} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA CARTA A LA IGLESIA DE ESMIRNA

jueves, 1 de febrero de 2018

LA CARTA A LA IGLESIA DE ESMIRNA


Apocalipsis 2:8-11 

Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: "El primero y el último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida, dice esto:
   'Yo conozco tu tribulación y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás.
   'No temas lo que estás por sufrir. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
   'El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.'"


  La ciudad de Esmirna quedaba a unos cuarenta kilómetros al norte de Éfeso. Se le llamaba "Puerto de Asia" porque tenía un puerto excelente sobre el Mar Egeo. Esmirna era un puerto marítimo y su prosperidad, gracias a esa ubicación, estaba bien establecida antes de los tiempos cristianos y sigue hasta hoy con el nombre de Ismir. La primera ciudad con ese nombre fue destruida en el año 600 a. de J.C. y fue reconstruida por el sucesor de Alejandro Magno. La imagen del fénix, el ave legendaria que se levanta de las cenizas de la destrucción, se aplicaba a Esmirna. Si era inevitable que Éfeso ocupara el primer lugar en la lista de las Siete Iglesias, era igualmente natural que Esmirna, su gran rival, ocupara el segundo. De todas las ciudades de Asia, Esmirna era la más encantadora. Se la llamaba el adorno de Asia, la corona de Asia y la flor de Asia. Luciano dijo que era "la más bonita de las ciudades de Jonia.» Arístides, que cantó las alabanzas de Esmirna con tal esplendor, habló de «la gracia que la orla como un arco iris... la luminosidad que la rodea por todas partes y que alcanza hasta los cielos como el brillo de la armadura de bronce de Homero.» Añadía al encanto de Esmirna el que el viento del Oeste, el céfiro blando, siempre soplaba por sus calles. "El viento -decía Arístides- sopla por toda la ciudad refrescándola como si fuera un soto de árboles.» El continuo viento del Oeste tenía un solo inconveniente: el alcantarillado de la ciudad vertía en el golfo en cuya orilla estaba construida, y el viento tendía a hacerlo retroceder en lugar de impulsarlo mar adentro.
Esmirna estaba maravillosamente situada. Se encontraba al final de la carretera que cruzaba Frigia y Lidia y se dirigía al lejano Oriente, y controlaba el comercio del rico valle del Hermo. Era inevitable que fuera una ciudad comercial. La misma ciudad estaba al final de un largo brazo de mar que acababa en un pequeño puerto encerrado en la tierra y en el corazón de la ciudad. Era el más seguro de todos los puertos y el más conveniente; y tenía la ventaja adicional de que en tiempo de guerra se podía cerrar fácilmente mediante una cadena de lado a lado de la boca. Era apropiado el que en las monedas de Esmirna se representara un barco mercante dispuesto a hacerse a la Mar.
La situación de la ciudad era igualmente hermosa. Empezaba en el puerto; atravesaba el estrecho pie de las colinas, y entonces surgía detrás de la ciudad el Pago, una colina cubierta de templos y nobles edificios que se describían como «La corona de Esmirna.» Un viajero moderno lo describe como «una ciudad regia coronada de torres.» Arístides comparaba a Esmirna con una gran estatua con los pies en el mar, el cuerpo en el llano y en las colinas y la cabeza, coronada de grandes edificios, en el Pago trasero. La llamaba «una flor de belleza tal que ni el sol ni la tierra le han mostrado jamás a la humanidad nada igual.»
Su historia no tenía poco que ver con la belleza de Esmirna, porque era una de las pocas ciudades del mundo planificadas a propósito. Se había fundado como una colonia griega allá por el año 1,000 a C. Alrededor del año 600 a C. le había sobrevenido una desgracia, porque los lidios la habían asaltado por el Este y destruido. Quedó prácticamente convertida en una serie de aldehuelas durante cuatrocientos años, hasta que la reedificó Lisímaco como un conjunto bien planificado. Se construyó con calles amplias y rectas. Estrabón habla de la belleza de sus calles, la excelencia de su pavimentación y los grandes bloques rectangulares de su construcción. La más famosa de sus calles era la Calle del Oro, que empezaba en el templo de Zeus y acababa en el templo de Cibeles. Daba la vuelta al pie de la colina del Pago; y, si los edificios que coronaban el Pago eran la corona de Esmirna, la calle del Oro era el collar que rodeaba el cuello de la colina.
Aquí tenemos un hecho interesante y significativo que muestra el cuidado y el conocimiento con que Juan establece sus cartas del Cristo Resucitado. Al Cristo Resucitado se Le llama «El Que murió y volvió a la vida.» Ese era un eco de la experiencia de la misma Esmirna.
Esmirna tenía otras credenciales de grandeza aparte de su ciudad. Era una ciudad libre, y sabía lo que era la lealtad. Mucho antes de que Roma llegara a ser la indiscutible señora del mundo, Esmirna le había dado su voto, y nunca le había fallado en su lealtad. Cicerón llamaba a Esmirna «una de nuestras más antiguas y fieles aliadas.» En las campañas contra Mitrídates en el Oriente lejano, las cosas le iban mal a Roma. Y cuando los soldados Romanos estaban sufriendo hambre y frío, el pueblo de Esmirna se despojó de sus ropas para enviárselas.
Tal era la reverencia que sentía Esmirna por Roma que ya hacia 195 a C. fue la primera ciudad del mundo que erigió un templo a la diosa Roma. Y en el año 26 d C., cuando las ciudades de Asia Menor se disputaban el honor de edificar un templo a la divinidad de Tiberio, fue elegida Esmirna aun por encima del mismo Éfeso.
No solo era grande Esmirna en comercio, belleza y eminencia política y religiosa; también era una ciudad en la que florecía la cultura. Apolonio de Tiana había convencido a Esmirna de que solamente sus hombres podían hacer grande a una ciudad. Dijo: «Aunque Esmirna es la más hermosa de todas las ciudades que hay bajo el Sol, y que es la señora del mar, y que ejerce señorío sobre las fuentes del céfiro, aún es mayor encanto estar coronada de hombres que de pórticos y escenarios y oro más allá del nivel de toda la humanidad: porque los edificios se ven solo en su lugar, pero los hombres se conocen por doquiera, y se habla de ellos por doquiera, y hacen a su ciudad tan amplia como el ámbito de los países que pueden visitar.» Así es que Esmirna tenía un estadio en el que se celebraban juegos atléticos famosos todos los años; una biblioteca pública imponente; un odeón que era el hogar de la música, y un teatro que era uno de los más grandes de Asia Menor. En particular, Esmirna era una de las ciudades que pretendían ser la cuna de Homero; tenía un edificio en su memoria llamado el Homerión, y ponía la efigie de Homero en sus monedas.

En tal ciudad esperaríamos encontrar una arquitectura magnífica, y así era en Esmirna, donde había una legión de templos -a Cibeles, Zeus, Apolo, Némesis, Afrodita, y Esculapio.
Esmirna tenía una dotación especial de las características comunes a todas las ciudades griegas. Momsen dice que Asia Menor era «un paraíso de vanidad municipal,» y Esmirna era famosa entre todas las ciudades «por su rivalidad municipal y por su orgullo local.» Cada uno de sus habitantes quería exaltar a Esmirna y llegar a la cima de su árbol municipal. No carece de importancia el que en el encabezamiento de la carta del Cristo Resucitado se Le llame "El Primero y el Último.» En comparación con Su gloria, todas las distinciones terrenales son fútiles.
Aún nos queda por mencionar una característica de Esmirna que resalta en la carta y que tuvo serias consecuencias para sus cristianos. Los judíos eran especialmente numerosos e influyentes (versículo 9). Encontramos, por ejemplo, que contribuyeron 10,000 denarii para el embellecimiento de la ciudad. Está claro que en Esmirna fueron los judíos especialmente hostiles a la Iglesia Cristiana, sin duda porque fue de entre ellos y de entre los interesados en el judaísmo de donde procedían muchos de los convertidos al Cristianismo.
 Este no es el único caso de una iglesia que reflejaba la historia de la ciudad en la que estaba ubicada.
Hay un tema que domina esta breve carta, el del sufrimiento en la persecución. Eso lleva al saludo del Señor en la frase inicial: El primero y el último, el que estuvo muerto y vivió, dice estas cosas. Se recuerda a la iglesia que su Señor es el conquistador de la muerte y ha vencido en favor de ellos. Ocurría que uno de los más conocidos cristianos de la iglesia primitiva probablemente ya estaba en la congregación cuando se leyó esta carta.  
La iglesia de esa ciudad luchaba contra dos fuerzas enemigas: una población judía muy opuesta al cristianismo, y una población no judía que era leal a Roma y apoyaba la adoración del Emperador. La persecución y el sufrimiento eran inevitables en un ambiente así. Esmirna era una iglesia pobre y perseguida situada en una bella ciudad de gran riqueza y activo comercio, con una numerosa población judía. Aunque los cristianos eran gente pobre, probablemente a causa de algún boicot económico, espiritualmente eran ricos. Contrariamente a la excesiva confianza en sí mismo que había en éfeso, en Esmirna los ánimos parecen estar demasiado desalentados y abatidos; la comunidad ha sufrido tribulación, desprecio y repudio por parte de sus convecinos; la escasez de recursos en medio de una rica ciudad mercantil es indicio de su posición y de su consideración en la sociedad; a esto responde la reputación que los cristianos tienen en público.

