} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ORACIÓN DE JESÚS POR LA UNIDAD

martes, 6 de febrero de 2018

ORACIÓN DE JESÚS POR LA UNIDAD




Juan 17:20-23

Mas no ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
   para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
   La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno:
   yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí. (LBLA)

17:20--Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos

 (Hch_15:7; Rom_10:17)   Primero ruega por sí mismo (el autor de la salvación, Heb_5:9) y por los apóstoles (sus embajadores, los vasos que llevarían el tesoro, 2Co_4:7) y, por último, ruega por el objeto de esta obra, los que aceptarían la palabra para ser salvos.
En esta sección, la oración de Jesús ha ido extendiéndose gradualmente hasta abarcar todos los límites de la Tierra. Empezó pidiendo por Sí mismo al encontrarse frente a la Cruz. Pasó luego a pedir por Sus discípulos, y por el poder protector de Dios para ellos. Ahora Su oración remonta el vuelo para contemplar el futuro y los países distantes, y ora por todos los que en tierras y edades todavía lejanas llegarán a conocer y aceptar el Evangelio.
Aquí se nos despliegan dos grandes características de Jesús. La primera: contemplamos Su fe integral y Su radiante certeza. En aquel momento Sus seguidores eran pocos; pero, aun con la Cruz cerrándole aparentemente el paso, Su confianza permanecía inalterable, y estaba pidiendo por los que llegarían a creer en Su nombre. Este pasaje debería sernos especialmente precioso, porque en él vemos a Jesús orando por nosotros. La segunda: vemos la confianza que tenía en Sus hombres. Sabía que no habían llegado a entenderle del todo; sabía que al cabo de muy poco tiempo iban a abandonarle cuando más los necesitara. Sin embargo Jesús veía en esos mismos hombres, con una confianza total, a los que iban a extender Su nombre por todo el mundo. Jesús no perdió nunca ni la fe en Dios ni la confianza en Sus hombres.
¿Cuál fue Su oración por lo que llegaría a ser la Iglesia? Que todos sus miembros fueran una sola cosa, como lo eran El y el Padre. ¿Qué era esa unidad por la que Jesús pedía? No era una unidad de administración u organización; no era, en ningún sentido, una unidad eclesiástica. Era una unidad de relación personal. Ya hemos visto que la unión entre Jesús y Dios era la del amor y la obediencia. Era la unidad del amor la que Jesús pedía al Padre, una unidad en la que las personas se amaran porque Le amaban a Él, una unidad basada totalmente en una relación de corazón a corazón.
Los cristianos no van a organizar sus iglesias nunca de la misma manera en todas partes. Nunca darán culto a Dios exactamente de la misma forma. Ni siquiera llegarán a creer exactamente las mismas cosas y de la misma manera. Pero la unidad cristiana trasciende todas esas diferencias y une a las personas en amor. La causa de la unidad cristiana en el momento presente, como, por supuesto, a lo largo de toda la historia sufre y peligra porque los seres humanos aman sus propias organizaciones eclesiásticas, sus credos y sus rituales, más que a sus hermanos. Si nos amáramos realmente los unos a los otros y a Cristo no habría iglesias que excluyeran a nadie que fuera discípulo de Cristo. El amor que Dios planta en el corazón de las personas es lo único que puede demoler las barreras que se han erigido entre unos y otros y entre sus respectivas iglesias.
Además, según lo vio y lo pidió Jesús, había de ser precisamente esa unidad la que convenciera al mundo de la verdad del Evangelio y del lugar de Cristo. Es más fácil y natural para los humanos el estar divididos que el estar unidos. Es más humano para las personas el disgregarse que el congregarse. La unidad verdadera entre todos los cristianos sería «un hecho tan sobrenatural que revelaría una intervención sobrenatural.» Y lo trágico es que ese frente unido es lo que la Iglesia no le ha presentado nunca al mundo. Ante la desunión de los cristianos, el mundo no puede ver el valor supremo de la fe cristiana. Es nuestra obligación personal el demostrar esa unidad del amor con los semejantes que es la respuesta a la oración de Cristo. Los de a pie en las iglesias podemos y debemos hacer lo que los líderes y responsables se niegan oficialmente a hacer.

