Salmo 139; 1
Para el director del coro. Salmo de
David. Oh SEÑOR, tú me has escudriñado y conocido
Luego de presentar las sublimes doctrinas de la
omnipresencia y la omniscencia de Dios, el salmista le invoca, protestando su
inocencia, su aborrecimiento a los impíos, y su pronta sumisión al
escudriñamiento más estricto. La amonestación a los inicuos y el consuelo para
los piadosos son asimismo las inferencias implicitas de estas doctrinas. Dios
tiene un conocimiento perfecto de nosotros, y todos nuestros pensamientos y
acciones están abiertos ante Él. Más provechoso es meditar en las verdades
divinas aplicándolas a nuestros propios casos, con el corazón elevado a Dios en
oración, que con un enfoque mental de curiosidad o de debate. Que Dios sabe
todas las cosas, es omnisciente y que esté por doquier, es omnipresente, ambas
son verdades reconocidas por todos, pero rara vez creídas correctamente por la
humanidad. Dios lleva la cuenta estricta de cada paso que damos, de cada paso
bueno y cada paso malo. Él sabe por qué regla andamos, hacia cuál finalidad nos
encaminamos, con qué compañía andamos. Cuando soy separado de toda compañía, tú
sabes lo que tengo en mi corazón. No hay palabra vana, ni palabra buena en mí
sin que sepas qué origen tuvo en mis pensamientos, y con qué intención fue
dicha. Dondequiera estemos, estamos bajo el ojo y la mano de Dios. No podemos
descubrir cómo Dios nos escudriña; no conocemos cómo somos conocidos. Tales
pensamientos debieran evitarnos el pecar.
Algunas veces no consentimos en que la gente nos
llegue a conocer por completo porque tememos que descubran algo nuestro que no
les guste. No obstante, Dios ya conoce todo acerca de nosotros y aun el número
de los cabellos que tenemos en la cabeza (Mat_10:30).
Está con nosotros en cada situación, en cada prueba, nos protege, ama, dirige.
Nos conoce y ama a plenitud.
Salmo 139; 14-15
Te alabaré, porque asombrosa y
maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe
muy bien.
No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y
entretejido en las profundidades de la tierra.
No podemos ver a Dios, pero Él puede vernos. El
salmista no desea irse del Señor. ¿Adónde puedo ir? En los rincones más
distantes del mundo, en el cielo o en el infierno, no puedo escapar de tu
alcance. Ningún velo puede taparnos de Dios; ni siquiera la oscuridad más
densa. Ningún disfraz puede salvar a una persona, o evitar que un hecho sea
visto a la verdadera luz por Él. Los acosos secretos del pecado son tan
abiertos ante Dios como las villanías más francas. Por otro lado, el creyente
no puede ser quitado de la presencia consoladora y sostenedora de su Amigo
Omnipotente. Si el perseguidor le quita la vida, su alma ascenderá muy presta
al cielo. La tumba no puede separar su cuerpo del amor de su Salvador, que lo
levantará como cuerpo glorioso. Ninguna circunstancia externa puede separarlo
de su Señor. Mientras esté en la senda del deber, puede estar feliz en
cualquier situación por el ejercicio de la fe, la esperanza y la oración.
Cómo es que el Señor me conoce y me rodea? Porque
desde la concepción y gestación a lo largo de los días de la vida y más allá en
el “despertar” en la eternidad, él es mi Creador-Dueño. Significa “adquirir una posesión” o sea,
comprar (Gén. 25:10; Exo. 15:16); y, en el caso
del Señor y el orden creado, “disfrutar de una posesión creativa” (Gén. 14:19, 22). Mis entrañas, “riñones”, el
centro de las emociones, el ser sensible. Mis
huesos, la estructura ósea, el ser físico. Mi embrión. Cada embrión es una
persona, una posesión creativa de Dios con sus días planificados por
adelantado, una vida ordenada en el cielo para ser vivida sobre la tierra.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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