Hebreos 11; 1
Ahora
bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se
ve.
El capítulo 10
termina, exhortando a los lectores a perseverar en la fe, como el único medio
de evitar la apostasía y la perdición subsecuente. Ahora este capítulo 11
describe la naturaleza y los triunfos de la fe. Siendo hebreos los lectores, el
autor apunta a las Escrituras del cual el hombre ha agradado a Dios y por fin
recibirá la vida eterna! La fe es el poder que hace vencer al mundo (1Jn_5:4). El
Antiguo Testamento que narran eventos en las vidas de los antiguos, de la
dispensación patriarcal y la mosaica, los cuales ilustran la necesidad de la fe
para agradar a Dios y recibir buen testimonio de él. ¡En toda época la fe ha
sido el medio por
Versículo 11:1 -
Esta es la definición bíblica de la fe.
--"Es,
pues, la fe la certeza". "Sustancia", dice la versión antigua de
Valera, y la Hispanoamericana. "Seguridad", dice la Moderna. La
palabra griega es jupostasis. Se emplea en 1:3 ("sustancia") y en 3:14 ("confianza").
Los otros dos textos donde aparece son 2Co_9:4 y 11:17. Está compuesta de dos
partes: jupo = bajo, y stasis = estar, o pararse. Literal y primariamente
quiere decir lo que sostiene como fundamento.
La fe es, pues, la confianza firme y bien basada respecto a los objetos
de la esperanza. La fe da sustancia a lo que se espera y no se ve todavía.
--"de lo
que se espera" = las bendiciones espirituales ahora y en el futuro, en el
cielo.
--"la
convicción", de la palabra griega elegkos, que aparece solamente aquí
y en 2Ti_3:16 ("redargüir"), ("reprensión", versión Moderna).
Quiere decir una prueba o demostración de alguna proposición, y luego
convicción o persuasión. Se traduce "reprensión" en 2Ti_3:16, porque
la Palabra de Dios es una prueba que convence al pecador de su culpa.
--"de lo que no se ve", de
tiempo pasado, presente o futuro. En particular se refiere la frase a la
existencia de Dios, del cielo y de las glorias prometidas tocante a la
resurrección de los muertos y la vida eterna.
La
fe es un argumento convencedor para la mente. No es buen argumento, o
prueba, toda fe, pues la fe en todo caso depende de la evidencia. Pero la fe del cristiano se basa en las
evidencias incontrovertibles y abundantes de la Palabra de Dios
(Rom_10:17). Ahora si es falsa la Biblia, es falsa nuestra fe en las cosas no
visibles. Pero los ataques de los incrédulos a través de los siglos no han
podido destruir la veracidad de la Biblia.
Muchos tiene "fe," pero no en
la verdad. Eva creyó a Satanás, quien le engañó con una mentira ("no
morirás"). Presentó él una mentira como si fuera la verdad. De igual
manera muchos creen una mentira hasta la fecha (2Ts_2:11). Sin la fe (en
cualquier campo de creencia) estaríamos limitados al mundo angosto de los cinco
sentidos (gustar, tocar, ver, oír, oler). ¡Nadie se limita así, ni el profesado
ateo! Todo el mundo ejerce la fe. Pero una dada fe no puede ser más válida que
la evidencia en la cual se basa.
La teoría de la
evolución no explica el origen de las cosas, ni puede la ciencia verdadera
trazar las cosas visibles hasta su origen. La palabra creativa de Dios no está
sujeta al experimento científico, pero sí es el objeto de la fe.
Para el autor de
hebreos la fe está absolutamente segura de que lo que cree es verdad, y lo que
espera sucederá. No es una esperanza que se hace ilusiones en cuanto al
porvenir, sino que mira al porvenir con absoluta convicción.
En los primeros
días de la persecución trajeron a un humilde cristiano a los jueces, y él les
dijo que no podían hacer nada para hacerle vacilar, porque él creía que, si era
fiel a Dios, Dios lo sería con él. " ¿Te crees de verdad -le preguntó el
juez- que los que son como tú van a ir a Dios y a Su gloria?» «No es que me lo
creo -respondió el hombre-, sino que lo sé.»
Hubo un tiempo
cuando Juan Bunyan, el autor de El Peregrino, estaba angustiado por la
inseguridad. «Todos piensan que su religión es la verdadera -se dijo-; los
judíos, los moros y los paganos... y, ¿qué si a fin de cuentas la fe, y Cristo,
y las Escrituras no son más que una de esas cosas de «creo que sí»?» Pero
cuando recibió la luz, salió gritando: «¡Ahora estoy seguro, lo sé!» La fe
cristiana es una esperanza que se ha vuelto certeza.
Esta esperanza
cristiana es tal que inspira toda la conducta de una persona. Se vive con ella
y se muere con ella; su posesión es algo que produce convicción en tres
direcciones en las que actúa la esperanza cristiana.
(i) Es creer en Dios frente al mundo. Si
seguimos los parámetros del mundo puede que tengamos facilidades y comodidades
y prosperidad; si seguimos los parámetros de Dios, lo más probable es que
experimentemos dolores, pérdidas y marginación. El cristiano está convencido de
que es mejor sufrir con Dios que prosperar con el mundo. En el libro de Daniel,
Sadrac, Mesac y Abed-nego tienen que escoger entre obedecer a Nabucodonosor y
dar culto a la imagen del rey, u obedecer a Dios y que los echen al horno. Y no
dudaron en escoger a Dios (Daniel 3).
Cuando iban a
juzgar a Bunyan, dijo: «Con el consuelo de Dios en mi pobre alma, antes de
descender a los jueces Le pedí a Dios que, si podía hacer más bien en libertad
que en la cárcel, que me pusieran en libertad; y si no, que se hiciera Su
voluntad.»
La actitud cristiana
es que, en términos de la eternidad, es mejor jugarnos el todo por él todo con
Dios que confiar en las recompensas del mundo.
(ii) La esperanza cristiana es creer en el
Espíritu frente a los sentidos. Los sentidos dicen que escojamos el placer
del momento, pero el Espíritu nos dice que hay algo que vale mucho más. El
cristiano cree al Espíritu más que a los sentidos.
(iii) La esperanza cristiana es creer en el
futuro frente al presente. Hace mucho, Epicuro decía que el fin principal
de la vida era el placer. Pero no quería decir lo que muchos piensan; insistía
en que debemos tener una visión dilatada. Lo que parece atractivo al momento
puede traernos dolor en el futuro; lo que nos hace un daño terrible en el
momento puede que nos traiga la felicidad a la larga. El cristiano está seguro
de que, a la larga, nadie puede desterrar la verdad, porque «grande es la
verdad, y al final prevalecerá.»
Parecía que los jueces
habían eliminado a Sócrates, y que Pilato había acabado con Cristo; pero el
veredicto del futuro le dio la vuelta al del momento. Alguien dice en alguna
parte que Nerón condenó a muerte a Pablo; pero, pasados los años, llamamos
Pablo a nuestros hijos y Nerón a nuestros perros.
Es fácil
discutir: "¿Por qué he de renunciar al seguro placer del momento por un
futuro incierto?» La respuesta cristiana es que el futuro no es incierto,
porque está en las manos de Dios; y basta con que Dios lo haya mandado y
prometido.
¡Maranata! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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