Hechos 8; 9-24
Y cierto hombre llamado Simón, hacía tiempo que estaba
ejerciendo la magia en la ciudad y asombrando a la gente de Samaria,
pretendiendo ser un gran personaje;
y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención,
diciendo: Este es el que se llama el Gran Poder de Dios.
Le prestaban atención porque por mucho tiempo los había
asombrado con sus artes mágicas.
Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba las buenas nuevas
del reino de Dios y el nombre de Cristo Jesús, se bautizaban, tanto hombres
como mujeres.
Y aun Simón mismo creyó; y después de bautizarse, continuó con
Felipe, y estaba atónito al ver las señales y los grandes milagros que se
hacían.
Cuando los apóstoles que estaban
en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron
a Pedro y a Juan,
quienes descendieron y oraron por ellos para que recibieran el
Espíritu Santo,
pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; sólo
habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
Cuando Simón vio que el Espíritu se daba por la imposición de
las manos de los apóstoles, les ofreció dinero,
diciendo: Dadme también a mí esta autoridad, de manera que todo
aquel sobre quien ponga mis manos reciba el Espíritu Santo.
Entonces Pedro le dijo: Que tu plata perezca contigo, porque
pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero.
No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no
es recto delante de Dios.
Por tanto, arrepiéntete de esta tu maldad, y ruega al Señor que
si es posible se te perdone el intento de tu corazón.
Porque veo que estás en hiel de amargura y en cadena de
iniquidad.
Pero Simón respondió y dijo: Rogad vosotros al Señor por mí,
para que no me sobrevenga nada de lo que habéis dicho.
Cuando los
cristianos se diseminaron, Felipe, que había sido elegido como uno de los
Siete, llegó a Samaria y se puso a predicar el Evangelio. Este acontecimiento
es especialmente sorprendente porque era un hecho que los judíos no se trataban
con los samaritanos (Jn_4:9).
La desavenencia
entre los judíos y los samaritanos era una antigua cuestión histórica. En el
siglo VIII a C., los asirios conquistaron el Reino del Norte, cuya capital era
Samaria. Siguiendo la costumbre que ellos mismos habían implantado, deportaron
a la mayor parte de la población e importaron allí a otros de otras naciones.
En el siglo VI a C., los babilonios conquistaron el Reino del Sur, cuya capital
era Jerusalén, y deportaron a la mayor parte de sus habitantes a Babilonia;
éstos se propusieron no perder su identidad, y siguieron siendo judíos a machamartillo.
En el siglo V a C. se les permitió volver con Esdras y Nehemías, y reconstruir
su capital arruinada. Mientras tanto, los del Reino del Norte que se habían
quedado en Palestina se habían mezclado con los extranjeros que los asirios
habían traído de otros lugares y razas. Cuando los del Sur volvieron y se
pusieron a reconstruir Jerusalén, los de Samaria les ofrecieron ayuda; pero
aquellos la rechazaron despectivamente, considerando que los samaritanos no
eran ya israelitas puros. Desde aquel momento siempre ha existido una rotura y
aun un odio implacable entre judíos y samaritanos.
El hecho de que
Felipe predicara el Evangelio de Jesucristo en Samaria es una prueba de que la
Iglesia estaba dando uno de los pasos más importantes de su historia, tal vez
inconscientemente, y descubriendo que Jesús es el Salvador de todo el mundo.
Sabemos muy poco de Felipe; pero él fue uno de los artífices de la Iglesia
Cristiana.
Debemos fijarnos en
lo que el Cristianismo aportó a aquella gente: (i) Le trajo la historia de
Jesús, el mensaje del amor de Dios revelado en Jesucristo. (ii) Les trajo
sanidad. El Cristianismo no ha sido nunca algo exclusivamente de palabras.
(iii) Les trajo, como una consecuencia natural, una alegría que los samaritanos
no habían experimentado nunca antes. Es un cristianismo descafeinado el que
produce una atmósfera lúgubre; el Evangelio irradia alegría.
8:9 -- Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia
en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por
algún grande. (Dice LBLA,
había estado... asombrando a la gente).
Toda forma de magia, hechicería, adivinación,
etc. se condenó. Éxo_22:18; Deu_18:10-12; Isa_47:12-14;
Gál_5:19-21. Este es el primero de los encuentros entre el evangelio y
los magos, adivinos y hechiceros. Estos son algunos de los medios más efectivos
que Satanás emplea para estorbar la predicación del evangelio.
