Apocalipsis 2; 12-17
Y escribe al ángel de la iglesia en
Pérgamo: "El que tiene la espada aguda de dos filos, dice esto:
'Yo sé dónde moras: donde está el trono de Satanás. Guardas fielmente mi
nombre y no has negado mi fe, aun en los días de Antipas, mi testigo, mi siervo
fiel, que fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.
'Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que
mantienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los
hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos
de inmoralidad.
'Así tú también tienes algunos que de la misma manera mantienen la
doctrina de los nicolaítas.
'Por tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra
ellos con la espada de mi boca.
'El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado
en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo
recibe.' (LBLA)
12
Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: "El que tiene la espada aguda
de dos filos, dice esto:
Durante muchos años hubo rivalidad entre
Efeso, Esmirna y Pérgamo sobre cuál era la principal ciudad de Asia. No había
duda en cuanto a que Pérgamo era el centro de la vida religiosa de la
provincia. La ciudad estaba dominada por una gran colina de unos 300 m. sobre
el nivel del mar y tenía muchos templos. El más famoso era el de Asclepio el
dios de la sanidad, estrechamente asociado con la serpiente, que dio a Pérgamo
una reputación similar a la de Lourdes hoy. Había un gran altar a Zeus
construido para conmemorar una notable victoria. Lo más importante de todo era
que Pérgamo tenía el primer templo de la zona dedicado a Augusto y a Roma, por
lo cual se transformó en el centro del culto al emperador en la provincia. Como
se trataba de una afiliación tanto política como religiosa creaba problemas
especiales para los cristianos. Los títulos de Señor, Salvador y Dios eran
aplicados continuamente al emperador, algo que los cristianos no podían menos
que resistir a la luz de su exclusiva adhesión correcta a Jesús.
Pérgamo, en otro tiempo capital del reino
de los Atálidas, había conservado hasta esta época algo de su grandeza del
pasado, entre otras cosas la grandiosa biblioteca de 200.000 volúmenes. Pero
también era el centro de cuatro sectas y rivalizaba con Efeso en su adoración
de ídolos. El dios principal de la ciudad estaba simbolizado por una serpiente,
y a ese dios se le consideraba el dios de la sanidad. La gente de todas partes
iba a Pérgamo en busca de sanidad de parte de ese dios.
Así como los romanos usaban la espada como
señal de autoridad y juicio, Jesucristo muestra su espada aguda de dos
filos que representa la suprema
autoridad de Dios y su juicio. También puede representar la separación futura
de los creyentes e incrédulos. Los incrédulos no pueden experimentar la
recompensa eterna de vivir en el reino de Dios.
Como el centro de cuatro sectas idolátricas
(Zeus, Dionisio, Asclepio y Atena), a Pérgamo se le llamaba "la ciudad
donde Satanás tiene su trono". Rodeada del culto a Satanás y al emperador
romano como dios, la iglesia de Pérgamo no estuvo dispuesta a negar a Cristo,
aun cuando los adoradores de Satanás martirizaron a uno de sus miembros. Nunca
es fácil permanecer firmes en contra de las fuertes presiones y tentaciones de
nuestra sociedad, pero la alternativa es mortal.
Según Plinio; el
pergamino (material de escribir especialmente preparado con pieles de animales)
debe su nombre a esta ciudad. Sobre ella descollaba una magnifica acrópolis con
templos y palacios; en su falda se alzaba el altar de Zeus (altar de Pérgamo),
celebrado ya en la antigüedad. Ya en el año 29 a.C. había erigido la ciudad
un templo de Augusto y de Roma, con lo cual vino a ser la sede más antigua del
culto al César en Asia Menor. Sin embargo, la mayor importancia correspondía el
gran santuario de peregrinación de Asclepio, el dios de la medicina. Al
hablarse a continuación del «trono de Satán» pudo pensarse en particular en
alguno de los espléndidos edificios cultuales de Pérgamo; sin embargo, es
posible que con ello se aludiera muy en general a la atmósfera de la ciudad
penetrada de religiosidad pagana, que, como medio en que respiraban y vivían
los cristianos, constituían también para ellos una tentación. Aquí se imponía
una clara discriminación; por eso se presenta al Señor como portador de la
«aguda espada de dos filos».
Pérgamo era una ciudad peculiarmente llena de
maldad, como si tuviera Satanás su trono allí. Era un centro de culto a César,
y de idolatría con sus prácticas sensuales. Los cristianos que no fueron seducidos,
sí fueron perseguidos.
Pérgamo ocupaba un lugar único en Asia.
