} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 11 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

domingo, 11 de febrero de 2018

11 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.




 Juan 19; 28-29
Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo*: Tengo sed.
   Había allí una vasija llena de vinagre; colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca.

En este pasaje Juan nos coloca frente a frente a dos cosas acerca de Jesús.
(i) Nos pone cara a cara con Su sufrimiento humano; cuando Jesús estaba en la Cruz experimentó la agonía de la sed. Cuando Juan estaba escribiendo su evangelio, había surgido una cierta tendencia en el pensamiento filosófico y religioso que se llamaba el gnosticismo. Una de sus doctrinas básicas era que el espíritu es totalmente bueno, y la materia totalmente mala. De ahí se deducían ciertas conclusiones. Una era que Dios, que es Espíritu puro, no puede de ninguna manera asumir un cuerpo que es materia, y por tanto malo. Por tanto, los gnósticos enseñaban que Jesús no tenía un cuerpo de verdad, sino que era sólo un fantasma. Decían, por ejemplo, que cuando andaba no dejaba huellas en el suelo, porque era un espíritu puro en un cuerpo irreal.
De ahí pasaban a decir que Dios no podía sufrir; y, por tanto, Jesús no sufrió de veras, sino que pasó por la experiencia de la Cruz sin padecer ningún dolor. Cuando los gnósticos hablaban así creían que estaban honrando a Dios y a Jesús; pero lo que estaban haciendo era destruyendo la realidad de Jesús. Si Él había de redimir a la humanidad, tenía que hacerse humano. Tenía que hacerse como nosotros para hacernos como Él. Por eso Juan hace hincapié en el hecho de que Jesús sufrió la sed. Quería hacer ver que era verdaderamente humano, y que realmente experimentó la agonía de la Cruz. Juan se detiene todo lo necesario para subrayar el hecho de la perfecta humanidad y el sufrimiento real de Jesús.
(ii) Pero, igualmente, nos pone cara a cara ante el triunfo de Jesús. Cuando comparamos los cuatro evangelios descubrimos un hecho iluminador. Los otros tres evangelios no nos relatan que Jesús dijera: " ¡Ya todo está completo!»; pero sí nos dicen que exclamó en voz muy alta (Mateo 27.50; Mar_15:37; Luc_23:46). Por otra parte, Juan no nos menciona el gran grito; pero sí nos dice que Sus últimas palabras fueron: «¡Ya todo está completo!» La explicación es que el gran grito y las palabras «¡Ya todo está completo!» son la misma cosa. "¡Ya todo está completo!» es sólo una palabra en griego, tetélestai; y Jesús murió con un grito de triunfo en Sus labios. No dijo: «Todo se acabó,» como reconociendo Su derrota; sino proclamando Su victoria con un grito de júbilo. Parecía estar destrozado en la Cruz, pero sabía que había obtenido la victoria.
La última frase de este pasaje aún lo deja más claro. Juan dice que Jesús recostó la cabeza hacia atrás y entregó el espíritu. Como si reclinara la cabeza en la almohada. Para Jesús, el combate había terminado, y aun en la Cruz conoció el gozo de la victoria y el descanso del Que ha completado Su tarea y puede relajarse, contento y en paz.
Hay otras dos cosas que no debemos pasar por alto en este pasaje. La primera es que Juan relaciona el grito de Jesús: "¡Tengo sed!», con el cumplimiento de un versículo del Antiguo Testamento: «Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre» (Sal_69:21).
La segunda es otra de las alusiones de Juan. Nos dice que fue en una caña del hisopo donde pusieron la esponja con el vinagre. Ahora bien: la caña o junco de hisopo era una cosa muy poco idónea para ese uso, porque no era más que un junco semejante a la hierba fuerte, pero que no tenía mucho más de medio metro de altura. Tan improbable es que se tratara de esa planta que algunos investigadores han sugerido que se trata de un pequeño error ortográfico, y que la palabra sería la que quiere decir lanza. Pero fue hisopo lo que escribió y quería decir Juan. Si retrocedemos bastantes siglos hasta la primera Pascua, cuando los israelitas salieron para siempre de la esclavitud de Egipto, recordamos que el ángel de la muerte iba pasando por todas las casas aquella noche matando a los primogénitos de los egipcios. Recordamos que los israelitas tenían que matar su cordero pascual, y untar los lados de las puertas de sus casas con la sangre para que el ángel de la muerte pasara por alto sus casas -que es lo que quiere decir la Pascua. Y las instrucciones originales habían sido: «Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre del lebrillo» (Exo_12:22). Fue la sangre del cordero pascual la que salvó al pueblo de Dios; y era la sangre de Jesús la que salvaría al mundo del pecado. La sola mención del hisopo conduciría el pensamiento de cualquier israelita al poder salvador de la sangre del cordero pascual; y esta era la manera en que Juan presentaba a Jesús como el Cordero pascual de Dios Cuya muerte salva al mundo del pecado. ¡Maranata!¡Sí, ven Señor Jesús!

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