De despreciarlos y de calumniarlos se cuidan sobre todo los judíos de Esmirna, que con la recusación y la lucha contra «el Mesías de Dios» (Luc_9:20) se han pasado al campo del adversario de Dios expresado con una fórmula dura: de «comunidad de Yahveh» (Num_16:3) han venido a ser «sinagoga de Satán» (Jn_8:44).

En comparación con sus contrarios, por ricos que éstos puedan todavía parecer a los ojos de los hombres, sólo los cristianos en Esmirna son ricos según el juicio de Dios, pues poseen un tesoro inalienable e imperecedero (Mat_6:19-21); todo peligro de este estado de posesión, comprendida la amenaza de su entera existencia por la muerte, ha sido transformado ya por su Señor resucitado en perspectiva segura de vida eterna.


La oposición de los judíos hacía que la vida allí fuera particularmente difícil para los cristianos.
Así es que podemos citar en nuestro estudio de Esmirna la historia del más famoso martirio cristiano, que sucedió allí.
Policarpo, obispo de Esmirna, fue martirizado el sábado 23 de febrero del año 155 d C. Fue en el tiempo de los juegos atléticos; la ciudad estaba abarrotada, y toda la gente estaba excitada. De pronto surgió el grito: «¡Mueran los ateos! ¡Busquemos a Policarpo!» Seguramente Policarpo habría podido huir; pero ya había tenido una visión en sueños en la que vio que la almohada bajo su cabeza estaba ardiendo, y se despertó para decirles a sus discípulos: «Es necesario que me quemen vivo.»
Un esclavo declaró bajo tortura dónde se encontraba Policarpo. Fueron a arrestarle. Él ordenó que les dieran una comida y puso a su disposición todo lo que quisieran tomar, pidiéndoles a cambio que le concedieran el privilegio de pasar una hora en oración. Ni siquiera el capitán de la policía quería ver morir a Policarpo. En el breve viaje a la ciudad trató de persuadir al anciano: " ¿Qué tiene de mal el decir "César es señor" y ofrecer sacrificio y salvar la vida?" Pero Policarpo era inamovible en su convicción de que para él el único Señor era Jesucristo.
Cuando entró en la arena del circo vino una voz del Cielo que decía: " Sé fuerte, Policarpo, y pórtate como un hombre.» El procónsul le dio a escoger entre maldecir el nombre de Cristo y ofrecer sacrificio al César, o morir. «Ochenta y seis años Le he servido -le contestó Policarpo-, y Él no me ha hecho nunca ningún mal. ¿Cómo voy a blasfemar de mi Rey Que me salvó?» El procónsul le amenazó con la hoguera, y Policarpo replicó: "Tú me amenazas con un fuego que arde sólo un momento y se sofoca en seguida, porque no conoces el fuego que les espera a los malvados en el juicio por venir y en el castigo eterno. ¿A qué esperas? ¡Venga, haz lo que quieras conmigo!»
El gentío llegó de las tiendas y de los baños con teas, y los judíos, aun quebrantando el descanso sabático al llevar tales cargas, fueron los primeros en acercar la leña. Iban a atarle al poste del patíbulo; pero él dijo: «Dejadme como estoy; porque el Que me da poder para soportar el fuego me concederá permanecer inmóvil en medio de las llamas sin la seguridad de vuestros clavos.» Así es que le dejaron atado pero sin apretarle en las llamas, y Policarpo hizo su gran oración:

Señor Dios Todopoderoso, Padre de Tu amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio de Quien hemos recibido pleno conocimiento de Dios de los ángeles y poderes, y de toda la creación, y de toda la familia de los rectos que viven ante Ti, yo Te bendigo por concederme este día y hora el poder participar, entre el número de los mártires, del cáliz de Tu Cristo, por la Resurrección a vida eterna tanto de cuerpo como de alma en la inmortalidad del Espíritu Santo. Sea yo recibido hoy entre ellos delante de Ti como sacrificio rico y aceptable, como Tú, el Dios de verdad y sin engaño, has preparado de antemano y mostrado y cumplido. Por esta razón yo también Te alabo por todas las cosas, Te bendigo, Te glorifico, mediante el Sumo Sacerdote eterno y celestial Jesucristo, Tu amado Hijo, mediante Quien sea dada gloria a Ti con Él y el Espíritu Santo, tanto ahora como por todas las edades que están por venir. Amén.

Hasta aquí los Hechos escuetos; a continuación se nos dice que las llamas hicieron una especie de tienda alrededor de Policarpo sin llegar a tocarle. Por último el verdugo le atravesó para ejecutar lo que las llamas no pudieron hacer. "Y cuando hizo esto salió una paloma, y mucha sangre, hasta tal punto que apagó el fuego, y toda la multitud se maravilló de la diferencia que hay entre los incrédulos y los elegidos.»
De lo que no cabe duda es que Policarpo murió como un mártir, testigo, de la fe.
No podía ser un fácil compromiso ser cristiano en Esmirna; y sin embargo la carta a Esmirna es una de las dos en las que el Cristo Resucitado alaba a la iglesia sin reservas.

  La persecución viene de Satanás, no de parte de Dios. Satanás, el diablo, hará que los creyentes sean encarcelados e incluso asesinados. Pero los creyentes no deben temer a la muerte porque su resultado solo será la obtención de la corona de la vida. Satanás podrá dañar sus cuerpos mortales, pero no puede causar ningún daño espiritual. La "sinagoga de Satanás" significa que esos judíos, cuando se juntaban a adorar, servían a los propósitos de Satanás, no a los de Dios.  La iglesia de Esmirna tenía dificultades y era inminente que se le presentara otra prueba.