No se encontraba en ninguna de las grandes carreteras como Éfeso y Esmirna;
pero históricamente era la ciudad más importante de Asia. Estrabón la llamaba
" ciudad ilustre» (epifanés), y Plinio «con mucho la ciudad más
famosa de Asia» (longe clarissimum Asiae). La razón era que, en el
tiempo en que estaba escribiendo Juan, Pérgamo hacía casi cuatrocientos años
que era la capital. Allá por el año 282 a C. se la hizo la capital del reino de
los Seléucidas, una de las partes en que se desmembró el imperio de Alejandro
Magno, y siguió siendo la capital hasta el año 133 a C., año en que murió Atalo
III dejándole sus dominios a Roma. De esos dominios Roma formó la provincia de
Asia, y Pérgamo siguió siendo la capital.
Su posición geográfica aún hacía a
Pérgamo más impresionante. Estaba construida en una alta colina cónica que
dominaba el valle del río Caico, desde la cima de la cual se podía ver el
Mediterráneo a veinticinco kilómetros.
Se la describe de la manera siguiente: «Más que todas las otras
ciudades de Asia Menor, Pérgamo le da la impresión al viajero de ser una ciudad
regia, la sede de la autoridad; la colina rocosa sobre la que está construida
es tan imponente que domina la amplia llanura del Caico orgullosa y
agresivamente.» La Historia y el honor se dieron cita alrededor de Pérgamo.
Resumamos sus características sobresalientes.
(i) Pérgamo no podría llegar nunca a
tener la importancia comercial de Éfeso o de Esmirna, pero como centro cultural
las sobrepasaba a ambas. Era famosa por su biblioteca, que contenía no menos de
200,000 rollos de pergamino. Sólo la superaba la biblioteca realmente única de
Alejandría.
Es interesante advertir que la palabra pergamino
se deriva de Pérgamo. En el mundo antiguo se llamaba hé pergaméné
jarta, la hoja pergamina, nombre que tiene una historia interesante.
Durante muchos siglos, los antiguos rollos, los antepasados de los libros, se
escribían en papiros, hojas hechas de la médula de unos juncos grandes que
crecían en las orillas del Nilo. Se extraía la médula, se cortaba en tiras, se
prensaba y suavizaba, y así se obtenía un producto parecido al papel de
estraza, que era lo que se usaba universalmente para escribir. En el siglo IV a
C., un rey de Pérgamo llamado Eumenes estaba muy interesado en hacer la
biblioteca realmente extraordinaria. Con este fin persuadió a Aristófanes de
Bizancio, que era el bibliotecario de Alejandría, para que se viniera a la de
Pérgamo. Tolomeo de Egipto, furioso, metió rápidamente en la cárcel a
Aristófanes y sometió a embargo las exportaciones de papiros a Pérgamo. Ante
esa situación, los eruditos de Pérgamo inventaron el pergamino o vitela, que se
hace de piel de animales, especialmente de oveja y cabra, suavizada y pulimentada.
De hecho el pergamino en muy superior al papiro para conservar la escritura y,
aunque no inmediatamente, llegó por último a desplazar al papiro.
(ii) Pérgamo era uno de los grandes
centros religiosos. Tenía en particular dos famosos altares. En la carta del
Cristo Resucitado se dice que Pérgamo es el lugar donde tiene su sede Satanás.
Está claro que esto se refiere a algo
que la Iglesia Cristiana consideraba particularmente malo. Algunos han supuesto
que aquí se hace referencia al esplendor religioso de Pérgamo.
(a) Pérgamo se
consideraba la custodia de la manera griega de vivir y del culto griego. Hacia
240 a C. había obtenido una gran victoria contra los salvajes invasores
Galátatas o galos. En memoria de esa victoria se había construido un gran
templo de Zeus delante del templo de Atenea que se remontaba doscientos metros
sobre la colina cónica de Pérgamo. A quince metros de altura, se erguía sobre
un saliente de la roca que parecía un trono inmenso en la montaña. Todo el día
estaba subiendo el humo de los sacrificios que se ofrecían a Zeus. Alrededor de
su base se había tallado en la roca una de las obras escultóricas más notables
del mundo: el friso que mostraba la Batalla de los Gigantes, en la que los
dioses de Grecia obtuvieron la victoria frente a los gigantes de la barbarie.
Se ha sugerido que este gran altar era el trono de Satanás; pero es improbable
que un autor cristiano lo llamara así, porque para entonces ya eran anacrónicos
los viejos dioses griegos, y habría sido un derroche de pólvora el disparar la
invectiva cristiana para atacarlos.