17:21 --para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están perfectamente unidos en el mismo propósito en la misma obra (los que conocieron a Cristo conocieron al Padre); Jn 12:45; Jn 14:9 (los que vieron a Cristo vieron al Padre); Jn 12:44 (los que creyeron en Cristo creyeron en el Padre); Jn 14:21-24 (los que aman a Cristo aman al Padre); Jn 13:20 (los que reciben a Cristo reciben al Padre); Jn 5:23 (los que honran a Cristo honran al Padre); Jn 15:23 (los que rechazan a Cristo rechazan al Padre).
             
 ¿Ruega Jesús solamente por la unidad de sus discípulos entre sí? No, sino que seamos uno en el Padre y en el Hijo. Muchos grupos están unidos entre sí, y se jactan de esa "unidad", pero la oración de Jesús no tiene nada que ver con la unidad de religiones humanas.
            El ser uno en el Padre y en el Hijo requiere la sumisión a la enseñanza de Cristo y los apóstoles que está registrada en los veintisiete libros del Nuevo Testamento, es decir, no solamente la enseñanza acerca de Cristo mismo en Mateo, Marcos, Lucas y Juan, sino también la enseñanza y el ejemplo de los apóstoles en Hechos de los Apóstoles y en las epístolas y en el Apocalipsis (1Co_2:11-13; 2Pe_3:1; 1Jn_4:6). Los que se apartan de la verdad se apartan de Dios y también de los discípulos fieles. Cuando los discípulos de Cristo se extravían y no perseveran en la doctrina de Cristo (2Jn_1:9), se alejan de Dios, e ineludiblemente se alejan los unos de los otros y, al hacerlo, ya no promueven la causa de Cristo, sino la causa de Satanás.
            Pablo explica cómo evitar y cómo corregir la división: "cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios" (1Ts_2:13); "que habléis todos una misma cosa" (1Co_1:10); "Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu... una misma esperanza... un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre" (Efe_4:3-6).
            Cristo no oró por la unión de las muchas denominaciones porque son iglesias establecidas por los hombres. Son humanas en todo sentido: en nombre, en organización, en doctrina, en culto y en propósito (obra). En realidad los fundadores y proponentes de tales iglesias ni siquiera buscan la unidad. No creen que sea posible ni deseable. Cada denominación defiende su derecho de existir y de trabajar para su crecimiento. No creen que la doctrina sea la base de la unidad, y creen que su organización eclesiástica es cosa insignificante. En cuanto al culto creen que hay completa flexibilidad y libertad, pues todo grupo simplemente hace lo que agrade a sus feligreses y lo que les pueda ayudar a ganar más miembros. La religión más popular del tiempo moderno es el pentecostalismo, porque el llamado "culto" es nada más una libre expresión de las emociones. La oración de Jesús en este capítulo no tiene nada que ver con alguna supuesta unidad de tales grupos.
            Muchos religiosos -- hasta miembros de la iglesia del Señor -- dicen que la doctrina no es la base de la unidad. Entonces, si la base de la unidad no es la doctrina, ¿cuál será? Si no importan las diferencias en cuanto al culto, la organización y la obra de la iglesia, ¿qué cosas tendrán importancia? Puesto que la unidad tiene que ver con la comunión, ¿en qué otras cosas habrá comunión? La verdad es que precisamente en estas cosas (la doctrina, el culto, la organización y la obra de la iglesia) debe haber unidad, pero no puede haber unidad entre las denominaciones porque no la quieren.