Todo el propósito de
Simón era exaltarse a sí mismo y ganar dinero. Simón no era un tipo tan raro en
el mundo antiguo. Había muchos astrólogos, adivinos y magos, y en una época tan
crédula ejercían una gran influencia y se ganaban la vida cómodamente. No hay
nada de sorprendente en esta historia, cuando aun en nuestros tiempos no se han
acabado los adivinos y los astrólogos, como se puede ver en muchas revistas
populares. No hay que pensar que Simón y sus congéneres eran timadores
profesionales. Muchos de ellos se habían engañado a sí mismos y creían en sus
poderes antes de engañar a otros. En los días de la iglesia primitiva, los
hechiceros y magos eran numerosos e influyentes. Hacían maravillas, efectuaban
sanidades y exorcismos, y practicaban la astrología. Sus magias quizás eran
simples trucos o los hechiceros recibieron algún poder de Satanás (Mat_24:24; 2Ts_2:9).
Simón realizó muchas maravillas al grado que hasta algunos pensaban
que era el Mesías, pero sus poderes no venían de Dios.
No fue así con Felipe quien exaltó a Cristo (2Co_4:5). Los que se exaltan a sí mismos serán
humillados. Así fue con Simón.
8:10 -- A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el
más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios.
Le "prestaban atención" porque creían
que era un gran instrumento de Dios. Le "prestaban atención", pero
ahora están escuchando a Felipe. Felipe tuvo que remover este obstáculo para
poder convertir a los samaritanos. Pablo tuvo que eliminar un obstáculo
semejante en Chipre (Hch_13:3-12). Esto bien
ilustra la necesidad de destruir la confianza de la gente en falsos maestros
para poder enseñarles la verdad. Los católicos, evangélicos y otros religiosos
confían en sus maestros y líderes (sacerdotes, pastores, evangelistas) y a
menos que el error de los tales sea expuesto, la gente no prestará atención a
la verdad.
8:11 -- Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había
engañado (asombrado, LBLA) mucho tiempo. -- La gente que no conoce a Dios es engañada por los obreros de las tinieblas.
Todas las naciones que no estudian la Biblia están llenas de superstición y hechicería.
8:12 -- Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio (Rom_10:17) del
reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.
-- Vieron el gran contraste entre el poder de Simón y el poder de Dios
demostrado por Felipe. (Lo mismo se puede decir de los llamados
"milagros" modernos; la diferencia es muy grande entre estos y los
verdaderos milagros hechos en el primer siglo por Jesús y sus siervos. Siempre
los verdaderos milagros hechos por los siervos de Dios estaban en conflicto con
la magia, la hechicería, etc. de los siervos de Satanás. Con las artes mágicas
los hombres engañan al pueblo y sacan provecho personal (dinero, influencia),
pero a través de los verdaderos milagros de Dios el evangelio se confirmó como
mensaje divino, para el beneficio del pueblo.
Al comparar el ver. 5
con el ver. 12 se observa que predicar a Cristo incluye la predicación del
reino de Dios y el nombre de Jesús" (Mat_28:18;
Hch_4:12). Los que no predican el reino no predican a Cristo. Los que
son trasladados al reino (Col_1:13) se añaden a
la iglesia (Hch_2:47) y se bautizan en el cuerpo
(1Co_12:13). Todas estas expresiones se refieren
a la misma cosa: los salvos se reciben en la familia de Dios. Los cristianos
son miembros del cuerpo, son piedras vivas en su templo, son ciudadanos de su
reino, son ovejas de su redil, etc. ¡Es imposible predicar el evangelio del
reino de Dios sin predicar lo que la Biblia dice acerca de la iglesia! En Efe_1:19-23 Pablo habla enfáticamente acerca del
reinado de Cristo y concluye diciendo, "y sometió todas las cosas bajo sus
pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su
cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".
La predicación de
Cristo también incluye la predicación de los mandamientos de Jesús, por ejemplo,
el bautismo (Hch_2:38-41). Los que no predican
el bautismo para la remisión de pecados (Hch_2:38) no
predican a Cristo.
El libro de Hechos
registra varios casos de conversión. El ver. 12 presenta otro caso. El
evangelio se predicó primeramente en Jerusalén, luego en Judea y ahora en
Samaria (1:8). Los samaritanos creyeron porque escuchaban atentamente las cosas
que Felipe decía (Rom_10:17). En todo caso de
conversión se observa que la gente oía, creía y era bautizada (Hch_18:10).