(b) Pérgamo estaba especialmente
conectada con el culto de Asclepio -para los latinos Esculapio-, hasta tal
punto que se le conocía como " el dios pergamino." Cuando Galeno
estaba mencionando invocaciones populares, dijo que la gente juraba
corrientemente por Artemisa de Éfeso, o por Apolo de Delfos, o por Asclepio de
Pérgamo. Asclepio era el dios de la sanidad, y sus templos eran la versión
primitiva de los hospitales en el mundo antiguo. La gente acudía en manadas a
Pérgamo en busca de alivio para sus males. La labor de la sanidad era en parte el trabajo
de los sacerdotes; y en parte el de los médicos -Galeno, sólo superado por Hipócrates
en la historia de la medicina antigua, había nacido en Pérgamo-; y en parte,
del propio Asclepio. ¿Había algo en su culto que moviera a los cristianos a
llamar el templo de Asclepio la sede de Satanás? Sí, había tres cosas.
Primera, el emblema de Asclepio era la
serpiente, que se sigue usando en muchos emblemas médicos y farmacéuticos.
Muchas de las monedas de Pérgamo tienen la serpiente de Asclepio como parte de
su efigie. Bien podía ser que los judíos y los cristianos consideraran satánica
una religión que tenía la serpiente como emblema de su culto. Pero esta
explicación parece poco probable. Como ya se ha señalado, los cristianos
considerarían el lugar al que iba la gente a curarse -y a menudo se curaba- con
compasión más que con indignación. El culto de Asclepio no era una base
suficiente para llamar a Pérgamo la sede de Satanás.
Así es que parece que debemos buscar en
otro sitio la explicación de esta frase.
(iii) Pérgamo era el centro
administrativo de Asia. Eso quería decir que era el centro del culto del césar
para toda la provincia. Ya hemos descrito el culto del césar y el dilema
perentorio en que colocaba a los cristianos.
Estaba organizado en un centro y una
administración provincial como los de un presbiterio o una diócesis. El punto
clave aquí es que Pérgamo era el centro de ese culto para toda la provincia de
Asia. Sin duda era por eso por lo que Pérgamo era la sede de Satanás: era el
lugar en que se obligaba a las personas bajo pena de muerte a tomar el nombre
de Kyrios, Señor, y aplicárselo al césar en vez de a Cristo; y eso era
algo que un cristiano no haría jamás, porque no podía ser más satánico.
Y aquí tenemos
la explicación del comienzo de la carta a Pérgamo. El Cristo Resucitado se dice
que es el que tiene la espada aguda de doble filo. Los gobernadores
Romanos se dividían en dos clases: los que tenían el ius gladii, el
derecho de la espada, y los que no. Los que tenían el derecho de la espada
tenían poder de vida o muerte; su palabra era la sentencia que se ejecutaba en
el lugar y en el momento. Hablando humanamente, el procónsul, que tenía el
cuartel general en Pérgamo, tenía el ius gladü, y en cualquier momento
podía usarlo contra los cristianos; pero esta carta demanda de los cristianos
que no olviden que la última palabra la tiene siempre el Cristo Resucitado, Que
es el Que tiene la verdadera espada aguda de doble filo. El poder de Roma podía
ser satánicamente poderoso; el poder del Cristo Resucitado es incalculablemente
mayor.
13a » 'Yo sé dónde moras: donde está el trono de
Satanás.
Ser cristiano en Pérgamo era «un compromiso muy difícil.»
Ya hemos visto la concentración de la
religión pagana que tenía su centro en Pérgamo. Había centros de culto de
Atenea y de Zeus, con su imponente altar que dominaba la ciudad; de Asclepio,
que atraía enfermos de cerca y de lejos; y, sobre todo, centraba las demandas
del culto al césar, que era como una espada de Damocles suspendida
constantemente sobre las cabezas de los cristianos.
Así es que el Cristo Resucitado les dice
a los cristianos de Pérgamo: «Yo sé dónde estás.» La palabra para estar es
aquí katoikein; y quiere decir residir con carácter permanente en un
lugar. Es una palabra muy poco frecuente aplicada a los cristianos en el mundo.
La palabra que se usa más corrientemente es paroikein, que quiere decir
ser forastero. Pedro les escribe su carta a los forasteros que se
encuentran por todas las provincias de Asia Menor. Pero aquí se considera la
cuestión desde otro punto de vista. Los cristianos de Pérgamo tienen su
residencia permanente, por lo que se refiere a este mundo, en Pérgamo -donde es
más fuerte el dominio de Satanás.
Aquí hay algo de suma importancia. El
principio de la vida cristiana no es la retirada sino la conquista. Puede que
nos parezca que sería más fácil ser cristiano en otro lugar y en otras
circunstancias, pero el deber del cristiano es dar testimonio de Cristo donde
la vida le ha colocado. Una vez supimos de una chica que se convirtió en una
campaña de evangelización. Trabajaba en un periódico secular, y su primera
decisión después de su conversión fue buscarse otro trabajo en un pequeño
periódico cristiano, donde se encontraba permanentemente entre cristianos
practicantes. Era extraño que lo primero que hizo después de su conversión
fuera salir huyendo. Cuanto más difícil sea ser cristiano en cualquier cúmulo de
circunstancias, mayor será la obligación de permanecer en aquella situación. Si
los cristianos de los primeros días hubieran salido huyendo cada vez que se les
presentaba un compromiso difícil, no habría existido la posibilidad de un mundo
para Cristo.
