} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VIDA DE ELÍAS XVII

sábado, 10 de diciembre de 2022

LA VIDA DE ELÍAS XVII


"Envía pues ahora y júntame a todo Israel en el monte de Carmelo, y los cuatrocientos y cincuenta profetas de Baal, Y los cuatrocientos profetas de los bosques, que comen de la mesa de Jezabel (1Reyes 18; 19).


        Aquí reside la esencia y enormidad del pecado. Es sacudir el yugo divino, negarse a estar en sujeción a nuestro Hacedor y Rey. Es desconocer intencionadamente al juez, y rebelarse contra su autoridad. La ley del Señor es clara y enfática. El primer estatuto de la misma prohíbe de modo expreso el tener otros dioses aparte del Dios verdadero; y el segundo prohíbe hacer imágenes e inclinarse a ellas en adoración. Éstos eran los terribles crímenes que Acab había cometido, y son también, en esencia, aquellos de los que nuestra generación mala es culpable, y ello es la causa de que el cielo nos mire ahora con ceño tan fruncido. "Sabe pues y ve cuán malo y amargo es tu dejar a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor Jehová de los ejércitos” (Jeremías 2:19). "Y siguiendo a los Baales"; cuando se abandona al verdadero Dios, otros dioses falsos ocupan su lugar; “Baales", así, en plural, por cuanto Acab y su mujer adoraban a varios dioses falsos.    Qué cosa más notable: ver a Elías solo, odiado por Acab, no sólo acusando al rey de sus crímenes, sino también dándole instrucciones, diciéndole lo que había de hacer. No es necesario decir que su conducta en esta ocasión no sentó un precedente ni estableció un ejemplo a seguir para todos los siervos de Dios en circunstancias parecidas. El tisbita estaba revestido de extraordinaria autoridad del Señor, como se desprende de aquella expresión del Nuevo Testamento que dice: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lucas 1:17). Elías, en el ejercicio de esa autoridad, demanddó que todo Israel se juntara en el Carmelo, y que allí se reunieran también todos los profetas de Baal y Astarot que se encontraban esparcidos por el país entero. Lo que todavía es más extraño es el lenguaje perentorio usado por el profeta: dio simplemente las órdenes sin ofrecer explicación ni razón alguna acerca de su propósito real al convocar a todo el pueblo y a todos los profetas. A la luz de lo que sigue, el designio del profeta es claro: lo que iba a hacer, había de hacerse abierta y públicamente ante testigos imparciales. Había llegado la hora de ultimar las cosas: Jehová y Baal, por decirlo así, habían de enfrentarse ante toda la nación. El lugar seleccionado para el encuentro era un monte en la tribu de Aser, lugar bien situado para que se reunieran las gentes procedentes de todos los lugares; nótese que era fuera de la tierra de Samaria. Fue en el Carmelo donde se había construido un altar y en donde se habían ofrecido sacrificios al Señor, empero, el culto a Baal había suplantado incluso este servicio irregular al Dios verdadero, irregular porque la ley prohibía la existencia de altares fuera del templo de Jerusalén. Sólo había un medio de hacer que cesara la terrible sequía y el hambre resultante, y de que la bendición de Jehová retornara sobre la nación: que el pecado que había causado la aflicción fuera juzgado; para ello, Acab había de reunir a todo Israel en el Carmelo.  Como que el designio de Elías era establecer el culto a Jehová sobre una base firme, y restaurar la obediencia del pueblo al Dios de Israel, había de poner las dos religiones a prueba y por un milagro tan magnifico que nadie pudiera poner objeción alguna; y como que la nación entera estaba profundamente interesada en el asunto, habla de tener lugar del modo más público y en un punto elevado, en la cumbre del alto Carmelo, y en presencia de todo Israel. Quería que todos se juntasen en esta ocasión, para que pudieran ser testigos, con sus propios ojos, del poder y la soberanía absolutos de Jehová, a cuyo servicio habían renunciado, y también de la absoluta, vanidad de los sistemas idólatras que lo habían sustituido

  Ello señala siempre la diferencia entre la verdad y el error: la una requiere la luz, sin temor a la investigación; el otro, el autor del cual es el príncipe de las tinieblas, odia la luz, y medra siempre bajo el manto del secreto. No hay nada que indique que el profeta hiciera saber su intención a Acab; más bien parece haber ordenado sumariamente al rey que reuniera al pueblo y a los profetas: todos los que tenían parte en el terrible pecado -gobernantes y gobernados- habían de estar presentes. "Entonces Acab envió a todos los hijos de Israel, y juntó los profetas en el monte de Carmelo”. "Y, ¿por qué accedió Acab tan mansa y rápidamente a la demanda de Elías? La idea general entre los comentaristas es que el rey estaba ya desesperado, y como que los mendigos no pueden escoger, no tuvo otra alternativa que acceder. Después de tres años y medio de hambre, el sufrimiento había de ser tan agudo que, si la lluvia tan penosamente necesitada no podía obtenerse de otro modo que gracias a las oraciones de Elías, así debía hacerse. Por nuestra parte, preferimos considerar la aquiescencia de Acab como una asombrosa demostración de  poder de Dios sobre el corazón de los hombres, incluso sobre el del rey, de tal manera que "Como los repartimientos de las aguas, Así está el corazón del rey en la mano de Jehová; A todo lo que quiere lo inclina”.  (Proverbios 21:1). Esta es una verdad -grande y básica- que es necesario enfatizar con fuerza en este tiempo de escepticismo e infidelidad, cuando se reduce la atención a las causas secundarias y se pierde de vista el principio motor. Tanto en el reino de la creación como en el de la providencia, la atención se centra en la criatura en vez de en el Creador. Cuando los campos y los huertos producen buenas cosechas se alaban la laboriosidad del labrador y la pericia del hortelano; pero, cuando producen poco, se culpa al tiempo o alguna otra causa; nunca se tienen en cuenta la sonrisa ni el ceño fruncido de Dios. Lo mismo sucede, también, en los asuntos políticos. Cuán pocos, qué poquísimos, reconocen la mano de Dios en el presente conflicto entre las naciones. Afirmad que el Señor está interviniendo en juicio por nuestros pecados, e incluso la mayoría de los que profesan ser cristianos se indignarán ante tal declaración. Empero, leed las Escrituras y observad con qué frecuencia se dice que el Señor “incitó” el espíritu de cierto rey a hacer esto, le “movió” a hacer eso, y le “estorbó” de hacer aquello. Debido a que ello se reconoce tan poco y se comprende tan débilmente en nuestros días, citaremos unos cuantos pasajes como prueba. "Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases” (Génesis 20:6). "Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo.” (Éxodo 4: 21). “Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos; por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra.” (Deuteronomio 28: 25). “Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol.” (Jueces 13:25). "Y Jehová suscitó un adversario a Salomón: Hadad edomita, de sangre real, el cual estaba en Edom" (I Reyes 11:14). "por lo cual el Dios de Israel excitó el espíritu de Pul rey de los asirios, y el espíritu de Tiglat-pileser rey de los asirios, el cual transportó a los rubenitas y gaditas y a la media tribu de Manasés, y los llevó a Halah, a Habor, a Hara y al río Gozán, hasta hoy (I Crónicas 5:26). "Entonces Jehová despertó contra Joram la ira de los filisteos y de los árabes que estaban junto a los etíopes;” (II Crónicas 21:16). "En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo:” (Esdras 1:1). “He aquí que yo despierto contra ellos a los medos, que no se ocuparán de la plata, ni codiciarán oro..” (Isaías 13:17). "Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta” (Ezequiel 16:7). “Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que del norte traigo yo contra Tiro a Nabucodonosor rey de Babilonia, rey de reyes, con caballos y carros y jinetes, y tropas y mucho pueblo.” (Ezequiel 26:7).

Entonces Acab envió a todos los hijos de Israel, y juntó los profetas en el monte de Carmelo”. A la luz de las Escrituras mencionadas, ¿qué corazón creyente dudará por un momento de que fue el Señor quien "dio voluntad” a Acab en el día de Su poder; voluntad incluso para obedecer a aquel a quien odiaba más que a ningún otro? Y cuando Dios obra, lo hace por ambos lados; El que inclinó al rey impío a cumplir las instrucciones de Elías, llevó, no sólo al pueblo de Israel, sino también a los profetas de Baal a cumplir con el pregón de Acab, porque ti dirige a sus enemigos, además de sus amigos. El pueblo en general se reunió, -probablemente, con la esperanza de ver descender lluvia a la llamada de Elías, mientras que los falsos profetas seguramente consideraron con desdén el hecho de que fueran requeridos a ir al Carmelo por orden de Elías a través de Acab. La nación habla de ser restaurada (al menos externa y manifiestamente) antes de que el juicio pudiera ser quitado, debido a que la condenación divina les había sido infligida como consecuencia de la apostasía, y como testimonio contra la idolatría. La prolongada sequía no habla producido cambio alguno, y el hambre consiguiente no había llevado el pueblo a Dios. Por lo que podemos deducir de la narración inspirada, el pueblo, con pocas excepciones, estaba tan aferrado a sus ídolos como antes; cualesquiera que fuesen las convicciones y las prácticas del remanente que no habla doblado su rodilla ante Baal, estaban tan temeroso de expresarlo públicamente (por miedo a ser muerto) que Elías no conocía ni siquiera su existencia. No obstante, no podía esperarse ningún favor de Dios hasta que el pueblo volviera a la obediencia. "Debían arrepentirse y volverse de sus ídolos, de otro modo no había nada que pudiera evitar el juicio de Dios. Aunque Noé y Samuel y Job hubieran intercedido, no hubieran inducido al Señor a retirarse del conflicto. Hablan de abandonar los ídolos y tornarse a Jehová.”

Estas palabras fueron escritas hace miles de años; con todo, son tan verdaderas y pertinentes ahora como entonces, por cuanto enuncian un principio permanente. Dios jamás cerrará los ojos al pecado ni disculpará la maldad. Tanto si imparte su juicio a un individuo, una familia, congregación, ciudad o como si lo hace a una nación, aquello que le desagrada ha de rectificarse antes de que su favor pueda ser restablecido. Es inútil orar pidiendo su bendición mientras nos negamos a dejar lo que ha producido su maldición. Es en vano que hablemos de ejercitar fe en las promesas de Dios hasta que hayamos ejercitado arrepentimiento por nuestros pecados. Nuestros ídolos han de ser destruidos antes de que Dios acepte de nuevo nuestra adoración.

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