} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 24 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

sábado, 24 de febrero de 2018

24 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



1 Pedro 3; 18
Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu;

    Lo que Pedro presenta es que, aun cuando el cristiano se vea obligado a sufrir injustamente por su fe, no está haciendo más que recorrer el camino que anduvo su Señor y Salvador. El cristiano que sufre debe siempre recordar que tiene un Señor que sufre. En el reducido espacio de estos dos versículos Pedro incluye las cosas más profundas que se pueden decir acerca de la obra de Cristo.


(i) Establece que la obra de Cristo fue única y no se puede repetir. Cristo murió una vez por todas por los pecados. El Nuevo Testamento dice esto a menudo. Cuando Cristo murió, murió una vez por todas (Rom_6:10). Los sacrificios del templo tenían que repetirse diariamente, pero Cristo hizo el perfecto Sacrificio una vez por todas cuando Se ofreció a Sí mismo (Heb_7:27 ). Cristo fue ofrecido una vez por todas para llevar el pecado de muchos (Heb_9:28 ). Somos santificados por medio de la ofrenda del cuerpo de Cristo una vez por todas (Heb_10:10 ). El Nuevo Testamento está totalmente seguro de que algo sucedió en la cruz que no ha de suceder nunca más, y que allí el pecado fue derrotado definitivamente. Dios trató en la cruz con el pecado humano de manera adecuada para todos los pecados, para todos los hombres, para todos los tiempos.

(ii) Establece que el Sacrificio fue por el pecado. Cristo murió una vez por todas por los pecados. Esto, de nuevo, se dice frecuentemente en el Nuevo Testamento. Cristo murió por nuestros pecados conforme a las escrituras. Cristo Se dio a Sí mismo por nuestros pecados (Gal_1:4 ). El ministerio del sumo sacerdote, y Cristo es el perfecto Sumo Sacerdote, es ofrecer sacrificio por los pecados (Heb_5:1; Heb_5:3 ). Él es la expiación por nuestros pecados (1Jn_2:2 ).

(iii) Afirma que el Sacrificio fue vicario. Cristo murió una vez por todas por los pecados, el Justo por los injustos. Que el Justo hubiera de sufrir por los injustos es algo extraordinario. A primera vista parece una injusticia. El sufrimiento de Cristo fue por nosotros; y el misterio consiste en que el Que no merecía sufrir soportó el sufrimiento por nosotros que merecíamos sufrir. Él Se sacrificó a Sí mismo para restablecer nuestra perdida relación con Dios.

(iv) Establece que la obra de Cristo fue para llevarnos a Dios. Cristo murió una vez por todas por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios.  

Romanos 5; 20
Y la ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia,

La ley de Dios hizo que el hombre viera lo abundante del pecado, y que como pecador estaba bajo el dominio del pecado que trae la muerte. El pecado vencía al pecador, le dejaba débil, y sin esperanza en sí. Aunque “abundaba” el pecado, “sobreabundó la gracia,” ofreciendo al pecador libertad del pecado y de sus consecuencias.
Como pecador, separado de Dios, veo la Ley desde abajo, similar a una escalera que debe subirse para llegar a Dios. Quizás haya intentado subirla en más de una oportunidad, solo para caer al piso cada vez que alcanzaba uno o dos peldaños. O a lo mejor me parecía tan abrumadora la escarpada escalera que nunca me había decidido siquiera a iniciar su ascenso. En cualquier caso, ¡qué alivio cuando veo a Jesús con los brazos abiertos ofreciéndome pasar por encima de la escalera de la Ley y llevarme directamente a Dios! Una vez que Jesús te eleva hasta la presencia de Dios, eres libre para obedecer: por amor, no por necesidad, y mediante el poder de Dios, no el tuyo. Así s que si se tambaleas, no caerás al suelo. Los brazos amorosos de Cristo no te dejarán caer y te sostendrán.
Pero el abuso de este versículo, hace que muchos no nacidos de nuevo vivan haciéndose pasar por regenerados, cuando sus frutos evidencian que no hubo en su vida el cambio necesario, viviendo como mundanos revestidos de la careta del cristianismo.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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