Juan 8; 32
y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Pocos pasajes del Nuevo Testamento
contienen una descripción tan completa del discipulado.
(i) El discipulado empieza por creer. Su
comienzo
es el momento en que una persona acepta como verdadero lo que Jesús dice; todo
lo que nos dice acerca del amor de Dios, todo lo que nos dice acerca del horror
del pecado, todo lo que nos dice acerca del verdadero sentido de la vida.
(ii) El discipulado quiere decir
mantenerse constantemente en la palabra de Jesús, y
eso implica cuatro cosas.
(a) Implica escuchar
constantemente la palabra de Jesús. El cristiano es una persona que está
escuchando la voz de Jesús toda la vida, y que no hará ninguna decisión hasta
haber oído lo que tiene que decir.
(b) Implica aprender
constantemente de Jesús. El discípulo (mathétés) es literalmente un
aprendiz, que es lo que quiere decir la palabra en el original. El
cristiano tiene que estar aprendiendo de Jesús más y más toda la vida. La mente
cerrada acaba con el discipulado.
(c) Implica penetrar constantemente
en la verdad que se encuentra en las palabras de Jesús. Nadie puede decir que
entiende todo el significado de las palabras de Jesús con haberlas oído o leído
sólo una vez. La diferencia entre un gran libro y otro efímero consiste en que
éste nos basta con leerlo una vez, mientras que aquél lo leemos muchas veces y
no lo agotamos nunca. Para permanecer fieles a la palabra de Jesús tenemos que
estudiarla constantemente y pensar en lo que Él dijo hasta apropiarnos del todo
su significado.
(d) Implica obedecer constantemente
la palabra de Jesús. No la estudiamos simplemente por interés académico o para
degustarla intelectualmente, sino para descubrir lo que Dios espera de
nosotros. El discípulo es el aprendiz que aprende para poner por obra. La
verdad que nos ha traído Jesús está diseñada para la acción.
(iii)
El discipulado conduce al conocimiento de la verdad.
El aprender de Jesús es aprender la verdad. «Conoceréis
la verdad,» dijo Jesús. ¿Qué es esa verdad? Hay muchas posibles respuestas a
esta pregunta, pero la que más abarca podría ser que la verdad que nos trae
Jesús nos muestra los verdaderos valores de la vida. La pregunta fundamental a
la que todos tenemos que dar respuesta consciente o inconscientemente es:
"¿A qué voy a dedicar mi vida? ¿A atesorar posesiones materiales? ¿Al
placer? ¿Al servicio de Dios?» En la verdad de Jesús vemos las cosas que son
importantes y las que no lo son.
(iv) El discipulado conduce a la
libertad. "La verdad os hará libres.» "En Su
servicio está la verdadera libertad.» El discipulado nos trae cuatro
libertades.
(a) Nos trae la
libertad del miedo. El que es discípulo de Cristo ya no va solo por la
vida, sino siempre en compañía de Jesús, y eso destierra el temor.
(b) Nos trae la
libertad del ego. Muchas personas se dan cuenta de que su mayor problema
son ellas mismas, y eso las lleva muchas veces a clamar desesperadas: «¡No
puedo cambiar! Lo he intentado, pero es imposible.» Pero el poder y la
presencia de Jesús pueden re-crear a una persona hasta el punto de hacerla
completamente nueva.
(c) Nos trae la libertad de otras
personas. Muchos viven dominados por el miedo a lo que puedan pensar o
decir los demás. Alguien dijo una vez qué la voz de nuestros prójimos llega con
más fuerza a nuestros oídos que la voz de Dios. El discípulo ha dejado de
preocuparse por lo que pueda decir la gente; porque lo único que le importa de
veras es lo que diga Dios.
(d) Nos trae
la libertad del pecado. Muchas personas han llegado al punto de pecar,
no porque quieren, sino porque no lo pueden evitar. Sus pecados los dominan de
tal forma que, por mucho que lo intenten, no se pueden desligar de ellos. El
discipulado rompe las cadenas que nos atan al pecado y nos permite ser las
personas que sabemos que debemos ser.
Juan 8;34
Jesús les
respondió: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es
esclavo del pecado;
Los del mundo
creen que los cristianos han perdido su libertad y que están amarrados con
cadenas (restricciones), porque no pueden fumar, tomar, bailar, maldecir, etc.
Los mundanos que creen que son libres se engañan a sí mismos. Más bien, el
diablo los engaña: "el dios de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de
Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2Co_4:4).
Un hábito es una costumbre o
disposición que resulta de actos repetidos. Es muy difícil cambiar los
hábitos. Los que habitualmente consumen bebidas alcohólicas, fuman, juegan,
maldicen, etc., son esclavos de su hábito o costumbre, y la mayoría de
los esclavos mueren esclavos.
A veces, cuando se le dice a uno que
está haciendo algo malo, o se le advierte para que no lo haga, su respuesta es:
«¿Es que no puedo hacer lo que me dé la gana con mi propia vida?» Pero la
verdad es que el pecador no está haciendo su voluntad, sino la del
pecado. Una persona puede dejar que un hábito la tenga en un puño de tal manera
que no pueda soltarse. Puede dejar que el placer la domine tan totalmente que
ya no se pueda pasar sin él. Puede dejar que alguna autolicencia se adueñe de
tal manera de ella que le resulte imposible desligarse. Puede llegar a tal
estado que, al final, odia y ama su pecado al mismo tiempo. Lejos de hacer lo
que quiere, el pecador ha perdido la capacidad de hacer su voluntad. Es esclavo
de sus hábitos, autolicencias, seudoplaceres que le tienen dominado. Esto es lo
que Jesús quería decir. Ninguna persona que peca se puede decir que es libre.
Juan 8;
36
Así que, si
el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.
Entonces Jesús hace una advertencia
velada, pero que sus oyentes judíos comprenderían muy bien. La palabra esclavo
le recuerda que, en cualquier casa, hay una enorme diferencia entre un
esclavo y un hijo. El hijo es un residente permanente de la casa, mientras que
al esclavo se le puede echar en cualquier momento. En efecto, Jesús les está
diciendo a los judíos: «Vosotros creéis que sois hijos en la casa de Dios y que
nada, por tanto, os puede arrojar de vuestra posición privilegiada. Tened
cuidado; por vuestra conducta os estáis poniendo en el nivel del esclavo, y a
éste se le puede arrojar de la presencia del amo en cualquier momento.» Aquí
hay una amenaza. Es sumamente peligroso comerciar con la misericordia de Dios,
y eso era lo que los judíos estaban haciendo. Aquí hay una seria advertencia
para nosotros también.
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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