1Pedro 1:3-5
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
quien según su gran misericordia, nos ha
hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de
Jesucristo de entre los muertos,
para obtener
una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en
los cielos para vosotros,
que sois protegidos por el poder de Dios
mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el
último tiempo.
¿Necesitas aliento? Las
palabras de Pedro ofrecen gozo y esperanza en tiempos de problemas, y él basa
su confianza en lo que Dios está haciendo por nosotros en Jesucristo. Se nos
llama a una esperanza viva de la vida eterna. Nuestra esperanza no es
solo futurista; la vida eterna empieza cuando creemos en Dios y nos unimos a su
familia. Por mucha aflicción o prueba que estemos pasando en la vida, sabemos
que no es nuestra experiencia definitiva. Finalmente viviremos con Cristo para
siempre.
"Bendito... Jesucristo". Así se expresó
Pablo (2Co_1:3; Efe_1:3). La palabra
"bendito" viene de la griega de la cual tenemos en español
"elogiar" y "elogio". Se deben muchas gracias a Dios por lo
que ha hecho en la elección. Le debemos alabar. Los cristianos no oramos a un
Dios distante y desconocido, sino al Dios que es como Jesús, y a Quien, por
medio de Jesucristo, podemos acudir con confianza filial.
El Padre es el Dios
de Jesucristo también (Jn_20:17). Al mismo
tiempo son uno (Jn_1:1; Jn_10:30; Jn_17:21). No
hay contradicción en esta gran verdad.
La
razón por qué Dios ha hecho posible la salvación del hombre es su grande
misericordia, o amor o bondad o gracia (Tit_2:11; Tit_3:4-5).
De Dios vienen solamente dádivas buenas y
dones perfectos, entre ellos el renacimiento (Stg_1:17-18).
Sin él no hay entrada en el cielo (Jn_3:5). El
hombre tiene que nacer de lo alto, o ser regenerado. Esto sucede en el bautismo
bíblico (Tit_3:5; Rom_6:4).
Este
pasaje empieza con la idea del nuevo nacimiento; el cristiano es una
persona que ha nacido de nuevo, engendrado otra vez por Dios para vivir una
nueva clase de vida. Entre otras cosas esto quiere decir que, cuando nos hacemos
cristianos, se produce en nuestra vida un cambio tan radical que de la única
manera que se puede describir es diciendo que la vida ha empezado para nosotros
completamente otra vez. Esta idea del nuevo nacimiento recorre todo el Nuevo
Testamento.
(i) El
nuevo nacimiento cristiano sucede por la voluntad y la acción de Dios (Jn_1:13; Stg_1:18).
No es algo que hace la persona, como no lo fue tampoco su nacimiento
físico.
(ii) Otra manera de
expresarlo es decir que este nuevo nacimiento es la obra del Espíritu Santo (Jn_3:1-15). Le
sucede a una persona, no por su propio esfuerzo, sino cuando se entrega a que
tome posesión de ella el Espíritu Santo y la cree de nuevo interiormente.
(iii) Sucede por la
Palabra de la Verdad, es decir, por el Evangelio (Stg_1:18; 1Pe_1:23).
En el principio, fue la Palabra de Dios la Que creó el Cielo y la Tierra y
todo lo que hay en ellos. Dios habló, y el caos se convirtió en el universo, y
el universo se equipó para y con la vida. Es la Palabra creadora de Dios en
Jesucristo lo que produce este nuevo nacimiento en la vida humana.
(iv) El resultado
de este nuevo nacimiento es que la persona que lo experimenta llega a ser
primicia de una nueva creación (Stg_1:18). La eleva de este mundo de espacio y tiempo, de cambio y
caducidad, de pecado y derrota, y la pone en contacto aquí y ahora con la
eternidad y la vida eterna.
(v) La persona nace
de nuevo a una esperanza viva 1 Pedro 1:3). Pablo
describe el mundo gentil como algo sin esperanza (Efe_2:12).