            Pero esta oración sí tiene que ver con la necesidad de unidad entre los miembros de la iglesia de Cristo. Durante años ha habido divisiones amargas causadas por la enseñanza de las doctrinas y mandamientos de los hombres: p. ej., (1) el establecimiento de instituciones e "iglesias patrocinadoras" que se encargan del dinero de muchas (potencialmente todas) las congregaciones para hacer obras de edificación, evangelismo y benevolencia; (2) varios aspectos del calvinismo con respecto al pecado y al plan de salvación; (3) el llamado "individualismo" que niega la existencia de la iglesia local; (4) la doctrina de que el adulterio mencionado por Cristo en Mat_19:9 no es sexual, sino sólo los trámites legales para divorciarse y volver a casarse; y (5) la doctrina de que al venir al mundo Cristo se despojó a sí mismo de sus atributos divinos. Todas estas cuestiones afectan la comunión y causan divisiones en la iglesia.
            Los hermanos liberales son los que no respetan la autoridad de Cristo y los apóstoles con respecto a la naturaleza, organización y obra de la iglesia y otras prácticas (no conservan el patrón apóstolico, 2Ti_1:13). Es triste leer los comentarios de estos mismos hermanos acerca de la división: p. ej., "Cuando los hombres siguen sus propias opiniones y enseñanzas, hacen barreras entre los creyentes". "Es precisamente en la cuestión de división que la iglesia de Dios está más indefensa en el tiempo presente. Ninguna cosa produce más infidelidad e injusticia que las doctrinas conflictivas de los profesados seguidores de Cristo. Por medio de multiplicar las divisiones, Satanás ha evitado que innumerables millones obedezcan al evangelio". "El espíritu de esta oración es totalmente ajeno al espíritu faccioso que frecuentemente caracteriza a los miembros de la iglesia; y los que promueven partidos, facciones y divisiones en el cuerpo del Señor son culpables del pecado grave...
Dos de las cinco peticiones son por la unidad del pueblo del Señor, y mientras que las divisiones que ahora desgarran el cuerpo de Cristo evitan la consumación de su sincero deseo para su pueblo, esperemos y oremos y trabajemos con el fin de que todos los que lleven el nombre de Cristo algún día puedan ser uno y que todos los cismas, divisiones, contenciones, enajenaciones, con toda la rivalidad y amargura, terminen para siempre, y que los que profesan ser sus seguidores ¡manifiesten delante del mundo la bendita unidad por la cual El oró!"  
            Aparte de las divisiones causadas por el error doctrinal, también ha habido muchas divisiones a causa de la carnalidad de los miembros (1Co_3:1-4). Las obras de la carne (Gál_5:19-21) no solamente destruyen la unidad de la iglesia, sino también a la iglesia misma: "acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios". La unidad es uno de los temas dominantes de las epístolas (p. ej., Rom_12:16; Efe_2:16; Flp_1:27; Flp_2:1-4). Lucas describe la unidad que existió entre los apóstoles y otros discípulos (1:14; 2:1, 46; 2:46; 4:32).
            Para promover la unidad es necesario que todo cristiano practique las exhortaciones en cuanto a la relación correcta los unos con los otros (Rom_12:10; 1Co_12:25; Gál_5:13-15; Gál_5:26; Gál_6:2; Efe_4:2; Efe_4:32; 1Ts_5:11; Heb_10:24; Stg_4:11; Stg_5:9; Stg_5:16).

