Lucas 18; 18-19
Y
cierto hombre prominente le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?
Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.
Este aristócrata se dirigió a Jesús de una
manera totalmente inusitada. En toda la literatura judía no se encuentra ningún
caso de un rabino al que se llamara «Maestro bueno.» Los rabinos decían siempre
que «no hay nada que sea bueno más que la ley.» El dirigirse así a Jesús sonaba
a cumplido exagerado, y Jesús empezó por hacer volver los pensamientos a Dios.
Jesús siempre reconocía que su poder y su mensaje procedían de Dios. Cuando los
nueve leprosos no volvieron, Jesús se entristeció, no porque no habían vuelto a
darle las gracias a Él, sino a Dios (Luc_17:18).
No hay duda que este aristócrata era un buen
hombre; pero reconocía en lo íntimo de su corazón que algo faltaba en su vida.
La respuesta de Jesús fue que si quería encontrar todo lo que estaba buscando
tenía que vender sus posesiones y distribuir el producto entre los pobres, y
entonces seguir a Jesús. ¿Por qué hizo aquella demanda precisamente a aquel
hombre? Cuando el gadareno al que curó Jesús le pidió que le dejara ser
seguidor suyo, le contestó que volviera a su casa (Luc_8:38 s). ¿Por qué le dio al aristócrata
un consejo diferente?
En esencia, la
pregunta de Jesús al hombre principal, el que lo llamó "Maestro
bueno", fue: "¿Sabes quién soy?" Sin dudas este hombre, que con
razón le llamaba bueno, no captó las implicaciones de la declaración de Jesús
porque Él es Dios mismo.
No quería decir que
no se debe llamar “bueno” a ningún hombre, porque en la Biblia algunos son
llamados buenos (p. ej., Bernabé, Hch_11:24). En
sentido absoluto “ninguno hay bueno sino uno: Dios”, pero Jesucristo, siendo
Dios, sí era bueno. Era digno de que el joven le llamara bueno, pero la
pregunta fue “¿por qué me llamas bueno?” ¿Simplemente como cualquier otro
maestro bueno? Probablemente, pues, Cristo quería “elevar las ideas del joven
en cuanto a su persona”.
Los fariseos se
tienen por buenos, porque observan la ley y practican obras de supererogación.
Ahora bien, el hombre sólo es bueno si Dios lo hace bueno. La nueva alianza
prometida contiene la garantía de que Dios mismo quiere otorgar a su pueblo
todo bien (Jer_32:39 ss). Sólo el que reconoce
que no es bueno se vuelve bueno y se salva.
Tito 3; 4-5
Pero
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia
la humanidad,
El nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a
su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación
por el Espíritu Santo,
Las
tres personas de la Trinidad se mencionan en estos versículos porque participan
en la obra de salvación. Basándose en la obra de redención de su Hijo, el Padre
perdona y envía al Espíritu Santo para limpiar y renovarnos continuamente.
Pablo
resume lo que Cristo hace cuando nos salva. Nos trasladamos de una vida llena
de pecado a una que es guiada por el Espíritu Santo. Fuimos lavados de todos
nuestros pecados, no sólo de algunos. Al hacerse cristiano, el creyente reconoce a
Cristo como el Señor y su obra de salvación. Recibimos la vida eterna con todos
sus tesoros. Tenemos la renovación del Espíritu Santo y El continuamente
renueva nuestros corazones. Nada de esto tiene lugar por haberlo ganado o
merecido, todo es un regalo de Dios.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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