Sófocles escribió:
«No nacer en absoluto es con mucho la mejor fortuna; lo segundo mejor es, tan
pronto como se nace, regresar rápidamente allá de donde se vino.» Para los
gentiles, el mundo era un lugar en el que todo se aja y decae; podría ser
suficientemente agradable en sí, pero no conduce más que a la oscuridad sin
fin. Para el mundo antiguo la característica cristiana era la esperanza, que
procedía de dos cosas. (a) El cristiano percibía que había nacido; no de
simiente corruptible, sino incorruptible (1Pe_1:23).
Tenía en sí mismo algo de la misma naturaleza de Dios; y, por tanto, tenía una
vida que ni el tiempo ni la eternidad podrían destruir. (b) Aquello procedía de
la resurrección de Jesucristo (1 Pedro 1:3).
El cristiano tiene para siempre a su lado a este Jesucristo Que ha conquistado
aun la muerte y, por tanto, no hay nada a lo que deba tener miedo.
(vi) El nuevo nacimiento del cristiano le introduce
en la integridad (1Jn_2:29 ; 1Jn_3:9 ; 1Jn_5:18).
Por este nuevo nacimiento es purificado de sí mismo, de los pecados que le
encadenaban y de los hábitos que le dominaban; y recibe un poder que le permite
caminar en integridad. Eso no es decir que el nacido de nuevo ya no peca más;
pero sí que cada vez que caiga recibirá poder y gracia para levantarse otra
vez.
(vii) El nuevo
nacimiento del cristiano le introduce en el amor (1Jn_4:7).
Como el Don de Dios está en él, es limpiado de toda la amargura del
resentimiento esencial de la vida egocéntrica, y hay en él algo del amor
sacrificial y perdonador de Dios.
(viii) Por último,
el nuevo nacimiento del cristiano le introduce en la victoria ( Jn _5:4 ). La vida deja de ser derrota y empieza a
ser victoria sobre el yo y el pecado y las circunstancias. Como la vida de Dios
está en el cristiano, aprende el secreto de la vida victoriosa.
La esperanza
del cristiano no es una solamente de forma, o de especulación humana; ¡es viva!
o vital; salva (Rom_8:24).
Lo que
da vida a la esperanza del cristiano fiel es la resurrección de Jesucristo de
los muertos. La resurrección de él asegura la del cristiano (1Co_15:12-22; 1Ts_4:14).
Siendo hijos de Dios, los cristianos van a heredar de su Padre (Rom_8:17; Hch_20:32). Esta herencia es imperecedera,
inalterable e incorruptible. No está sujeta a las contaminaciones de esta vida
material. En el cielo no entrará ninguna cosa contaminada (Apo_21:27). El sol seca a la planta y le quita su
vigor, pero nada puede alterar la herencia del cristiano.
El cielo es un lugar preparado para quienes
hagan los preparativos en esta vida. Su "ciudadanía está en los
cielos" (Flp_3:20), de donde Cristo
"aparecerá por segunda vez... para salvar a los que le esperan" (Heb_9:28). Además,
el cristiano ha recibido una gran herencia (kléronomía). Aquí tenemos
una palabra con una gran historia, porque es la palabra que se usa
corrientemente en Antiguo Testamento griego para la herencia de Canaán, la
Tierra Prometida. Una y otra vez se habla en el Antiguo Testamento de la tierra
que Dios le ha dado a Su pueblo por heredad para que la tome en posesión (Deu_15:4 ; Deu_19:10 ).
Para nosotros herencia tiende a querer decir algo que será nuestro
en el futuro; pero la Biblia usa esta palabra en el sentido de una posesión
segura. Para los judíos, la gran posesión definitiva era la Tierra Prometida,
convicción que no ha dejado de producir problemas hasta el tiempo presente.
