Romanos
12; 9-21
El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo
malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto
a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no
perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza;
sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las
necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os
persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con
los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los
humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por
mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto
dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros
mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está:
Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere
hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto,
ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino
vence con el bien el mal.
Pablo ofrece a sus amigos
diez reglas telegráficas para la vida ordinaria y cotidiana. Vamos a
considerarlas una a una.
(i) El amor debe ser
absolutamente sincero. No debe tener nada de hipocresía, ni de apariencia, ni
de segundas intenciones. Hay tal cosa como un amor interesado que da afecto con
un ojo y mira la ganancia con el otro. Hay tal cosa como un amor egoísta cuya
meta es recibir más de lo que se da. El amor cristiano está limpio de egoísmo;
es dar el corazón antes que nada.
(ii) Debemos aborrecer lo
malo y adherirnos a lo bueno. Se ha dicho que nuestra única seguridad frente al
pecado está en que nos repela. Las
palabras que usa Pablo son fuertes. Se ha dicho que ninguna virtud es fuerte si
no es apasionada. Una persona no tiene estabilidad si todo lo que hace es
evitar prudentemente el mal y calcular su adhesión al bien; debe odiar el mal y
amar el bien. De una cosa tenemos que estar seguros: lo que muchos odian no es
el mal, sino sus consecuencias. Nadie es realmente bueno si lo es sólo porque
teme las consecuencias de ser malo. El camino a la verdadera bondad no es temer
las consecuencias de la deshonra, sino amar apasionadamente la honra.
(iii) Debemos ser afectuosos
en nuestro amor a los hermanos. La palabra que usa Pablo es filostorgos, y storgué
es la palabra griega para el amor de la familia. Debemos amarnos porque somos
de la familia. No somos extraños para los demás de la iglesia, ni ellos para
nosotros. Y mucho menos unidades aisladas. Somos hermanos y hermanas porque
tenemos un mismo Padre, Dios.
(iv) Debemos conceder
prioridad a los demás en el honor. Más de la mitad de los problemas que surgen
en las iglesias es por los derechos y los privilegios y los prestigios. A
alguien no se le ha respetado el puesto; se ha olvidado a alguien o no se le
han dado las gracias. La señal del verdadero cristiano ha sido siempre y debe
ser la humildad. No es fácil ceder a
otro el puesto de honor. Hay lo bastante del hombre natural en nosotros como
para querer que se nos ponga por delante; pero el cristiano no tiene derechos;
sólo deberes.
(v) No debemos ser perezosos
en lo que requiere celo. Hay una cierta intensidad en la vida cristiana; no hay
lugar para el letargo. El cristiano no puede echarle pachorra a las cosas,
porque el mundo es siempre un campo de batalla entre el bien y el mal, el
tiempo es corto y la vida es una preparación para la eternidad. El cristiano se
puede consumir, pero no oxidar.
(vi) Debemos mantener el
espíritu al rojo vivo. El único al que el Señor Resucitado no podía aguantar
era el que no era ni caliente ni frío. Ahora la gente mira con sospecha a los
entusiastas; el grito de batalla moderno es: «¡Me importa un rábano!» Pero el
cristiano lo toma desesperadamente en serio; está ardiendo para Cristo.
(vii) La séptima advertencia
de Pablo puede querer decir una de dos cosas. Los manuscritos antiguos oscilan
entre dos lecturas: unos ponen «Servid al Señor», y otros «Servid al tiempo»,
es decir, «No dejéis escapar las oportunidades.» La razón por la que hay estas
variantes es que todos los antiguos amanuenses usaban abreviaturas. Una de las
más corrientes era omitir las vocales -como se hace ahora en taquigrafía- y
colocar una tilde sobre las restantes letras. Ahora bien: la palabra para Señor
es Kyrios, y la de tiempo es kairós; así es que las dos se abreviaban krs. En
una sección tan llena de consejos prácticos es lo más probable que Pablo
estuviera diciéndoles a sus amigos: «Aprovechad las oportunidades que se os
presenten.» La vida nos ofrece toda clase de oportunidades -de aprender algo
nuevo, o de podar algo viejo o infructuoso; de dar una palabra de ánimo, o de
advertencia; de ayudar, o de consolar. Una de las tragedias de la vida consiste
en dejar escapar estas oportunidades que, en la misma forma, no se nos volverán
a presentar. Como dice un refrán: «Hay tres cosas que no vuelven: la flecha que
se tira, la palabra que se dice y la oportunidad que se pierde.»
