} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 15 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

jueves, 15 de febrero de 2018

15 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



 1 Juan 4; 21
Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano

Es fácil decir que amamos a Dios cuando no nos cuesta nada más que asistir semanalmente a los cultos. Pero la verdadera prueba de nuestro amor a Dios consiste en cómo tratamos a quienes están delante de nosotros: los miembros de nuestra familia y los amigos creyentes. No podemos amar a Dios si somos negligentes al amar a quienes fueron creados a su imagen y semejanza.
Amar a Dios equivale a guardar sus mandamientos, y uno de ésos es que amemos a los hermanos. No podemos rechazar o ignorar un mandamiento de Dios y al mismo tiempo reclamar amar a Dios.
El amor de Dios en Cristo, en los corazones de los cristianos por el Espíritu de adopción, es la prueba grande de la conversión. Esta debe ser probada por sus efectos en sus temperamentos, y en sus conductas para con sus hermanos. Si un hombre dice amar a Dios y, sin embargo, se permite ira o venganza, o muestra una disposición egoísta, desmiente a su confesión. Pero si es evidente que nuestra enemistad natural está cambiada en afecto y gratitud, bendigamos el nombre de nuestro Dios por este sello y primicia de dicha eterna. Entonces nos diferenciamos de los profesos falsos que pretenden amar a Dios a quien no han visto pero odian a sus hermanos a los que han visto.
El amor fraterno práctico es decisivo, porque el amor debe encarnarse, si es que no quiere ser «mentira» y engaño de sí mismo. El pasaje de 1Jn_4:21 suele entenderse hoy día a menudo en el sentido de que hay que amar a Dios en el hermano.   Porque no se trata de amar a Dios «en el hermano» (tal cosa sería pensarlo todo excesivamente desde el punto de vista del hombre), sino de hacer que el amor de Dios siga fluyendo hacia el hermano. Tal vez una imagen aclarará las cosas: la agape es una corriente dinámica que va de Dios al cristiano y del cristiano al hermano. Si esta corriente se interrumpe en un lugar, entonces todo el movimiento queda paralizado. Esto significa la muerte del amor, porque el amor sólo puede recibir su vida de Dios. Quizás podamos llevar más adelante todavía esta comparación, relacionándola con el fenómeno -bien conocido por nosotros- de la electrotecnia: si el cristiano no ama a su hermano, surge una interrupción de la corriente y se hace imposible también que la corriente salga de Dios.


Mateo 25; 40
Respondiendo el Rey, les dirá: "En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis."

Los "más pequeños" no nos pueden recompensar. No pueden reciprocar, Luc_6:35; Luc_14:12-14. Los que persiguen a éstos persiguen a Cristo. Otros textos enseñan que se debe practicar la benevolencia hacia todos (Gál_6:10; Stg_1:27), pero las acciones benévolas hacia otros cristianos son aceptadas porque indican clara y enfáticamente la relación e identificación con Cristo. Los que hacen así son imitadores de Cristo y, por eso, son llamados "hijos de Dios". Tienen la mente de Cristo (Flp_2:5). Heb_2:11, "no se avergüenza de llamarlos sus hermanos".
Jesús nos coloca cara a cara con la maravillosa verdad de que toda ayuda de esta clase que prestemos a nuestros semejantes se Le da a Él, y toda la ayuda que se niega, se Le niega a Él. ¿Cómo puede ser esto? Si de veras queremos alegrar el corazón de un padre, si de veras queremos moverle a gratitud, la mejor manera de hacerlo es ayudando a uno de sus hijos. Dios es el gran Padre; y la manera de alegrar el corazón de Dios es ayudando a Sus hijos, nuestros hermanos en la fe de Cristo.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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