} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA AMISTAD DE CRISTO

viernes, 2 de diciembre de 2022

LA AMISTAD DE CRISTO

 

 

 

 

Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Juan 15; 13

 

 

            La idea de ser amigo de Dios tiene su trasfondo. Abraham fue el amigo de Dios (Isaías_41:8 Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo) Jesús nos llama para que seamos Sus amigos y los amigos de Dios. Ese es un ofrecimiento tremendo. Quiere decir que ya no tenemos que mirar a Dios anhelantemente desde lejos. No somos como los esclavos, que no tienen el menor derecho a entrar a la presencia de su amo; ni como las multitudes, que sólo consiguen vislumbrar al rey cuando pasa en alguna ocasión especial. Jesús nos ha introducido en esta intimidad con Dios, Que ya no es para nosotros un extraño inasequible, sino nuestro Amigo íntimo.

 Nuestra relación con Cristo es de amor. Hablando de esto anteriormente, Él nos mostró lo que era Su amor en su gloria celestial; el mismo amor con que el Padre lo había amado. Aquí lo tenemos en su manifestación terrenal, dando Su vida por nosotros.  Parafraseando: Ningún hombre puede llevar su amor por su amigo más allá de esto: porque, cuando da su vida, da todo lo que tiene. Esta prueba de mi amor por ti te la daré dentro de unas horas; y la doctrina que les recomiendo yo solo la voy a ejemplificar. La amistad de David y Jonatán es bien conocida: este último entregó alegremente su corona a su amigo, aunque él mismo era digno de usarla en todos los sentidos. Pero cuando todos estos ejemplos de amistad y afecto raros sean vistos, leídos y admirados, que el lector afectado vuelva sus ojos atónitos a Jesús, derramando su sangre, no por sus amigos, sino por sus Enemigos; y, en las agonías de la muerte, haciendo súplica por sus asesinos, con, ¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen! - y luego exclamando, ¡¡Consumado es!!

  Cristo ciertamente anhela que sepamos que la raíz secreta y la fuerza de todo lo que Él es y hace por nosotros como la Vid, es el amor. A medida que aprendamos a creer esto, sentiremos que aquí hay algo sobre lo que no solo necesitamos pensar y saber, sino un poder viviente, una vida Divina que necesitamos recibir dentro de nosotros. Cristo y su amor son inseparables; son identicos. Dios es amor, y Cristo es amor. Dios y Cristo y el amor Divino sólo pueden ser conocidos al tenerlos, por su vida y poder obrando dentro de nosotros.

 

"Esta es la vida eterna , que te conozcan "; no hay conocer a Dios sino teniendo la vida; sólo la vida obrando en nosotros da el conocimiento. Y aun así el amor; si queremos conocerla, debemos beber de su corriente viva, debemos dejar que el Espíritu Santo la derrame en nosotros.

 

"Nadie tiene mayor amor que este, que uno dé su vida por sus amigos". La vida es lo más preciado que tiene un hombre; la vida es todo lo que es; la vida es él mismo. Esta es la medida más alta del amor: cuando un hombre da su vida, no retiene nada, da todo lo que tiene y es. Esto es lo que nuestro Señor Jesús nos quiere aclarar acerca de Su misterio de la Vid; con todo lo que tiene se ha puesto a nuestra disposición. Él quiere que lo consideremos nuestro; Él quiere ser enteramente nuestra posesión, quepodemos ser enteramente Su posesión. Él dio Su vida por nosotros en la muerte no meramente como un acto pasajero, que cuando se cumplió se acabó; no, sino como un hacerse nuestro para la eternidad. Vida por vida; Él dio Su vida para que la poseyéramos para que pudiéramos dar nuestra vida para que Él la poseyera. Esto es lo que enseña la parábola de la vid y el sarmiento, en su maravillosa identificación, en su perfecta unión.

 

Es a medida que sepamos algo de esto, no por la razón o la imaginación, sino en lo profundo del corazón y de la vida, que comenzaremos a ver lo que debe ser nuestra vida como Ramas de la Vid Celestial. Él se entregó a sí mismo a la muerte; Él se perdió a sí mismo para que podamos encontrar vida en Él. Esta es la Vid Verdadera, que sólo vive para vivir en nosotros. Este es el principio y la raíz de esa santa amistad a la que Cristo nos invita.

 

¡Grande es el misterio de la piedad! Confesemos nuestra ignorancia e incredulidad. Dejemos de nuestro propio entendimiento y de nuestros propios esfuerzos para dominarlo. Esperemos al Espíritu Santo que habita en nosotros, para revelarlo. Confiemos en su amor infinito, que dio su vida por nosotros, para tomar posesión y regocijarse haciéndonos totalmente suyos.

 

 

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