} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 10 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

sábado, 10 de febrero de 2018

10 Febrero: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.




 Job 6; 14
 Para el abatido, debe haber compasión de parte de su amigo; no sea que abandone el temor del Todopoderoso. (LBLA)

   La primera respuesta de Job es un prolongado lamento en el que justifica sus quejas invocando lo profundo de sus sufrimientos. Job acaba de quejarse de que no le quedan fuerzas, pero ahora procede a un ataque amargo y sarcástico contra sus amigos. Su depresión se ha convertido en ira. Empieza con indirectas, con la imagen de un arroyo o torrente temporal que nunca tiene agua cuando se necesita. Acusa a sus amigos de no haber pagado su deuda de amistad que sería su lealtad, la lealtad de la amistad y aceptación sin reservas pase lo que pase. Los amigos interpretan la “lealtad” como algo distinto. Ofrecen su simpatía y su apoyo, pero sólo en lo que sea realista. No pueden decir “mi amigo, estés o no en lo correcto”, cuando los sufrimientos de Job prueban claramente que ha actuado mal y está siendo disciplinado por Dios por algún pecado. ¿Cómo pueden ignorar la evidencia ante sus ojos y lo que han aprendido y alentar a Job en lo que ellos creen sería una posición falsa, farisaica?

Expresa su desilusión por ser objeto de estas amargas e inmerecidas críticas de sus amigos, y presenta su punto de vista de que Dios se ha convertido en su cruel perseguidor. La autocompasión de Job comienza a transformarse en ira y éste empieza a buscar alivio para sus males. Job subraya el abismo que separa al que sufre del que lo viene a consolar. ¿Cuántas máscaras al lado de un enfermo? Las palabras de consuelo a menudo son un disfraz el que consuela al afligido quiere disimular su propio desconcierto ante el dolor del otro y su incapacidad para darle un alivio eficaz. El enfermo, sin embargo, no se deja engañar porque sabe lo que siente, y se halla más aislado.


Juan 15; 13
Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos.
Esta es una verdad aceptada por todos con respecto al amor. Aquila y Priscila "expusieron su vida por mí", Rom_16:4; Epafrodito "por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí", Flp_2:29-30; 1Jn_3:16; Rom_5:8.
Jesús nos envía al mundo para que nos amemos los unos a los otros. A veces vivimos como si se nos hubiera echado al mundo para competir, o para discutir, o hasta para pelearnos los unos con los otros. Pero el cristiano ha de vivir de tal manera que muestre lo que quiere decir amar a sus semejantes. Aquí Jesús hace otra de Sus grandes proclamas. Si Le preguntáramos: "¿Qué derecho tienes Tú a exigirnos que nos amemos unos a otros?» Su respuesta sería: «Nadie puede llegar a mostrar más amor que dando la vida por sus amigos: y eso es lo que Yo he hecho.» Muchos les han dicho a los demás que se amaran, cuando toda la vida de los que lo decían era una demostración de que eso era lo último que hacían o harían ellos. Jesús nos dejó un mandamiento que El mismo fue el primero en cumplir. Por eso nos dice: «Como Yo os he amado.»

De forma sencilla, esta declaración establece lo que debe ser prioritario para nosotros y la senda que hemos de seguir:
1) Nuestra prioridad es amarnos los unos a los otros.
2) Nuestra senda es amar como Cristo nos amó, «poniendo su vida». ¿Quién puede medir este amor? Cristo dejó el confort, el gozo y la adoración del cielo para llevar sobre sí los pecados de la humanidad. Soportó el dolor de los azotes, los clavos en sus manos, la lanza que hirió su costado, la corona de espinas sobre su cabeza, todo lo cual ejemplifica la medida de su amor. Descubrimos su amor, vemos su manera de amar y, al mismo tiempo, somos llamados a sobrellevar los pecados de otras personas, el dolor que se nos impone, los golpes que nos propinan, las crueldades y el trato impropio de que nos hacen objeto. ¿Imposible? Sí, para la naturaleza humana; pero como nuevos templos del Espíritu Santo, quien ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones, podemos pedir y recibir la gracia y el poder de amar tal como Jesús amó. (Jn_12:26/2Pe_1:7-8)

Jesús dijo a los Suyos que ya no los iba a llamar más esclavos, sino amigos. Ahora bien: ese dicho sería aún más glorioso para los que Se lo oyeron por primera vez que para nosotros. Dulos, el esclavo, el siervo de Dios, no era un título vergonzoso, sino del mayor honor. Moisés fue dulos de Dios (Deu_34:5); y lo mismo Josué (Jos_24:29), y David (Sal_89:20). Era un título que Pablo se sentía orgulloso de usar (Tit_1:1), lo mismo que Santiago (Stg_1:1). Los más grandes del pasado tenían a gala el ser duloi (plural), esclavos de Dios. Y Jesús dice: «Yo tengo algo todavía mejor para vosotros: ya no vais a ser esclavos, sino amigos.» Cristo, desde que vino al mundo, nos ofrece una confianza con Dios que ni los mayores del pasado se atrevieron a soñar.
La idea de ser amigo de Dios tiene su trasfondo. Abraham fue el amigo de Dios (Isa_41:8).    
Jesús nos llama para que seamos Sus amigos y los amigos de Dios. Ese es un ofrecimiento tremendo. Quiere decir que ya no tenemos que mirar a Dios anhelantemente desde lejos. No somos como los esclavos, que no tienen el menor derecho a entrar a la presencia de su amo; ni como las multitudes, que sólo consiguen vislumbrar al rey cuando pasa en alguna ocasión especial. Jesús nos ha introducido en esta intimidad con Dios, Que ya no es para nosotros un extraño inasequible, sino nuestro Amigo íntimo.

¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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