Los cristianos de Pérgamo demostraron
que era perfectamente posible ser cristianos en aquellas circunstancias. Hasta
cuando el martirio estaba a la vista, no se acobardaban. De Antipas no sabemos
nada; Tertuliano nos transmite una leyenda tardía según la cual murió asado
lentamente encerrado en un toro de bronce. Pero hay un detalle sumamente
sugestivo en el original que es imposible reproducir en español. El Cristo
Resucitado llama a Antipas " mi fiel martys." Lo hemos
traducido por mártir; pero hay que tener presente que martys es
la palabra griega normal para testigo. En la Iglesia primitiva, ser
testigo y ser mártir eran la misma cosa, El testimonio conllevaba con frecuencia el martirio. Aquí
hay una seria advertencia. Hay muchos que están dispuestos a dar testimonio en
círculos cristianos, pero no cuando tendrían que enfrentarse con oposición o
burlas o dificultades.
El Señor conoce
el ambiente de los cristianos de Pérgamo, dominado por el demonio, las
tentaciones y seducciones que de allí partían y el peligro que representaban de
inclinar a soluciones sincretistas de compromiso. Cristo y Satán no tienen nada
en común ( 2Co_6:14 s), por lo cual
tampoco a los cristianos les es posible en este punto un compromiso teórico ni
práctico. El único verdadero Dios, así como su revelación, no pueden nunca, por
su naturaleza, ser tolerantes con ídolos y falsas doctrinas de salvación.
Pese a este ambiente y a sus peligros,
hubo en Pérgamo cristianos con tan clara resolución, que en convicción y en
obra, en verdadera libertad de espíritu y entrega de corazón, conservaron sin
falsedad ni menoscabo su fe en Cristo, hasta estar dispuestos a dar la vida,
como lo había hecho Antipas, como testimonio en favor de Cristo. Debemos tomar
nota de otra cosa. El Cristo Resucitado llama a Antipas Mi fiel martys, compartiendo
así con él Su propio título de honor. En Apocalipsis 1: S y 3:14, Cristo
mismo es llamado el fiel martys; A los que Le son fieles les da nada
menos que Su propio nombre.
La fidelidad en la fe es ciertamente la
exigencia fundamental, obvia por así decirlo, de la vida cristiana; sin
embargo, el Señor sabe que su cumplimiento en las circunstancias concretas de
una vida humana no es siempre cosa tan obvia; por esta razón expresa su
alabanza a la comunidad de Pérgamo.
14 'Pero tengo unas pocas cosas contra ti,
porque tienes ahí a los que mantienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a
Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a
los ídolos y a cometer actos de inmoralidad.
15 'Así tú también tienes algunos que de la
misma manera mantienen la doctrina de los nicolaítas.
16 'Por
tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la
espada de mi boca.
A pesar de la fidelidad demostrada por
la Iglesia de Pérgamo, el Señor tiene sus quejas contra ella: tolera en
su seno a los que siguen las doctrinas de Balam y de los nicolaítas .
El v.15 parece identificar — según opinión de la mayoría de los intérpretes —
los nicolaítas con los secuaces de Balam. Este famoso adivino fue llamado por
Balac, rey de Moab, para que maldijera a los israelitas, que amenazaban su
reino. Balac esperaba que la maldición tuviese como efecto la destrucción de
Israel. Pero Balam en lugar de maldecir, es obligado por Yahvé a proferir sobre
Israel magníficas bendiciones. Sin embargo, por Num_31:16
sabemos que las mujeres moabitas y madianitas indujeron a los
israelitas, por consejo de Balam, a tomar parte en los cultos idolátricos de
Baal Fogor. Así lo afirma también un comentario haggádico judío,
añadiendo que fue Balam el que dio este perverso consejo al rey de Moab, A esta
interpretación parece aludir nuestro pasaje. Balam quedó en la literatura
judaica como el prototipo del inductor al mal.