17:22 --La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno:

 La gloria de la cual Jesús habla en este texto es la unidad de los discípulos, los unos con los otros en el Padre y el Hijo, por medio de la perfecta revelación del Padre por Cristo. Para enfatizar la unidad de los cristianos Pablo habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo ("son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo", 1Co_12:20).
            Cristo ha dado la gloria que El recibió del Padre a su iglesia, pues "amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante" (Efe_5:25-27).
            Por medio de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, la iglesia tiene comunión con el Padre y con el Hijo (1Jn_1:1-4; 1Jn_1:7), y se hace participante de la naturaleza divina: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina" (2Pe_1:3-4).
            En consecuencia de esta naturaleza gloriosa, la iglesia fiel y unida es el reflejo de Dios. Pablo predicó el evangelio de Cristo "para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales... A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén". (Efe_3:10; Efe_3:21).
Jesús dijo que les había dado a Sus discípulos la gloria que el Padre Le había dado a Él. Debemos comprender bien lo que quería decir. ¿Cuál era la gloria de Jesús? Él mismo hablaba de ella de tres formas.
(a) La Cruz era Su gloria. Jesús no hablaba nunca de ser crucificado, sino de ser glorificado. Por tanto, en primero y principal lugar, la gloria del cristiano es la cruz que le corresponde llevar. Es un honor sufrir por Jesucristo. No debemos considerar nuestra cruz como nuestro castigo, sino como nuestra gloria. Cuanto más dura era la tarea que se le asignaba a un caballero andante, mayor consideraba su gloria. Cuanto más dura sea la tarea que se le imponga a un estudiante, o a un artesano, o a un cirujano, tanto mayor honor le corresponde.
En efecto, lo que se quiere decir es que, cuando el ser cristiano supone difíciles renuncias o privaciones, y aun esfuerzos y sacrificios, debemos considerarlo como una gloria que Dios nos otorga.
(b) La perfecta obediencia de Jesús a la voluntad de Dios era Su gloria. Nosotros encontramos la nuestra, no en hacer lo que nos gusta a nosotros, sino lo que Dios quiere de nosotros. Cuando tratamos de hacer lo que nos gusta -como muchos de nosotros hemos hecho- no cosechamos más que dolor y desastre, para nosotros y para otros. La verdadera gloria de la vida la encontramos en hacer la voluntad de Dios. Cuanto mayor la obediencia, mayor la gloria.
(c) La gloria de Jesús consiste en el hecho de que, al considerar Su vida, se reconoce Su relación única y exclusiva con Dios. Es indudable que nadie podría vivir como Él si no estuviera en una relación extraordinariamente íntima con Dios. Como con Cristo, nuestra gloria consiste en que se vea en nuestra vida el reflejo de Dios.
(ii) En segundo lugar, Jesús dijo que era Su deseo que Sus discípulos vieran Su gloria en los lugares celestiales. El cristiano va a compartir todas las experiencias de Cristo. Si comparte Su Cruz, también compartirá Su gloria. " Palabra fiel es esta: Si morimos con Él, también viviremos con Él; si resistimos, también reinaremos con Él» (2 Timoteo_2:11-12). Aquí y ahora vemos borrosamente, como en un espejo, la gloria del Señor; pero un día Le veremos cara a cara (1Co_13:12; 2Co_3:18). El gozo que experimentamos aquí y ahora es sólo un adelanto del que disfrutaremos entonces allá. La promesa de Cristo es que si compartimos Su gloria y Sus sufrimientos en la Tierra, compartiremos Su gloria y Su triunfo cuando haya terminado nuestra vida presente ¿Qué mayor promesa podría habérsenos hecho?
Después de esta oración de Jesús pasamos inmediatamente a la traición, el juicio y la Cruz. Ya no hablaría más con Sus discípulos antes de padecer. Es maravilloso y precioso recordar que, inmediatamente antes de aquellas terribles horas, Sus últimas palabras no fueron de desesperación, sino de gloria.

17:23-- yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí.


"Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efe_4:3). ¿Por qué? Para que el mundo conozca que Dios envió a Cristo para salvarnos, y que en verdad Dios los ha amado (3:16). Si la unidad produce este fruto precioso, ¿qué fruto lleva la división?
            La unidad de la iglesia le da mucha influencia y fuerza para convertir al mundo. Sin lugar a dudas, las muchas divisiones de la iglesia son el obstáculo más grande en la obra del Señor.

¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!




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