} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 21 Mayo: Meditando en la Palabra de Dios en la Biblia

lunes, 21 de mayo de 2018

21 Mayo: Meditando en la Palabra de Dios en la Biblia


  
Romanos 8; 17
y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El .

Pablo toma la adopción para ilustrar la nueva relación del creyente con Dios. En la cultura romana, la persona adoptada perdía todos sus derechos en su familia anterior y ganaba los derechos de un hijo legítimo en su nueva familia. Se convertía en heredero de las posesiones de su nuevo padre. Asimismo, cuando uno acepta a Cristo, gana todos los privilegios y responsabilidades de un hijo en la familia de Dios. Uno de estos privilegios notables es recibir la dirección del Espíritu Santo (Gal_4:5-6). Quizás no sintamos siempre que pertenecemos a Dios, pero el Espíritu Santo es nuestro testigo. Su presencia en nosotros nos recuerda quiénes somos, y nos anima con su amor divino (Gal_5:5).

  Ya no somos esclavos temerosos y viles. Ahora somos hijos del Amo. ¡Qué privilegio! Debido a que somos hijos de Dios, disfrutamos de grandes riquezas como coherederos. Dios ya nos ha dado sus mejores regalos: su Hijo, perdón, vida eterna; y nos anima a pedirle todo lo que necesitemos.

  Identificarse uno con Jesús tiene un precio. Junto con las grandes riquezas que menciona, Pablo habla de los sufrimientos que los cristianos enfrentarán. ¿Qué clase de sufrimientos serán? Para los creyentes del primer siglo hubo consecuencias sociales y económicas, y muchos enfrentaron persecución y muerte. Nosotros también debemos pagar un precio por seguir a Jesús. En muchos lugares del mundo actual, los cristianos enfrentan presiones tan severas como las de los primeros seguidores de Cristo. Aun en países donde el cristianismo se tolera o alienta, los cristianos no deben bajar la guardia. Vivir como Cristo lo hizo (servir a otros, ceder sus derechos, resistir las presiones para conformarse al mundo) siempre exige un precio. Nada que suframos, sin embargo, podrá compararse al gran precio que Jesús pagó por nosotros para salvarnos.

Efesios 3; 8
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, se me concedió esta gracia: anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo,

Pablo se veía como un hombre al que se le había concedido un doble privilegio. Se le había concedido el privilegio de descubrir el secreto de que era la voluntad de Dios el que toda la humanidad estuviera reunida en Su amor. Y se le había concedido el privilegio de darle a conocer este secreto a la Iglesia, y de ser el instrumento para que la gracia de Dios llegara a los gentiles. Pero esa conciencia de privilegio no le hacía a Pablo orgulloso; le hacía intensamente humilde. Él se maravillaba que este gran privilegio se le hubiera concedido a él, que, según él veía las cosas, era menos que el menor de todo el pueblo de Dios.
Si alguna vez se nos concede el privilegio de predicar o de enseñar el mensaje del amor de Dios o de hacer algo por Jesucristo, debemos recordar siempre que la grandeza no depende de nosotros, sino de nuestra tarea y mensaje.  
  Lo trágico es que haya quienes se preocupen más de su propio prestigio que del prestigio de Jesucristo, y que tengan más interés en que se fije la gente en ellos que en que los demás conozcan a Jesucristo.

Colosenses 3; 16
Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones.

Pablo añade una más a las virtudes y las gracias: la que él llama el vínculo perfecto del amor. El amor es el poder que vincula y mantiene unido todo el Cuerpo de Cristo. La tendencia de cualquier cuerpo de personas es a disgregarse más tarde o más temprano. El amor es el único vínculo que puede mantenerlas en una comunión inquebrantable.
Y entonces Pablo usa una alegoría preciosa: «Que la paz de Dios sea la que lo decida todo en vuestros corazones.» Lo que quiere decir literalmente: «Que la paz de Dios sea el árbitro en vuestro corazón.» Usa un verbo que viene del campo de los deportes; es la palabra que se refiere al árbitro que decide las cosas discutibles. Si la paz de Cristo es el árbitro en nuestro corazón, entonces, cuando los sentimientos estén en conflicto y nos sintamos impulsados en dos sentidos opuestos, la decisión de Cristo nos mantendrá en el camino del amor, y la Iglesia se mantendrá como el Cuerpo que está destinada a ser. El camino del recto proceder es nombrar a Jesucristo árbitro entre las emociones conflictivas de nuestro corazón; y si aceptamos Sus decisiones, no erraremos.
Es interesante saber que la Iglesia ha sido desde el principio una Iglesia cantadora. Lo heredó de los judíos, que Filón nos dice que pasaban a menudo toda la noche cantando himnos y Salmos. Una de las primeras descripciones que tenemos de la Iglesia es la de Plinio, el gobernador romano de Bitima, que le mandó un informe de las actividades de los cristianos al emperador Trajano en el que le decía: «Se reúnen al alba para cantarle un himno a Cristo como Dios.» La gratitud de la Iglesia Cristiana siempre se ha elevado a Dios Padre en alabanza y cánticos.
Por último Pablo da el gran principio para la vida de que todo lo que hagamos o digamos ha de ser en el nombre de Jesús. Una de las mejores pruebas de una acción es: ¿Podemos hacerla invocando el nombre de Jesús? ¿Podemos hacerla pidiendo Su ayuda? Y una de las mejores pruebas de una palabra es: ¿Podemos decirla nombrando juntamente a Jesús? ¿Podemos decirla teniendo presente que Él la escucha? Si una persona somete todas sus palabras y acciones a la prueba de la presencia  de Cristo, no errará jamás.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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