A semejanza de Balam, hay en la Iglesia
de Pérgamo falsos maestros que con sus doctrinas erróneas inducen a los fieles
al mal. Es probable que Juan mire aquí a
algún falso maestro que no tenía reparo en enseñar ser lícito tomar parte en
los banquetes de los ídolos, en los sacrificios paganos o también dejarse
llevar del desenfreno moral. El problema de los idolotitos preocupó ya desde un
principio a los apóstoles. Pablo había
tenido que intervenir en este asunto para dar normas concretas a las cuales
debían atenerse los fieles. Según esto, la fornicación de que
nos habla el v.14 hay que entenderla de la connivencia con la idolatría. Es muy
frecuente en los profetas del Antiguo Testamento el considerar la idolatría
como una fornicación. La razón de esto está sin duda en el hecho de que Israel
era considerado por esos mismos profetas como la esposa de Yahvé. Al darse a la
idolatría venía como a prostituirse a un extraño, faltando así a la fidelidad
debida a su esposo Yahvé. Sin embargo, es también posible que haya que tomar la
expresión fornicar de nuestro texto en sentido propio, pues las fiestas
religiosas de Pérgamo, en las cuales tal vez participaban algunos cristianos,
solían llevar consigo desórdenes morales.
Cristo exhorta a la Iglesia al
arrepentimiento y a la corrección. De lo contrario vendrá pronto a ella y
peleará contra los corruptores con la espada de su boca (v.16). Esta
espada no designa otra cosa que el fallo de su justicia pronunciado por su
boca. Cristo, en cuanto juez, condenará con terrible castigo a los falsos maestros
que se esfuerzan por seducir a los fieles de Pérgamo.
Por supuesto que no todos dieron buena
prueba en la misma medida en las polémicas intelectuales y ante las seducciones
del ambiente; una minoría se dejó contagiar por las prácticas paganas y por las
teorías que la sustentaban. Su actitud y su peligrosidad se caracterizan aquí
con una comparación y una imagen tomada de la historia del pueblo de Dios en el
Antiguo Testamento. En ella se habla de la seducción a la idolatría y de la
fornicación (Num_25:1 s; Num_31:16; 2Pe_2:15; Jud_1:11). Esta minoría profesaba las mismas
opiniones que los nicolaítas de éfeso (cf. comentario a 2,6); creían poder
hacer ciertas concesiones al espíritu del tiempo y del lugar, posibles a su
parecer también a un cristiano, las cuales, sin embargo, significaban una
ruptura con la doctrina y la práctica cristianas (1Co_6:12-20;
1Co_10:14-22). A pesar de la fidelidad de la iglesia de Pérgamo, había
error. Había quienes seguían la doctrina de Balaam y de los nicolaítas. Ya
hemos hablado de estas personas en relación con Éfeso, y nos las hemos
encontrado otra vez cuando estudiábamos la carta a Tiatira. Trataban de
persuadir a los cristianos de que no había nada malo en adaptarse prudentemente
al mundo.
El que no esté dispuesto a ser diferente
no tiene por qué iniciar el camino cristiano. La palabra más corriente para cristiano
en el Nuevo Testamento es háguios, que quiere decir básicamente diferente
o aparte. El Templo es háguios porque es diferente de los
demás edificios; el sábado es háguios porque es diferente de los otros
días; Dios es supremamente háguios porque es totalmente diferente de los
hombres, y el cristiano, porque es diferente de las demás personas.
Debemos tener claro en qué consiste esa
diferencia, porque aquí hay una paradoja. Pablo exhortaba a los cristianos
corintios a ser diferentes del mundo. «Salid de en medio de ellos» (2Co_6:17). Esta diferencia del mundo no implica
separación física, ni odio. Pablo le escribe a la misma iglesia: "A todos
me he hecho de todo para de esa manera salvar a algunos» (1Co_9:22). Pablo aseguraba que podía llevarse bien con
todo el mundo; pero -y ahí está el detalle- el llevarse bien con todos era para
salvar a algunos. No era cuestión de rebajar el nivel del Cristianismo,
sino de elevarlos a ellos. El fallo de los nicolaítas era que seguían una
política de componenda solamente para ahorrarse dificultades.
El aviso del Cristo Resucitado es que va
a hacerles la guerra. Debemos fijarnos en que no dijo: «Os haré la guerra,»
sino: " Les haré la guerra.» No estaba airado con toda la iglesia,
sino con los que trataban de seducirla; para con los descarriados no tenía sino
piedad.
La amenaza del Cristo Resucitado es que
peleará contra ellos con la espada de Su boca. El Cristo de la espada es
una figura alucinante. Pensando en los conquistadores del pasado y
comparándolos con Jesucristo, un poeta escribió:
Y se desvanecieron de la escena como
sombras fugaces en cristal, y conquistando recorrió los siglos Cristo, sin una
espada, sobre un asno.
¿Cuál es la espada de Cristo? El autor
de Hebreos dice que la Palabra de Dios es más afilada que ninguna espada
de doble filo (Heb_4:12);
y Pablo dice que "la espada del Espíritu es la Palabra de Dios» (Efe_6:17). La
espada de Cristo es la Palabra de Cristo.