Pero la herencia
cristiana es algo aún mayor. Pedro usa tres palabras que presentan tres
cualidades que la describen. Es imperecedera (afthartós). Esta palabra
quiere decir imperecedera, pero también indestructible por ejércitos
invasores. Muchas veces Palestina había sido arrasada por ejércitos
extranjeros, que habían guerreado para conquistarla, o despojarla, o
destruirla. Pero el cristiano posee una paz y un gozo que ningún ejército
invasor puede asolar ni destruir. Es incorruptible. La palabra original es
amíantos, y el verbo miainein del que deriva quiere decir contaminar
con impureza impía. Muchas veces Palestina había sido corrompida por el
culto falso a dioses falsos (Jer_2:7; Jer_2:23; Jer_3:2;
Eze_20:43). Las cosas que contaminaban habían dejado su impronta en
la Tierra Prometida; pero el cristiano tiene una pureza que no puede infectar
el pecado del mundo. Es inmarcesible (amárantos). En la Tierra
Prometida, como en cualquier otra, hasta la florecilla más preciosa se aja y
muere. Pero el cristiano ha sido elevado a un mundo en el que no hay cambio ni
caducidad, y en el que su paz y gozo están fuera del alcance de las suertes y
las fases de la vida.
¿Cuál es, entonces,
esa heredad que posee el cristiano nacido de nuevo? Puede que haya muchas respuestas
secundarias a esa pregunta, pero sólo una primaria: la heredad del cristiano es
Dios mismo. El salmista lo dijo: " El Señor es la porción de mi herencia y
de mi copa... y es hermosa la heredad que me ha tocado» (Sal_16:5 s). Dios
era su porción para siempre (Sal_73:23-26). «Mi
porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré» (Lam_3:24 ).
Porque el cristiano
es la posesión de Dios y Dios es la posesión del cristiano, éste tiene una
herencia imperecedera, incontaminable e inmarcesible.
Los cristianos son guardados en
su lucha contra el mal, como si estuvieran en una fortaleza de Dios. (La
palabra griega para decir en este caso "guardados" tiene un sentido
militar). Se emplea también en 2Co_11:32; Gál_3:23; Flp_4:7.
Lo que los guarda es
el poder (dunamis; de esta palabra griega tenemos "dinamita" y
"dinámico") de Dios. El cristiano fiel confía en Dios, y no en las
armas carnales (Sal_20:7-8).
Los calvinistas se
valen de este versículo para afirmar su doctrina de "la perseverancia de
los santos", o "la imposibilidad de apostasía". Pero este
versículo enseña lo contrario; la protección de Dios ¡es condicional! El
cristiano tiene que ejercer su fe. Pedro dice "mediante la fe". Dios en sus Escrituras dice que la fe viene
por el oír Rom_10:17;
Hch_15:7). El cristiano tiene que perseverar, edificarse, orar, y
conservarse en el amor de Dios (Jud_1:20-21). Las
promesas de Dios se extienden a quienes venzan (Apo_2:7;
Apo_2:11; Apo_2:17; Apo_2:26; Apo_3:5; Apo_3:12; Apo_3:21). La victoria
que vence al mundo ¡es la fe! (1Jn_5:4; 1Jn_2:14).
Sí, Dios es poderoso para guardar al cristiano para que no caiga (Jud_1:24), pero guarda solamente al que cree, al que
ejercita su fe.
La salvación está preparada, y está reservada
en el cielo, pero no será revelada hasta el final de esta dispensación en la
cual ahora vivimos. Los "postreros días" (Hech
2:17; Heb_1:2) o el "tiempo postrero" es el tiempo del
evangelio de Cristo. Terminará cuando él venga la segunda vez. Entonces será
manifestado lo que el cristiano ha de ser (1Jn_3:2).
Dios protege a los
suyos mientras se espera el día final del tiempo postrero, pero ellos tienen
que poner su parte, que es la de andar siempre por fe, obedeciendo la Voluntad
de Cristo. Dios es fiel (1Co_10:13), pero la fe
del hombre puede fallar (Luc_22:32).
