} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 22 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

jueves, 22 de febrero de 2018

22 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



   Salmo 140; 4
  Guárdame, SEÑOR, de las manos del impío; protégeme de los hombres violentos, que se han propuesto hacerme tropezar.
  
Los enemigos, físicos y espirituales, son violentos y usan trampas; pueden usar cosas que parezcan buenas para hacer caer al piadoso. Pero el salmista sabe que solamente Dios puede guardarnos y liberarnos de estos enemigos. El justo se halla aislado en una atmósfera de incomprensión y hostilidad por parte de gentes desalmadas que no vacilan en violentarlo hasta la efusión de sangre. Constantemente traman ardides contra los que siguen a Dios y con sus lenguas lanzan calumnias que son más perniciosas que el veneno del áspid. Como diestros cazadores, esconden lazos para hacer caer la ansiada presa. Frente a una hostilidad sistemática, no le queda al devoto sino confiar en Dios, implorando su poderoso auxilio. En los momentos difíciles, Dios siempre ha sido su fuerza salvadora, cubriendo su cabeza con un yelmo protector en el fragor del combate.  

Salmo 32; 7
Tú eres mi escondedero; de la angustia me preservarás; con cánticos de liberación me rodearás. (Selah)
Este es el punto central del Salmo, el salmista confiesa su pecado a Dios. La fórmula es sencilla: confesar, humillarse, reconocer que hizo mal; es la misma verdad de 1Jn_1:8-9, y tiene el mismo resultado, y tú perdonaste. Dios está pronto a perdonar porque es Dios de amor y ha hecho provisión en la obra de Cristo.
El efecto de la restauración es inmediato: el salmista quiere compartir su gozo con otros, que ellos oren también y sean restaurados. En el tiempo en que puedas ser hallado subraya la importancia de responder cuando el Espíritu de Dios redarguye, pues uno que rechaza la voz de Dios puede endurecerse hasta el punto cuando ya no le oye más. El ser humano siempre necesita la protección de Dios para que no se pierda en las caudalosas aguas de maldad y destrucción.
Ahora el salmista se dirige a Dios con un canto gozoso, en alabanza y confianza renovada.
Es muy difícil llevar al hombre pecador a que acepte humildemente la misericordia gratuita, con la confesión total de sus pecados y la condena de sí mismo. Pero el único camino verdadero a la paz de conciencia es confesar nuestros pecados para que sean perdonados; declararlos para ser justificados. Aunque el arrepentimiento y la confesión no merecen el perdón de la transgresión, son necesarios para disfrutar realmente la misericordia que perdona. ¡Y qué lengua podría expresar la felicidad de esa hora cuando el alma, oprimida por el pecado, es capacitada para derramar libremente sus penas ante Dios, y para recibir la misericordia del pacto en Cristo Jesús! -Los que prosperan en oración, deben buscar al Señor cuando, por su providencia, Él los llama a buscarlo y, por su Espíritu, los incita a que lo busquen a Él.
En el tiempo de encontrar, cuando el corazón está ablandado por la tristeza y cargado por la culpa; cuando falla todo refugio humano; cuando no se puede hallar reposo para la mente turbada, entonces Dios aplica el bálsamo sanador por su Espíritu.

El salmista se apropia estas consideraciones y proclama a Dios como refugio suyo en los momentos de angustia, pues cambia las situaciones de peligro en momentos de triunfo, en los que no faltan los cantos de liberación o de gozo por la salvación conseguida gracias a su protección.

¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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