En la Palabra de Cristo hay convicción
de pecado; en ella somos confrontados con la verdad, y con nuestro fracaso
en obedecerla. En la Palabra de Cristo está la invitación de Dios; convence
al hombre de pecado, y entonces le invita a volver al amor de Dios. En la
Palabra de Cristo hay promesa de Salvación; convence al hombre de pecado,
le conduce a la Cruz, y le da la seguridad de que "no hay otro nombre
debajo del Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos» (Hec_4:12). La
conquista de Cristo es Su poder para ganar a las personas al amor de Dios.
En esta carta, el Cristo Resucitado
promete dos cosas a la persona que obtenga la victoria: la primera es
participar del maná escondido. Aquí tenemos una concepción judía que
tiene dos aspectos.
(i) Cuando los israelitas no tenían
comida en el desierto, Dios les dio a comer maná (Éxodo
16: 2 -15). Cuando ya no fue necesario, su recuerdo no se
desvaneció. Un cacharro lleno de maná se puso en el arca, y se dejó allí en la
presencia de Dios en el Lugar Santísimo del Tabernáculo y luego del Templo (Exo_16:33 s; Heb_9:4). A
principios del siglo VI a C., el templo que había construido Salomón fue
destruido; y los rabinos transmitieron la leyenda de que, cuando sucedió
aquello, Jeremías escondió el cacharro del maná en una grieta del Monte Sinaí,
y que, cuando viniera el Mesías, Jeremías yolvería y restituiría el cacharro
del maná. Para un judío, «comer del maná escondido» significaba gozar de las
bendiciones de la era mesiánica; y para un cristiano, entrar en la bendición
del nuevo mundo que surgiría cuando viniera el Reino de Dios.
(ii) Es posible que haya un sentido más
amplio y más general. Del maná se dice: «Este es el pan que el Señor os da para
comer» (Exo_16:15).
El maná se llamaba «trigo del Cielo» (Sal_78:24); y se dice que era
"el pan de los ángeles» (Sal_78:25). Aquí el maná puede que quiera decir comida
celestial. En ese caso, Juan estaría diciendo lo siguiente: "En este
mundo no podéis participar con los paganos en sus fiestas, porque no os podéis
sentar a comer una carne que ha sido parte de un sacrificio que se ha ofrecido
a un ídolo. Puede que creáis que os toca renunciar a muchas cosas; pero el día
vendrá en que participaréis del banquete del Cielo con comida celestial.» En
ese caso, el Cristo Resucitado está diciendo que una persona se tiene que
abstener de las seducciones de la Tierra si quiere gozar de las bendiciones del
Cielo.
(iii) Esto tiene otra posible
interpretación. Algunos han sugerido que el maná es el pan de Dios que toma el
cristiano en la Comunión. Juan nos dice que cuando los judíos Le dijeron a
Jesús que sus padres habían comido el maná en el desierto, que era el pan del
Cielo, Jesús les dijo: "Yo soy el pan de la vida» (Jn_6:31-35). Si el
maná escondido y el pan de la vida son la misma cosa, el maná escondido no es
sólo el pan de la Comunión, sino representa al mismo Cristo, el pan de la vida;
y esta es la promesa: que, al que sea fiel, Cristo Se le dará a Sí mismo.
A los
extraviados de Pérgamo llama Cristo a la conversión; de lo contrario tendrá que
intervenir él mismo y con una clara sentencia sobre los falsificadores de la
verdadera realidad de la vida cristiana pondrá fin a la indecisión de la
comunidad para con ellos. Como en Pérgamo, se trata siempre de una lucha en dos
sentidos que la cristiandad tiene que sostener en el mundo, contra la
hostilidad y el menoscabo de fuera y contra los peligros de falsas doctrinas en
el interior.
17 'El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le
daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la
piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe.'
Al que venza en este combate se le
promete el premio de la victoria bajo una doble metáfora. El maná había
alimentado y mantenido maravillosamente al pueblo de Israel en su marcha por el
desierto, lo había salvado y conducido a la tierra prometida. La calificación
de «escondido» que se da aquí al maná podría llevar implícita la idea que
doctores judíos de la ley habían desarrollado basándose en la tradición
referida, que Jeremías, antes de la destrucción del templo había ocultado el
arca de la alianza con el maná conservado en ella: el manjar del cielo se
mantiene oculto para el fin de los tiempos; en todo caso se trata aquí de un
manjar que sólo se dará en el futuro, a saber, en el banquete o en el convite
de boda de la vida eterna (Luc_14:15-24; Mat_22:1-14). La promesa final de
Cristo a los fieles de Pérgamo es que les dará la piedrecita blanca que
contenga su nombre nuevo. Este es un pasaje al que se han dado casi
innumerables interpretaciones. En el mundo antiguo, una piedrecita blanca podía
querer decir muchas cosas.
