} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 4 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

domingo, 4 de febrero de 2018

4 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.


  Marcos 15; 34
Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA SABACTANI?, que traducido significa, DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO? (LBLA)

 Este versículo nos lleva a la última escena, una escena tan terrible que el mismo cielo se oscureció inexplicablemente y parecía que hasta la naturaleza no podía soportar el ver lo que estaba sucediendo. Profirió el terrible grito: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué Me has abandonado?" Hay un misterio en ese grito que no podemos sondear. Puede que fuera que Jesús había tomado sobre Sí esta vida nuestra; había realizado nuestro trabajo, y arrostrado nuestras tentaciones, y soportado nuestras luchas; había sufrido todo lo que la vida puede imponer; había conocido el fallo de Sus amigos, el odio de Sus enemigos, la malicia de Sus adversarios; había experimentado el dolor más agudo que la vida pueda ofrecer. Hasta este momento Jesús había pasado por todas las experiencias de la vida excepto una: no había conocido las consecuencias del pecado. Ahora bien, si hay algo que haga el pecado es separarnos de Dios. Pone entre nosotros y Dios una barrera realmente infranqueable. Esa era la única experiencia humana por la que Jesús no había pasado nunca, porque Él fue sin pecado.
Puede ser que en este momento Le sobreviniera esa experiencia -no porque hubiera pecado, sino porque, a fin de identificarse totalmente con nuestra humanidad, tenía que pasarla. En este momento inflexible e inexorable Jesús Se identificó real y totalmente con el pecado humano. Aquí tenemos la paradoja divina: Jesús supo lo que era ser un pecador, y esta experiencia debe de haber sido incalculablemente agonizante para Jesús, porque Él nunca había conocido lo que era estar separado de Dios por esta barrera.
Jesús no hizo esta pregunta sorprendido ni desesperado. Citaba la primera estrofa del Salmo 22. Este salmo es una profecía acerca de la profunda agonía del Mesías al morir por el pecado del mundo. Jesús sabía que esta separación temporal de Dios llegaría en el momento en que echara sobre sí los pecados del mundo. Esta separación fue lo que lo aterrorizó, según oró en Getsemaní. La agonía física fue horrible, pero la separación espiritual de Dios fue la tortura mayor.
En una fuerte voz de agonía Jesús expresa el peso del pecado que siente sobre sí mismo y el abandono del Padre para que él muera con esa carga puesta en él (Isa_53:4-6; Isa_53:10; Isa_53:12;1Pe_2:24; 2Co_5:2; Gál_3:13). La pregunta de Jesús no pide información, sino es un reconocimiento de que Dios, para ser justo, tiene que demandar la muerte por el pecado (Rom_6:23), y siendo Dios justo, no deja que el inocente muera por pecados no cometidos. Para que muera el inocente por el pecado, Dios tiene que abandonar al tal, y así aceptar la muerte del inocente por la muerte del culpable. Jesús dio su vida en rescate por muchos (Mat_20:28). Al “abandonar” a Jesús, Dios manifestó su amor hacia el mundo pecador (y al mismo tiempo su justicia, Rom_3:26; Rom_5:8-11; Rom_8:32).

Por eso Él puede comprender tan bien nuestra situación. Por eso no tenemos por qué tener nunca miedo de acudir a Él cuando el pecado nos deja incomunicados con Dios. Porque Él lo ha pasado, puede ayudar a los que lo estén pasando. No hay sima de experiencia humana que Cristo no haya sondeado. Hubo un gran grito. Tanto Mateo (27:50) como Lucas (23:46) se refieren a él. Juan no lo menciona, pero nos dice que Jesús murió después de decir: «¡Consumado es!" (19:30). En el original eso sería una sola palabra; y esa única palabra fue el gran grito: «¡Consumado!» Jesús murió con el grito de triunfo en Sus labios, Su tarea cumplida, Su misión realizada, Su victoria ganada. Después de la terrible oscuridad se hizo de nuevo la luz, y Jesús volvió a Dios como el Cristo.

¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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