicas de la
vida moderna son la úlcera de estómago y la trombosis coronaria, y en muchos
casos ambas son el resultado del estrés. Es un hecho en medicina que el que más
ríe es el que tiene una vida más larga. La preocupación que desgasta la mente
desgasta también todo el cuerpo. La preocupación afecta el juicio de una
persona, reduce sus poderes de decisión y le hace cada vez más incapaz de
enfrentarse con la vida. Que cada uno se porte lo mejor posible en cada
situación -no se le puede pedir más-, y que Le deje el resto a Dios.
No son las circunstancias externas las
que causan la preocupación. En la misma circunstancia, una persona puede estar
perfectamente serena, y otra se muere de ansiedad. Tanto la preocupación como
la serenidad vienen, no de las circunstancias, sino del corazón.
Ya lo dijo Isaías hace mucho tiempo:
"Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera,
porque en Ti ha confiado» (Isa_26:3). Como decía alguien del Norte: «Yo
soy siempre feliz; y mi secreto es navegar siempre los mares, y mantener mi
corazón en el puerto.»
La promesa del
Rey (y todas estas cosas os serán
añadidas) es el antídoto para eliminar y evitar la ansiedad. Nuestra
parte: someternos incondicionalmente al reinado de Cristo y buscar su voluntad.
La parte de Dios: proveer todo lo que sea esencial para que nosotros cumplamos
su voluntad. El siervo puede gozarse de provisiones abundantes, o soportar
provisiones mínimas, pero serán en todo momento suficientes ( Filp_4:10-13). No promete proveer “todas las cosas”,
ni “todo lo que deseamos”, sino “todas estas cosas”. “Estas cosas” se refiere
concretamente a las cosas recién mencionadas: comida y ropa. También es
necesario observar oportunamente que debemos equilibrar esta promesa con la
enseñanza de que el sacrificio, privación y aun la cruz también pertenecen al
discipulado (Filp_10:34-39).
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario