1 Pedro 3; 18
Porque
también Cristo murió por los
pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto
en la carne pero vivificado en el espíritu;
Lo
que Pedro presenta es que, aun cuando el cristiano se vea obligado a sufrir
injustamente por su fe, no está haciendo más que recorrer el camino que anduvo
su Señor y Salvador. El cristiano que sufre debe siempre recordar que tiene un
Señor que sufre. En el reducido espacio de estos dos versículos Pedro incluye
las cosas más profundas que se pueden decir acerca de la obra de Cristo.
(i) Establece que la obra de Cristo fue única y no se puede repetir. Cristo
murió una vez por todas por los
pecados. El Nuevo Testamento dice esto a menudo. Cuando Cristo murió, murió una
vez por todas (Rom_6:10). Los sacrificios del templo tenían que repetirse
diariamente, pero Cristo hizo el perfecto Sacrificio una vez por todas cuando
Se ofreció a Sí mismo (Heb_7:27 ). Cristo fue ofrecido una vez por
todas para llevar el pecado de muchos (Heb_9:28 ). Somos santificados por medio de la
ofrenda del cuerpo de Cristo una vez por todas (Heb_10:10 ). El Nuevo Testamento
está totalmente seguro de que algo sucedió en la cruz que no ha de suceder
nunca más, y que allí el pecado fue derrotado definitivamente. Dios trató en la
cruz con el pecado humano de manera adecuada para todos los pecados, para todos
los hombres, para todos los tiempos.
(ii) Establece que el Sacrificio fue por el pecado. Cristo murió una vez
por todas por los pecados. Esto,
de nuevo, se dice frecuentemente en el Nuevo Testamento. Cristo murió por
nuestros pecados conforme a las escrituras. Cristo Se dio a Sí mismo por nuestros pecados (Gal_1:4 ). El
ministerio del sumo sacerdote, y Cristo es el perfecto Sumo Sacerdote, es
ofrecer sacrificio por los pecados (Heb_5:1; Heb_5:3 ). Él es la expiación por
nuestros pecados (1Jn_2:2 ).
(iii) Afirma que el Sacrificio fue vicario. Cristo murió una vez por todas
por los pecados, el Justo por los
injustos. Que el Justo hubiera de sufrir por los injustos es algo
extraordinario. A primera vista parece una injusticia. El sufrimiento de Cristo
fue por nosotros; y el misterio consiste en que el Que no merecía sufrir
soportó el sufrimiento por nosotros que merecíamos sufrir. Él Se sacrificó a Sí
mismo para restablecer nuestra perdida relación con Dios.
(iv) Establece que la obra de Cristo fue
para llevarnos a Dios. Cristo
murió una vez por todas por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios.
Romanos
5; 20
Y la ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero
donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia,
La ley de Dios
hizo que el hombre viera lo abundante del pecado, y que como pecador estaba
bajo el dominio del pecado que trae la muerte. El pecado vencía al pecador, le
dejaba débil, y sin esperanza en sí. Aunque “abundaba” el pecado, “sobreabundó
la gracia,” ofreciendo al pecador libertad del pecado y de sus consecuencias.
Como pecador,
separado de Dios, veo la Ley desde abajo, similar a una escalera que debe
subirse para llegar a Dios. Quizás haya intentado subirla en más de una
oportunidad, solo para caer al piso cada vez que alcanzaba uno o dos peldaños.
O a lo mejor me parecía tan abrumadora la escarpada escalera que nunca me había
decidido siquiera a iniciar su ascenso. En cualquier caso, ¡qué alivio cuando
veo a Jesús con los brazos abiertos ofreciéndome pasar por encima de la
escalera de la Ley y llevarme directamente a Dios! Una vez que Jesús te eleva hasta
la presencia de Dios, eres libre para obedecer: por amor, no por necesidad, y
mediante el poder de Dios, no el tuyo. Así s que si se tambaleas, no caerás al
suelo. Los brazos amorosos de Cristo no te dejarán caer y te sostendrán.
Pero el abuso de
este versículo, hace que muchos no nacidos de nuevo vivan haciéndose pasar por
regenerados, cuando sus frutos evidencian que no hubo en su vida el cambio
necesario, viviendo como mundanos revestidos de la careta del cristianismo.
¡Maranata! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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