8:13 -- También
creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo
las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
Pero lo sorprendente y lo que sobre todo importa en el relato es el
hecho de que incluso el mismo Simón abrazó la fe y se bautizó. Parece que los
móviles que indujeron a Simón a creer no procedieron de un claro deseo de
obtener la salvación. Simón creyó; esto
indica que sabía cómo él ejercía la magia, pero él comprendía que el poder de
Felipe era poder genuino y no engañador. Simón "estaba atónito al ver las
señales" hechas por Felipe, como antes de esto el pueblo estaba atónito al
ver la magia de él. Para entender lo que pretendía Simón tenemos que comprender
algo del ambiente y de la práctica de la Iglesia Primitiva. La venida del
Espíritu Santo sobre una persona se relacionaba con ciertos fenómenos visibles
y audibles, sobre todo con el don de lenguas (Hch_10:44-46).
En el judaísmo, la práctica de la imposición de manos era bastante corriente, y
con ella se creía que se transferían ciertas cualidades de una persona a otra.
No tenemos que pensar que esto representara un punto de vista materialista de
la comunicación del Espíritu Santo; más bien se pone el acento en el carácter
del que impone las manos. Los apóstoles eran respetados hasta tal punto que el
mero hecho de sentir el contacto de sus manos era una profunda experiencia
espiritual.
Lo que sí podemos decir con seguridad es que
Simón representaba una espiritualidad falsa, y aquí se revela claramente su
engaño. La verdadera religión del Espíritu se distingue de la espiritualidad
fingida. Este Simón creyó y fue bautizado. El aceptó el hecho de los milagros
obrados por Felipe y el hecho del poder detrás de los milagros. Sin embargo,
Simón no fue convertido. Su motivación básica, antes y después de su creencia,
era egoísta. Simón estaba impresionado por los efectos visibles de la
imposición de manos y trató de comprar la habilidad para hacer lo que los
apóstoles podían hacer. No estaba interesado realmente en darle el Espíritu a
otros; sólo le interesaba el poder y el prestigio que adquiriría con él. Esta
exaltación del yo es siempre un peligro para el predicador y para el maestro.
Simón se olvidó de que hay ciertos dones que dependen del carácter. El dinero
no puede comprarlos. Aun en la religión él buscó adelantar sus intereses
egoístas; y eso es sólo un síntoma del corazón y su depravación. El no conocía
nada de la cruz, con su sacrificio. No mostró ninguna disposición de ser
crucificado con Cristo.
8:14-17 -- Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que
Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los
cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu
Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que
solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían
las manos, y recibían el Espíritu Santo.
¿Qué recibieron los samaritanos en esta
ocasión?
No fue el bautismo
con el Espíritu Santo, porque esta promesa fue solamente para los apóstoles y
para Cornelio y su casa. El poder bautismal del Espíritu Santo no se recibió a
través de la oración y la imposición de manos.
No fue "el don
del Espíritu Santo" prometido el día de Pentecostés ("Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo"), porque esta bendición
no vino a través de la oración y la imposición de manos. Cuando los samaritanos
fueron bautizados, recibieron el don del Espíritu Santo, porque esta bendición
es para todos los que se arrepienten y se bautizan para perdón de pecados. Se
debe recalcar que cuando los samaritanos fueron bautizados fueron salvos,
porque "El que creyere y fuere bautizado será salvo" (Mar_16:16).
Lo que los
samaritanos recibieron no tuvo nada que ver con la remoción del supuesto pecado
original. El pecado no es algo que se herede sino la transgresión de la ley
(1Jn_3:4).
Lo que los
samaritanos recibieron no tuvo nada que ver con la supuesta segunda obra de
gracia (una teoría errónea de algunos evangélicos que significa la
completa santificación, o sea, que
con esta bendición no se vuelve a pecar).
Entonces ¿qué
recibieron los samaritanos? En este texto (8:14-17) Lucas se refiere al poder
milagroso del Espíritu Santo. Los apóstoles testificaban y hablaban la palabra
de Dios (8:25), confirmaban las iglesias (14:22), escogían ancianos en cada
iglesia (14:23), etc., y también impartían dones espirituales a los nuevos
conversos. Rom_1:11;
Pablo quería ir a Roma para impartirles algún don espiritual. El libro de
Hechos es un libro de ejemplos, es decir, tenemos el relato de algunos casos
que representan muchos otros casos. Lo que los apóstoles hicieron en esta
ocasión representa una práctica común. En estos primeros años de la iglesia no
existía el Nuevo Testamento escrito. Por varios años no hubo ningún libro
escrito del Nuevo Testamento. Desde luego, Pablo no podía comenzar a escribir
cartas a las iglesias antes de establecerlas.