(i) Según una leyenda rabínica, durante
la peregrinación por el desierto caían piedras preciosas del cielo juntamente
con el maná. La piedra blanca podría representar sencillamente los preciosos
dones de Dios a Su pueblo.
(ii) En el mundo antiguo se usaban
piedras de colores para hacer las cuentas en las calculadoras de la época. Esto
querría decir que los cristianos son contados en el número de los fieles.
(iii) En los tribunales antiguos se
usaban piedrecitas negras y blancas para registrar el veredicto de los jurados;
las blancas, para inocente, y las negras, para culpable. Esto querría decir que
el cristiano es declarado inocente ante Dios gracias a la obra de Jesucristo.
(iv) En el mundo antiguo se usaban mucho
unos objetos que se llamaban en latín tesserae. Una tessera era
una tablilla de madera o de metal o de piedra en la que había algo escrito; y
hablando en general, la posesión de una tessera le confería a uno alguna
clase de privilegio. Tres de estas tesserae añaden algo a la figura.
(a) En Roma, las
casas grandes tenían sus clientes, dependientes que recibían todas las
mañanas de su patrón comida y dinero para pasar el día. A menudo se les daba
una tessera que les servía para identificarse como personas que tenían
derecho a los dones gratuitos. Esto querría decir que los cristianos tenían
derecho a los dones espirituales gratuitos para sostener la vida que Cristo da.
(b) El obtener una
victoria en los juegos atléticos era uno de los mayores honores que se podían
alcanzar en el mundo antiguo. A los vencedores sobresalientes les daba el
director de los juegos una tessera que en los días por venir les
confería el derecho de entrar gratis a todos los espectáculos públicos. Esto
querría decir que el cristiano, como atleta victorioso de Cristo, participa de
la gloria de su Señor.
(c) En Roma, un gran gladiador era el
héroe popular más admirado. A menudo un gladiador tenía que seguir luchando
hasta que le mataban en un combate. Pero si había tenido una carrera ilustre,
cuando se hacía mayor se le permitía retirarse honorablemente. A tales
personajes se les daba una tessera con las letras SP. SP representaba la
palabra latina spectatus, que quiere decir hombre cuyo valor está
demostrado sin lugar a duda. Esto querría decir que el cristiano, como
gladiador de Cristo, cuando ha demostrado su valor en las batallas de la vida
se le permite entrar en el reposo que Cristo concede honorablemente.
(v) En el mundo antiguo se llamaba a un
día especialmente dichoso un día blanco. Se decía que los tracios y los
escitas guardaban en sus casas una urna en la que echaban una piedrecita blanca
cada día feliz, y negra los infelices; al final de sus vidas se contaban las
piedrecitas, y según hubiera más blancas o negras se decía que había llevado
una vida dichosa o desgraciada. Esto podría querer decir que por medio de
Jesucristo el cristiano puede tener el gozo que nadie le puede quitar (Jua_16:22).
(vi) Aquí hay otra interpretación que es
la más probable. Una de las costumbres más corrientes del mundo antiguo era
llevar amuletos o reliquias, que podían estar Hechos de piedras o metales
preciosos, pero que a menudo no eran más que piedrecitas en las que estaba
escrito el nombre sagrado; el saber el nombre de ese dios era tener un cierto
poder sobre él, poder llamarle en ayuda propia en momentos de dificultad y
tener dominio sobre los demonios. Tales amuletos se creía que eran doblemente
eficaces si nadie más que el propietario sabía el nombre que estaba escrito en
él. Muy probablemente lo que Juan quiere decir es: " Tus amigos paganos
llevan amuletos con inscripciones supersticiosas que creen que los pueden
mantener a salvo. Vosotros no necesitáis nada de eso: vosotros estáis a salvo
en la vida y en la muerte porque conocéis el Nombre que es sobre todo nombre, y
conocéis al Dios verdadero.»
Es posible que debamos buscar el sentido
del nombre nuevo y de la piedrecita blanca en una dirección totalmente diferente.
Al vencedor en los combates de la fe le
promete, en cambio, dos cosas: el mana escondido y una piedrecita blanca (v.11).
En el maná hay una clara alusión al éxodo, durante el cual Dios alimentó a su
pueblo con este alimento caído del cielo . Por el libro del éxodo también sabemos que una muestra del maná
se conservó escondida en el arca de la alianza. La tradición rabínica también
consideraba como algo característico de la era mesiánica la reaparición del
maná, escondido en el tercer cielo. La mención del maná en este pasaje tal vez
haya sido sugerida por la alusión a Balam y a los recuerdos del éxodo, o bien
por contraposición a los idolotitos de los que ha hablado en el v.14. El maná,
junto con el árbol de la vida y el agua de la vida, vendrán como
a formar el alimento de inmortalidad para los elegidos. El premio prometido al
vencedor sería de tipo escatológico. Se referiría a la visión beatífica, que sacia
totalmente las ansias y deseos del bienaventurado.
La piedrecita blanca — el blanco es
color de victoria y de alegría — es una imagen tomada probablemente de los
billetes de entrada — tessera — a los teatros, a los banquetes, o bien
de los talismanes protectores, que solían llevar un nombre mágico grabado. Esta
piedrecita blanca dada a los cristianos fieles simboliza el billete para entrar
y tomar parte en el banquete celestial, en el reino de los cielos. El nombre
nuevo, que va escrito sobre la piedrecilla, alude probablemente a un nombre
de Cristo. Solamente el que posee ese nombre conoce su sentido, y únicamente
será gustado por los fieles que han triunfado.
Con
esto se quiere poner más de realce, posiblemente, un lazo mucho más íntimo
entre Cristo y el alma del cristiano. Sería la experiencia íntima y personal
que el cristiano tenga de Jesucristo. Sólo aquel que la sienta podrá darse
cuenta de ella: es un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe (v.17).
En griego hay dos palabras para nuevo.
Está néos, que quiere decir nuevo en cuanto al tiempo. Una cosa
puede ser néos, y sin embargo ser igual que otras muchas. Por otra parte
está kainós, que es nuevo no sólo en cuanto al tiempo sino también en
cuanto a la cualidad; no se conocía nada igual antes. Así nos encontramos en Apocalipsis
la nueva Jerusalén (3:12); el cántico nuevo (5:9); los nuevos cielos y la
nueva Tierra (21:1); y Dios hace todas las cosas nuevas (21:5). Con esto en
mente se sugieren dos nuevas líneas de pensamiento.
Se ha sugerido que la piedrecita blanca
es la misma persona; que el Cristo Resucitado les está prometiendo a Sus fieles
una nueva identidad, limpia de todas las manchas terrenales y relucientes con
la pureza del Cielo.
En cuanto al nombre nuevo, una de las
características del Antiguo Testamento es que se les daba a las personas un
nombre nuevo para marcar una nueva condición. Así Abram se convierte en Abraham
cuando se le hace la gran promesa de que va a ser el padre de muchas naciones,
y cuando adquiere, por así decirlo, una nueva posición en el plan de Dios para
la humanidad Gen_17:5).
De la misma manera, después de la lucha en Peniel, Jacob se convierte en
Israel, que quiere decir Príncipe de Dios, porque había prevalecido frente a
Dios (Gen_32:28).
Isaías oyó a Dios prometerle a la nación de Israel: «Entonces verán las
naciones tu justicia y todos los reyes tu gloria; y te será puesto un nombre
nuevo que la boca del Señor te pondrá» (Isa_62:2).
Esta costumbre de poner un nombre nuevo
para definir una nueva identidad también se conocía en el mundo pagano. El
nombre del primero de los emperadores Romanos fue Octavio; pero cuando pasó a
ser emperador se le dio el nombre de Augusto para mostrar su nueva dignidad.
Había un curioso paralelo en la vida
campesina de Palestina. Cuando una persona estaba muy enferma y en peligro de
muerte, se le ponía el nombre de alguien que hubiera vivido una larga y santa
vida, como si eso le comunicara una nueva personalidad sobre la que la enfermedad
no tuviera poder.
Sobre esta base de interpretación,
Cristo promete una nueva identidad a los que Le son fieles.
Esto es atractivo. Sugiere que la
piedrecita blanca quiere decir que Jesucristo le da a la persona que Le es leal
un nuevo ser, y que el nuevo nombre quiere decir una nueva posición de gloria
en la que entrará el que haya sido fiel a Cristo cuando termine esta vida y
empiece la por venir. Nos queda decir que, aunque esta interpretación es
atractiva, el punto de vista que refiere la piedrecita blanca y el nuevo nombre
al uso de los amuletos es el que es más probable que sea el correcto.
Dado que en la carta se ha expresado dos veces
la idea del juicio, para la explicación de la metáfora se puede recurrir a la
práctica judicial de la antigüedad, que consistía en que los jueces notificaban
su sentencia absolutoria mediante la entrega de una piedrecita-blanca; en este
caso la metáfora querría expresar la inocencia en el tribunal de Dios. Ahora la
imagen se desarrolla todavía mediante la indicación de que sobre la piedrecita
está escrito un nombre nuevo, sin duda un nombre nuevo de quien recibe la
piedra. El nombre equivale en la antigüedad al ser; según esto se confiere al
vencedor un nuevo ser, con el que al mismo tiempo se le hace consciente de su
relación totalmente personal con Dios, que por tanto sólo él puede experimentar
(1Jn_3:1).
¡Maranata! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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