} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 25 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

domingo, 25 de febrero de 2018

25 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



 Lucas 23; 46-47
Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU. Y habiendo dicho esto, expiró.
   Cuando el centurión vio lo que había sucedido, glorificaba a Dios, diciendo: Ciertamente, este hombre era inocente.

  Aquí tenemos la muerte de Cristo magnificada por los prodigios que la acompañaron, y su muerte explicada por las palabras con que expiró su alma. Estaba dispuesto a ofrendarse. Procuremos glorificar a Dios por el arrepentimiento verdadero y la conversión; protestando contra los que crucificaron al Salvador; por una vida santa, justa y sobria; y empleando nuestros talentos al servicio de aquel que murió y resucitó por nosotros.
Se produjo una gran oscuridad cuando murió Jesús. Era como si el Sol mismo no pudiera mirar lo que las manos humanas habían hecho. El mundo queda sumido en las tinieblas cuando los hombres intentan deshacerse de Jesús.
  La cortina del templo se rasgó por en medio. Esta era la cortina que ocultaba el Lugar Santísimo, donde moraba la presencia de Dios, el lugar en el que nadie podía entrar más que el sumo sacerdote, una vez al año, el gran Día de la Expiación. Era como si el camino a la presencia de Dios que había estado cerrado se hubiera abierto totalmente para todos. Era como si el corazón de Dios, hasta entonces oculto, se hubiera descubierto. El nacimiento, la vida y la muerte de Jesús rasgaron el velo que había ocultado a Dios a la vista de los hombres. " El que me ha visto a Mí -dijo Jesús-, ha visto al Padre» Jua_14:9). En la Cruz, más claro que en ningún otro lugar, vemos el amor de Dios.
 Jesús clamó a gran voz. Los tres evangelios sinópticos nos recuerdan ese grito final (Mat_27:50; Mar_15:37). Juan, por otra parte, no menciona el gran grito, pero nos dice que Jesús murió diciendo: " ¡Consumado es!» Jua_19:30). En griego y en arameo, consumado es, es una sola palabra, y esa fue la que Jesús dijo en voz muy alta al morir. Murió con un grito de triunfo en sus labios. No susurró " Se acabó», como teniendo que reconocer su derrota, sino que proclamó su triunfo como el vencedor que había derrotado definitivamente al enemigo en el último enfrentamiento, y que había completado una gloriosa misión. " ¡Terminado!», gritó Cristo, crucificado pero victorioso.
  Jesús murió con una oración en sus labios: «¡Padre, dejo mi espíritu en tus manos!» Es una cita del Sal_31:5. Ese versículo era la oración que pronunciaba un niño judío al acostarse por la noche. Jesús hizo aún más tierna la oración confiada añadiéndole la palabra Padre. Aun en la cruz, la muerte era para Jesús como el quedarse dormido en los brazos de su Padre.
  La muerte de Jesús impresionó vivamente al centurión y a la multitud. Su muerte tuvo el efecto que no había tenido su vida: quebrantó el duro corazón humano. Ya se estaba cumpliendo el dicho de Jesús: «Cuando me levanten de la tierra, atraeré hacia Mí a todos los hombres» Jua_12:32). El imán de la Cruz había empezado a producir efecto en el mismo momento de la muerte de Jesús.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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