Hay tres cosas que dice la carta acerca de esta prueba.
  Es thlipsis, aflicción. Thlipsis quería decir originalmente estar oprimido bajo un peso. La presión de los acontecimientos recae sobre la iglesia de Esmirna.
  Es ptójeía, pobreza. En el Nuevo Testamento la pobreza y el Cristianismo están íntimamente relacionados. «¡Afortunados vosotros los pobres,» dijo Jesús (Lucas_6:20 ). Pablo describía a los cristianos de Corinto como pobres, pero que enriquecían a muchos (2Corintios 6:10). Santiago dice que Dios ha escogido a los pobres de este mundo para que sean ricos en la fe (Santiago_2:5).
En griego hay dos palabras para pobreza. Penía describe la condición de una persona que no es rica, pero que, como los griegos lo definían, satisfacía sus necesidades con el trabajo de sus manos.   Ptójeía describía una destitución total. Se ha explicado de la siguiente manera: penía describe el estado de la persona que no tiene nada superfluo; ptójeía describe el estado del que no tiene absolutamente nada.
La pobreza del cristiano se debía a dos factores. Al hecho de que la mayor parte de los cristianos pertenecían a la clase más baja de la sociedad. La sima entre la cumbre y el fondo de la escala social era muy pronunciada. Sabemos, por ejemplo, que los pobres se morían literalmente de hambre en Roma cuando los vientos contrarios retrasaban la llegada de los barcos que traían cereales de Alejandría y no quedaban reservas.
Había otra razón para la pobreza de los cristianos. A veces sufrían el despojo de sus bienes (Hebreos_10:34). Había veces que la chusma pagana atacaba inesperadamente a los cristianos y les destrozaba las casas. La vida no era nada fácil para los cristianos de Esmirna o de cualquier otro lugar del mundo antiguo.
  Estaba el que los metieran en la cárcel. Juan predice un encarcelamiento de diez días. Esto no hay que tomarlo literalmente. Diez días podía querer decir un breve tiempo que pasaría pronto. Así es que esta profecía es al mismo tiempo advertencia y promesa. El encarcelamiento se va a producir; pero el tiempo de la prueba, aunque agudo, sería corto.


Aquí hay que notar dos cosas.

La primera, que era precisamente así como se producían las persecuciones. Los cristianos estaban fuera de la ley, pero la persecución no era continua. Podía ser que se dejara a los cristianos en paz bastante tiempo; pero en cualquier momento podía ser que a un gobernador le diera la vena de aplicar la ley, o al gentío la de ponerse a gritar que se buscara a los cristianos -y entonces se producía la tempestad. El terror de ser cristiano estaba en la inseguridad.
La segunda, la cárcel no nos parece a nosotros tan terrible. Puede que dijéramos:   ¿La cárcel? Bueno, eso no es tan malo como la muerte.» Pero en el mundo antiguo la cárcel era algo así como el preludio de la muerte. Uno estaba preso hasta que se le sacaba a ajusticiar.


  El dolor es parte de la vida, pero nunca es agradable sufrir, sin que importe cuál sea la causa. Jesucristo elogió a la iglesia de Esmirna por su fe en medio del sufrimiento. Luego los anima a tener en mente que no tienen por qué temer al futuro si permanecen fieles.
 Si pasas por tiempos difíciles, no permitas que te aparten de Dios. Más bien procura que fortalezcan tu fidelidad. Confía en El y recuerda su recompensa celestial. La  iglesia de Esmirna más tarde citó los alegatos de los judíos de que Policarpo resistía a la religión del Estado; hablaron de él como “el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el derribador de nuestros dioses, que enseña a muchos a no sacrificar ni adorar”. Tales personas ya no merecían tener ese nombre “judío”, sino que se habían transformado en una sinagoga de Satanás. El nombre Satanás significa un acusador, blasfemador; este grupo de judíos se aproximaba a ese carácter. Naturalmente esto no es una indicación del criterio de Juan sobre los judíos, pues él mismo lo era. Refleja la profundidad de la apostasía a la que se había hundido esta congregación.
Ya hemos visto que la iglesia de Esmirna se estaba enfrentando con dificultades, y con amenazas aún peores por venir. En vista de eso la carta a Esmirna empieza con dos títulos impresionantes del Cristo Resucitado que revelan lo que Él le puede ofrecer a una persona que tiene que arrostrar una situación como la que se le presentaba a los cristianos de Esmirna.
  Cristo es el Primero y el último. En el Antiguo Testamento ese era un título que se aplicaba exclusivamente a Dios. " Yo soy el Primero y Yo soy el último» (1saías 44:6; 48:12). Este título tiene dos aspectos. Para el cristiano es una promesa estupenda. Venga lo que venga, desde el primer día de la vida hasta el último, el Cristo Resucitado está con nosotros. Así pues, ¿de quién o de qué hemos de tener miedo?
Pero para los paganos de Esmirna era una advertencia. Amaban su ciudad, a la que llamaban "la primera de Asia,» y todos y cada uno de ellos se esforzaban por ser mejores que sus vecinos. El Cristo Resucitado dijo: «Yo soy el Primero y el Último.» Aquí está la muerte del orgullo humano. Al lado de la gloria de Cristo todos los títulos humanos son hueros, y todas las pretensiones humanas ridículas. Cuando el emperador romano Juliano, el Apóstata, fracasó en su intento de acabar con el Cristianismo y restaurar los viejos dioses del paganismo, y cuando llegó a la muerte en el intento, dijo: «El desplazar a Cristo del lugar supremo no era para mí.»
  Cristo es el Que fue muerto y está vivo otra vez. Los tiempos del verbo tienen una importancia capital. En griego para fue es guenómenos, que quiere decir el que llegó a ser. Describe lo que podríamos llamar una fase pasada. Cristo llegó a estar muerto; fue un episodio por el que pasó. En griego el verbo que traduce la versión Reina-Valera por vivió es el aoristo, que describe una acción que se completa en el pasado. La traducción correcta es volvió otra vez a la vida, como dicen muchas traducciones modernas, haciendo referencia al suceso de la Resurrección. El Cristo Resucitado es el Que experimentó la muerte y volvió otra vez a la vida en el acontecimiento triunfal de la Resurrección, y está vivo para siempre. También esto tiene dos aspectos.
(a) El Cristo Resucitado es el Que ha experimentado lo peor que la vida Le podía hacer. Murió en la agonía de la Cruz. Fuera lo que fuera lo que les sucediera a los cristianos de Esmirna, Jesucristo había pasado por ello. Él puede ayudar porque sabe lo que es la vida en su peor aspecto, y ha experimentado la amargura de la muerte, y de la muerte de Cruz.
(b) El Cristo Resucitado ha conquistado lo peor que la vida puede hacer. Ha triunfado del dolor y de la muerte; y nos ofrece y abre a través de Sí mismo el camino de la vida victoriosa.
En este pasaje hay también una demanda, la de la lealtad, ser leales hasta cuando sea la muerte el precio que se haya de pagar. La lealtad era una cualidad de la que sabía algo el pueblo de Esmirna, porque su ciudad se había jugado el todo por el todo con Roma cuando la grandeza de Roma no era más que una posibilidad lejana, y nunca había vacilado en su fidelidad, en la calma y en las tormentas. Si se colocaran todas las otras nobles cualidades de la vida en el otro platillo de la balanza, todavía las superaría la lealtad. R. L. Stevenson le pedía a Dios que «en todos los vaivenes de la fortuna, y hasta las puertas de la muerte,» fuéramos «leales y cariñosos unos con otros

