Marcos 15; 34
Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI,
ELOI, ¿LEMA SABACTANI?, que traducido significa, DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE
ME HAS ABANDONADO? (LBLA)
Este
versículo nos lleva a la última escena, una escena tan terrible que el mismo
cielo se oscureció inexplicablemente y parecía que hasta la naturaleza no podía
soportar el ver lo que estaba sucediendo. Profirió el terrible grito:
"¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué Me has abandonado?" Hay un misterio en
ese grito que no podemos sondear. Puede que fuera que Jesús había tomado sobre
Sí esta vida nuestra; había realizado nuestro trabajo, y arrostrado nuestras
tentaciones, y soportado nuestras luchas; había sufrido todo lo que la vida
puede imponer; había conocido el fallo de Sus amigos, el odio de Sus enemigos,
la malicia de Sus adversarios; había experimentado el dolor más agudo que la
vida pueda ofrecer. Hasta este momento Jesús había pasado por todas las experiencias
de la vida excepto una: no había conocido las consecuencias del pecado. Ahora
bien, si hay algo que haga el pecado es separarnos de Dios. Pone entre nosotros
y Dios una barrera realmente infranqueable. Esa era la única experiencia humana
por la que Jesús no había pasado nunca, porque Él fue sin pecado.
Puede ser que en este momento Le sobreviniera esa experiencia -no
porque hubiera pecado, sino porque, a fin de identificarse totalmente con
nuestra humanidad, tenía que pasarla. En este momento inflexible e inexorable
Jesús Se identificó real y totalmente con el pecado humano. Aquí tenemos la
paradoja divina: Jesús supo lo que era ser un pecador, y esta experiencia debe
de haber sido incalculablemente agonizante para Jesús, porque Él nunca había
conocido lo que era estar separado de Dios por esta barrera.
Jesús no hizo esta pregunta sorprendido ni desesperado. Citaba la
primera estrofa del Salmo 22. Este salmo es una
profecía acerca de la profunda agonía del Mesías al morir por el pecado del
mundo. Jesús sabía que esta separación temporal de Dios llegaría en el momento
en que echara sobre sí los pecados del mundo. Esta separación fue lo que lo
aterrorizó, según oró en Getsemaní. La agonía física fue horrible, pero la
separación espiritual de Dios fue la tortura mayor.
En una fuerte voz de agonía Jesús expresa el peso del pecado que
siente sobre sí mismo y el abandono del Padre para que él muera con esa carga
puesta en él (Isa_53:4-6; Isa_53:10;
Isa_53:12;1Pe_2:24; 2Co_5:2; Gál_3:13). La pregunta de Jesús no pide
información, sino es un reconocimiento de que Dios, para ser justo, tiene que
demandar la muerte por el pecado (Rom_6:23), y
siendo Dios justo, no deja que el inocente muera por pecados no cometidos. Para
que muera el inocente por el pecado, Dios tiene que abandonar al tal, y así
aceptar la muerte del inocente por la muerte del culpable. Jesús dio su vida en
rescate por muchos (Mat_20:28). Al “abandonar” a
Jesús, Dios manifestó su amor hacia el mundo pecador (y al mismo tiempo su
justicia, Rom_3:26; Rom_5:8-11; Rom_8:32).
Por eso Él puede
comprender tan bien nuestra situación. Por eso no tenemos por qué tener nunca
miedo de acudir a Él cuando el pecado nos deja incomunicados con Dios. Porque
Él lo ha pasado, puede ayudar a los que lo estén pasando. No hay sima de
experiencia humana que Cristo no haya sondeado. Hubo un gran grito. Tanto Mateo
(27:50) como Lucas (23:46) se refieren a él. Juan no lo menciona,
pero nos dice que Jesús murió después de decir: «¡Consumado es!" (19:30). En el original eso sería una sola palabra; y
esa única palabra fue el gran grito: «¡Consumado!» Jesús murió con el grito
de triunfo en Sus labios, Su tarea cumplida, Su misión realizada, Su victoria
ganada. Después de la terrible oscuridad se hizo de nuevo la luz, y Jesús volvió
a Dios como el Cristo.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario