Lucas 9; 25
Pues, ¿de
qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye
o se pierde? LBLA
La palabra
“pues” implica lo siguiente: No rehúse negarse a sí mismo, tomar su cruz y
seguirme porque ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye
o se pierde a sí mismo?” Esta es la consecuencia de no negarse a sí
mismo, etc. Es el otro lado de la moneda. Lo que Jesús requiere (negarse…
tomar… seguir) es el único camino razonable, el único curso sensato, porque al
no negarse… tomar… seguir uno escoge la destrucción de sí mismo.
En realidad ¿cuál es la ganancia de los
que rehúsan negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo? Estos están vendiendo su alma a Satanás, y aun
esta vida ¿qué es lo que ganan? Porque ellos también sufren en esta vida. Si
para los que rehúsan seguir a Cristo la vida fuera puro paraíso, una vida verdadera dichosa, maravillosa, sin
problemas, sin sufrimiento -con pura alegría - aun así estarían perdiendo sus
almas por ¿cuántos años? Aunque vivieran cien años así, ¿qué es eso si lo
compara con la eternidad? Pero
en realidad los que rehúsan obedecer al evangelio se enferman, se accidentan,
contraen enfermedades graves, sufren quiebras, el desempleo y toda clase de contratiempos
y reveses; es decir, esta vida no es
de ninguna manera pura felicidad y alegría para ellos. Además en toda
esta miseria no tienen la ayuda de Dios. No pueden decir, “Padre, ayúdame” si Él
no es su Padre. Y no pueden decir que sus sufrimientos están obrando algún bien
en su vida.
¿Cuánto vale el alma? Mucha gente saca
muy poco provecho de esta vida. No hallan mucha felicidad. La vida está llena
de problemas, dificultades y tristeza, pero aun sin embargo, aceptan que esta
pobre vida miserable que están llevando tiene
más valor que el alma. No quieren cambiar la vida que llevan por la
salvación de su alma eterna. La vida que el hombre perdido lleva le está costando mucho. Es una vida
cara, carísima. Lo que está ganando le está costando la vida eterna. Si no
cambia - si no obedece al evangelio para salvar su alma - habrá otro costo
horrible: el sufrir eternamente en el fuego llamado infierno.
Así pues, todos los desobedientes
están pagando un precio elevadísimo por la vida que llevan; es decir, les
está costando la buena vida, la vida abundante, ahora (1Pe_3:10),
y después de esta muy corta vida, pagará el precio terrible de perder su alma
en el infierno para siempre.
Están vendiendo su alma al diablo ¿para
obtener qué? De veras, ¿la vida mundana e indiferente que llevan es de tanto
valor? ¿De veras “vale la pena”? ¿No está vendiendo su alma por un precio muy
bajo? ¿Es un buen trato? Define el diccionario Larousse la palabra “ganga” como
“cosa que se adquiere a poca costa”. Se dice que “a ese precio el auto era una
ganga”. Si alguien cree que está consiguiendo su vida mundana “a poca costa” -
si cree que es una “ganga” -- se está engañando a sí mismo de la manera más
horrible, porque al morir será como el hombre de Luc_16:23
que “alzó sus ojos, estando en tormentos”. Estará gritando al igual que
éste: “Ten misericordia de mí… porque estoy atormentado en esta llama”.
El contador sensato calcula ganancias y
pérdidas. Lee Flp_3:8-9.
Imagínese el ganar “todo el mundo”. No
podemos comprender el ganar una pequeña porción del pueblo donde vivimos. Es
impensable que algún hombre fuera el dueño de una Comunidad Autónoma extensa, mucho menos de un
país, por pequeño que sea. Pero si
pudiera ser dueño no sólo de un país, sino de todos los tesoros de la
tierra, ¿cuánto valdrían si se perdiera a sí mismo?
Lucas habla de perder a sí mismo en
lugar de perder el alma. Es lo mismo, pues Lucas no habla meramente de
la vida física, sino el ser (sí
mismo). El verdadero ser del hombre es su alma o espíritu. El que pierde
su alma pierde a sí mismo.
Mat_16:26,
“¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” La pérdida material sí se puede
recuperar, pero si el hombre pierde su alma, ¿con qué podría recuperar su
pérdida? Será totalmente imposible, porque al perder el alma se pierde todo. Todos perderemos el
cuerpo. Eso es ineludible, pero al perder el cuerpo el cristiano todavía es
riquísimo porque no pierde su alma, su posesión eterna.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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