  Esmirna fue famosa por sus competencias deportivas. Una corona era el laurel de la victoria, el trofeo para el campeón de la contienda. Si hemos permanecido fieles, recibiremos el premio de la victoria: la vida eterna (Santiago_1:12). El mensaje a la iglesia de Esmirna es que debe permanecer fiel a pesar de su sufrimiento porque Dios está en control de la situación y sus promesas son confiables. Jesucristo nunca ha dicho que al serle fiel evitaremos problemas, sufrimiento y persecución. Más bien, debemos ser fieles a Él en nuestros sufrimientos. Solo entonces nuestra fe resultará genuina. Permanecemos fieles cuando mantenemos la mirada en Cristo y en sus promesas presentes y futuras (Filipenses_3:13-14; 2Timoteo_4:8).
Los instigadores de la persecución fueron los judíos. Una y otra vez vemos en Hechos que los judíos influían en las autoridades en contra de los predicadores cristianos. Así sucedió en Antioquía (Hecchos_13:50); Iconio (Hechos 14:2; Hecchos_14:5); Listra (Hechos 14:19 ), y Tesalónica (Hechos_17:5 ).
La historia de lo que sucedió en Antioquía nos muestra cómo consiguieron los judíos a menudo influir en las autoridades para que tomaran medidas contra los cristianos (Hechos_13:50). En los alrededores de la sinagoga se reunían muchos «temerosos de Dios," es decir, gentiles que no estaban dispuestos a llegar a la decisión de hacerse prosélitos y adoptar totalmente el judaísmo sometiéndose a la circuncisión, pero que se sentían atraídos por la pureza de la ética judía en comparación con la vida pagana. Especialmente las mujeres eran atraídas al judaísmo por estas razones. A menudo se trataba de mujeres de la aristocracia, esposas de magistrados y de gobernadores, y era a través de ellas cómo los judíos llegaban a las autoridades y las inducían a perseguir a los cristianos.
Juan llama a los judíos la sinagoga de Satanás, tomando una expresión favorita de los judíos y aplicándosela a los mismos. Cuando los israelitas se reunían, les encantaba llamarse " la asamblea del Señor» (Números_16:3; Números_20:4; Números_31:16). Sinagoga es el griego synagógué, que quiere decir literalmente asamblea o congregación. Es como si Juan dijera: " Os llamáis la asamblea de Dios cuando de hecho sois la asamblea del diablo.»
Una vez Juan Wesley dijo de ciertos hombres que presentaban una figura indigna de Dios: " Vuestro Dios es para mí el diablo.» Es algo terrible cuando la religión se convierte en el medio para cosas malas. Ha sucedido. En los días de la Revolución Francesa, Madame Roland lanzó su famoso grito: " ¡Libertad, qué de crímenes se cometen en tu nombre!» Ha habido tiempos trágicos en que eso se podía decir de la religión.

  Creyentes y no creyentes experimentarán la muerte física. Todos resucitarán, pero los creyentes resucitarán para vida eterna con Dios mientras que los incrédulos resucitarán para ser castigados con la muerte segunda y la separación eterna de Dios. El consuelo del vencedor es que jamás recibirá daño de la muerte segunda. Esa es una expresión judía, que contrasta a la muerte que debemos sufrir todos con el destino de aquellos que nunca escaparán de su poder, ya sea porque son indignos de la resurrección de la muerte, ya sea porque sufrirán el juicio en el fin de los tiempos (21:8 significa ser echado al lago de fuego). Tal condenación significa morir dos veces. Los de Esmirna han de recordar que morir a causa de la ira humana es poco si se compara con el sufrimiento del juicio de Dios.
 