La heredad del
cristiano, la plenitud del gozo de Dios, le espera en el Cielo; y de esto tiene
Pedro dos grandes cosas que decir.
(i) En nuestro
viaje a través del mundo hacia la eternidad somos protegidos por el poder de
Dios mediante la fe. La palabra que usa Pedro para proteger (frurein) es una
palabra militar. Quiere decir que nuestra vida está guarnecida por Dios, y que
Él es el centinela que nos guarda todos nuestros días. El que tiene fe, nunca
duda, aunque no pueda verle con los ojos de la cara, que Dios está presente
entre las sombras, montando la guardia sobre los Suyos. No es que Dios los
libre de los problemas y los dolores de la vida, sino que nos capacita para que
los conquistemos y sigamos adelante.
(ii) La Salvación final se revelará al final del
tiempo. Aquí tenemos dos concepciones que están a la base del pensamiento del
Nuevo Testamento. En él se habla frecuentemente del último día o de los últimos
días o del tiempo del fin. Por detrás de todo esto está la manera en que los
judíos dividían la Historia en dos edades: la presente, que está totalmente
bajo el dominio del mal, y la por venir, que será la edad de oro de Dios. Entre
las dos vendría el Día del Señor, cuando el mundo sería destruido y rehecho y
tendría lugar el Juicio Final. Ese tiempo intermedio es el de los últimos días
o el tiempo del fin en que el mundo tal como lo conocemos llegará a su fin.
No se nos ha
concedido saber cuándo llegará ese tiempo ni qué pasará entonces; pero podemos
reunir lo que el Nuevo Testamento nos dice sobre este tema.
(i) Los primeros
cristianos creían que ya estaban viviendo en los últimos días. " Hijitos,
ya es el último tiempo» -les dice Juan a los suyos (1Jn_2:18). El autor de Hebreos habla de la plenitud de
la Revelación que ha venido a la humanidad en Cristo " en estos postreros
días» (Heb_1:2). Los primeros cristianos
veían que Dios había invadido ya el tiempo, y el fin era inminente.
(ii) Los postreros
días habría un derramamiento del Espíritu de Dios sobre las personas (Hech_2:17). Los primeros cristianos vieron el
cumplimiento de esa esperanza el día de Pentecostés, y a la Iglesia llena del
Espíritu Santo.
(iii) Era la convicción
normal de la Iglesia Primitiva que, antes del fin, los poderes del mal
lanzarían un último ataque, y que surgirían toda clase de falsos maestros (2 Timoteo_3:1; 1Jn_2:18; Jud_1:18).
(iv) Los muertos
resucitarían. Jesús prometió que al final resucitaría a los Suyos (Jn_6:39 s, Jn 44, 54; Jn 11:24).
(v)
Inevitablemente, habría un tiempo de juicio cuando la justicia de Dios se
impondría, y Sus enemigos recibirían su justa condenación y castigo (Jn_12:48 ; Stg_5:3 ).
Tales son las ideas
de los autores del Nuevo Testamento cuando hablan del tiempo del fin o de
los últimos días.
Sin duda para
muchos ese sería un tiempo de terror; pero para los cristianos no era de
terror, sino de liberación. La palabra sózein quiere decir salvar en
mucho más que un sentido teológico. Es la palabra corriente para rescatar de
un peligro y sanar de una enfermedad. sózein, salvar, y sótéría, salvación,
tienen cuatro campos de significación diferentes pero íntimamente relacionados.
(a) Describen liberación de un peligro (Mat_8:25).
(b) Describen liberación de enfermedad (Mat_9:21).
(c) Describen la liberación de la condenación de Dios (Mat_10:22; Mat_24:13). (d) Describen liberación de
la enfermedad y el poder del pecado (Mat_1:21).
La Salvación es una realidad que tiene muchos aspectos: liberación de
peligro, de enfermedad, de la condenación y del pecado. Es eso, y nada menos
que eso, lo que el cristiano espera en el tiempo del fin.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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