Lucas 15; 20-22
Y levantándose, fue a su padre. Y
cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre
su Y el hijo le dijo: "Padre, he pecado
contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Pronto; traed la mejor ropa y
vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies;
Parémonos aquí para contemplar la verdad de esta
parábola:
No es justo que se la conozca como "la parábola del Hijo Pródigo»,
porque el hijo no es el héroe de la historia. Debería llamarse «del Padre
Amante», porque nos habla más del amor del Padre que del pecado del hijo.
Nos dice un montón del perdón de Dios. El
padre tiene que haber estado esperando y observando el camino, porque vio al
hijo cuando aún estaba a una distancia considerable. Y cuando llegó, le perdonó
sin echarle nada en cara. No dice, “te perdono”, sino que en una escena
sumamente emocionante lo expresó.
Obviamente el hijo pródigo no era el único que había sufrido. La imagen que
Jesús pinta de este padre bien indica que estaba muy afligido y muy ansioso de
ver a su hijo. ¡Cuántas veces había observado ese camino con la esperanza de
que un día pronto su hijo volvería! Obviamente estaba esperando su retorno,
pues en ese mismo momento cuando el hijo se acercaba el padre lo vio de lejos.
La reflexión se traduce en acción. La conversión interior reclama «frutos »,
ruptura con la vida pasada, retorno a Dios. El padre sale al encuentro a su
hijo. El amor y la nostalgia del hijo aguza su vista. Se siente hondamente
conmovido cuando ve su miseria. Corre a su encuentro, cosa nada corriente e
indigna para los antiguos orientales. El padre olvida su dignidad y le prodiga
todas las muestras de su amor paterno. Besándolo en la mejilla lo acoge como
hijo antes de que él haya podido pronunciar sus palabras de arrepentimiento.
Comienza la «frasecita» de confesión, pero no la termina. El padre no aguarda
para perdonar a que se cumplan todos los requisitos de la penitencia. A través
de la imagen de este padre se nos presenta la imagen del Padre celestial, que
nos ama anticipadamente.
¿Fue en vano el regreso del hijo
pródigo? ¿Fue vana su esperanza de ser recibido otra vez en la casa del padre
aunque tal vez como jornalero? ¿Qué le diría su padre? ¿Diría, “¡se lo dije!”?
La primera mirada, aun de lejos, llenó el corazón del padre con compasión. Sal_86:1-17, “15 Mas tú, Señor, Dios misericordioso y
clemente, Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad”. La actitud de
Dios hacia el pecador se expresa en la acción del padre: “corrió”; “se echó
sobre su cuello”; “le besó”. ¿Es esta la actitud nuestra hacia el pecador
arrepentido?
Hay un perdón que se otorga por hacer un
favor; o aún peor: cuando se sigue recordando el pecado con insinuaciones o
alusiones o amenazas. Es maravilloso que
el amor de Dios nos trate así.
El amor de Dios puede vencer la
estupidez humana, las circunstancias que tantas veces influyen para mal, y hasta
la consciente rebeldía del corazón. Porque Dios es amor, no se resigna a perder
lo que ama, sino que busca y espera, y se alegra con gozo inefable y glorioso
cuando recupera lo que se le había perdido.
El hijo no hace excusas para proteger su
orgullo. No habla de su juventud, las pasiones o las atracciones del mundo,
sino que simplemente dice, “he pecado”.
“El hijo muestra un espíritu varonil al
adherir a su propósito de hacer una confesión, a pesar del calor de la
bienvenida del padre; al estar afligido por lo que había hecho, y no por lo que
había perdido; y al no culpar a nadie sino a sí mismo”
Isa_61:1-11, “En gran
manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió
con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me
atavió, y como a novia adornada con sus joyas”. Gál_3:1-29,
“porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos”.
¡Maranata!¡Ven pronto
mi Señor Jesús!
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