Jesucristo no quedará en deuda con nadie, y el serle leal reporta su propia recompensa. En este pasaje se mencionan dos recompensas.
  Está la corona de la vida. Una y otra vez se menciona en el Nuevo Testamento la corona del cristiano. Aquí y en Santiago_1:12  se menciona la corona de la vida. Pablo habla de la corona de la integridad (2 Timoteo_4:8), y de la corona de que enorgullecerse. Pedro menciona la corona de la gloria (1Pedro 5:4). Pablo contrasta la corona inmortal del cristiano con la corona caduca de laurel que era el premio del vencedor en los juegos atléticos (1Corintios_9:25), y Pedro menciona otra vez la corona imperecedera de la gloria (1Pedro_5:4).
De en cada una de estas frases quiere decir que consiste en. Ganar la corona de la justicia o de la gloria o de la vida es ser coronado con la integridad o la gloria o la vida. Pero debemos entender la idea que hay detrás de esta palabra corona (stéfanos). En griego hay dos palabras para corona: diádéma, que es la corona real, y stéfanos, que conlleva las ideas de gozo y de victoria. No es la corona real la que se le ofrece al cristiano, sino la corona del gozo y de la victoria. Stéfanos tiene muchas asociaciones, y todas ellas contribuyen algo a la riqueza de pensamiento que conlleva.
(a) Lo primero que se nos viene a la mente es la corona del vencedor en los juegos atléticos. Esmirna celebraba unos juegos que eran famosos en toda Asia. Como en los juegos olímpicos, la recompensa que recibía el atleta vencedor era una corona de laurel. El cristiano puede ganar la corona de la victoria en la contienda de la vida.
(b) Cuando uno había realizado su trabajo de magistrado fielmente, al final del tiempo que estaba en activo se le concedía una corona. El que sirva fielmente a Jesucristo y a sus semejantes a lo largo de toda su vida recibirá su corona.
(c) En el mundo pagano era costumbre ponerse coronas de flores en los banquetes. Al final del día, si el cristiano ha sido leal, tendrá el gozo de sentarse como invitado en el banquete de Dios.
(d) Los adoradores paganos tenían la costumbre de ponerse coronas cuando iban a los templos de sus dioses. Al final del día, si el cristiano ha sido fiel, tendrá el gozo de entrar a la presencia más íntima con su Dios.
(e) Algunos investigadores han visto en esta corona una referencia al halo o nimbo que se suele poner en los cuadros alrededor de la cabeza de los seres divinos o de los santos. Si es así, quiere decir que el cristiano, si es fiel, será coronado con la vida que pertenece a Dios mismo. Como dijo Juan: " Seremos semejantes a Él, porque Le veremos como Él es en realidad» (1Juan_3:2).
En esta vida puede ser que la lealtad del cristiano le traiga una corona de espinas; pero en la vida por venir le reportará la corona de la gloria.
  Cipriano usa dos grandes frases para describir a los que son fieles hasta la muerte. Los describe como " ilustres en la heráldica de un nombre bueno,» y los llama " la cohorte vestida de blanco de los soldados de Cristo.» A los fieles se les hace todavía otra promesa: no sufrirán ningún daño de la muerte segunda. La segunda muerte es una frase misteriosa que no aparece nada más que aquí y en Apocalipsis_20:6, Apocalipsis_20:14 ; Apocalipsis 21:8 . Los rabinos hablaban de " la segunda muerte que padecen los malvados en el siglo venidero.» La frase puede tener uno de dos orígenes.
(a) Los saduceos creían que después de la muerte no hay absolutamente nada; los epicúreos mantenían la misma doctrina.  «Mejor es perro vivo que león muerto; porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos no saben nada» (Eclesiastés_9:4  s). Para los saduceos y los epicúreos la muerte era la extinción. Para el judío ortodoxo esto era demasiado simple, porque quería decir que al sabio y al necio les esperaba el mismo fin (Eclesiastés_2:15). Ellos, por tanto, llegaron a creer que había, por así decirlo, dos muertes -la muerte física que ha de pasar toda persona, y después otra muerte que era el juicio de Dios.
(b) Esto está íntimamente relacionado con las ideas que hemos tocado cuando estudiamos la palabra paraíso. Vimos que muchos de los pensadores judíos y cristianos primitivos creían que había un estado intermedio en el que permanecían todas las personas hasta el Juicio Final. En ese caso, no cabe duda que habría dos muertes: la muerte física, que es inevitable, y la muerte espiritual, por la que pasarían los malvados después del Juicio Final.
Acerca de tales cosas no se nos ha concedido poder hablar con seguridad; pero, cuando Juan decía que los fieles no sufrirían daño de la segunda muerte se refería exactamente a lo mismo que Pablo cuando decía que nada en la vida ni en la muerte, en el tiempo o en la eternidad puede separar de Jesucristo a los que Le aman. Esa persona está a salvo de todo lo que la vida o la muerte le puedan hacer (Romanos_8:38).


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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