Lo que los
samaritanos recibieron cuando Pedro y Juan les impusieron las manos fue algo
que Simón podía observar ("Cuando vio Simón que por la
imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció
dinero", ver. 18). Este poder fue semejante al poder que Felipe tenía (y
semejante al poder recibido por los efesios cuando Pablo les bautizó y les
impuso las manos, 19:6).
Felipe podía hacer milagros
pero no podía impartir este poder a otros. Solamente los apóstoles podían
impartir este poder a otros (Rom_1:11; 2Ti_1:6 Hch_6:6).
El caso de Saulo no es una excepción. Tampoco el caso de Timoteo (1Ti_4:14). Dice este texto, "No descuides el don
que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del
presbiterio". Timoteo no recibió el don de Dios por la imposición
de las manos de los ancianos (esto fue hecho de Pablo), sino que le fue dado un
don con la imposición de las manos del presbiterio. (Hch_13:3; 1Ti_5:22, la práctica de imponer las manos
para seleccionar o encomendar a cierta persona para algún trabajo).
oraron por ellos para que recibiesen el
Espíritu Santo
Los apóstoles no podían impartir el poder del Espíritu Santo por su
propia voluntad, sino que oraron a Dios para que los samaritanos recibiesen
este poder. No fue necesario que los apóstoles oraran para recibir ellos mismos
el bautismo con el Espíritu Santo (1:4, 8); tampoco fue necesario que oraran
para que los bautizados recibieran el don del Espíritu Santo (2:38).
Lucas nos dice (Luc_9:54)
que un una ocasión cuando los samaritanos no recibieron a Jesús y sus
apóstoles, Jacobo y Juan dijeron, "Señor, ¿quieres que mandemos que
descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?" Ahora con toda
gratitud algunos samaritanos reciben a Pedro y Juan.
8:18-19 Cuando vio Simón que por la imposición de las
manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo:
Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las
manos reciba el Espíritu Santo.
¿Qué vio
Simón? Cuando impuso las manos sobre los efesios (19:6) "hablaban en
lenguas y profetizaban". Otros obraban milagros, sanaban enfermos, etc.
Simón observó tales cosas hechas por los samaritanos.
El "viejo hombre" de Simón le
venció. Al ver este fenómeno solamente podía pensar en la gran posibilidad de
obtener nuevos poderes, nuevos secretos que otros no sabían, para agregar a su
inventario de artes mágicas. Fue cegado por la tentación fuerte de ganar más
poder, más fama, y más dinero (2Co_4:4). A Simón
le impresionaban los efectos visibles de la imposición de manos, e intentó
comprar la capacidad para hacer lo que hacían los apóstoles. Del nombre de
Simón nos ha quedado la palabra simonía, que quiere decir la compra y
venta indigna de dignidades eclesiásticas. Simón tenía dos faltas:
(i) No estaba tan
interesado en que la gente recibiera el Espíritu Santo como en el poder y
prestigio que eso le reportaría a él. Esta exaltación del ego es un peligro que
acecha especialmente al pastor, al predicador, al anciano. Es verdad que deben
irradiar luz; pero también lo es que no se puede demostrar que uno es maravilloso
y que Cristo es poderoso para salvar.
(ii) Simón olvidó,
o no sabía, que ciertos dones dependen del carácter. No se compran con dinero.
También aquí deben tener cuidado los predicadores, los pastores y los ancianos.
«La predicación es la comunicación de la verdad por medio de la personalidad.»
Para comunicar a otros el Espíritu hay que ser, no un hombre rico, sino un
hombre controlado por el Espíritu.
Dice Pablo (Gál_5:20) que la hechicería es una obra de la carne,
un deseo que lucha contra el Espíritu (Gál_5:17). Los magos y hechiceros se compraban secretos
y artes de magia los unos de los otros. Tenían que aprender medios nuevos para
asombrar (engañar) a la gente para ganar dinero y fama.
8:20 -- Entonces
Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios
se obtiene con dinero.
Esta denuncia significa que Simón estaba otra vez en pecado y, por
eso, condenado.
