Jeremías 31; 3
Desde lejos el
SEÑOR se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado, por eso te
he atraído con misericordia.
Israel, en respuesta, reconoce con gratitud para con Dios su pasada
gracia. Pero la expresión “mucho tiempo ha” denota al mismo tiempo,
tácitamente, que ahora Dios ya no se le aparecía. “Dios antiguamente
se me aparecía, pero ahora estoy abandonada”. Dios le responde: No; yo te amo
ahora con el mismo amor de antes. Mi amor no es un impulso momentáneo, sino que
procede de mis eternos consejos, y continuará “eternamente”; de aquí se
originó el pacto por el cual te he adoptado por pura gracia (Mal_1:2; Rom_11:28-29) Dios alcanza a su pueblo con
amor misericordioso motivado por un amor profundo y eterno. Está dispuesto a
hacer lo mejor para él si tan solo se lo permiten. Después de muchas
advertencias sobre el pecado, este recordatorio del grandioso amor de Dios es
un respiro de aire fresco. En lugar de pensar en Dios con pavor, si observamos
con cuidado, veremos la forma tan tierna en la que nos acerca a Él.
Dios asegura a su pueblo que
nuevamente entrará en relación con ellos por medio del pacto. Cuando uno es muy
humillado y pasa dificultades, es bueno acordarse que así fue antes con la
Iglesia, pero resulta difícil consolarse con antiguas sonrisas cuando se está
sometido a una ira presente; no obstante, es felicidad de los que, por gracia,
están interesados en el amor de Dios, que este sea un amor eterno, desde la
eternidad del consejo, hasta la eternidad de la vida más allá. Dios
atraerá a sí por la influencia de su Espíritu en sus almas, a los que ama con
este amor. Cuando alabamos a Dios por lo que ha hecho, debemos invocarlo por
los favores que su Iglesia necesita y espera.
Cuando el Señor llama, no debemos alegar que no
podemos ir, porque el que nos llama nos ayudará, nos fortalecerá. La bondad de
Dios los llevará al arrepentimiento. Ellos llorarán por su pecado con más
amargura y más ternura cuando sean librados de su cautiverio que cuando gemían
bajo éste. Si tomamos a Dios como nuestro Padre e ingresamos a la Iglesia del
Primogénito, nada nos faltará que sea bueno para nosotros. Sin duda estas
predicciones se refieren también a una futura reunión de los israelitas desde
todos los rincones del mundo. Describen figuradamente la conversión de los
pecadores a Cristo, y el camino claro y seguro en que son guiados.
Isaías 43; 1
Mas ahora, así dice el SEÑOR tu
Creador, oh Jacob, y el que te formó, oh Israel: No temas, porque yo te he
redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú.
El capítulo 42 termina con la tristeza de Dios
por la decadencia espiritual de su pueblo. En el capítulo 43, Dios dice al
pueblo que, a pesar de su fracaso espiritual, Él les mostrará misericordia, los
traerá de regreso del cautiverio y los restaurará. Les derramaría amor y no
ira. Entonces el mundo sabría que únicamente Dios había hecho esto.
Dios creó a Israel haciéndolo especial para El.
Lo redimió y lo llamó por su nombre para que fueran de Él. Dios protegió a
Israel en tiempos difíciles. Nosotros somos importantes para Dios, ¡también nos
llama por nombre y nos da su nombre! Cuando llevemos su maravilloso nombre,
nunca debemos hacer nada que le avergüence.
El favor y la buena voluntad de Dios hacia su
pueblo hablan abundante consuelo a todos los creyentes. La nueva criatura,
doquiera esté, es hechura de Dios. A todos los redimidos con la sangre de su
Hijo, los ha apartado para sí. Los que tienen a Dios para sí, no tienen que
temer quién o qué pueda estar contra ellos. ¿Qué son Egipto y Etiopía, todas
sus vidas y tesoros, en comparación con la sangre de Cristo? Los creyentes
verdaderos son preciosos a ojos de Dios; su complacencia está en ellos por
sobre cualquier persona. Aunque pasen por agua y fuego, mientras tengan con
ellos a Dios, no tienen que temer mal alguno; serán levantados y sacados.
Los fieles son animados. Se reunirían de todo
lugar. Con este agradable objetivo a la vista, el profeta los vuelve a disuadir
de los ansiosos temores.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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