(viii) Tenemos que
regocijarnos en la esperanza. Cuando Alejandro Magno estaba haciendo los planes
para una de sus campañas en Oriente, estaba repartiendo toda clase de regalos
entre sus amigos. En su generosidad ya había dado casi todas sus posesiones.
" Señor -le dijo uno de sus amigos-, no te va a quedar nada.» «¡ Sí!
-contestó Alejandro-. Me quedarán mis esperanzas.» El cristiano es optimista
por naturaleza. Simplemente porque Dios es Dios, el cristiano siempre está
seguro de que lo mejor está por venir. No le va aquello del poeta de que
«cualquiera tiempo pasado fue mejor.» Como sabe que la Gracia de Dios es
siempre suficiente, y que la potencia de Dios se perfecciona en nuestras
debilidades, el cristiano sabe que ninguna tarea le vendrá grande. "No hay
situaciones desesperadas en la vida; lo que hay son personas que han perdido la
esperanza.» No existe tal cosa como un cristiano desesperado o desesperanzado.
(ix) Tenemos que
enfrentarnos con la tribulación con victoriosa entereza. Alguien le dijo una
vez a un hidalgo sufridor: «El sufrimiento le da color a la vida, ¿verdad?» A
lo que él contestó: "Sí; pero yo elijo los colores.» Cuando se cernía
sobre Beethoven la terrible perspectiva, ya segura, de una sordera total, dijo:
«Cogeré a la vida por el cuello.»
Cuando Nabucodonosor arrojó
a los tres israelitas al «horno de fuego ardiendo», se maravilló de que no
sufrieran ningún daño, y preguntó si no habían arrojado a tres hombres atados.
Cuando le dijeron que sí, él añadió: «Pues yo veo a cuatro, sueltos, andando
por las Vainas tan campantes; y el Cuarto tiene el aspecto de un "hijo de
los dioses"». El cristiano se puede enfrentar con lo que sea, siempre que
sea con Jesús.
(x) Hemos de ser constantes
en la oración. ¿No es verdad que a veces en la vida se nos pasan los días y
hasta las semanas sin hablar con Dios? Cuando un cristiano deja de orar, se
despoja de la armadura del Todopoderoso. No hay que sorpren- derse de que la
vida se desmorone cuando nos empeñamos en vivirla solos.
(xi) Hemos de compartir lo
que tengamos para ayudar a los hermanos necesitados. En un mundo consumista que
no piensa más que en conseguir, el cristiano está dispuesto a dar, porque sabe
que " perdemos lo que retenemos y tenemos lo que damos.»
(xii) El cristiano ha de
estar dispuesto a ofrecer hospitalidad. Una y otra vez insiste el Nuevo
Testamento en este deber de la puerta abierta (Hebreos_13:2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos,
sin saberlo, hospedaron ángeles; 1 Timoteo_3:2 Pero
es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio,
prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; Tito1:8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo,
dueño de sí mismo; 1Pedro 4:9 Hospedaos los unos
a los otros sin murmuraciones. ). El traductor inglés Tyndale usaba una
palabra magnífica cuando ponía aquí que el cristiano debe tener una disposición
de puerto. Un hogar no puede ser nunca feliz si es egoísta. El Cristianismo es
la religión de la mano abierta, el corazón abierto y la puerta abierta.
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