La palabra «simonía», la compra y venta de
oficios e influencia eclesiástica, tiene aquí su origen. "comercio
ilícito de las cosas espirituales" (sobre todo se refiere a la práctica de
comprar puestos en la Iglesia Católica Romana, y elementos religiosos)
"Todo tiene su precio" parece ser cierto en nuestro mundo de
sobornos, riqueza y materialismo. Simón pensó que podía comprar el poder del
Espíritu Santo, pero Pedro lo censuró con dureza. La única manera de recibir al
Espíritu Santo es hacer lo que Pedro dijo a Simón: arrepentirse del pecado,
pedir perdón a Dios y ser lleno con su Espíritu. Ninguna cantidad de dinero
puede comprar la salvación, el perdón de pecado ni el poder de Dios que se
obtienen mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo como Señor y Salvador.
8:21 -- No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón
no es recto delante de Dios. –
Si Simón
hubiera seguido como fiel discípulo, posiblemente los apóstoles le habrían
impartido algún don, pero debido a su actitud no tenía parte ni suerte en el
asunto de impartir el poder de Dios.
El corazón es la fuente de toda maldad (Mat_12:34;
Mat_15:19; Pro_4:23; Stg_1:14). Esto quiere decir que el problema de
Simón no era simplemente una deficiencia de entendimiento, sino que todavía
quería satisfacer los deseos carnales (Gál_5:16),
que no los había crucificado (Gál_5:24). El
bautismo mismo no es algo mágico que quite tales deseos. La verdadera
conversión requiere que se deje el amor al pecado, que haya cambio de corazón,
y que se resuelva de todo corazón a crucificar los deseos carnales.
"Despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos
engañosos" (Efe_4:22); "Haced morir,
pues, lo terrenal en vosotros" (Col_3:5).
Felipe hizo milagros
para confirmar la Palabra (Mar_16:20; Hch_14:3; Heb_2:2-3)
y de esa manera la obra avanzaba, pero el corazón de Simón no era recto sino
egoísta, pues él solamente quería beneficios personales.
8:22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás
te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;
Dios estaba dispuesto a perdonarle pero Pedro se refiere a lo
difícil que resultaba el arrepentirse en este caso. Este caso es un ejemplo para todo discípulo
de Cristo cuando peca. Debe arrepentirse y rogar a Dios que le perdone (1Jn_1:8-9). Podemos leer también Stg_5:16, "confesaos
vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.
La oración eficaz del justo puede mucho".
8:23 -- porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás. --
El pecado de Simón indicó que
era esclavo de la avaricia. Según la doctrina bautista Simón no se convirtió,
que nunca fue salvo, porque según esta doctrina es imposible caer de la gracia,
pero si Simón nunca se hubiera convertido, Pedro le habría dicho,
"arrepiéntete y bautízate para perdón de pecados" (2:38). No dijo
eso, sino "arrepiéntete... y ruega a Dios". Dice Lucas que
"creyó Simón mismo y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe"
(ver. 13), es decir, como los otros samaritanos creyeron y se bautizaron (ver.
12), así también Simón. El problema fue que al bautizarse "estaba siempre
con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba
atónito" y fue vencido por su vida pasada y cayó en pecado.
8:24 -- Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al
Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.
De esta manera el relato termina, indicando que
Simón sintió la necesidad de la oración de Pedro y los otros hermanos. Al pedir
la oración de otros posiblemente reconozcamos la culpa y busquemos el perdón de
Dios, o tal vez solamente tengamos el deseo de escapar el castigo. No sabemos
el pensamiento de Simón.
Hay mucha maldad en el pensamiento del corazón,
nociones falsas, afectos corruptos, y malos proyectos de los cuales uno debe
arrepentirse o estamos acabados. Pero al arrepentirnos serán perdonados. Aquí
se duda de la sinceridad del arrepentimiento de Simón, no de su perdón, si su
arrepentimiento fue sincero.
Algunos preguntan, ¿fue realmente salvo Simón?
«El mismo Simón también creyó» y «fue bautizado», pero el tajante rechazo de
Pedro deja alguna duda en cuanto a la real posición de Simón delante de Dios. Aún
más, los escritos tempranos de la historia eclesiástica continuaron
considerando a Simón padre de herejías. A pesar del pedido aparentemente
genuino que hizo a Pedro de que orara para que aquello no le ocurriera, Simón
llegó a ser conocido luego en la tradición cristiana como el hereje arquetípico
y enemigo del cristianismo.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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