Isaías 53; 7
Fue oprimido y afligido,
pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja
que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió El su boca.
En el Antiguo Testamento, el
pueblo ofrecía animales como sacrificios por sus pecados. Aquí, el Siervo del
Señor sin pecado alguno, se ofrece a sí mismo por nuestros pecados. El es el
Cordero (53.7) ofrecido por los pecados de todas las personas (Jn_1:29; Apc_5:6-14). El Siervo
se sometió a la voluntad de Dios sin protestar ni expresar queja alguna: no
abrió la boca, mostrándose manso como el cordero llevado al matadero o
ante el esquilador sin moverse. Sin duda que este símil dio origen a la
aplicación, en el Nuevo Testamento, de “Cordero de Dios” a Jesús, sometido a
los ludibrios de su pasión sin protestar. Cristo, en realidad, será el Cordero
de la nueva Pascua, ofrecido en sustitución del antiguo, como alianza perpetua
en la nueva economía de la redención.
Leemos de los sufrimientos de
Cristo; también del propósito de sus sufrimientos. Fue por nuestros pecados y
en nuestro lugar que nuestro Señor Jesús sufrió. Todos hemos pecado y caído de
la gloria de Dios. Los pecadores tienen su pecado favorito, su propio mal
camino que aprecian. Nuestros pecados merecen todas los castigos y dolores,
hasta los más severos.
Somos salvados de la ruina a la
cual nos obligamos por el pecado, cuando echamos sobre Cristo nuestros pecados.
Esta expiación iba a ser hecha por nuestros pecados. Este es el único camino de
salvación. Nuestros pecados fueron las espinas en la cabeza de Cristo, los
clavos en sus manos y pies, la lanza en su costado. Fue entregado a la muerte
por nuestras ofensas. Por sus sufrimientos adquirió para nosotros el Espíritu y
la gracia de Dios para mortificar nuestras corrupciones, que son las maldades
de nuestra alma. Bien podemos soportar nuestros sufrimientos más leves, porque
Él nos ha enseñado a estimar todas las cosas como pérdida por amor a Él y a amar
al que nos amó primero El Mesías sufrió por nuestro bien, llevando nuestros
pecados para hacernos aceptos a Dios. ¿Qué podemos decir ante tanto amor? ¿Cómo
le responderemos a Él?
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario